Por Lucrecia Maldonado

Un querido amigo mío dijo alguna vez que todo el que persigue equidad social será descalificado. Y en efecto, es lo que se ha visto a lo largo de la historia. Pero le faltó decir que no se escatimaría en buscar los más burdos procedimientos para hacerlo.

Y así lo comprobé alguna vez: en una conocida librería religiosa de orientación católica conservadora de mi ciudad encontré un libro cuya sinopsis era más o menos la siguiente: durante un exorcismo, uno o más DEMONIOS (lo pongo en mayúsculas para que se entienda bien) que estaban abandonando el cuerpo de alguna pobre persona poseída, entre convulsiones y con voz cavernosa, hablaron pestes del Papa Juan XXIII.

Sabido es que este Papa, renovador e innovador de muchísimos aspectos de la acartonada estructura católica a través del revolucionario Concilio Vaticano II, no era de las simpatías de los sectores más retrógrados de la institución ni del planeta en general. A pesar de su corto papado, dejó sentadas las bases para algo que se convertiría en un dolor de cabeza más para la beatería local y el Pentágono: la Teología de la Liberación.

Y dado que la librería en cuestión pertenecía al ala más reaccionaria del catolicismo, pues optaron por pactar con los Demonios que ellos mismos estaban expulsando de un poseso, con el fin de obtener información que les sería útil para desprestigiar la figura de su adversario ideológico. E incluso dieron toda la credibilidad posible a esos engendros del mal para publicar sus infundios en un libro que, afortunadamente, no parece haber tenido la difusión que esperaban.

Este suceso me ha venido a la memoria ahora que los tres últimos gobiernos del Ecuador han optado por acudir a delincuentes confesos y sentenciados para desprestigiar a los principales dirigentes de la Revolución Ciudadana. Pues, al igual que los demonios al salir del cuerpo que abandonan entre terroríficas convulsiones, Pamela Martínez, algún aterrorizado gatillero sobreviviente del crimen contra Villavicencio, Daniel Salcedo o el mismísimo Fito, entre otros, dirán pestes contra Rafael Correa y sus seguidores, y sus palabras se emplearán como testimonios válidos, no importa que cometan errores infantiles en sus discursos y así se vendan solos.

Los medios citarán como palabra divina los infundios de los habitantes del averno, y mucha gente, manipulada por el arribismo y la fe incontrastable en sus propios verdugos y en los mal llamados periodistas, asalariados del poder perverso, también comulgará con esas ruedas de molino, sin importar que sean palabras dichas por pequeños diablillos esclavos de la codicia y el odio, y que estén escritas por la letra y el puño sarmentoso del mismísimo Satanás, padre de la mentira y el engaño.

Por RK