Por Consuelo Ahumada 

Las mujeres reafirmaron su poder colectivo en la lucha por sus reivindicaciones históricas aplazadas, y el que debe ser un compromiso con la unidad alternativa

“Sin las mujeres la democracia está incompleta, sin el feminismo la democracia colombiana difícilmente dejará de mirarse en el espejo roto de sus fracasos y ausencias”. Así comienza el manifiesto de la Primera Convención Nacional Feminista Río Grande de La Magdalena, realizada en Honda, Tolima, a comienzos de este mes.

El evento fue convocado por el movimiento político Estamos Listas y por 130 organizaciones feministas y reunió a centenares de participantes de todo el país, la mayoría por internet. Durante dos días se reafirmó el poder colectivo de las mujeres en la lucha por sus reivindicaciones históricas aplazadas y sus avances innegables frente al régimen patriarcal, oligárquico y excluyente.

El manifiesto destaca la necesidad de que el movimiento feminista protagonice los cambios que necesita Colombia, tal como viene sucediendo en otros países latinoamericanos. Reivindica su lugar al lado de las comunidades indígenas y afros y de la gente “más desprotegida, precarizada y criminalizada”.

Plantea también la búsqueda de “un gobierno cuidador, para la vida, para las mayorías, como una oportunidad para resolver los problemas de desigualdad y de la violencia”. Reafirma el compromiso ineludible de “construir un país justo, amoroso con su diversidad y gobernado democráticamente” y de trasformar los discursos de muerte y de guerra que han marcado al país, trabajando para “consolidar una paz estable, duradera y transformadora”.

De allí se desprende la necesidad de consolidar el poder político femenino y de romper con la condición subalterna de la mujer en política. Participaron en el evento las dos precandidatas presidenciales alternativas. Ángela María Robledo llamó a Francia Márquez para que ambas derrotaran al rival en su respectiva coalición. Estas declaraciones generaron fuerte polémica en el campo progresista. Van y vienen los trinos de lado y lado.

El contenido avanzado y progresista del manifiesto es incuestionable, así como el compromiso con las reivindicaciones aplazadas de la mujer, con la vida, la paz y la transformación social del país. Sin embargo, además de este reconocimiento, deben precisarse algunos puntos.

Primero, el gobierno de Duque ha traído el afianzamiento de una tendencia de corte fascista, acorde con las prácticas del uribismo durante dos décadas. El saboteo al acuerdo de paz, se ha expresado en asesinato de líderes/as sociales, masacres, confinamiento y desplazamiento de poblaciones enteras. Por donde se le mire, las mujeres pobres, de regiones apartadas, han sido particularmente afectadas por el recrudecimiento del conflicto armado.

A ello se suma las reformas económicas antipopulares en curso, un manejo cada vez más errático de la pandemia y la precariedad de la salud pública. Nuevamente, las mujeres han sido las más golpeadas por la crisis.

Segundo, ante tan crítica situación, avanza la propuesta de conformar una coalición, amplia y diversa, por la defensa de la vida, la paz y las condiciones sociales de la población, para derrotar el proyecto de la extrema derecha en las próximas elecciones, en la primera vuelta. Recordemos el control absoluto del sistema electoral por parte del gobierno.

Desde el Pacto histórico se ha llamado a conformarla, a partir de un programa acordado. Pero la Coalición de la Esperanza, no sin contradicciones internas, se ha negado a aceptar la propuesta, con un argumento falaz, que algunos de sus integrantes más influyentes, mujeres y hombres, repiten sin cansarse: el centro político debe alejarse de los extremos.

Lo cierto es que cualquiera de las reivindicaciones de fondo que se plantean para transformar el país tiene que orientarse a modificar las políticas vigentes. Defender la vida y la paz implica cumplir con el acuerdo y propiciar la salida negociada con otros grupos. No hay término medio.

Defender el cuidado y los derechos de las mujeres requiere, además de derrotar la cultura patriarcal y machista, una fuerte inversión pública y social. Lo mismo sucede con la salud pública y con la transformación de en campos y ciudades. No hay término medio.

¿Cómo invocar un gobierno “cuidador y amoroso” sin garantizar políticas públicas apropiadas y la asignación presupuestal para lograrlo?

Aplazar la coalición para la segunda vuelta presidencial es un error craso

Aplazar la coalición para la segunda vuelta presidencial es un error craso. La experiencia positiva de Bolivia en el 2020 y los amargos resultados en Ecuador hace una semana y en Colombia en el 2018 así lo muestran.

Frente a este asunto vital y concreto, ¿qué planteó la Convención feminista?  Nada. No se trata de aplazar la lucha feminista, como insinúan algunos. Es cierto que la proliferación de insultos y maltratos en las redes sociales, de lado y lado, ha sido muy dañina. Pero no puede ser pretexto para negarse al acuerdo.

En su voluntad de poder el compromiso del movimiento feminista alternativo debe ser coadyuvar para alcanzar la necesaria unidad. Tender puentes, como se dice con insistencia.

Deben impulsarse las precandidaturas planteadas, pero mirando el panorama amplio y enfilar las baterías contra el enemigo central. Trabajar por la unidad alternativa no es asunto secundario. De no lograrse, serán cuatro años más de retroceso en todo sentido, pero en particular de la agenda del feminismo. Entre más pronto se decida, más probabilidades habrá de lograrlo.

Tomado de las Dos Orillas


Por Editor