Juan Paz y Miño

Entre 1925 y 1960 algunos gobiernos intentaron superar el régimen oligárquico y terrateniente que rigió toda la vida republicana anterior; pero hasta inicios de esta última década Ecuador era uno de los países más atrasados y subdesarrollados del continente. En los sesentas y particularmente los setentas (gracias al petróleo), por fin se consolidó el capitalismo ecuatoriano de la mano del modelo desarrollista, basado en el activo papel del Estado en la economía, que es lo que hizo crecer al empresariado nacional. Pero este sector nunca adquirió las virtualidades de las burguesías europeas y norteamericana, pues conservó la visión oligárquica ligada a la vieja hacienda. Hay múltiples estudios sobre el régimen oligárquico, su transformación, el nacimiento del empresariado y la atrasada mentalidad de este sector todavía a inicios de la década de 1980.

En la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE) dirigí hace años una investigación que rastreó los pronunciamientos de las cámaras de la producción entre 1979-2006. Puedo asegurar que se entendió como “modernización” de la época seguir a la ideología neoliberal, abrirse al mundo globalizado, reducir el Estado al mínimo, privatizarlo todo, quitar impuestos (siempre el impuesto a la renta ha sido su dolor de cabeza), hacer buenos negocios con el Estado, utilizar fondos públicos para salvar sus intereses (las “sucretizaciones” de deudas privadas en 1983 y 1987, así como los “salvatajes” bancarios de 1999-2000 son prueba de ello), suscribir tratados de libre comercio y lograr flexibilidades y precarizaciones del trabajo.

Esa no era precisamente una mente moderna para un país atravesado por la concentración de la riqueza, con amplias capas en la miseria, desempleo y subempleo. Las elites rentistas del Ecuador nunca pensaron en edificar una economía social de mercado como la que nació en Europa en la segunda postguerra mundial, caracterizada por fuerte Estado, seguridad social, pensiones, salud, medicina y educación pública. Y si bien la Constitución de 1998 postuló el modelo de “economía social de mercado”, el concepto fue solo un disfraz para esconder la economía neoliberal.

Si se carece de perspectiva histórica, podría pensarse que hoy las conservadoras elites económicas del Ecuador por fin plantean una economía moderna. No es así. Vuelven a la carga sobre los viejos conceptos y principios del modelo empresarial-neoliberal construido a fines del siglo XX e inicios del XXI, tan desastroso para Ecuador y para América Latina. Lo único que hacen es revestirlo con nuevos términos.

A diario siguen las presiones para imponer el modernísimo “modelo” económico. Y las propuestas hegemónicas (no hay espacio para las voces alternativas) apuntan a liberar mercados y edificar el paraíso empresarial privado. Nada de Estado. Ni siquiera se privilegia el sector de economía social y solidaria. Parece una herejía proponer educación pública gratuita, seguridad social y pensiones jubilares universales, salud y atención médica públicas, redistribución de la riqueza y fuertes impuestos sobre rentas, patrimonios, herencias y ganancias del capital. Son conceptos “capitalistas”, nada socialistas, solo que sirven para movilizar otro tipo de visión para la economía, que privilegie al ser humano sobre los intereses empresariales y al Estado sobre los intereses privados. Una lucha bajo circunstancias totalmente adversas.

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