Por Pedro Pierre

                El 22 de abril pasado hemos conmemorado el Día Mundial de la Tierra. Las redes sociales y las actividades y los escritos de muchos defensores del Medio Ambiente nos han informado y alertado sobre el suicidio colectivo al que nos encaminamos, ya que muy poco hacemos para respetar la Tierra y revertir la actual destrucción acelerada de la naturaleza. Volvamos a motivarnos para vivir y convivir mejor entre nosotros y con la naturaleza.

SOÑAR CON LA ARMONÍA, Pedro Pierre

                Casi es lo único que nos queda en ese antro de la corrupción, violencia y muertes en que se ha convertido el Ecuador. Pensábamos que con el ex presidente Moreno habíamos llegado a lo máximo. ¡Mentira! Guillermo Lasso lo supera con creces… Estamos también estupefactos por la indiferencia generalizada: “¡Mientras no me toca a mí, no pasa nada!” Creíamos que con la votación masiva del 5 de febrero pasado contra el presidente y su manejo o mejor ausencia de manejo del Estado se lo iba a desbancar… pero tampoco allí no pasa nada y el huésped de Carondelet sigue campante y amontonando más y más ganancias. Nuestra democracia no funciona porque votamos en las urnas, pero no controlamos ni hacemos respetar nuestro voto. No hay una verdadera decisión ciudadana de organizarse contra los problemas que nos afectan: Esperamos que otros lo hagan. No hemos entendido que, si el problema es nuestro, es nuestra también la solución. Preferimos esperar que los Indígenas se levantan y pongan los muertos. Tal como vamos, la violencia, el sicariato, los muertos, las extorsiones y las lágrimas van a aumentar, lastimosamente.

                Soñamos con la armonía: ¿Será verdad? ¿O seguimos soñando con el individualismo, la tranquilidad egoísta, el dinero fácil? Entones merecemos lo que nos está pasando. Existimos para un proyecto de vida y no de muerte. Mientras no descubrimos esto, la cruda realidad va a continuar y progresar en maldad: El infierno lo hacemos nosotros y lo permitimos entre nosotros. Cuando dejamos de preocuparnos los unos por los otros favorecemos su crecimiento. El mal existe: Hay que combatirlo, porque es como la mala hierba, si no, se multiplica sin límite.

                El otro problema es que hemos dejado de lado la espiritualidad y la mística: Las hemos dejado morir en nuestra propia conciencia e identidad. Vivimos como los animales y peor que los animales. El materialismo individualista, es decir limitarnos a comer, dormir y robar, nos seca el alma y hace de nosotros unos zombis que no saben qué somos, para qué vivimos ni para qué existimos. Muchas veces echamos la culpa a la religión y a un dios inventado para satisfacer nuestra nulidad.

                Hemos dejado de admirar, reconocer y escuchar los sabios de ayer y de hoy; pero sí, seguimos a los malos payasos de la TV que acarician nuestras peores desviaciones y a los de los chats, facebook, tik tok, instagram y otras virtualidades y tomamos nuestras fantasías por realidades fascinantes. Hemos dejado de pertenecernos para obedecer a nuevos demonios que quieren que prolifere la maldad por aumentar sus intereses, poderes y fama. Somos los esclavos cómplices de nuestra propia maldad y seguimos adelante en este infierno bien real.

                ¡Soñemos con la armonía!… Tengamos esa ‘locura’, poque es nuestra identidad profunda y nuestro destino común. Dejemos de interpretar la creación del mundo como un paraíso perdido: Eso es cuentos para hacer dormir a los niños. Y descubramos que no se trata de nuestro origen, sino de nuestro fin definitivo y de nuestra meta a lograr… porque estamos hecho por la armonía y para la armonía. Los satélites que recorren el universo sin fin nos transmiten sus fotos sorprendentes de belleza y de misterio. Nos permiten entender que la creación sigue en marcha y que es también nuestra tarea. Estamos en una creación permanente por la fuerza de vida y de amor que nos habita: Eso es la espiritualidad, o sea, el ‘espíritu’ que nos mueve desde dentro.

                Lastimosamente no nos gusta el silencio, la meditación ni la contemplación. Preferimos actividades rentables, materialistas, individuales y egoísta y así apagamos el fuego que nos iluminaría para salir de nuestra mediocridad humana. Porque la primera armonía es con nosotros mismos, con la sabia de vida y de amor que nos recorre de cuerpo entero. Estamos hechos para conectarnos con lo más intimo y vivo de nosotros mismos, esta potencialidad humana que nos hace vivir, afín de despertarla, cultivarla, multiplicarla para encontrar y vivir la felicidad, es decir la paz interior que nada ni nadie nos pueda quitar.

                La segunda armonía es con los demás. Todos somos humanos, todos somos iguales, todos somos la misma sangre, todos somos la misma unidad de vida y de fraternidad. Sólo así, comunicándonos, conociéndonos, respetándonos, apoyándonos, compartiendo, amándonos, vamos a lograr la comunión que necesitamos para ayudarnos a vivir felices los unos con los otros, los unos por los otros. ¿Cuándo nos decidiremos a esto? Pues, sólo depende de nosotros mismos.

                La tercera armonía es con la naturaleza, porque sin ella o contra ella no podemos vivir ni sobrevivir. Ya nos damos cuento de los desastres naturales a los que nos abocamos si no la respetamos ni la cuidamos. Verdaderamente es nuestra primera Madre, porque de ella venimos, de ella vivimos y hacia ella vamos. Mientras vivimos, tenemos que volver a conectarnos y a entrar en esta matriz universal que permite respirar, comer, sanarnos y sentirnos poseídos por la vida y el amor que con los 2 pilares de la misma naturaleza y del universo entero. “Somos polvo de estrella”, pero ‘polvo’ vivo, inmortal, eterno. ¡Qué analfabetos somos si no hemos comenzado a darnos cuenta de eso! Por eso andamos “¡perdidos como perros en procesión!”

                La cuarta armonía es nuestra relación con Dios. Muchas veces buscamos a Dios dónde no está, cuando lo queremos encontrar sólo en el cielo inventado con miles y miles de detalles maravillosos e inexistentes, o sólo en el templo como si Dios se dejaba encerrar en 4 paredes de piedras o de cemento, o sólo en la oración cuando rezamos por nuestras necesidades inútiles y dañinas… en vez de contemplar a Dios en cada persona y en nosotros mismos, de reconocerlo en los llamados de la naturaleza y de los acontecimientos, en el grito de los pobres y la belleza de los niños. Eso Dios que nos habita o más bien es en él que habitamos… y que no reconocemos por ser demasiado cercano e íntimo a nosotros mismos. Pero estamos ocupados en cosas tan importante que… nos moriremos antes de haber vivido. ¡Y tal vez lleguemos a “las 7 armonías” del prófugo Jamil Mahuad!

PLANETA TIERRA: ¡ALERTA ROJA!

                Una conferencia reciente del teólogo de la liberación y ecologista brasileño, Leonardo Boff, me ha llamado particularmente la atención por las alarmas ecológicas que lanza desde años: “Si no cambiamos vamos a desaparecer dentro de pocos años”. Dijo en esta charla reciente: “En 2027 los calores serán insoportables para los humanos en la mayor parte del planeta y muchas plantas y animales no podrán soportarlos porque necesitan tiempos para adaptarse”. Estamos a sólo 4 años de este desastre de la vida y la mayoría de los gobiernos, las empresas contaminantes y las multinacionales agroindustriales y mineras nos cambian radicalmente sus prácticas destructoras… lo que nos confirma “una muerte anunciada” de innumerables seres vivos.

                Ya en el año 1987, hace 36 años, un informe de las Naciones Unidas nos informaba de las consecuencias de la destrucción de la naturaleza y del mal uso de sus recursos: «La Tierra es una, pero el mundo no lo es. Todos dependemos de una sola biosfera para el sustento de nuestras vidas. Algunos utilizan los recursos de la Tierra a un ritmo tal que dejarían poco para las futuras generaciones. Otros, en proporción aún mayor, consumen demasiado poco y viven con un panorama de hambre, miseria, enfermedad y muerte prematura”.

                En el año 2,000, hace 23 años, un grupo de científicos y de personas conocidas, entre otras Leonardo Boff, el ex presidente de la Unión Soviética-URSS Mijaíl Gorbachov, la conocida cantante argentina Mercedes Soza, lanzaban un grito de alerta con la “Carta de la Tierra”. Esta afirma que la protección medioambiental, los derechos humanos, el desarrollo igualitario y la paz son interdependientes e indivisibles. He aquí las primeras y últimas líneas: “Nos encontramos en un momento crítico en la historia de la Tierra, un momento en el que la humanidad debe elegir su futuro. Somos una sola familia humana y una sola comunidad terrestre con un destino común”.

                En 2015, el papa Francisca nos daba su carta encíclica “Laudato si – Alabado seas” sobre el cuidado de la casa común por su destrucción acelerada. El papa Francisco realizó una «crítica mordaz del consumismo y el desarrollo irresponsable» con un alegato en favor de una acción mundial rápida y unificada «para combatir la degradación ambiental y el cambio climático».

                No hemos tomado en serio estos llamados apremiantes: Bien poco hemos hecho personal y colectivamente para detener la destrucción sistemática de nuestro planeta, al punto que ahora estamos en una situación irreversible. Tenemos que prepararnos a soportar pronto situaciones extremas de supervivencia frente a un clima hostil y numerosos virus nuevos cada vez más destructores. Así de sencillo y fatal.

                Leonardo Boff nos explica que 3 son los mayores problemas que nos afectan profundamente. Primero está la degeneración progresiva de la Tierra porque, mediante la contaminación, destruimos las bases de la renovación de la vida terrestre. El segundo es el consumo exagerado de sus recursos que utilizamos irresponsablemente sus recursos limitados y no le damos el tiempo necesario para reponerlo: la empobrecemos sin pensar a la escasez que estamos produciendo para las futuras generaciones. El tercero es calentamiento global: Aumenta el calor de las piedras que provocan innumerables incendios que no se pueden combatir eficazmente, desertificando inmensas regiones.

                Para limitar el desastre ambiental, Leonardo Boff nos sugiere una doble conversión. La Tierra es un ser vivo como nosotros y nosotros somos no aparte de ella sino parte viva y amorosa de ella. Para lograrlo debemos conformar Comunidades Ecológicas en las que nos ayudemos a cambiar la mente y el corazón. La conversión mental consiste en desterrar miestra visión destructora de la Tierra porque pensamos que la podemos utilizar como nos place sin respetar sus limitaciones y sus derechos. La segunda conversión es afectiva, o sea, del corazón. Como seres humanos hemos desarrollado, gracias a la fuerza de la vida recibida de la misma Tierra, la capacidad de amar. Tenemos sentimientos, alegrías, dolores y amor como todos los seres vivos. La diferencia está en la consciencia que tenemos de aquello. Tenemos que enterrar esta visión o complejo de superioridad que nos hace considerarnos falsamente ‘dueños y señores’ de la naturaleza, sin descubrir que todo, todas y todos dependemos unos de otros. Nos destruimos cuando la destruimos. Eso es la doble conversión ecológica que necesitamos urgentemente si no queremos desaparecer.

                Leonardo Boff nos invita a conformar grandes regiones de vida saludable y de convivir armonioso para resistir los cambios irreversibles que se nos vienen, a imagen de las Comunidades indígenas que viven la complementariedad social y la armonía con la naturaleza. Se trata de aprender su “Bien vivir y convivir”. Actualmente en el planeta hay 111 ‘regiones ecológicas’ que viven de esta manera. Tenemos que comenzar y fortalecer esta nueva manera de vivir y convivir individualmente, en familia, en pequeñas Comunidades articuladas e integradas las unas con las otras. Así desterraremos definitivamente la actual organización capitalista perversamente destructora del ser humano y de la naturaleza. Dijo el papa Francisco: “¡O nos salvamos juntos o nos perdemos todos!”

                Seamos los incansables artesanos de esta utopía esperanzadora que ha comenzado o continúa a ser realidad. Dios no quiere nuestra perdición sino nuestra salvación: Allí está el camino del Reino inaugurado por Jesús de Nazaret.

Por RK