La relación de Ecuador con Estados Unidos no puede ser calificada de otro modo que no sea de sometimiento. Y para eso el “Primer Mandatario” andino ha hecho todas las tareas sin chistar. La visita de “alto nivel” del secretario de Estado, Mike Pompeo, del fin de semana último, prueba hasta dónde esa relación diplomática constituye hoy por hoy el mayor sostén de un gobierno que no tiene ni el 15% de credibilidad, popularidad ni reconocimiento ciudadano.
¿Se explica ahora el mensaje del Secretario de Estado a Moreno: “Trump está muy agradecido de contar con amigos como usted”? En Ecuador sabemos muy bien qué es ser amigo de EE.UU. y, sobre todo, de Donald Trump.
En la misma tónica del sometimiento, en su período, el de Lucio Gutiérrez con George W. Bush, ahora Lenín Moreno reproduce al extremo el modo de asumir con Donald Trump una política exterior basada en la agenda estadounidense: ciberseguridad, control militar y posicionamiento en la lógica neofascista.
“El tipo de relación es totalmente diferente; la confianza, la cooperación y el nivel de interacción son totalmente diferentes desde que los presidentes Trump y Moreno anunciaron que trabajarían juntos. Hay toda una lista de puntos tácticos que hemos establecido, pero el principal cambio es haber trazado una nueva era en las relaciones”, explicó con una amplia sonrisa Pompeo.
E inmediatamente dijo, lo que para algunos ya es una intromisión absoluta después de los convenios para la vigilancia con el P-3 Orion: “En seguridad cibernética… el presidente Moreno nos habló de la necesidad que tiene Ecuador de mejorar su capacidad para defender sus sistemas y proteger su información y sus redes. Entonces estamos dispuestos a prestarle asistencia técnica en esa área”.
Si alguna duda cabe de quién ordena en Ecuador este fin de semana se comprobó como el gabinete de Moreno sostiene la política interna en plena coordinación con la embajada estadounidense. No hay una sola política pública que no se encuentre anclada a la agenda con la cual EE.UU. dispone cada una de sus tareas en nuestro país. Tan es así que los préstamos internacionales apuntan a zonas y procesos donde Trump tiene un alto interés. Claro, no hace falta que exista una discusión y disputa donde colocar los créditos, la coincidencia es plena e incondicional.
Como en los mejores tiempos de la Doctrina de Seguridad Nacional, ahora la punta de lanza de EE.UU. en América Latina pasa por la ciberseguridad, que no requiere de bases militares, basta con oficinas, “portaviones” naturales en Galápagos o unas Fuerzas Armadas y Policía Nacional reactivadas en sus “discos duros” con la ideología (en tiempos de desideologización como pregona Moreno), doctrina, principios, operaciones y sujetos bien entrenados y bien pagados para ello.
Si alguien pensaba que la batalla mediática estaba solo en el control de los canales, radios o periódicos se equivocó, ahora es una guerra en redes e internet. Por eso los ataques despiadados a Julian Assange y a Ola Bini. Y quienes se creen neutrales porque ven a los dos periodistas y desarrolladores como unos “locos” o “hackers” no han entendido nada de lo que en el mundo ocurre desde la ciberseguridad y el control digital de nuestras vidas, proyectos y acciones políticas.