Erik Mozo

El Ecuador vive una etapa de transición, y uno de los ejes medulares de esa transición es la de la administración de la economía. Sin embargo, si bien esta transición puede ser lo de fondo, necesita para poder ser efectuada transiciones políticas, sobre todo relacionadas con el Gobierno y el Estado.

Como fue sintetizado en mayor detalle en un artículo previo, la transición en lo económico es la de priorizar el impulso a la demanda agregada a priorizar el impulso a la oferta agregada. Es decir, de una economía que impulsaba el crecimiento a través de incrementar la capacidad de consumo interno de las personas con aumentos salariales, mayores beneficios sociales, sostenimiento de subsidios y mayor inversión del Estado a una que prioriza el incremento del margen de utilidad de las empresas a través de reducciones de impuestos, flexibilización laboral, reducción subsidios y de inversión del Estado para que estás, en teoría, puedan invertir más y dinamizar la economía.

¿Qué papel juegan entonces el Gobierno y el Estado en esta transición?

El debate en torno a la relación entre Estado y economía data literalmente de siglos –e incluso milenios–, a tal grado que está concatenado directamente al nacimiento mismo de las principales escuelas de pensamiento económico, desde fisiócratas y mercantilistas a líneas más vigentes como liberales, marxistas, keynesianos, austriacos, monetaristas, etc. Evidentemente, no existe un acuerdo universal entre las teorías económicas sobre qué tipo de Estado sería “ideal”, principalmente porque las sociedades y economías ideales que plantean los distintos enfoques son bastante distintas entre sí. Esto desglosa una primera conclusión: el tipo de Estado que necesitamos depende fundamentalmente de la definición de la sociedad que queremos. El Estado no es un fin en sí mismo, sino un medio.

Si bien partiendo del enfoque deductivo (del general al particular), que guía la estructuración de la mayor parte de escuelas de pensamiento económico, no hay un acuerdo sobre la relación ideal entre el Estado y la economía, sí existe la posibilidad de llegar a verdades fundamentales a través del método inductivo (del particular al general) utilizando la historia, el laboratorio favorito de las ciencias sociales. Una de ellas es que: gobiernos centralizados con Estados fuertes, que tienen alta incidencia en la economía, son un factor común entre los países que han transformado con mayor éxito estructuras productivas hacia la industrialización.

Algunos de los países que en la actualidad ostentan los títulos de tener las economías más fuertes del planeta como Inglaterra, Estados Unidos, Alemania, Japón y Corea del Sur, y que muchas de las veces son identificadas con el liberalismo económico, tuvieron durante sus procesos de desarrollo productivo los Estados más fuertes en términos relativos a su momento histórico. Estos Estados implementaron en sus procesos de industrialización medidas que serían bastante complicadas incluso de creer en la actualidad, sin embargo los ejemplos más contemporáneos como Corea del Sur implementaron las medidas más fuertes, algunas son:

Ø  Tasas arancelarias extremadamente altas e incluso prohibiciones de importación de bienes manufacturados y racionamiento de moneda extranjera.

Ø  Incentivos y subsidios a la exportación de manufacturas.

Ø  Reducción de aranceles e impuestos a la importación de materias primas.

Ø  Planificación Estatal respecto de la orientación general de la producción en la economía.

Ø  Creación de empresas públicas para industrialización, sobre todo de bienes intermedios.

Ø  Banca mayoritariamente pública, direccionada a la asignación de créditos que promuevan el desarrollo industrial y restrinja importaciones.

Ø  Control directo de precios, y establecimiento de techos a los precios. En los mercados importantes era prohibida la variación de precios sin aprobación del Estado.

Ø  Potestad Estatal de reorganización, unión y división de empresas.

Ø  Control y restricción Estatal a créditos extranjeros.

Ø  Control y restricción Estatal a la inversión extranjera directa.

Una constante en todos estos países es que profesaron el liberalismo una vez que obtuvieron supremacía productiva sobre sus pares. Inglaterra, al triunfar en las guerras napoleónicas bajo sus aranceles abruptamente de hasta el 55% a 0% en casi todos los bienes, y Estados Unidos, después de la victoria de los aliados en la Segunda Guerra Mundial reduce su nivel de aranceles a manufacturas de cerca de 45% a niveles muy bajos.

Otra constante es que estos cinco países consolidaron sus procesos de industrialización en estructuras políticas altamente centralizadas como monarquías, dictaduras y democracias segmentadas como la de Estados Unidos, que no admitió el voto universal para mujeres y minorías sino hasta 1965. La conclusión es que la combinación entre Gobiernos centralizados y Estados fuertes posibilitó tomar medidas económicas fuertes y constantes en largos periodos de tiempo, lo que transformó sus economías, es decir, las potenció. Si a esto sumamos el ejemplo de China, quizá el Gobierno más centralizado con el Estado más fuerte del mundo en la actualidad, y sus resultados en el escenario internacional –al grado que es la principal amenaza declarada de Estados Unidos en su hegemonía global–, podríamos fortalecer el postulado de que esta es la combinación indispensable para sostener procesos de desarrollo en el tiempo.

Si la fortaleza del Estado y la centralidad del Gobierno tienen relación directa con el desarrollo productivo de los países, entonces: ¿por qué hay quienes están interesados en debilitar al Estado y descentralizar al Gobierno? Principalmente, porque hay tres actores que se benefician de la estructura económica actual, es decir, se benefician de que un país no consolide su desarrollo productivo:

Ø  Otros países.

Ø  Exportadores de materias primas.

Ø  Importadores de manufacturas.

¡Bingo! Justamente quienes actualmente gobiernan el Ecuador. En la transición que vivimos, en la que tenemos un ajuste de la demanda agregada, es decir un traspaso de dinero de las manos de trabajadores y hogares a las empresas, el debilitamiento del Estado y la descentralización del Gobierno son factores fundamentales. La defensa entonces de la fortaleza del Estado y de la centralidad del Gobierno es entonces imperativa para enfrentar la transición de ajuste que amenaza con estancar al Ecuador, de nuevo.

En el Ecuador esta relación entre Estado fuerte y Gobierno centralizado, que a través del impulso a la demanda agregada, conduce a más desarrollo productivo también se comprueba en la historia:

En el periodo 1981-2004, en el que se efectuó un ajuste constante a la demanda agregada, acompañado de un debilitamiento del Estado y una descentralización del Gobierno (por etapas) el crecimiento del PIB por persona fue de 0,32% en promedio anual, es decir, un estancamiento claro durante dos décadas.

Por otra parte, en el periodo 2007-2014, en el que se priorizó claramente el impulso a la demanda agregada, se fortaleció al Estado y se centralizó el Gobierno, el promedio anual del crecimiento del PIB por persona fue de 2,88%, un crecimiento anual casi 9 veces mayor.

Sin embargo, el periodo de mayor crecimiento del PIB por persona en la historia de la economía del Ecuador fue en el periodo entre 1972 y 1976, en el que el crecimiento del PIB por persona creció en más de 35%, es decir, casi 9% por año, más de tres veces más que en el periodo 2007-2014, y casi 28 veces más que en el periodo 1981-2004. Este periodo coincide con el de mayor fuerza del Estado y centralización del Gobierno, el Gobierno de Guillermo Rodríguez Lara.

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