Cada vez que las autoridades actuales intentan explicar su “gestión” en estos últimos tres años, solo hay una retórica tóxica reconocible para la inteligencia media, la intelectualidad y lo que queda de la academia decente y responsable del Ecuador y de América Latina. Y, por supuesto, resulta una franca ofensa a los pobres porque no ven por ningún lado la mejora de su situación desde 2017.
Mientras la derecha y los medios odiaron la Constitución de Montecristi y se quejaron de que era “presidencialista”, ahora ese presidencialismo es el que hace falta para afrontar con responsabilidad un desafío nacional, colectivo y sanitario para salvarnos entre todos. Lenín Moreno revela, por todo lado, que no gobierna, y que cada medida que toma es producto de una orden de los poderes fácticos, o una reacción a las tendencias en las redes sociales, en las cuales hay millones de troles de la derecha cimentando el odio y la venganza en contra de la Revolución Ciudadana.
Ha sido tal el regocijo de las élites y de sus acólitos por la sentencia (en primera instancia) a Rafael Correa que se olvidaron de los muertos y la catástrofe. Ese 7 de abril, la cifra de contagiados de coronavirus se entregó casi a la noche (no en la mañana, como siempre) con una disculpa de la ministra Romo, por las demoras. Así, revelaron para qué forjaron publicaciones, juicios y diatribas.
La enajenación en contra del expresidente alcanza a personajes supuestamente cultos, con algunas lecturas o conocimiento básico de la jurisprudencia. Esto, además, es el resultado de tantos años de periodismo sin gota de autocrítica, que juzgó, erigió figuras públicas y construyó relatos solo para beneficiar a los dueños de los medios y que hoy no saben cómo sacarse de encima a quien encumbraron como fantoche para sus fantochadas.
Frases del tipo “Se respiran aires de libertad” o “Hemos instaurado la democracia”, o afirmaciones como las de la fiscal general, Diana Salazar, en CNN: “Con la sentencia a Correa inauguramos la Justicia en Ecuador”, no se compadecen con la realidad, solo existen y se justifican, por el aparato de propaganda sostenido y bien financiado, en la prensa comercial y corporativa. En una de sus últimas apariciones, Moreno dijo que esta crisis es culpa del gobierno anterior que dejó al país sin reservas. Todo ese aparataje propagandístico y gubernamental elude algo medular: seis de los diez años en los que gobernó Correa (entre 2007 y 2013), Lenín Moreno fue el segundo mandatario. Pero nunca, nunca, aparece inculpado en nada, ni siquiera porque también era vicepresidente del partido de gobierno. Menos aún recibe críticas por lo que ha hecho hasta ahora: ha llegado al año 2020 aplicando las recetas de un neoliberalismo zonzo que obliga al Ecuador a afrontar una catástrofe sanitaria con todas las herramientas públicas diluidas o deshechas. Esta es la lista (la elaboró un amigo) de los despropósitos:
- Eliminaron el impuesto a las herencias.
- Eliminaron las salvaguardas.
- Eliminaron el impuesto a la plusvalía.
- Eliminaron el pago anticipado del Impuesto a la Renta.
- Eliminaron el impuesto verde.
- Redujeron el Impuesto a la Salida de Divisas.
- Perdonaron 4 000 millones de dólares por intereses y mora en el pago de impuestos a bancos y empresarios (60 % de este monto benefició a quince empresas).
- No cobraron 1 449 millones de dólares, adeudados al Estado por quinientas empresas, según el Servicio de Rentas Internas (SRI).
- Pagaron 324 millones de dólares en plena crisis a tenedores de deuda de personas cercanas al gobierno.
¿Y ahora nos dicen que la «culpa la tiene Correa» y que el «sacrificio» tiene que hacerlo el pueblo ecuatoriano?
Y todo esto fue posible también por la complicidad de varios actores políticos, la prensa comercial y cierta embajada. En conjunto, construyeron la venganza sangrienta contra todo aquello que huela a correísmo. Desmontaron la institucionalidad democrática, con la dictadura de uno de los personajes más funestos de nuestra historia temprana: Julio César Trujillo, al que enterraron con honores de Estado y ubicaron en su acción la supuesta democratización del país. Montaron juicios y persecución basándose en publicaciones de portales financiados desde el exterior, sin ninguna contrastación o verificación de la información, para luego dar paso a procesos judiciales horrendos para el sentido común jurídico de cualquier nación. Y, finalmente, dejaron a Moreno como el arlequín de algo que ni siquiera se entiende: una democracia hecha trizas, unos medios comprados y con la peor credibilidad, unos ministros mediocres inventándose el agua tibia o apelando a asesores de imagen para suplir sus barbaridades, sin descontar ese conjunto de negocios y negociados hechos al amparo de la mayor impunidad porque no existen Contraloría, Procuraduría, Fiscalía o Consejo de Participación que fiscalicen (institucionalmente, solo se salva la Defensoría del Pueblo).
Pensaron que en 2021 entregarían el gobierno a la derecha, con una supuesta democracia restaurada. Ahora, con catástrofe sanitaria, ¿quién se quiere hacer cargo de un país devastado? ¿Cómo van a justificar que no solo fue el Coronavirus la causa del desastre nacional? ¿También le van a echar la culpa a Correa de los muertos en las calles o de las fosas comunes?
No olvidemos que los mayores números de muertos, antes de la crisis sanitaria, fueron producto de la represión durante las protestas de octubre de 2019 (once personas en total), a causa del caos carcelario (veintiún privados de libertad murieron), o por la ausencia de personal médico adecuado y preparado en los hospitales, tras el despido de más de tres mil médicos, enfermeras y especialistas (decenas de fallecidos se registraron antes de que apareciera el virus).
Por eso, ahora, el neoliberalismo impuesto, por encima de las normas democráticas del Ecuador, ha dejado en claro para qué sirve y a quién sirve realmente. Hay alrededor de 27 mil millones de dólares fuera del país, las ganancias de los bancos han superado los dos mil millones de dólares en estos tres años y la desigualdad crece, casi al mismo ritmo que el incremento de la deuda externa. Pero sobre todo, se ha instaurado un sistema de mentiras, juicios forjados, persecución impúdica e impunidad para quienes son responsables de crímenes de lesa humanidad. Y como corolario: este gobierno tiene un sometimiento morboso a la política de Donald Trump, en todos los campos y sin una pizca de responsabilidad con la historia, que no solo lo juzgará sino que, además, conllevará procesos judiciales reales en el mediano plazo, dentro y fuera del Ecuador, como por ejemplo, por señalar unos pocos: lo actuado en contra de Julian Assange, Ola Bini y el equipo periodístico de El Comercio, o por destinar recursos financieros para el pago de la deuda y no para salvar vidas en tiempos de pandemia.
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