“Un pueblo ignorante es ciego de su propia destrucción”

Simón Bolívar.

Los empresarios no reciben salarios. Pero antes de explicar esta afirmación, desnudemos las estrategias de la mentira presentes en la última cadena nacional.

1-. La retórica es un insulto a la colectividad. Hay momentos para el abuso pero este no lo es. Ni siquiera la violencia simbólica es admisible cuando miles de personas viven en la angustia. Por eso, es indignante escuchar a la clase política ecuatoriana hablarnos como si fuésemos estúpidos.

“¿Vamos a salir adelante?… Claro que vamos a salir adelante”. Esta frase es un ejemplo absolutamente canónico de pregunta retórica utilizada por el Presidente para simular que tiene control de la situación. También él empleó las típicas referencias a “Dios” para generar empatía.

Estas u otras triquiñuelas están dirigidas a manipular las emociones y obstruir la razón. Así se crea el contexto para que la gente no entienda lo que se propone en realidad.

2-. La comparación es absurda y abusiva. ¿Dónde están los lingüistas o los filósofos? Parecería que la cuarentena los silenció.  Las comparaciones entre cosas diferentes son un recurso que poetas, cineastas o músicos utilizan para crear belleza. A ellos les podemos tolerar el absurdo. Pero a los políticos, ¡no!. ¡Ya basta!

Para generar la falsa ilusión de que todos los ecuatorianos contribuiremos “según nuestras posibilidades” a superar la crisis fiscal generada por el gobierno de turno, el Presidente dijo que quien tenga una remuneración mensual menor a $500 no aportará con nada y quien tenga una remuneración mayor a $50.000 aportará con unos $4.400 dólares.

¡Que linda formula para propiciar la solidaridad! Semejante lindura se basa en el ocultamiento. ¿Usted conoce a una persona que reciba un salario o sueldo superior a 50 mil mensuales? ¿Cuántos ecuatorianos tienen ese tipo de remuneraciones? Seguramente, muy pocos de quienes leen este articulo tienen respuestas actualizadas para las anteriores preguntas.

A similitud de lo que sucede con la información sobre quiénes son los propietarios de los bonos de la deuda externa ecuatoriana, los datos sobre la distribución del ingreso son un asunto muy delicado y que se mantiene perdido en el limbo. Para quienes nos gobiernan lo mejor es que nadie recopile las cifras, que nadie las procese y que nadie las entienda.  Pero eso no siempre fue así.

Años atrás, cuando la Secretaria de Planificación y Desarrollo (Senplades) servía para algo más que hacer misas para la salvación de almas, sus técnicos manejaban información sobre el número de personas según rangos de ingreso. De esa manera, se construían curvas de distribución que, en el caso ecuatoriano, se parecían a la siguiente gráfica:

A diferencia de esta bondadosa imagen de texto, sin embargo, la curva ecuatoriana era mucho más sesgada hacia la izquierda, es decir, la mayoría de personas se acumulaban en los estratos de ingresos más bajos y no superaba los 1.000 dólares mensuales.

Alrededor del año 2015, millones de ecuatorianos tenían ingresos inferiores a 500 dólares mensuales, millones tenían ingresos entre 501 y 1.000 dólares y la llamada “clase media” comprendía a unas decenas de miles de personas con ingresos entre 1.001 y 2.500 dólares. Quienes superaban este umbral eran unos cuantos miles…. Y quienes tenían ingresos superiores a los 50.000 dólares mensuales eran apenas unos centenares de personas que podían contarse con Excel.

Obtener una función de distribución del ingreso no es un problema matemático sino político. Para lograrla se requiere una infraestructura de instituciones que, comenzando desde las universidades y concluyendo en una secretaria de Estado, creen las condiciones para que la información exista, sea procesada, sea entendible y sea utilizada para la toma de decisiones.

Obviamente, cuando un gobierno no toma decisiones sino que acata las recomendaciones del Fondo Monetario Internacional, la ausencia de inteligencia (estadística) no es un inconveniente.

En un mensaje a la nación, decir que quienes ganen más de 50.000 dólares aportarán unos 4.400 dólares por mes… No alivia. No es justo. No es solidario.

Aquello es engañar porque…

3-. Los empresarios no reciben sueldo sino utilidades. Una política económica que grava a las remuneraciones de las personas naturales es una política regresiva, es decir, una política que mantiene la actual distribución de ingreso a favor de las élites económicas.

Para resolver el hueco fiscal que generó el pago de la deuda externa, el gobierno ecuatoriano le está pidiendo solidaridad a quienes no tienen mucho y a quienes perderán lo que tuvieron. El gobierno no le está pidiendo solidaridad a quienes más tienen y más tendrán.

En la crisis inducida por el ajuste neoliberal y acentuada por la pandemia, el Estado secuestrado por las élites está OBLIGANDO a ser “solidarios” a aquellos ecuatorianos que trabajan en relación de dependencia, que pagan sus impuestos porque se los retiene el empleador, que no son propietarios de bonos del Estado o que no tienen cuentas bancarias en Panamá.

El Estado le está dando un golpe mortal a “la clase media”, es decir, a ese grupo social que consumía lo mínimo y ahorraba algo. A futuro, consumirá menos y no ahorrará nada. 

Y digo OBLIGANDO… porque no nos consultaron. A diferencia de lo que sucede con los banqueros y los grandes empresarios, nuestro “aporte solidario” no cuenta como anticipo del impuesto a la renta. Para nosotros, ese aporte será un impuesto adicional que financiará, repito, el hueco fiscal que éste gobierno generó con su actitud complaciente hacia los tenedores de la deuda.

Nos están obligando a aportar para cubrir las huellas de los errores e incompetencia del actual gobierno. Y eso, tarde o temprano, será evidente.

4-. La solución está en nuestras manos y no consiste en ponerse alcohol. ¿Por qué los aportes de los banqueros serán tratados como anticipos tributarios? ¿Por qué solo a ellos y no a todos?

La respuesta es simple: ellos sí ubican cuáles son sus intereses y sí tienen instrumentos para defenderlos. Nosotros no.

Mientras sigamos sin entender que todos los que vivimos de nuestro trabajo sin robar ni estafar a nadie somos TRABAJADORES, las elites políticas y económicas seguirán haciendo de las suyas.

Los cacerolazos y los tuitazos servirán de muy poco si los trabajadores no comprendemos que necesitamos crear organizaciones políticas, sociales y gremiales que velen por nuestros intereses, negocien con los gobiernos y se planten firmes frente a las oligarquías.

Ojalá esta crisis nos permita ubicar quienes somos y qué debemos hacer. Ojalá.

Por Editor