Orlando Pérez

Una de las más altas dirigentes de Alianza PAIS (o lo que queda de esa organización) me confesó que tras dos reuniones, largas y tediosas, donde no se podían ver a la cara todos los participantes (quizá por la conciencia culposa dominante) decidieron cambiar el nombre, los colores, el número, pero sobre todo su programa de gobierno y sus principios políticos y filosóficos.

De cajón, las preguntas obvias son: ¿Para qué se quedaron con AP? ¿Por qué no dejaron en manos de sus legítimos fundadores? ¿Por qué hacía falta despojarla y asumir que ellos eran los verdaderos herederos de toda su historia? ¿Cómo van a justificar en su nueva convención del 25 de julio el cambio de los principios?

Pero también cabe aquí otra pregunta: “¿Para qué quieren quedarse con PAIS si en el propio gobierno ya existen otros grupos como VAMOS, DEMOCRACIA SI, PATRIA GRANDE, la ID, SUMA y el propio PSC? ¿No sería mejor llamarse Frente de Reconstrucción Nacional y así queda más claro y transparente todo?

En la práctica, en esa fecha, enterrarán al “mayor fenómeno político” de la última década y con ello, además, destruirán a una de las experiencias más interesantes de gestión política y activismo social, que con todos sus errores y virtudes, combatió a la partidocracia, los poderes fácticos y a los medios de comunicación comerciales que ahora retoman su poderío político. Pero sobre todo una organización que desde el poder implementó una reforma estructural en la institucionalidad del Estado, con un proyecto, por primera vez popular y nacional de izquierda, pero también con un sentido real de la soberanía y la integración regional. Su mayor demérito para las izquierdas y los liberales ha sido ser “populista”. Pero como lo ha dicho un analista político: “Los procesos reformistas radicales siempre han sido populistas en América Latina”. Les guste o no les guste, gracias a eso lo que queda de AP está en el poder. Y también queda claro que si alguien tiene motivos para luchar contra el “populismo popular” es la derecha, pero que las izquierdas se vuelvan puras y achaquen al populismo todos los males, en consonancia con la derecha y sus medios, resulta espantoso.

Las preguntas que se harán los analistas de aquí a la fecha de la convención será:

¿Y qué saldrá de esa convención? ¿Una mezcla de Izquierda Democrática con PRE y Ruptura de los 25? ¿O una organización socialcristiana con tintes democratacristianos? ¿Será posiblemente una suerte de flecos ideológicos colgados de aquel postulado de la pospolítica y de Jaime Durán Barba: “las ideologías no existen y no sirven ya para nada”?

Los historiadores podrán confirmar o descartar esta hipótesis: lo que pasa ahora con Alianza PAIS es casi lo mismo ocurrido con el Partido Liberal que a principios del siglo pasado sufrió el copamiento de las oligarquías, el devenir hacia un conservadurismo patético y una sospechosa presencia de líderes y militantes que comulgaban con los conservadores antes que con los socialistas o nacionalistas. Y si, como dice Marx, “la historia se repite dos veces: la primera como tragedia, la segunda como farsa”, no está por demás que lo que ahora ocurra en este siglo tenga más sabor a funeral que al nacimiento de una nueva organización supuestamente de izquierda.

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