Akángau Viteri Tassi
“No sabe, el imbécil, que de su ignorancia política nace la prostituta, el menor abandonado, y el peor de todos los bandidos, que es el político trapacero, granuja, corrupto y servil de las empresas nacionales y multinacionales”.
–Bertolt Brecht-
Quien se esmera por renunciar a hacer Política, rechaza ser libre y acepta ser esclavo de la irracionalidad.
Hoy en día existe un rechazo hacia la Política. Hoy en día la Política es una cosa irrelevante; una cosa mala que debe ser erradicada, y, si no, tenerla de lejos. La Política ahora es algo espantoso; hacer Política es un mal hábito que corrompe la “moral” del ser humano que, solo estando lejos de la Política –desinteresado de ella y siendo indiferente con todo aquello que lo rodea–, lleva una vida pulcra e incorruptible.
Pero no querer hacer Política demuestra un profundo analfabetismo Político. Es analfabetismo porque, primero, el pensar la Política como una forma específica de actividad humana, es un error. Por ende, es importante retomar la definición clásica de lo que es Política.
Aristóteles, filósofo griego, definió al ser humano como zoon politikon, cuya traducción más habitual es la de “animal político”. Lo definió así porque para Aristóteles la Política no era una forma específica de actividad social diferente a las otras, al contrario, la Política era el modo superior de vida social; era la actividad racional por excelencia del ser humano. Y la Política, pensada (y aplicada) en su acepción más profunda –es decir, como la definieron y pensaron los griegos antiguos– significa libertad. Nos da libertad para forjar la sociedad: la economía, la salud, la educación, todo es político y nosotros, como «animales políticos», o entes sociales, debemos hacer Política, y hacer Política es ser partícipes de la vida común.
Pero hacer Política demanda una tarea compleja, incómoda, pero que es fundamental para el desarrollo de las sociedades: nos demanda pensar racionalmente. La Política se da solo cuando somos capaces de pensar racionalmente, por eso, para los griegos, la Política es un modo de actividad superior a todas las demás actividades. Y pensar racionalmente significa reflexionar el pensar, significa cuestionar y debatir las normas morales vigentes para que se constituya una praxis social superior y colectiva: la Política.
En nuestros tiempos de modernidad capitalista, cuya lógica de funcionamiento se expresa de manera filosófica en el neoliberalismo, es acuciante cuestionar y debatir las normas morales vigentes. El capitalismo, habiendo cooptado todas las esferas de la vida social –incluyendo nuestra intersubjetividad– ha reconfigurado las normas morales de funcionamiento, convirtiendo a la Política en una actividad inmoral que amenaza las «libertades individuales». Es decir, el capitalismo, los burgueses y sus políticos, se apoderan de la Política para, primero, lucrar de ella; y, segundo, catalogarla de inmoral y corrompedora de consciencias individuales para mantener a la gente alejada de la Política. Esta manipulación ha logrado naturalizar con éxito esos preceptos equívocos sobre lo que es la Política y ha creado analfabetos Políticos; y los analfabetos Políticos se desentienden de la Política.
Pero desentenderse de la Política conlleva a catástrofes sociales que residen ‘tranquilamente’ en la vida cotidiana, y que el asalto de la lógica capitalista a nuestra intersubjetividad ha naturalizado. La pobreza, la desnutrición, la hambruna, la riqueza en pocas manos y familias, la mendicidad, la educación mercantilizada, la salud no garantizada, son todas calamidades sociales producto de decisiones políticas de, no un zoon politikon, sino de politiqueros que se aprovechan del analfabetismo Político para hacer politiquería y no Política. Y la politiquería es la peor aberración del pensamiento humano, pues es la irracionalidad en su máxima expresión.