Por Xavier Flores Aguirre
La revolución Juliana la hicieron en 1925 oficiales jóvenes del Ejército ecuatoriano para derrocar el régimen político que defendió los intereses de la banca guayaquileña por encima de los intereses colectivos. El producto jurídico de la revolución, la Constitución de 1929, cambió el sistema de gobierno de presidencialista a semiparlamentario. Bajo su imperio, ningún Presidente pudo concluir su período de cuatro años.
El rol del Congreso ecuatoriano fue clave para la inestabilidad política. A Neptalí Bonífaz, elegido Presidente en las elecciones de octubre de 1931, el Congreso lo descalificó por peruano. A Juan de Dios Martínez Mera, elegido Presidente en las elecciones de octubre de 1932, el Congreso le impidió gobernar, pues le destituyó varias veces su gabinete de gobierno y, finalmente, el Congreso lo destituyó. Velasco Ibarra, elegido Presidente en diciembre de 1933, quiso declararse dictador para desconocer la Constitución y evitar así los controles del Congreso, pero las tropas no lo apoyaron y fue orillado a renunciar.
A partir de este momento, fines de 1935, el Ecuador empezó a ser gobernado por dictaduras (el ingeniero Páez, el general Enríquez) y breves gobiernos civiles de encargo (Pons, Borrero, Mosquera, Arroyo del Río, Córdova, Moreno). La Constitución de 1929 ya no rigió. Se reunió una Convención Constitucional en 1938, pero la Constitución que produjo no entró en vigor. El Ecuador volvió a realizar una elección popular en enero de 1940. Triunfó Arroyo del Río, quien tampoco concluyó su período de gobierno por la irrupción de la revolución Gloriosa.
Volvió entonces Velasco y, por aclamación popular, empezó un gobierno de facto el 31 de mayo de 1944. La Asamblea Constitucional que se reunió tras el triunfo de la Gloriosa lo declaró Presidente el 10 de agosto de 1944 y elaboró una nueva Constitución, de cuño liberal. Velasco se negó a gobernar con esta Constitución y se declaró dictador y organizó una nueva Asamblea Constitucional, que lo eligió Presidente el 10 de agosto de 1946 y que elaboró otra Constitución, de cuño conservador y a gusto suyo. Velasco tampoco terminó su período, pues lo destituyó un golpe militar.
El golpe militar resultó un “blooper”, pues duró pocos días. Asumió la Presidencia el Vicepresidente de Velasco y se reunió en seguida un Congreso Extraordinario para nombrar un nuevo Vicepresidente de la República, designación que recayó en el banquero guayaquileño Carlos Julio Arosemena Tola. Entonces el Presidente renunció para que el Vicepresidente Arosemena asuma la Presidencia, con el propósito de reestructurar las finanzas del agobiado país y organizar unas elecciones libres.
Justo es decir que en su casi año de gobierno (16 de septiembre de 1947-31 de agosto de 1948) el Presidente Arosemena cumplió dignamente su encargo. Las elecciones que en su gobierno se organizaron, inauguraron desde 1948 un nuevo período de estabilidad política en el Ecuador.
La revolución Juliana abrió una etapa de inestabilidad política que duró 23 años y se hizo para derrocar un sistema que beneficiaba a la banca guayaquileña. Paradójicamente, este período de inestabilidad política por ella abierto, un banquero guayaquileño lo clausuró.
Fuentes:
* Para una perspectiva de la revolución juliana y su lucha contra la “bancocracia”, v. Paz y Miño, Juan, “La revolución juliana. Nación, ejército y bancocracia” (2002), en especial, pp. 7-11 (“Introducción”).
* El cambio de presidencialismo a semiparlamentarismo en la Constitución de 1929 recibió numerosas críticas, como ésta, hecha por el político e historiador Alfredo Pareja Diezcanseco: “Esta nueva Constitución resultó un curioso y fracasado ensayo de régimen seudoparlamentario, inoperante en nuestro país. Según la Constitución de 1929, aunque no consagraba el régimen parlamentario, el poder legislativo prácticamente era omnímodo (…). Un país como el nuestro, con otros problemas, sin cultura política esencial entre el pueblo, con otra tradición en su estructura administrativa, no podía ser gobernado con la Constitución de 1929. El Poder Ejecutivo, independiente de la influencia del legislativo y bastante fuerte, es la tradición americana, proveniente de la Constitución de los Estados Unidos de Norteamérica…”, en: “Los gobiernos de la plutocracia y las nuevas ideas” (pp. 66 y 68), artículo publicado en el tomo VII de la “Historia del Ecuador” impresa por Salvat en 1982 (Juan Salvat y Hernán Crespo Toral, editores).
* Sobre la descalificación de Bonifaz y la destitución de Martínez Mera, v. Raúl Martínez Torres y Héctor Martínez Torres, “Martínez Mera. Las verdades que no quiso decir” (dos tomos, 1983). Para la descalificación de Bonifaz, pp. 66-80 (tomo I, “I, El origen”), para la destitución de Martínez Mera, pp. 216-226 (tomo I, “IX. El congreso de 1933”). Los autores también criticaron a la Constitución de 1929, llamándola “nefasta Constitución Política que tantos males hizo al país; producto híbrido del régimen presidencial y parlamentarismo incompleto, que trajo tantas y tan graves consecuencias para la normal marcha administrativa; que ataba indefenso al Poder Ejecutivo para entregarlo maniatado a la demagogia y ambición política” (tomo I, p. 54).
* Sobre la caída de Velasco Ibarra en 1935 y sus dos Presidencias nombrado por una Asamblea Constitucional en 1944 y 1946, v. Norris, Robert, “El gran ausente” (2004), pp. 227-245 del primer tomo, para su caída en 1935, y pp. 9-109 del segundo tomo, para sus dos Presidencias entre 1944 y 1947 (i.e., el Capítulo VI “El gobierno revolucionario, 1944-1947”).
* Sobre la Constitución de 1938 y su falta de eficacia, v. Gómez López, David, “La Constitución perdida. Una aproximación al proyecto constituyente de 1938 y su derogatoria” (2012), pp. 158-159. De acuerdo con el autor del artículo: “El problema es que el texto constituyente no estaba redactado del todo, y no se publicó en el Registro Oficial” (p. 159). En la práctica, nadie se sintió obligado a respetar lo ordenado por la Constitución. El propio Mosquera diría que “él juró como Presidente en base a la Constitución, vigente según él, de 1906, y no de 1938” (p. 158).
* Un buen resumen del “Manchenazo” y su gobierno inane, disponible en línea: “Carlos Mancheno”, publicada por Ecured.
* Para una semblanza biográfica del Presidente Arosemena disponible en línea, v. “Carlos Julio Arosemena Tola”, escrita por Rodolfo Pérez Pimentel. Agradezco a Guillermo Arosemena por el envío de varias notas de prensa de época para la redacción de esta columna.