Por Pedro Pierre

El triunfo de Pedro Castillo en Perú nos da nuevas esperanzas: el sistema neoliberal está condenado a desaparecer más temprano que tarde. Por todas partes se reclama cambios y los pueblos se comprometen a implantarlos, porque no hay más alternativas si queremos vivir con más dignidad y justicia.

ES TIEMPO DE INNOVAR

Las protestas de Colombia nos hacen vivir un momento histórico en América Latina, un momento de cambios irreversibles. Vemos de frente la perversidad mortal del sistema neoliberal que prefiere la muerte de un pueblo a su vida digna. Eso es la esencia del neoliberalismo: vive de la muerte de les pueblo para perpetuarse en manos de unos pocos privilegiados.

En medio de las numerosas fotos e informaciones que circulan en las redes sociales, me llamó la atención la del “Gavroche colombiano”. Es la foto de un niño colombiano envuelta la cabeza en la bandera de su país y el puño en alfo, alzando la tricolor colombiana en medio de las manifestaciones callejeras. Su mirada feliz y decidida no deja de impactar. Acabo de leer un cartelón en mano de otra joven colombiana, que decía: “Si la vida no tiene valor, este país no tiene futuro”… Claro, en Colombia “el futuro es ahora”.

‘Gavroche’ es el nombre de un personaje de ficción en la novela francesa ‘Los Miserables’ de Víctor Hugo, del siglo 19. Se trata de un niño de 12 años que vive en las calles de París porque encuentra allí mejores condiciones de vida que en su casa. Por las circunstancias participa de las manifestaciones callejeras y asume la ideología revolucionaria del momento. Pronto morirá abaleado en las barricadas.

No hay duda que estamos en un momento de cambios necesarios en América Latina. No podemos seguir más en las crecientes desigualdades sociales y las destrucciones escandalosos provocadas por el sistema neoliberal. A pesar de los golpes de Estado, los pueblos eligen gobiernos progresistas: Perú es el último ejemplo. Cuba abrió el camino hace más de seis décadas y todos los demás países latinoamericanos han intentado emprender ese mismo camino… y lo siguen intentando. En Ecuador nos han robado ese futuro o nos hemos dejado robar ese futuro. Pero, en nuestro mismo país, la disconformidad es la realidad y no faltan ni las protestas ni los ‘gavroches’.

Como en todas las épocas, los cristianos son parte activas de estas transformaciones. No son la mayoría que prefiere refugiarse en las iglesias, las prácticas religiosas individualistas y espiritualistas y una institución cada vez más obsoleta. Jesús de Nazaret no se conformó con las situaciones de explotación y opresión de su tiempo ni creó religión alguna que se hace la cómplice de sistemas que empobrecen la mayoría de la población. Todos los países latinoamericanos tienen su larga lista de héroes y mártires que han dado la vida lenta o violentamente para mejores condiciones de vida y de organización social respetuosa de los derechos humanos.

Hoy estamos en una nueva etapa de revolución social y religiosa. Los pueblos siguen protestando, eligiendo gobiernos progresistas y poniendo los muertos. El pueblo de los pobres ha tomado mayor conciencia de un sistema social que los deshumaniza descaradamente. Por eso surgen nuevas organizaciones que contestan este sistema de muerte, se unen para combatirlo y ya construyen una manera más armoniosa de vivir en sociedad y con la naturaleza. Es un proceso que no se detiene y más bien se perfecciona, abierto a espiritualidades liberadoras. Aprendemos a escucharnos porque nadie tiene toda la solución sino que todos aportamos a esta gran minga transformadora, nacional y latinoamericana. Aprendemos a “sumar más que restar” porque las diferencias nos enriquecen y la dignidad está en la unión de las diversidades. Aprendemos también a comenzar a vivir lo que soñamos porque una vida mejor no empieza mañana sino hoy mismo. Aprendemos a confiar en nosotros mismos y en nuestras capacidades porque, como decía Ernesto Che Guevara: «Los libertadores no existen. Son los pueblos quienes se liberan a sí mismos».

Esas son las tareas en que estamos empeñados a lo largo y ancho del país, cristianos y ateos, humanistas y soñadores, indígenas, negros y mestizos, del campo y de la ciudad, porque no hay más que un camino: sustituir el sistema neoliberal que el papa Francisco califica de “asesino y terrorista”, escuchando, sumando e innovando. El mismo nos invita, desde las organizaciones populares, a poner en marcha nuevas estructuras económicas, políticas e ideológicas en nuestra propia vida, nuestras familias, nuestras relaciones y asociaciones “hasta que la justicia se haga costumbre natural”. Por eso que el mismo papa urge a los cristianos trabajar incansablemente por “la hermandad universal mediante la fraternidad sin fronteras, la amistado social y el amor político”. Es hora de decidirse en protestas, propuestas y apuestas, porque la vida es ahora y el futuro comienza hoy.

NUEVOS RUMBOS IMPOSERGABLES

“Ni la vacuna nos puede salvar si no cambiamos nuestro modo de relacionarnos entre todos los humanos y con todo lo creado”. La frase es clara… y la autora sigue insistiendo: “Si no cambiamos, vendrán virus peores que podrán acabar con la vida en nuestro planeta… Este virus existía desde hace miles de millones de años; estaba durmiendo en la naturaleza, sin hacerle daño. Pero al haber el ser humano destrozado el ecosistema, éste se despierta y se multiplica desordenadamente invadiendo nuestro hábitat por haberle nosotros quitado el suyo.” La autora no hace más que retomar las advertencias que nos comunican los científicos desde 15 años… Este virus ha venido para quedarse más allá de todas las vacunas que no pueden desaparecerlo sino que se limitan a reducir sus mortales consecuencias.

Es más que tiempo de tomar en serio la prioridad, ahora absoluta, de relacionarnos amigablemente entre nosotros y con la naturaleza, viviendo y trabajando por la fraternidad, la repartición equitativa de los bienes y el cuidado de la naturaleza. Tiene que terminar este sistema capitalista de muerte… tal como acaba de decirlo el presidente de la Fundación Ford, Darren Walker, que “insta a cambiar el capitalismo en EE.UU. o enfrentarse a la desesperanza y el fin de la sociedad”. ¡Más claro no canta el gallo! La Fundación Ford es una organización benéfica norteamericana que financia programas para promover la democracia, reducir la pobreza e impulsar el desarrollo humano.

¿Nos habremos acostumbrado a leer noticias tan horrorosas como la siguiente?… porque ¿quién no ha comido y sigue comiendo productos suizos de Nestlé? Escribe el periódico norte americano Financial Times: “Nestlé admite que la mayoría de sus productos no son saludables… ¡Sólo el 37% de los alimentos y bebidas producidos por Nestlé lograron una calificación superior a 3,5 puntos en un sistema de calificación australiano con un puntaje máximo de 5 estrellas”! Y no hablamos de la Cocacola y otras bebidas gaseosas que son todas dañinas.

La locura no es sólo de los gobiernos ni de las multinacionales… Es de todos nosotros y nosotras, que somos los consumidores. Los gobiernos y las multinacionales cambian si cambiamos nosotros y nosotras. ¿Cuántas gentes en nuestras familias tendrán que morir hasta que lo entendamos?

Tenemos que cambiar nuestra manera de pensar porque, tal vez sin darnos cuenta, hemos caído en la propuesta capitalista: «Generar dinero lo más rápido y en la mayor cantidad posible». Lastimosamente en Ecuador hemos elegido un gobierno capitalista que va a favorecer los intereses de la clase pudiente. Necesitamos despertar como ciudadanos y descubrir nuestra capacidad de cambiar y de poner en marcha otro sistema social sin pensar que otros nos van a salvar: “No carecemos de líderes, nos falta ser ciudadanos… personas individuales que piensen con su propia cabeza… Sin ciudadanos no tenemos posibilidad alguna de fundar una democracia… Sin ciudadanos tenemos guerras y líderes. No necesitamos líderes… Nos hace falta la fuerza plural que proviene de hombres y mujeres conscientes de sus derechos y habituados a la ayuda mutua. Necesitamos más política y menos políticos”.

Al nivel eclesial el papa Francisco insiste en la propuesta de una Iglesia en manos de todos los bautizados: menos clero y más laicos. Ya al final de este año el papa ha convocado una ‘Asamblea Eclesial de América Latina y El Caribe’. Nos invita a aportar juntos soluciones a los gritos de la naturaleza y de los pobres mediante una múltiple conversión: personal, social, ambiental y estructural. Las anteriores reuniones latinoamericanas eran Conferencias Episcopales, es decir reuniones sólo de obispos los cuales terminaban entregándonos un documento que resumía sus reflexiones y nos daba orientaciones. Es un cambio estructural de la Iglesia católica ya que hasta aquí quienes ‘mandaban’ eran el papa, los obispos y los sacerdotes. La pandemia ha revelado la debilidad de la organización parroquial y diocesano cuando los bautizados no están involucrados ni en las decisiones ni en la responsabilidad de las actividades pastorales y sociales. El papa llama este nuevo proceso con la palabra “sinodalidad” que significa ‘caminar juntos con igualdad e igual responsabilidad’. Se trata de un volver a las prácticas de Jesús y de las primeras comunidades cristianas: Jesús era laico, y no sacerdote; en estas primeras comunidades todos eran laicos incluso las y los que presidían la fracción del pan o eucaristía.

Tanto en la sociedad como en la Iglesia estamos llamados a un cambio radical en nuestra manera personal de vivir, en nuestra convivencia social con una nueva manera de organizarnos y al nivel religioso con volver a las raíces de nuestra fe y de nuestras iglesias. Tenemos que despertar a nuestra capacidad individual y política, y aprender de la cosmovisión indígena y de la cultura negra que han conservado una relación vital con la naturaleza y una práctica comunitaria que el sistema capitalista nos ha hecho perder. Decidámonos a construir un humanismo abierto a la naturaleza y a la trascendencia porque es nuestra misión sin delegar a nadie, tanto en lo religioso como en lo político, nuestra capacidad de construir una sociedad armoniosa y un planeta reconciliado entre humanos y naturaleza. Estamos en el tiempo propicio de emprender nuevo rumbos.

Por Editor