Por Daniel Kersffeld
Guillermo Lasso es miembro del Opus Dei, y cuando el candidato plantea esta pertenencia (que dicho sea de paso no suele hacerlo muy a menudo), lo refiere en términos de “libertad religiosa”.
Una de las pocas menciones sobre el tema tuvo lugar el 24 de abril de 2012, cuando el diario “El Telégrafo” publicó una nota titulada “Guillermo Lasso se niega a explicar posiciones del Opus Dei”.
Allí se refleja una discusión entre Lasso y Byron Villacis, por entonces director del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC). Ante el cuestionamiento de Villacis por su afiliación al Opus Dei, la reflexión final de Lasso fue la de que los “Libertarios que pretenden imponer preguntas son tan sectarios como los socialistas que no respetan la libertad de expresión”.
Ahora bien, ¿qué es el Opus Dei?
En su “Diccionario de la Política”, Rodrigo Borja, el ex presidente y principal referente histórico de la Izquierda Democrática, brinda una extensa explicación sobre las características principales de esta asociación internacional de fieles católicos.
El Opus Dei fue fundado en Madrid el 2 de octubre de 1928 por monseñor José María Escrivá de Balaguer y Albás (1902-1975). Sus miembros se clasifican en numerarios, oblatos, supernumerarios y cooperadores, con arreglo a un esquema muy rígido de jerarquización.
Una de sus principales características es el elitismo, es decir, “su permanente tendencia a reclutar personas de ‘buena familia’ e inteligentes, que tengan dinero o puedan conseguirlo, que sean bien relacionadas y que estén altamente situadas en el escalafón social”.
El Opus Dei “ha penetrado especialmente en las altas clases y capas sociales, en donde generalmente están las familias, los grupos y las personas política y económicamente influyentes”.
De igual modo, el Opus Dei coloca gente suya en los sectores bancario y financiero, en empresas de la construcción, invierte en compañías inmobiliarias y de seguros. Sus miembros aparecen imperceptiblemente en los directorios de toda clase de compañías.
Dentro de su concepción elitista, y en lo que a las mujeres se refiere, éstas “deben ser solteras, de aspecto físico irreprochable, de alta clase social, que hayan cursado estudios superiores, dotadas de bienes de fortuna y con relaciones sociales excepcionales. Las demás están predestinadas a los estratos inferiores de la organización”. Además, Escrivá sentía un “profundo desprecio por la mujer”, de quien decía que su mayor cualidad debía ser la de mantener la “boca cerrada”.
Según refiere Borja, “la táctica del Opus Dei es penetrar en los lugares claves del gobierno y de la sociedad, en su afán de lograr influencia política y poder económico”. Para ello, empieza por controlar la enseñanza y dirigir la cultura. Para alcanzar sus objetivos se interna en las áreas educativas públicas y privadas. Trata de colocar a sus agentes en los ministerios de educación. Funda universidades, colegios y escuelas.
Así, el Opus Dei “pugna ferozmente por mantenerse cerca del poder político. Quiere tener presidentes y ministros bajo su control y ser siempre, en donde le permiten serlo, el poder tras el trono”.
Además de las claras vinculaciones con el franquismo en España (donde varios miembros de la congregación fueron ministros de Francisco Franco), el ex Presidente Borja refiere que “existen evidencias de la subrepticia colaboración de miembros del Opus Dei con la sanguinaria dictadura del general Augusto Pinochet en Chile e, incluso, de su participación en faenas de represión contra sus opositores izquierdistas”.
En el caso de Argentina, el investigador Emilio J. Corbière destacó la relación entre el Opus Dei con la dictadura militar y especialmente con el gobierno de Jorge R. Videla. Sin embargo, cuando más cerca del poder estuvo el Opus Dei fue con el presidente Carlos Menem en los años ’90: la conexión con Roma sirvió para disciplinar a la Iglesia argentina, muy crítica con las políticas económicas neoliberales de su gobierno.
Por otra parte, es sabido además que en los últimos años personas íntimamente vinculadas con el Opus Dei “han manejado el Banco Vaticano. En septiembre del 2010 la justicia italiana acusó a este banco de lavado del dinero de la mafia y apertura de cuentas secretas de políticos, banqueros y empresarios”.
En suma, la pertenencia de Guillermo Lasso al Opus Dei da cuenta de una identidad que justamente niega esa caracterización de “liberal con mente abierta” con la que el candidato de la derecha gusta autodenominarse de manera simpática y entradora.
La filiación de Lasso al poderoso Opus Dei, en cambio, lo sitúa en una trama de histórica cercanía al poder, de defensa del neoliberalismo y de permanente justificación de la pobreza, de una visión elitista y conservadora de la sociedad, de un autoritarismo reñido con los ideales participativos de la democracia, de una moral dudosa y no siempre reactiva frente a la corrupción, de una concepción retrógrada sobre el papel de la mujer y, fundamentalmente, de valores reaccionarios, que se alejan de las problemáticas concretas y urgentes que sufre hoy el Ecuador ya en pleno siglo XXI.