Por Lucrecia Maldonado
Hace unos días me llegó una joya por alguna de las innumerables redes sociales que ahora nos regulan la vida. Era un vídeo en donde un acordeonista, junto con una orquesta sinfónica, interpretaba magistralmente en un gran acordeón de botones el alucinante “Libertango” de Astor Piazzolla. De esas cosas que hacen agradecer estar viva, aunque pase todo lo que está pasando. Estremecedor, por decir lo menos. Maravilloso. Genial.
Demoré un poco en determinar la procedencia del vídeo. ¿Film&Arts? ¿El mismo WhatsApp? ¿Facebook? ¿Twitter? No. Era Tik-tok. Tal como lo leen. Al servicio de la más académica y formal cultura, y sin hacerle feos de ninguna clase.
Entonces pienso en todos los periodistas, políticos y público en general que reniegan ahora del Tik-tok como de un diabólico instrumento de banalización a todo nivel. Pienso, por ejemplo, en Xavier Hervas atravesando una puerta en patineta, disfrazado de viuda (con todo lo de misoginia, machismo y género-trans-fobia que eso representa) a ofrecer cualquier cosa contra Correa. Pienso en los gestos y vestimentas prefabricados de Lasso. Pienso en Andrés Aráuz ‘rescatando’ un cachorrito y preconizando la adopción (lo cual no me parece nada malo, aunque tal vez tampoco trascendente en este ámbito) de mascotas en lugar de su comercialización. Y viene a mi memoria nuevamente la magistral y alucinante interpretación de “Libertango”.
Tik-tok solo es un medio, como tantos otros que en algún momento aparecieron como novedosos y recibieron la desconfianza de los ‘serios’, ‘cultos’ o ‘profundos’. A través de él se puede difundir cualquier cosa. Y no necesariamente lo que se difunde tiene que ser estigmatizado porque es una red social que exige brevedad, agilidad y amenidad. La indignación de quienes estigmatizan a los candidatos tan solo por abrir una cuenta en la red y usarla quizá está partiendo del prejuicio que reprueba todo lo que no es largo y difícil e incomprensible para los no especializados, algo que, por otro lado, ha sido un pecado mortal de ciertas izquierdas, sobre todo.
Ahora bien, como todo instrumento, Tik-tok también debe ser usado con inteligencia. Si se quiere, por ejemplo, atraer a un público joven, es preciso recordar que ‘juventud’ no es sinónimo de ‘simpleza’, ‘superficialidad’ ni ‘tontería’. Y en honor de la agilidad y la brevedad jamás se deberían sacrificar la inteligencia ni la fuerza y contundencia del contenido. Posiblemente se transmitan muchos videos de Maluma, Bad Bunny o cosa parecida, pero también se puede transmitir el Libertango de Piazzolla. Y bien. E incluso hurgar en Maluma o Bad Bunny para ver si, aunque sea por contraste, se pudiera encontrar alguna cosa rescatable.
Como en muchas otras cosas, hablando de Tik-tok (y no tengo ni me pienso abrir una cuenta, por si acaso), es preciso tomar en cuenta que matar al mensajero (o denostar el medio) puede quitarle oportunidades al mensaje. Cualquier medio bien utilizado puede convertirse en un aliado invaluable para cualquier causa. Y termino advirtiendo que será conveniente recordar siempre, siempre, siempre, esos versos del fabulista español Tomás de Iriarte: “Sepa, quien para el público trabaja/ que tal vez a la plebe culpa en vano. / Pues si en dándole paja, come paja/ siempre que le dan grano, come grano”.