Por Juan Fernando Terán

La falta de recursos es una limitación pero no basta para explicar la ausencia de resultados en política pública. Con el gobierno de Lenin Moreno, Ecuador experimentó un retroceso brutal en lo relativo al bienestar de la mayoría de la población. Esto, obviamente, no pueden entenderlo ni comprenderlo quienes viven en los suburbios donde la miseria no entra ni como imagen.

En esta república bananera, las cosas no están bien y podrían estar peor si no enderezamos la herencia de muerte que nos dejan quienes nos han desgobernado en estos últimos cuatro años. Todas las semanas uno se entera de algún conocido que enfermó o murió a causa de la COVID-19, una enfermedad que algunos ilusos creían que era una “mentira”. En realidad, a juzgar por el comportamiento despreocupado que prevalece, muchos parecen seguir creyéndolo.

“No nos pasará” podría ser la frase que resuma esa despreocupación colectiva que genera una percepción selectiva de la realidad. Si bien esa creencia pueda hacer más llevadera la vida cotidiana, aquella debe ser contrarrestada para que sus consecuencias no sean nefastas. Por eso, sacándolo de su zona de confort, le invito a que Usted reflexione sobre lo que se presenta a continuación.

The Economist publicó un artículo sobre las consecuencias del nacionalismo en la distribución de las vacunas entre países. ¿Lo ha visto? Esa revista británica elaboró una proyección sobre cuándo las vacunas podrían llegar a los países considerando que los gobiernos de las naciones más desarrolladas tienen recursos suficientes para acaparar las vacunas para sus ciudadanos.

En la representación grafica de la información, se puede observar que Estados Unidos y los países europeos lograrán vacunar a su población hasta fines del 2021. En cambio, la vacunación podría completarse hasta mediados del 2022 en países como Australia, Canadá, Rusia, Perú, México, Brasil, Argentina o Chile. En un tercer grupo de países, la población podría estar vacunada hasta finales del 2022. Allí esta Ecuador y Colombia. Finalmente, la mayoría de países africanos lograría vacunar a su gente recién a principios del 2023.

La estimación realizada por The Economist es solo una estimación. No es una profecía. Sin embargo, su ejercicio analítico basta para confirmar que, si todo permanece igual que ahora, si las cosas no cambian, “en los países mas pobres, una cobertura significativa de vacunas, suficiente para que la vida regrese a lo normal, podría no ser posible hasta 2023, en caso de que así suceda.”

Los colores del mapa sintetizan una desigualdad planetaria que ubica fácticamente a los países en una escala que va desde el primer hasta el último mundo. Que Africa esté al final de todos no es una sorpresa pues ese continente ha sido victima de un colonialismo incesante. Tampoco sorprende que, a pesar de todos los recursos financieros y científicos que pudiesen tener, China e India solo puedan completar la vacunación a fines del 2022 pues el tamaño de su población juega en su contra. 

Pero ¿qué explicación no trivial puede darse para que Ecuador aparezca en el tercer mundo epidemiológico? ¿Acaso somos tan diferentes del Perú para que no podamos completar una vacunación masiva de la población en este año? ¿En serio?

En estas líneas no es necesario ensayar una respuestaextensa. El Ministro de Salud y sus actitudes lo dijeron todo.En nuestra república bananera, la clase política es egoísta, indolente y torpe. Dado que eso ya sabemos, ¿qué podemos hacer?

A corto plazo, nuestra salida colectiva es evitar que la estimación se convierta en destino. Y eso si es factible. En la ultima semana, el Presidente Luis Arce alcanzó acuerdos con empresas, países e instituciones multilaterales para lograr que 992.430 vacunas lleguen a Bolivia en febrero. Sin dejarse llevar por los prejuicios, ese mandatario adquirirá vacunas de Rusia, Gran Bretaña y China. 

La salud de su gente es lo primero… y esa es la lógica con la cual actúan también Alberto Fernández en Argentina y Andrés Manuel López Obrador en México, es decir, aquellos mandatarios estigmatizados de ser “populistas” porque no responden a los designios de las grandes empresas.

Por ello, yo le invito a que reflexione muy concretamente sobre lo que significaría para Usted y su familia que Ecuador siga condenado a esa impresionante incapacidad que emana de no tener un gobierno que piense en todos.

Las probabilidades son sombrías y juegan en nuestra contra cada día que transcurre sin que tengamos soluciones reales.  Yo no tengo tiempo para esperar que los banqueros y sus políticos se animen a ejercer la beneficencia con nosotros después de vacunar a sus madres y amigos.

Yo votaré por Andrés Arauz porque no hay tiempo para perder. La campaña sucia en su contra no me importa. Me importa lo que él puede hacer por todos. Y lo que puede hacer ya lo anticipó cuando, sin esperar llegar a la Presidencia para comenzar a actuar, él estableció contactos con Argentina para explorar la posibilidad de conseguir vacunas para los ecuatorianos a corto plazo.

No tenemos tiempo para perder.

Por Editor