El día tiene 24 horas, de las cuales, al menos 8 pasas durmiendo. Las 16 que te restan sirven para vivir (despierto). En ese vivir hay un tiempo para trasladarse, hay un tiempo para tener vida de familia, cuidar de tus hijos o alimentar la relación con tus padres o con tu pareja, hay un tiempo para alimentarte, acicalarte, cuidarte; hay un tiempo para trabajar y ganar un salario que te permita seguir viviendo; a lo mejor, hay un tiempo para estudiar.
Te levantas a las 6 de la mañana, te preparas para salir a trabajar mientras compartes algo de tiempo con tu familia en casa. Trasladarte de tu hogar a tu lugar de trabajo puede ser algo que te tome 5 minutos, como 2 horas. Tu jornada inicia a las 8 de la mañana, tienes una hora para almorzar y luego más trabajo. Generalmente, sales a las 5 de la tarde de tu empleo. Llegar a tu casa puede tomarte las mismas dos horas de la mañana. Recién en ese instante te encuentras con tu familia y tienes tiempo para cuidarte y cuidarlos, a lo mejor, puede ser que tengas algo de tiempo libre hasta que sea hora de dormir, entre 10 y 11 de la noche para descansar lo suficiente.
El adecuado equilibrio entre el descanso, el ocio, la vida en familia, el aprendizaje y el trabajo son elementos fundamentales para la construcción de sociedades sanas. Es bastante obvio lo que estoy diciendo, como también es obvio que estoy simplificando al máximo para ejemplificar, aunque estoy seguro que la gran generalidad de personas tiene, más o menos, la misma rutina aquí señalada.
Cuando, por las razones que sean, debes quedarte en tu trabajo más tiempo de las 8 horas, la organización contratante está ocupando una porción más larga de tu tiempo que la que sería sano. Por hacerlo, debe reconocer tu esfuerzo y sacrificio, al dejar de hacer otras cosas, para darle más tiempo a dicha organización y, por lo tanto, debe pagarte un valor adicional por esas horas extra que te hace trabajar.
Interesantemente, esta “conquista” laboral de las 8 horas diarias máximas de trabajo, es producto de los movimientos sindicales a nivel mundial, quienes, con marcos teóricos como el marxismo, identifican que todas las personas trabajadoras deben trabajar todos los días, pero también deben poder tener tiempo para las otras facetas de su vida. (Por lo tanto, la jornada laboral no es un “regalo” del capitalismo, sino que se impone a pesar de su afán explotador inherente).
Que se anuncie una nueva modalidad laboral que establece que las 40 horas semanales pueden hacerse en menos de 5 días con jornadas de hasta 12 horas diarias sin reconocimiento de pago de horas extras es, por donde se lo mire, el regreso al huasipungo remozado. Es un insulto a todas las personas y movimientos sociales que durante décadas construyeron condiciones políticas y económicas que, reconociendo la necesidad de trabajar, que tiene la clase obrera y, la necesidad de personal calificado que tiene el sector empresarial, establecieron un pacto social mínimo para que la gente trabaje, lo que deba trabajar y el sector empresarial no lo explote impunemente.
La discusión no puede reducirse a mantener las 40 horas semanales de trabajo. No se puede perder de vista las 8 horas diarias de trabajo. Usar como ejemplo las excepciones a la regla, en aquellas tareas en las que no se puede trabajar menos de 12 horas, para justificar que ahora toda ocupación puede trabajar 12 horas es una soberana ridiculez. Peor cuando se dice que, por tanto, ya no tendrá dos días de descanso sino 3. No sería necesario hacer el recuento de problemas públicos de salud, educación, familia que esta forma de razonar, ocasionarían, pero tal parece que sí debo.
Suficiente evidencia existe que demuestra que el exceso de jornadas extensas de trabajo, generan problemas crónicos en las personas que están sujetas a este nivel de rendimiento esperado. Es decir, no es la misma cantidad de cansancio acumulado la que se obtiene al trabajar 5 días 8 horas, que la que es producto de trabajar 12 horas durante 3 días. No se diga la cantidad de problemas que se generan a nivel familiar. En especial, en el caso de familias uniparentales. La ausencia permanente del papá o mamá generan cambios de comportamiento en los hijos pequeños que también está ampliamente documentada, con el consiguiente correlato de problemas sociales que esto puede acarrear.
Si no es el caso de una persona cabeza de familia sino de una persona en edad universitaria que trabaja para poder pagar sus estudios, establecer una jornada de 3 días de 12 horas le impide mantenerse en la academia, lo cual afectará sus posibilidades futuras de crecimiento profesional.
Que la política laboral de este gobierno se reduzca a favorecer impunemente las condiciones de contratación para incrementar las ganancias de las empresas a las que, además, se les perdona impuestos y se les permite la evasión fiscal, ya no debe ni sorprendernos, al fin y al cabo, es un gobierno mangoneado que hará lo que sea para que no dejen de invitarlo a sus fiestas sociales; lo que en cambio, sí debe llamarnos la atención es que ya es hora de que la sociedad civil despierte de su aletargamiento y de una buena vez ponga los puntos sobre las íes y salga a las calles, ya no a exigir más derechos, que sería lo deseable, sino a evitar que le quiten lo que ya ha ganado hasta hoy.