Por Lucrecia Maldonado
Había dejado de escribir artículos hace tiempo. Simplemente, no le veía la utilidad en una sociedad en donde aparentemente no existe la suficiente capacidad de comprensión requerida para una toma de decisiones sensata y ponderada ante la realidad nacional. Sin embargo, hay momentos en que los hechos y el discurso oficial sobrepasan cualquier restricción autoimpuesta.
En los últimos días, Daniel Noboa, el presidente elegido por un 52% de votantes ha afirmado que los cortes de energía de más de ocho horas al día en todo el territorio nacional responden a un sabotaje, y como siempre, torciendo la lógica y la suspicacia a niveles demenciales, intenta alcanzar Bélgica con sus acusaciones que en realidad parecen incluso irse desgajando de la realidad.
Sin embargo, en algo tiene razón: esta situación sí responde a un sabotaje, solo que no es el que él pretende sembrar en el imaginario nacional.
Es posible que el sabotaje haya comenzado desde hace mucho tiempo, quizás a fines de ese cada vez más lejano año de 2006, cuando el economista Rafael Correa había aparecido en el ámbito político nacional y el progresismo iba tomando fuerza en algunas naciones latinoamericanas. Y, como está de moda imaginar hechos y situaciones, por demenciales que parezcan, podríamos imaginar que ya desde ese momento se infiltró a alguien aprovechando la inexperiencia del líder ecuatoriano. Un analista lo llamó un ‘huevo de la CIA’, y seguramente fue eso. Sabiendo que no podrían interrumpir un proceso histórico en aquel momento, simplemente siguieron los pasos de un plan de sabotaje no a un país, sino a todo un proceso regional, desde mucho tiempo atrás, posiblemente desde que Hugo Chávez asumiera el poder en Venezuela, o antes aun.
En nuestro país, el sabotaje tuvo también como operarios a los operadores políticos de los medios de comunicación, y seguramente no fue gratuito. La partidocracia de seguro participó, y desde luego que las fuerzas armadas y policiales también tuvieron su parte, como se pudo ver en una nueva intentona golpista el 30 de septiembre de 2010, en la que salieron derrotados.
Sin embargo, como el tango dice: “el músculo duerme, la ambición trabaja”, y entonces, aprovechando sutilmente las falencias y debilidades de los movimientos progresistas, el plan de sabotaje hizo eclosionar el ‘huevo de la CIA’ en el año 2017, cuando el infiltrado se cambió de bando después de haber ganado las elecciones como candidato de la Revolución Ciudadana, a la que inmediatamente traicionó para cumplir con la agenda de sabotaje al proceso planeada desde el norte del continente y aupada por las oligarquías locales, las mafias mediática y politiquera, y las obsecuentes y corruptas fuerzas del orden.
El sabotaje, planificado por los mencionados actores, por otro lado, se convirtió en la judicialización de la política o en la politización de la justicia, mejor conocida como lawfare, y comenzó a atacar a los líderes progresistas y afines de manera que no vuelvan a hacerse ni siquiera con diez minutos de poder.
El sabotaje se representó en los personajes de Lenin Moreno y Guillermo Lasso para desmantelar el estado, sobre todo en lo que se refiere a bienes y servicios ‘privatizables’ como seguridad y energía para crear caos y conseguir que el pueblo, agotado y torturado por la desatención se avenga a cualquier pacto desventajoso con tal de recibir aunque sea un poco de migajas de atención y deje a los saboteadores el camino libre para cumplir con los dictados de su codicia particular al servicio de la codicia Imperial.
El sabotaje a las relaciones internacionales y a la integración latinoamericana se evidenció con el impresentable y brutal ataque a la embajada de México, y el sabotaje humano, cargado de crueldad, se realizó en el secuestro del exvicepresidente Jorge Glas, asilado político.
Hoy por hoy, no es casual que la crisis energética haya tomado dimensiones catastróficas. Por lo bajo, ya existen ‘emprendedores’ que venden una suerte de energía prepago que, obviamente, solo algunos de los empobrecidos pobladores de este país podrán adquirir. El sabotaje sigue, con sus intenciones privatizadoras y su perversa manipulación de las necesidades básicas de la población.
Y se siguen saboteando la salud, la educación, los servicios públicos restantes y un vasto etcétera de hechos y situaciones solamente con el afán de cumplir las agendas geopolíticas del norte y las ambiciones desmedidas de las oligarquías y otros estamentos locales.
Así que sí, el presidente Noboa tiene razón: hay un monumental sabotaje a la nación, el estado y su capacidad de atención solidaria y justa a la población. Solo que él también es autor y cómplice de ese sabotaje, y no su víctima, como pretende hacernos creer.