Por Valeria Puga Álvarez
A pesar de la atomización política endémica, y de un gran electorado indeciso, tres de los 15 binomios presidenciales encabezan las encuestas hacia los comicios generales de 2021: el de la alianza 1-5, Unión por la Esperanza (UNES), conformado por el exministro de Rafael Correa, Andrés Arauz y Carlos Rabascall; la coalición de derecha CREO-Partido Social Cristiano (PSC), liderada por Guillermo Lasso y Alfredo Borrero; y el brazo político del movimiento indígena Pachakutik, con Yaku Pérez y Virna Cedeño al frente.
El marco electoral de 2021 será inédito y tumultuoso: una pandemia y un país sumido en la corrupción y el desempleo. Arauz apuesta por la wiki-continuidad de la Revolución Ciudadana, pero con errores corregidos. En poco tiempo, este economista de 35 años ha pasado de ser el perfecto desconocido al primero en los sondeos. Esto preocupa a sus contendientes. Lasso recicla el frenesí neoliberal de bajar los impuestos para atraer la inversión e intenta adoptar un discurso millennial-popular del que han resultado apenas exabruptos, incómodos, hasta para el PSC. Pérez promete una agenda agroecológica, aunque debe superar la incoherencia de haber apoyado al banquero Lasso en las presidenciales 2017, así como sus coqueteos con la derecha, que contrarían a sus filas más progresistas. Lasso ha cogobernado con Moreno y eso arruina su horizonte. Miembros del Pachakutik también han participado del sórdido gobierno morenista, por lo que Arauz se erige como la única opción independiente.
La presión popular e internacional ha sido la carta que ha jugado el binomio UNES para sortear –hasta ahora– la descalificación. Impugnaciones sin fundamento, intentos de suspensión del partido matriz Fuerza Compromiso Social, eliminación de listas de asambleístas de provincia, fallos parcializados del Tribunal Contencioso Electoral, actos vandálicos contra las sedes de la alianza, intimidaciones a sus miembros y un Consejo Nacional Electoral (CNE) cooptado por el lasso-morenismo, como nodo de operaciones, confirman el deterioro democrático de estos casi cuatro años de autoritarismo.
Resulta ya fraudulento el modo en que han procedido las instituciones electorales. A estas alturas, cuando falta poco para el inicio de la campaña –acordado para el 31 de diciembre de 2020–, las candidaturas de la mayor fuerza política siguen en vilo. Un retraso sin precedentes en la historia reciente del país. Si el binomio UNES queda en firme será un avance y Arauz deberá rebasar el voto duro de Correa, de lo contrario, los comicios 2021 serán una herida de muerte contra la ya frágil democracia ecuatoriana y una muy probable promesa de continuidad del desorden que vive Ecuador.
Tomado de Correo del Alba