Por Juan Montaño Escobar

El terror y el asesinato se convierten en medios para

llevar a cabo el telos de la Historia que ya se conoce[1].

Achille Mbembe

Esmeraldas: tierra verde y fecunda[2]

            Esmeraldas es el nombre apropiado para un territorio que recién empezó a definir sus límites geográficos en el siglo XIX, mientras tanto fue leyenda de angurrientos colonizadores españoles y piratas ingleses, fue determinismo ontológico para las comunidades negras de la costa pacífica, fue mineral que nunca más se encontró en el actual territorio provincial y ahora es fórmula química que refiere a la sociología de la violencia en el Ecuador. Esmeraldas es apenas conocida por la gente ecuatoriana y se la envuelve en fabulosos exotismos que sirven para perpetuar el desconocimiento de la territorialidad esmeraldeña (espacio biofísico + procesos culturales). El simbolismo esmeralda, ese color verde, es fuerte porque remite a la vida múltiple y relacionada en muchas culturas africanas y su continuidad filosófica y ecológica en la costa afropacífica colombo-ecuatoriana. Esmeraldas jamás fue un descuido de la historia. Jamás, aunque pretendieron y aún pretendan que sea así. Jamás lo fue y jamás lo será. En tiempo histórico para Esmeraldas, apenas es ahorita que mujeres y hombres académicos escriben, desde la realidad pasada y aproximada, la Historia de sus comunidades negras y su diversidad cultural. Fue (o quizás aún es) la hermenéutica de la idiotez colonial ecuatoriana y toda esa abundancia intelectual enredada en el racismo (religioso, biológico, cultural y epistemológico) se trasladó, con  gramática imprecisa, a la educación oficial ecuatoriana, inclúyase a las universidades, para perennizar el colonialismo interno y sus jodidas consecuencias. La gente esmeraldeña no se abandonó a la resignación en un costado de las “vías más andadas”, Antonio Preciado dixit, como se explica en el fútbol: las peleó todas, absolutamente todas las contrariedades, incluida una guerra civil (1913-1916)l. La vida comunitaria es un invierno de dificultades en las consideradas periferias geopolíticas internas del Ecuador, en términos republicanos de equidad e igualdad. Este Estado fue construido a gusto y disgusto de los grupos sociales dominantes. Hasta hoy, más o menos es la misma mecánica política, a pesar de la bodega de constituciones. La gente esmeraldeña lucha aún por (y para) no ser víctima política de este Estado con un “gobierno privado indirecto”[3]. Mucho más en los últimos años con el Gobierno de Boltaire (así le llamen Lenin) y continuado por GASML. La violencia en la provincia de Esmeraldas es consecuencia de esos procesos republicanos desastrosos que están ahí, como amenazas próximas y quizás inevitables. Para estas semanas importa un comino el aguaje de suposiciones, adjetivos, análisis y condolencias. Esta realidad política solo acepta cambiar el destino fatal. La lírica no endulza ni evitará irnos por el desbarrancadero, su servicio más valiosos es motivar los cimarronismos colectivos e individuales.

Esmeraldas: asilo de paz   

            Honestidad intelectual de este jazzman. Por favor, Esmeraldas ha tenido cimas y simas. Las primeras por acciones efectivas de Gobiernos locales y centrales. Por ejemplo, los primeros tres lustros del presente siglo corresponden a un vértice significativo. Y el vórtice, a parte de las actuales administraciones locales y nacional, fue en la década de los ’90 del siglo pasado. Alturas y bajuras. Ahora mismo estamos de bajada, en caída vertical. Aun es cierto, los ciclos malos son más prolongados y perjudiciales que los aceptables. Pero este momento es de los peores que han atormentado a la provincia y a la ciudad. Trágico y desesperanzador en términos de gestión política organizada y de respuesta popular. Cabe la pregunta grávida: “¿en qué momento se jodió Esmeraldas?”[4] Estaba jodida pero andaba; jodida y marimbeaba; jodida y se despabilaba, pero cuando el Ecuador estornuda a Esmeraldas se le daña sin remedio la facultad de respirar. Esta época violenta sí es titular de primera plana periodística, abre los noticiarios de la televisión y convoca a esa tribu de analistas que tiene respuestas a todas las preguntas referentes a Esmeraldas. Más o menos se dice aquello que siempre se ha dicho. Y como se lo ha dicho, por ejemplo, atizando la victimización ineficaz, repitiendo las líneas publicitarias del Gobierno lassista, culpando al destino de ser mineral mitológico y ocultando las verdaderas causas. No dicen del despojo territorial comunitario con apoyo de directo o indirecto del Estado ecuatoriano en el norte de la provincia en favor de las palmicultoras. Aunque el maestro Juan García la llamó la república de la palma (aceitera) para este jazzman es imperio. La explotación de las arenas auríferas de los ríos norteños con toda la criminalidad ecológica y social. Diagnóstico de Michel Lapierre Robles y Aguasantas Macías Marín, referente al norte de la provincia de Esmeraldas: Para comienzos del siglo XXI tenemos una economía similar a la hacendal, minera y esclavista de los siglos XVIII y XIX: un sistema depredador, parasitario, dependiente de la explotación voraz e irracional del trabajo, los cuerpos y la naturaleza”[5]. El libro de Michel y Aguasantas es de lectura obligatoria, porque descubre uno de los orígenes de la violencia en la provincia y la deriva hacia las ciudades. También el asesinato como escarmiento de líderes y lideresas comunitarias. La emigración de decenas de miles de familias hacia Guayaquil, Santo Domingo o a provincias del Oriente porque hacía rato “el firmamento se les había venido encima”. Metáfora antonio-preciadista, para decir no tuvieron que subir al cielo porque se les derrumbó sobre sus existencias.

Esmeraldas: tierra gentil con alma de canción  

            La otra vez escuchaba estos versos de Hendrix B[6], eran de una canción de la campaña electoral de Francia Márquez Mina: “Al mediodía el sol salió, la vida al campo al fin volvió, porque las balas no florecen…” La tarde se agotaba en un lento oscurecimiento, la ciudad antes parecía renovarse con cada ciclo diurno, pero por estos días y hace bastante meses, tiene esa sensación de desolación urbana impensable. El desasosiego está en cualquier conversa, aunque sea de fútbol. Esmeraldas tuvo su tradición vespertina del sentarse a la fresca, en grupos o el solitario que no podía ser tal porque cada transeúnte a más del saludo deja algún comentario o un “Dios se lo pague” por algún apoyo que las buenas almas prefieren olvidar con prontitud. Me gusta esa melodía electoral afropacífica y aunque las balas no florecen, hay flores en las tumbas de los cientos de asesinados en los últimos meses en Esmeraldas, sin importar sus causas. Antes los papeles eran lanzados por las ventanas o metidos por debajo de las puertas eran los de novios tímidos, aún los hay o quizás siempre los habrá, ahora son mensajes de muerte de los extorsionadores. Vacunas, las llaman. Hay quien paga hasta donde puede y luego huye. Hay quien se niega entonces le tirotean la casa, a un familiar o a una amistad, al final huye. Y estuvieron quienes se negaron de manera radical, ahora están muertos o sufriendo los efectos de los balazos. El epitafio social y desalmado es “de repente andaba en cosas raras”. Por eso algunos prefieren enterrar a sus familiares asesinados, tragarse espeso y áspero el dolor y callar. Y callar. El miedo acorrala,  El llanto de una madre hace más eco que una bala[7]. Por acá, en Esmeraldas, ahora sabemos el significado de ser acorralado por el miedo. Estar dentro de un estado de neurosis colectivo. Mientras tanto la gente parecería que se quedó sin respuestas republicanas, acciones ciudadanas o exigencias políticas al Gobierno nacional para preservar la vida de mujeres y hombres esmeraldeños. ‘Angustia’ es el nombre del corral psicológico.

Esmeraldas: tierra de sol

            Para estas desdichas sociales autoridades y medios de comunicación se apresuran a un lenguaje cool idiota, dizque para desacelerar la neurosis popular y prolongada. Los asesinados son ‘fallecidos’; las masacres son ‘ajustes de cuenta’; la extorsión es vacuna; y esta es grandiosa: “en pleno centro de la ciudad” o sea que la violencia debería ser únicamente barrio adentro, en los barrios marginales o en los suburbios sin Dios ni ley. El racismo está ahí. Se les dificulta hablar de las buenas nuevas de Esmeraldas, pero gastan cantidad de saliva e imágenes contando con detalles la violencia social. Ya se sabe, el racismo está en esos detalles. Se está elaborando un lenguaje perpetrador de culpas y disculpas históricas y perpetuador de la presunción social de la violencia. Ocurrió en las ciudades de la costa pacífica de Colombia y por acá empieza a repetirse. El “andaba en vainas raras” del otro lado de la raya, por acá es “en qué cosas andaría”. Y entonces, ¿qué es la violencia en este momento puntual en Esmeraldas? Una amenaza cinética constante e indiscernible para la existencia individual y colectiva. Exacto, porque si no es la vida que se pierde o es arrebatada porque falla el intercambio material exigido con amenazas, entonces afecta a los componentes fundamentales de toda existencia. Esa cinesis es tiempo de neurosis colectiva y es tenacidad social para soportar la ineficiencia del Gobierno de G. Lasso, además comprender el creciente poder engañoso de las bandas criminales porque parecería que tienen control e impunidad, por sus acciones más o menos descubiertas. Eso es cinética cultural. Cierto, incomprensión de aquello que ha sucedido o puede suceder en la puerta de la casa, camino a la abarrotería, mientras se espera el bus o tomando café en un bar. Esa amenaza es sombra indeseable y desorganizadora del ánimo. Al final, son los síntomas de muchas y diferentes causas, pequeñas y grandes, cercanas y lejanas. Neurosis caótica.

Esmeraldas: bella perla a orillas de un mar arrullador

            La provincia de Esmeraldas, de mayoría afrodescendiente, tiene el más alto índice de desempleo absoluto del Ecuador; el empleo precario y la informalidad son insuperables por otras realidades nacionales. Triste y trágico a la vez. El año 2022, concluyó con 66 personas asesinadas por cada 100 mil habitantes, altísimo en los estándares mundiales de ciudades violentas. Hay acciones que no se contabilizan en las estadísticas ecuatorianas, porque queda entre la víctima, algunos testigos eventuales, y el bandulu[8]. Qué no, ahí les va. El asalto a quien vende un servicio, por ejemplo, los jóvenes deliverys, gasfiteros, electricistas, mecánicos; la extorsión (plata o plomo) a las tiendas barriales, la migración silenciosa (abandono apresurado de casas), pérdida de bienes inmuebles por apropiación (o despojo) al braveo, las restricciones temerosas de uso del espacio público por la ciudadanía, la tensión nerviosa por el petardeo de las motocicletas, el imprevisto vehículo estacionado al frente del domicilio y la desolación a media tarde de la céntrica calle Simón Bolívar y las vías paralelas, en Esmeraldas ciudad. Las posibilidades de empleo han sido barridas por la ineficiencia del Gobierno de GASLM. La seguridad pública es un mito, mejor dicho es una falsedad. Se cree que el despliegue policial y el acompañamiento de las Fuerzas Armadas ecuatorianas es toda la seguridad, en aquello hay mucho de reactivo y muy poco de preventivo. La seguridad de la ciudadanía es algo muy diferente: la reducción del miedo colectivo.

Esmeraldas: de la gente que viene y que va buscando amor  

            Es posible que estas líneas configuren una jam-session sin más destino que una lectura explicativa por qué mientras camina pasa la vista, de esquina a esquina
No se ve un alma, está desierta to’a la avenida[9]
. En Esmeraldas, por favor, en las horas que las ventas se irían para arriba. O al menos eso ocurría hace un año o quizás menos. Esto es Esmeraldas ahora. En este Gobierno de la necropolítica o política de la muerte. Aun si usan marañas lingüísticas el resultado fatal no cambia, porque el estrangulamiento económico de la ciudad y provincia ocurre a ritmo de asesinatos e inercia gubernamental. La ciudad de Esmeraldas, por población, equivale a una parroquia urbana de Guayaquil, por eso las autoridades gubernamentales enfatizan en la cantidad de operativos policiales; es filantropía de la seguridad que muy poco ayuda en la neurosis colectiva. Claro, que en las alturas del poder saben muy bien que la solución definitoria y definitiva es política y económica. Este jazzman no sabe el orden de prioridad, pero la necropolítica en Esmeraldas se origina en la necroeconomía. Achille Mbembe, historiador y filósofo camerunés, pone los puntos en la ies: “La «necropolítica» está en conexión con el concepto de «necroeconomía». Hablamos de necroeconomía en el sentido de que una de las funciones del capitalismo actual es producir a gran escala una población superflua[10]. El retrato teórico continúa: Una población que el capitalismo (ecuatoriano, JME) ya no tiene necesidad de explotar, pero hay que gestionar de algún modo. Exacto.   


[1] Necropolítica, Achille Mbembe, España, Editorial Melusina, S. L., 2011, p. 31.

[2] Los versos de los subtítulos corresponden al bolero Esmeraldas, de Gelio Ortiz Urriola (1921-2006), poeta y periodista esmeraldeño.

[3] “La idea de gobierno privado indirecto apunta a esa forma de gobierno de la deuda, que desarrolla por fuera de todo marco institucional una tecnología de la expropiación en países dependientes económicamente, privatizando lo común y descargando la responsabilidad de todo mal en los individuos («ha sido vuestra culpa»)”, Entrevista con Achille Mbembe, filósofo camerunés, realizada por Amador Fernández-Savater, Pablo Lapuente Tiana y Amarela Varela. Publicada en eldiario.es

https://www.eldiario.es/interferencias/achille-mbembe-brutaliza-resistencia-visceral_132_3941963.html

[4] Paráfrasis de “En qué momento se había jodido el Perú”, de la novela Conversación en la catedral, de Mario Vargas Llosa, p. 3, Seix Barral Biblioteca Breve.  

[5][5] Extractivismo, (neo) colonialismo y crimen organizado en el norte de Esmeraldas, Michel Lapierre y Aguasantas Macías, Quito, Ediciones Abya -Yala, Pontificia Universidad Católica del Ecuador, Sede Esmeraldas, Instituto de Estudios Ecologistas dl Tercer Mundo, 2018, p. 304.

[6] Hendrix Hinestroza, cantante y compositor afrocolombiano.

[7] Versos de la canción ¿Quién los mató?, Autores y compositores: Hendrix Hinestroza, Cristhian Salgado, Alexis Play, Junior Jein (+), Nidia Góngora. 

[8] Bandido, malhechor, criminal en el habla de la Nación Rastafari.

[9] Mientras camina pasa la vista, de esquina a esquina/ No se ve un alma, está desierta to’a la avenida./ Cuando de pronto esa mujer sale del zaguán./ Y Pedro Navaja, aprieta un puño dentro ‘el gabán. Pedro Navaja,  de Rubén Blades.

[10] Achille Mbembe: “Cuando el poder brutaliza el cuerpo, la resistencia asume una forma visceral” Entrevista realizada por Amador Fernández-Savater,Pablo Lapuente Tiana y Amarela Varela, el 17 de junio de 2016, para elDiario.es https://www.eldiario.es/interferencias/achille-mbembe-brutaliza-resistencia-visceral_132_3941963.html

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