Por Atilio A. Boron

Se cumplen setenta años de la muerte de Evita, un personaje extraordinario de la historia argentina y latinoamericana. Dueña de una oratoria penetrante y movilizadora, fue una lideresa popular orgullosamente plebeya cuyo instinto de clase definió los rasgos más avanzados y contestatarios del peronismo. Su prematura muerte fue festejada con perverso regocijo por una oligarquía que hoy es todavía más recalcitrante que su predecesora del 1952. Ésta nunca le perdonó su irreverencia, sus desplantes y, sobre todo, sus políticas de redención y empoderamiento sustantivo, concreto, tangible, de las clases y capas populares de este país. Su apasionado antiimperialismo y su fogoso e intransigente rechazo a la oligarquía sintetizaron lo mejor de la experiencia del gobierno de Juan Perón. Es más: tengo la convicción de que el golpe de 1955 habría sido desbaratado si Evita hubiera estado con vida. Sé que se trata apenas de una conjetura, pero hay muchos argumentos con los cuales validar esta hipótesis.

Movida por su permanente deseo de educar al pueblo, en su lecho de muerte creyó necesario dar a conocer lo que había aprendido durante sus años en el gobierno. Con gran esfuerzo dictó sus reflexiones resumidas en treinta breves capítulos que conforman un magnífico texto de educación política que lleva por título Mi Mensaje (Buenos Aires.: Centauro Ediciones, 1987). Desgraciadamente esta obra es muy poco conocida inclusive por quienes se identifican con el peronismo y con las enseñanzas de Evita. Seleccioné para este breve homenaje dos párrafos que poseen una actualidad extraordinaria, como si hubieran sido escritos contemplando a la Argentina de hoy y sus enormes desafíos. Uno referido al imperialismo, otro a la oligarquía. Ahí van:

9. LOS IMPERIALISMOS.

“¡Los imperialismos! A Perón y a nuestro pueblo les ha tocado la desgracia del imperialismo capitalista. Yo lo he visto de cerca en sus miserias y en sus crímenes. Se dice defensor de la justicia mientras extiende las garras de su rapiña sobre los bienes de todos los pueblos sometidos a su omnipotencia. Se proclama defensor de la libertad mientras va encadenando a todos los pueblos que de buena o de mala fe tienen que aceptar sus inapelables exigencias.”

10. LOS QUE SE ENTREGAN

“Pero más abominable aún que los imperialistas son los hombres de las oligarquías nacionales que se entregan vendiendo y a veces regalando por monedas o por sonrisas la felicidad de sus pueblos. Yo los he conocido también de cerca. Frente a los imperialismos no sentí otra cosa que la indignación del odio, pero frente a los entregadores de sus pueblos, a ella sumé la infinita indignación de mi desprecio. Muchas veces los he oído disculparse ante mi agresividad irónica y mordaz. «No podemos hacer nada», decían. Los he oído muchas veces; en todos los tonos de la mentira. ¡Mentira! ¡Sí! ¡Mil veces mentira…! Hay una sola cosa invencible en la tierra: la voluntad de los pueblos. No hay ningún pueblo de la tierra que no pueda ser justo, libre y soberano. «No

podemos hacer nada» es lo que dicen todos los gobiernos cobardes de las naciones sometidas. No lo dicen por convencimiento sino por conveniencias.”

Tomado del blog de Atilio Boron

Por RK