¿La unificación de la izquierda es posible en Ecuador? ¿Es viable el diálogo y la cohesión de ideas alrededor de un plan económico y político para que la izquierda le gane a la derecha en 2021? ¿es factible sentar al correísmo, movimiento indígena, movimiento sociales y sindicales, e intelectuales progresistas en una misma mesa para discutir ideas mínimas de cómo ganarle a Nebot y/o Lasso y, sobre todo, definir candidaturas? La respuesta es no, y paso revista a las estructuras políticas de cada sector de la izquierda a través de un análisis comparativo con el escenario electoral post primarias en Argentina.
La CONAIE tiene un divisionismo marcado: la vieja dirigencia versus la nueva. De esta última, algunos, no todos, con los mismos errores políticos y de visión de país que la primera. Luis Macas, Lourdes Tibán, Marlon Santi, y Nina Pacari contra los jóvenes de la actual directiva de la CONAIE, entre ellos, el más reconocido y aceptado por la sociedad ecuatoriana en su conjunto, Leónidas Iza. La aparición de Lourdes Tiban en la Comisión de Régimen Económico junto a Iza y Vargas, en los primeros días de noviembre, evidencia esta disputa por el control del proceder y accionar de la dirigencia indígena. Un status quo dañino para el dialogo, no digamos todavía, la unificación.
Por otro lado, están los movimientos sociales y sindicales. En sus dirigencias existen caciquismos exacerbados. Se evidenció en la crisis de octubre. No los guía los principios, menos aún, el objetivo de un proyecto político para vencer a la derecha en las urnas. Son funcionales a mantener sus espacios de poder, sus reductos. Por último, en este contexto, están los intelectuales, donde pululan los “Enrique Ayala Mora” o, por lo menos, comparten algunos de sus “pecados” y “vicios”.
La ilusión de muchos progresistas de unificar a todos los sectores de izquierda procede de la experiencia argentina que venció a Macri en las urnas, un armado de Cristina Fernández de Kirchner (CFK). No obstante, la realidad argentina es radicalmente diferente a la ecuatoriana. No es una unión de la izquierda o del progresismo per se, es una coalición de fuerzas del peronismo basada en una estrategia que se reduce a un teorema: “Sin Cristina no llegamos, con Cristina no es suficiente” (cita del periodista del Diario La Nación Joaquín Morales Solá).
En 2015, Sergio Massa fue candidato a la presidencia (se ubicó en tercer lugar con el 21 % de los votos), cuando Macri quedó presidente. El posible sucesor de CFK no alcanzó la votación necesaria, fue segundo. Sin embargo, en 2017, Massa se postuló para Senador y perdió. Alrededor de él estaba Felipe Solá y Alberto Fernández. Ellos son un sector del peronismo, otros son los gobernadores en cada provincia, que obedecen a sus propios reductos, y los movimientos sociales e intelectuales, donde radica la fuerza electoral de CFK. Por último, están los sindicalistas. El teorema advertía que, si Cristina iba de candidata a presidenta, los gobernadores y sindicalistas se dividían, con la probabilidad de que sean funcionales al macrismo. Por esto, el candidato a vicepresidente fue Miguel Ángel Pichetto, histórico del peronismo. Alberto era el imán para que esto no suceda.
Toda gira alrededor del histórico movimiento político creado por Juan Domingo Perón y Evita. Esa es la razón de que la “marcha peronista” fue cantada con tanta energía por los presentes en la asunción de Fernández-Fernández y de Axel Kicillof, como Gobernador de la Provincia de Buenos Aires. El peronismo corta a la política argentina y CFK explotó esta condición.
¿Esto sucede en Ecuador? Claramente que no. Por lo tanto, el correísmo, principal impulsor de la unidad del progresismo, no la tiene tan fácil como CFK. Su principal líder debe buscar el factor de cohesión o, en su caso, crearlo. La arena sigue cayendo, aunque cada vez quede menos.