He aquí las conclusiones que saco de este levantamiento popular de 12 días en este mes de octubre de 2019. Hay que analizar más detenidamente lo sucedido y nuestra participación, profundizaren dignidad y derechos y sacar compromisos individuales y colectivos.
Si miramos hacia atrás, vemos que son los transportistas y los taxistas que lanzaron el levantamiento, pero para sacar ventajas para ellos cuando aumentó el precio de los combustibles. Luego de haber pactado con el gobierno el aumento de los pasajes y las carreras, desaparecieron, siempre grandes egoístas y cómplices de los explotadores. Los Indígenas de la CONAIE (Confederación de las Nacionalidades Indígenas del Ecuador), FEINE (Federación de los Indígenas Evangélicos del Ecuador) y FENOCIN (Federación Ecuatoriana de Organizaciones Campesinas, Indígenas y Negras) lograron, indeclinables, lo que se había propuesto: la derogación del decreto presidencial que permitía el aumento de los combustibles. El levantamiento fue popular porque participaron al nivel nacional muchas organizaciones (sindicatos, jóvenes, mujeres, campesinos, pobladores, las Iglesias, Derechos humanos, Solidaridad, redes sociales…) y son ellas y ellos que sufrieron la mayor y brutal represión tanto de la policía como del ejército. Lastimosamente se presentaron muy dispersos y sin mayor articulación con los Indígenas. Los partidos políticos (Pachakutik, en particular) fueron los grandes ausentes fuera de la Revolución Ciudadana. Sí, destaca particularmente la brutalidad de las fuerzas policiales -¿dónde quedó la ecuatorianidad?- y la responsabilidad de los ministros de gobiernos y defensa nacional: una decena de muertos, más de 1,000 presos y otro tanto de heridos, un centenar de desaparecidos… hechos que deben ser esclarecidos y castigados. Fue notoria la falta de ética profesional de los medios de comunicación comerciales que silenciaron la realidad y auparon los atropellos. Por primera vez desde décadas, la Iglesia institucional (Conferencia Episcopal, Obispos, Congregaciones religiosas, Parroquias…) se pronunció de una manera más positiva con relación a la justicia social y el respeto a los derechos humanos.
Se trata de un levantamiento histórico, ya que es la primera vez que un presidente tiene que derogar un decreto emitido por el mismo. Si los movimientos indígenas se hubieran unidos a otros movimientos sociales y ciudadanos, se hubiera logrado mucho más: ¡Que se vayan todos! se escuchaba. De todo modo, eso significa que es posible hacer respetar nuestras orientaciones a los gobiernos si estamos organizados. De ahora en adelante los gobiernos tendrán que pensar bien en las medidas que vayan tomando.
Al mirar hacia adelante, podemos darnos cuenta que los movimientos indígenas no tocaron el fondo del problema: Es el sistema neoliberal que nos rige: Esa es la ‘bestia’ que nos devora. Sigue vigente la carta de intención del FMI (Fondo Monetario Internacional). Además están vivos tanto el estado de excepción como el toque de queda, lo que facilita la persecución y el apresamiento de asambleístas y dirigentes correístas. Los callados y escondidos asambleístas apoyan mayoritariamente al actual gobierno neoliberal. Están en marcha las privatizaciones de grandes y eficaces empresas nacionales: Refinería de Esmeraldas, Banco del Pacífico, CNT (Corporación Nacional de Telecomunicaciones)… Es significativa la presencia oculta de agentes del gobierno de Estados Unidos en las instancias estatales.
Nos quedan pendientes varios y serios desafíos. Al nivel nacional la falta de conciencia, organización y valentía es patente, como también la ausencia de liderazgos populares. Una gran parte de la población se beneficia de los logros sin haber levantado ni el dedo meñique… Es bastante vergonzoso. ¿Cómo combatir el racismo descarado y valorar la herencia indígena y sus símbolos? “¡Yo también soy indígena y zángano!”… Es generalizada la debilidad de la formación política de los ciudadanos, presas fáciles de los medios de comunicación y de la derecha. La debilidad de la Iglesia de los Pobres es una lástima… Ni hablar de la gran mayoría de los católicos, ciegos, sordos y mudos. Es el resultado de la ignorancia culpable de la dimensión política de la fe y del Reino inaugurado por Jesús de Nazaret. Es pecaminosa la falta de compromisos de los cristianos en organizaciones sociales y movimientos políticos.
¿Cómo enfrentar la violencia mortal del sistema? “¡Con el diablo no se dialoga!” dice el papa Francisco… pero sí, se lo debe señalar, denunciar y combatir decidida, solidaria y organizadamente. ¿Cómo vamos a aprovechar de las revoluciones de ayer y de hoy, y conocer más de la experiencia de Bolivia, México y de los Zapatistas? Dejémonos habitar y mover por la fuerza de la vida y del amor todopoderoso, que para los cristianos es Dios en nosotros, fortaleciendo una espiritualidad liberadora.
Concluyendo: Fue una revuelta histórica, no una revolución: ¡La lucha sigue y la esperanza también! “¡Ánimo, nos dice Jesús, he vencido el mundo de la maldad!”