Tengo varios años escribiendo sobre la farsa del supuesto modelo “exitoso” de Guayaquil. Mi primer escrito en un diario de difusión nacional se tituló “¿Más ciudad?” y fue publicado en diario El Universo en julio del año 2006. Casi quince años después y crisis del COVID-19 mediante, la respuesta a esa pregunta del 2006 ha sido clara, contundente y negativa.
Para decirlo en simple: no somos realmente más ciudad. En Guayaquil, bajo el rótulo del “modelo exitoso” se ha podido implementar por casi treinta años un modelo de desarrollo que ha privilegiado a unos pocos en perjuicio de los muchos. Esto ocurrió debido a que el crecimiento urbano de Guayaquil se lo hizo para beneficiar al sector de la construcción: es para ellos lo “exitoso” del modelo, medido en ganancias económicas ($$$).
Pero estas ganancias económicas para el privilegiado sector de la construcción (del que salió el alcalde de Guayaquil entre el 2000 y el 2019) tienen gravísimas consecuencias para el resto de la ciudad. Un grupo de expertos, el año 2013 expuso claramente en un informe entregado a la alcaldía la ciudad que se ha logrado construir: “lotes pequeños para las viviendas, aceras y accesos estrechos, limitadas áreas verdes, y en general una clara tendencia hacia la impermeabilización del suelo urbano”. Que no se les olvide: más cemento, más adoquín, más $$$
Y es así como la hemos construido a nuestra Guayaquil, por años haciéndola cada vez menosciudad: con una cuota de “limpieza sociológica” en su centro, con un afán de convertirla en un escaparate para el jolgorio estúpido de sus élites (el mejor análisis sobre este Guayaquil como “ciudad vitrina” sigue siendo el hecho por el X. Andrade) y con un profundo desprecio por las consecuencias ambientales de su mancha urbana. Sobre esto último: Guayaquil ha destruido, y sigue destruyéndolos, sus recursos naturales (antes la madera por los astilleros; hoy, las canteras y los ríos y los esteros) sin que haya existido el mínimo control por parte de su autoridad municipal. Esto es apenas lógico, desde que los mayores contaminantes son las grandes empresas y pues la administración de Guayaquil se asegura de que ellas puedan seguir contaminando (al amparo del lema: “a mis amigos, todo; a los enemigos, la ley”). Más allá de alguna pirueta verbal, nada efectivo ha hecho la alcaldía para hacer cumplir la ley.
Así las cosas, la ciudad se ha construido para el beneficio de una minoría de grandes empresarios, por lo que se la construido mal y se han explotado sus recursos naturales sin control. Es un crecimiento que, a costa del beneficio a unos cuantos, ha provocado unos perjuicios sociales y ambientales altísimos. Pura “viveza criolla”, pero a gran escala.
Ahora: ¿Si es tan malo como digo el modelo de Guayaquil, cómo entonces se sostiene este adefesio?
Respuesta: por la debilidad de la sociedad civil guayaquileña frente al poder político local. Ilustro esta respuesta con el ejemplo de las áreas verdes. Para cualquiera que viva en Guayaquil, la realidad de nuestras áreas verdes son adefesios de este tipo:
Pero desde las autoridades locales, las áreas verdes de Guayaquil son un ejemplo del “éxito” de la ciudad: el alcalde anterior decía que en Guayaquil había 25 metros cuadrados de áreas verdes por habitante (?). Y esa es nuestra pobreza: desde la sociedad civil, pocas voces se animaron a rebatir este tipo de adefesios, esta mentira insolente. En el caso de los medios de comunicación, por puro mercenarios; en el de la sociedad, porque está estupidizada, pensando que esos 25 metros cuadrados por habitante son la evidencia de un “éxito” que no existe. Los primeros son canallas; los segundos, ingenuos, por prestarse a sostener esta absurda ficción. El guayaquileño, largos años estupidizado por una prensa vendida, se ha presentado ante los demás muy orgulloso de vivir en esta ficción de éxito. Esto se acabó.
Tengámoslo claro: esta ficción, COVID-19 mediante, acaba de explotar por los aires. No puede jamás ser considerada “exitosa” una sociedad que, en los momentos de crisis, más que expresar su solidaridad, lo que realmente desea es asaltar el Tía. Y que llegada esta nueva crisis, ha sido incapaz de atender a sus enfermos y de enterrar a sus muertos, no demuestra ni liderazgo ni empatía, y en ella todo (vida o muerte) ha quedado librado a la maldita sea. De súbito, se ha pasado del “modelo exitoso de Guayaquil” a “la pesadilla de Guayaquil”. Es simple, la ficción explotó:
Realmente, regionalismos aparte, ¿quieren saber por qué muchos guayacos no se quedan en su casa? Porque el crecimiento urbano que tanto ha beneficiado a un sector adinerado, muy poco se preocupó por las condiciones de vida de la parte más depauperada de la ciudad. Así se lo explica, con suficiencia de datos, en este excelente artículo de Arduino Tomasi. Entonces, resulta principalmente por una cuestión de supervivencia (dadas las condiciones de nuestro “exitoso” modelo de crecimiento urbano, develado ahora como un fracaso) que los guayacos tienen que salir a buscarse la vida, a riesgo de perderla. Y esto, entendámoslo de una buena y puta vez, es el efecto acumulado de años y años de hacer las cosas mal. Muy mal.
Estos son los días, en pleno año del bicentenario, en que “el modelo exitoso de Guayaquil” ha dado paso a “la pesadilla de Guayaquil”, siendo lo segundo una consecuencia directa de lo primero… aunque si después de esta tragedia seguimos sin entenderlo, es probable que (triste es reconocerlo) nos merezcamos esta suerte.
Fuente: Blog de Xavier Flores
Link: https://xaflag.blogspot.com/2020/04/guayaquil-y-la-ficcion-que-exploto.html