“Los políticos sí tienen ética pero es la ética de la política”, me dijo un académico con pretensiones presidenciales hace algunos años… pero solo hasta ahora, después de mirar una cadena oficial, logré encontrar el sentido a ese juego de palabras. Estuve buscando en el lugar equivocado.

En varias ocasiones, aunque presté atención a lo que decían los políticos exitosos, aquella frase permaneció enigmática para mí.

En muy poco me sirvió escuchar a Donald Trump, el vendedor de pociones mágicas para la impotencia imperial. Dado que creció en una familia muy adinerada, él está acostumbrado a decir lo que piensa… aunque lo que diga sea una estupidez. La riqueza permite esos lujos.

Tampoco me ayudó intentar descifrar a Jair Bolsonaro, el patán, misógino, racista y homófobo que pregona que el COVID-19 es “una mentira” mediática para que los obreros sigan trabajando. Sus cualidades personales desvalorizan sus palabras antes de poder siquiera analizarlas.

Busque también pistas en Emmanuel Macron, un gobernante intransigente que prefirió meses de protestas continuas en lugar de enmendar su proceder. Insensible, sin embargo, no es. Cuando llegó el momento de tomar decisiones evidentemente relacionadas con la vida y la muerte, el político francés procedió con sentido común. Algo muy respetable en estos días.

Y qué decir de Angela Merkel, una señora con el talante y la tozudez que envidiarían miles de conservadores en el mundo. En estos momentos, ella está dando lecciones de decencia.

“Los políticos si tienen ética pero es la ética de la política”… es una frase que solo se puede comprender a plenitud mirando a “LOS SABIDOS” que pululan en nuestras repúblicas bananeras.

Ellos (y ellas) no suelen decir lo que piensan, hacen fortuna sin escrúpulos, ocultan su ignorancia tras una sabiduría inexistente, miran hacia otro lado cuando la cosa se pone fea y… en realidad, no son nada… salvo aquello que les ordenen ser.

Solo mirando a LOS SABIDOS uno puede darse cuenta de que “no pasa nada” incluso en las situaciones más dramáticas… aunque apeste a cadáver.

Al fin y al cabo, el olor y su intensidad son cuestiones subjetivas cuya validez puede ser negada. También las cifras pueden ser distorsionadas mientras “nadie que valga la pena” les preste atención.

Sin embargo, LOS SABIDOS intuyen que el ocultamiento de la verdad funciona si y solo si funciona. Cuando ya no es así, ellos huelen que llego el momento de pedir “transparentar las cifras”… como si ellos no hubiesen inferido lo que muchos pregonaban. Así son.

Cuando simulan enmendar sus acciones o apegarse a alguna ética, LOS SABIDOS nos permiten entender aquello que los filósofos describen con razonamientos abstractos.

Para adquirir, ejercer, mantener y acumular poder, el político relativiza “la ética”, es decir, el político no considera como absolutos e inmutables a “los valores” en los cuales otras personas creen.

Si LOS SABIDOS respetasen siempre las convenciones emanadas de la familia, la comunidad o la nación, ellos no lograrían sus propósitos… ellos serían igual de “giles” como nosotros.

Como lo develó un italiano hace siglos atrás, que escribió un libro sobre política para conseguir trabajo en momentos de penuria, LOS SABIDOS se sienten autorizados para pisotear la ética.

Si todavía guardan alguna pizca de ingenuidad, ellos intentarán justificarse aduciendo que la relativización de los valores éticos es necesaria en aras de la estabilidad, la paz, el desarrollo, el pueblo, el futuro u otras entelequias similares.

Cuando renuncian a ser ingenuos o ya no pueden serlo, LOS SABIDOS ejercen el poder presentando a su capacidad para ejercer el poder como su máxima virtud personal.

Dado que esa es la auténtica virtud del político, cuando existen situaciones que escapan de su control, ellos (y ellas) aparecen impostando la voz, frunciendo el ceño, profiriendo amenazas u haciendo cualquier cosa para seguir demostrando que ejercen el poder.

El tiempo de su permanencia en el gobierno no es motivo de su preocupación. Para los políticos, cada instante, por efímero que fuese, es una oportunidad.

Si la realidad supera a las cifras… ¿qué esperas? No me digas que no entiendes… si tú eres EL SABIDO.

Por Editor