Por Carol Murillo Ruiz
- Una vez pasada la consulta popular y el referéndum en el Ecuador, y con resultados que se interpretan caprichosamente, cabe preguntarse si es posible leer esos mismos resultados desde la pendiente del proceso de construcción del sentido común, la ideología del poder dominante y el imperio del discurso mediático (comercial) alineado siempre a ese poder.
Desde hace casi un quinquenio, luego del asalto social y económico del crimen organizado en sus distintas versiones (delincuencial o de elites), asistimos a la propagación -silenciosa a ratos y bulliciosa las más de las veces-, de un discurso que la reciente Consulta ha terminado de solidificar: la ola de crímenes, narcotráfico, vacunas, sicariato, secuestros, etc., solo es viable combatirla con camiones de armas, y batallones de militares y policías. La creación de un estado policial armado hasta los dientes resulta, para las mayorías, la única salida para liquidar esta enfermad ¿nueva y temporal? que vive nuestro país: la delincuencia extrema.
Poco a poco la gran población ha ido rumiando, con furia y éxtasis, tales ideas moldeadas en los tanques de pensamiento de las derechas y ultraderechas internas y externas. La derecha global libertaria, a paso lento pero seguro, coopta masas de desesperanzados e ingenuos. Ergo, poco a poco el tratamiento de shock que se aplica a las sociedades en crisis deviene en espejo nítido de la tiranía del poder. Hablar con un taxista, una vendedora de frutas y verduras, un lustrabotas, un tendero, un dependiente de supermercado, es una lección de populismo conservador que halla en la violencia legitimada -la del Estado policial- la figura que librará a la sociedad de la delincuencia de suburbio y la de cuello alto.
2. El sentido común se ha vuelto un culto a la violencia por obra y gracia de las elites y múltiples medios privados que durante los últimos años han intentado sacar del imaginario colectivo el principio de justicia social y la práctica de las garantías constitucionales… ni hablar de derechos humanos. Eso que antes llamábamos “opinión pública” soporta una mutación filo-fascista que individualiza el terror, socializa el castigo y apela a la intimidación solo con investir y autorizar la presencia militar y policial en cualquier lado: calles, instituciones públicas y privadas, domicilios, ministerios, embajadas, espacios públicos de recreación o diversión, recintos educativos, carreteras, centros penitenciarios, etc. Mucha gente no discrimina esa presencia invasiva porque el terror social que siente es superior a la lógica del uso de la fuerza estatal.
No hay que olvidar que la instalación del miedo y la política de la violencia como respuesta instantánea de quienes tutelan el Estado quiebra lo que dicen proteger: la democracia. Pero una democracia descompuesta hasta el límite como la de Ecuador, podrida en cada resquicio institucional, también por obra y gracia de las elites, o, mejor decir, de las oligarquías atrasa-pueblos que hoy la ultrajan a sabiendas de que nadie dirá nada, porque el letargo social es hondo, nos conduce a pensar e interrogarnos, que el resultado electoral por el Sí, en las nueve preguntas referidas, entre otras cosas, al “apoyo complementario de las Fuerzas Armadas en las funciones de la Policía Nacional”, extradición, o “… que las Fuerzas Armadas realicen control de armas, municiones, explosivos y accesorios, permanentemente, en las rutas, caminos, vías y corredores autorizados para el ingreso a los centros de rehabilitación social”, ¿no es acaso producto directo de esas mentalidades mansamente programadas para asumir que una democracia no puede sostenerse en un Estado de derechos sino en un estado policíaco, con militares por doquier, y la vendetta política y delictiva de quienes detentan un gobierno?
3. Que el actual régimen ganara en estas nueve preguntas no debería entenderse como un “voto de confianza” a Daniel Noboa y su prepotencia hipócritamente disimulada, ni tampoco que aprueba su postura autoritaria y demoledora de la minúscula institucionalidad que hoy sufrimos; por el contrario, esas cifras altas hablan más del mal humor social de los votantes que del Noboa bienhechor irreal.
¿Culpar a los votantes? Por supuesto que no; pero sí develar que el votante no es un ser esterilizado de ideología, ni politizado de motu proprio, ni comprometido con lo colectivo, ni conocedor de todos sus derechos y obligaciones, ni llevado por el amor al prójimo, en fin, ¡ni insuflado de ciudadanía! ¡Los votantes son inestables y frágiles porque están sometidos al credo de los poderes fácticos! La manipulación obsesiva de los medios privados rige sus sensaciones, excitan sus aprensiones, inducen sus inclinaciones, acicalan su simpatía por “el diente por diente”, hacen envidiar a sus verdugos y desechar a sus congéneres empobrecidos, por lo tanto, ¡es una alerta que no advertimos o tratamos de no ver! Nunca es fácil observar/se lo que nos desnuda particular y socialmente. Unos por quemeimportismo, otros por complacencia. Unos por pereza, otros por cercanía al poder de turno. Unos porque se creen libres, otros por consentida sumisión.
Subsumir la conciencia del votante al predominio de los negocios del poder es una afrenta que han de penar las oligarquías antipatria, incapaces de sofocarse por nada. Subsumir al votante a los testículos de un mandatario, por muy machista que sea aún nuestra sociedad, es una ofensa que los biempensantes aprueban porque no saben utilizar el cerebro.
Las altas cifras de respuestas positivas a las nueve preguntas de la Consulta es un aviso sintomático del peligro filo-fascista en ciernes; porque nos comunica el triunfo del instinto y la desaparición de la justicia. Y, además, la agonía de los canales democráticos para debatir los problemas de nuestro país en un escenario de ideas y propuestas racionales. Las balas y el gas y los porrazos y los uniformes apenas nos trasladan a un campo de duelo irracional. Eso es lo ganado en esta novísima jornada electoral: subsumir lo racional al instinto; subsumir lo político a la doctrina de las armas. El votante subsumido a su miedo y su dolor. El poder subsumido a su falsa inoperancia. ¿Cuáles son los argumentos de los votantes para decir Sí a unas preguntas que los condenan al uso indiscriminado de la fuerza, la violencia y el crimen -incluso- contra sí mismos?
4. El ahondamiento de la irracionalidad es un viejo rasgo de la detentación del poder. Controlar a las masas por medio de proclamas reñidas con la ciencia de la política y sacudir con drama el sentido común es una treta para despolitizar a la sociedad. Cuando en el Ecuador se tanteó que subir el IVA del 12% al 15% con el fin de ‘ayudar’ económicamente a las fuerzas del orden -para combatir al crimen organizado- y la gente se lo caló de manera dócil y nada reflexiva, es que ya estaba abonado el terreno para que esa misma mansedumbre asiente que la seguridad requiere no solo estados de excepción continuos sino también del decreto de enero de 2024 que declaró “una guerra interna” para demostrar la supremacía de las armas y, en paralelo, la inutilidad de la política y del Estado. Y ahora, con erizo comprobamos, cómo la Consulta vino a cumplir el rito de Pilatos: Noboa hará lo que pueda y quiera, lavándose las manos, con respecto a las operaciones armadas contra el crimen organizado y desorganizado. No tardará más de un año para saber que un estado policial/militar no cura el cáncer ni la criminalidad ni el tráfico de drogas. En ningún país del mundo, a lo largo de la historia, la represión y las vendettas elevadas a política de estado han funcionado para ordenar y enjuagar la complejidad de un sistema social atestado de injusticias, privilegios y mafias enmascaradas de democracia.
En los pequeños foros de personas que manejan concienzudamente estos temas se sabe que la democracia en Occidente pasa uno de sus más críticos momentos. Ecuador no es la excepción. Las derechas y ultraderechas que surgen como hongos en varias potencias del orbe y países del sur de América Latina, son la evidencia cierta de aquello. Niegan su rol para sobreponer la ideología del terror y la contención del malestar. Pareciera que vivimos el segundo embate del fascismo en otras condiciones y en otro siglo y milenio. Neofascismo, dicen algunos.
Masas aturdidas por la pobreza, el hambre, la postpandemia, la hegemonía del capital financiero y la acumulación insólita de riqueza en los países desarrollados dejan en soletas a países con “democracias restringidas”, es decir, hoy, democracias supeditadas a los códigos de las mafias y la especulación de consignas filo-fascistas que fructifican en el mal humor social. Otra vez: en Ecuador el voto por el Sí tiene en la población un caldo de cultivo para que brote, sin ella misma saberlo, la raíz libertaria, la contingencia de encausar el mal humor social hacia el extremismo libertario. Noboa es un libertario, aunque no lo diga ni sepa de qué se trata esa onda ideológica mundial. Por eso, el filo-fascismo es una expresión libertaria sin parangón. Y el Sí a un estado policial es la cereza del pastel libertario. Sino han caído en la cuenta, es hora de hacerlo, urge hacerlo. En la paz aparente empiezan las guerras y en el Ecuador, por decreto, hay una “guerra interna” que los civiles han delegado en quienes lucen uniformes y armamentos y poseen apoyo internacional.
5. Dirán ahora que el votante que votó No mayoritariamente por las preguntas sobre el trabajo por horas y el arbitraje internacional (siempre lesivo al interés nacional) igualmente fue manipulado. Pero hay una gran diferencia: esas preguntas en las dos últimas semanas fueron debatidas con intensidad en los medios alternativos, en las campañas de jóvenes formados políticamente, en los estudios que brindaron sus espacios para que especialistas explicaran con pedagogía y ejemplos cómo funciona el código laboral y los entresijos del arbitraje internacional. Hay que destacar que la discusión sobre estas dos preguntas tuvo la intención colosal de ilustrar políticamente a través plataformas plurales; porque si se sintonizaba algún medio comercial el “sentido común” ponía sobre la mesa las partes más emocionales e irracionales del debate: tener trabajo o no tenerlo; que les paguen alguito, aunque no tengan seguridad social y otros derechos. O que el arbitraje internacional garantiza negocios e inversiones seguras… Sin revelar lo que se juega en el arbitraje: la culpa es (siempre) del Estado.
Fue colosal porque en esas campañas intervinieron muchísimos sectores que entendieron rápidamente lo que estaba oculto en las preguntas D y E, y pusieron su contingente político y experticia para aclararle a la gente las implicancias de comerse dulces envenenados…
Ergo, una cosa es aprobar la violencia estatal para detener la violencia estructural, y otra negar y desahuciar derechos laborales que costaron luchas históricas a los trabajadores de este país ahora (casi) sin ley.
6. La instrumentalización perniciosa de una consulta y un referéndum en democracia nos devuelve al asunto de la ideología dominante. Al discurso militarizante y policial de cada área y acción. A la indiferenciación de los delitos y sus perpetradores. Y lo más ruin: la penetración de las ideas irracionales de la derecha y la ultraderecha sobre seguridad y violencias.
Semejante tribuna de planteamientos regresivos pone en entredicho los valores liberales y promete zonas penumbrosas para la inoculación del filo-fascismo, o sea, el autoritarismo que vacía la teoría liberal del Estado y sus instituciones clásicas. En Ecuador esto se observa en un Ejecutivo que provoca incluso una crisis diplomática internacional sin precedentes, con tal de acentuar una dudosa polarización política doméstica que un día dijo no le convenía a nadie, menos a él; palabras que se las llevó el viento.
En el fondo, el actual régimen estimula la pudrición de la democracia; en un país sin esperanza y con oligarquías cuya única iniciativa es idiotizar a la gente con armas blancas y de fuego. Ese es el auténtico éxito de la consulta: probar que una formidable porción de votantes solo quiere bala y sangre. Ha nacido, entonces, el libertarismo en Ecuador. ¡Atenti!