Por Juan Fernando Terán

Desde hace siete años, la mayoría de los ecuatorianos sobrevive con una angustia interminable. El despido masivo de servidores públicos, la pandemia, la falta de empleo, la delincuencia, la incertidumbre electoral. Angustia tras angustia… Pero ya estamos acostumbrados.

Los gobiernos han “cultivado” nuestros hábitos y los utilizan para alcanzar sus propósitos.  Cuanto más incompetentes son las elites, más hábiles son para enviarnos una “caja china” que canaliza nuestras angustias por unos cuantos días hasta que otro nuevo distractor lo sustituye.

Utilizando las redes sociales con banalidad absoluta, las cajas chinas de nuestra angustia crean criterios para percibir y entender la realidad. Y de esto no escapa el debate económico… algo que, en estricto sentido, no existe en este país.

La inflación sube y baja… como las olas del mar

La eliminación de los subsidios a los combustibles es la más reciente “caja china”, el último subterfugio para la manipulación de angustias colectivas.

Ella aparece absolutamente contundente, real e irrefutable. Para que así sea, los neoliberales gestaron un cambio cultural que nos induce a entender los procesos económicos como a ellos les interesa que los entendamos. Y la demostración sintética de lo anterior, la proporciona el lector, el estudiante, el amigo, o el pariente que dice:

Déjate de rodeos y dime las plenas!… ¿Qué mismo pasará? ¿Subirá o no subirá la inflación? ¿Subirán los precios de todas las cosas? ¿Será cierto? ¿Influirá el alza en los arriendos? ¡Déjate de rodeos y dime las plenas!”

Obviamente, esta última frase podría ser la apertura para una nueva ronda de preguntas y comentarios disparatados que solo ratificarían la angustia causada por la caja china. En este escenario donde la colectividad busca certezas, la prensa reproduce las narrativas dominantes y lo que la gente quiere escuchar.

Por eso, ¡Déjate de rodeos y dime las plenas! es la frase que resume el deseo inculcado de que la incertidumbre sea conjurada con un “discurso técnico” que utilice cifras para demostrar su validez, que haga eventual referencia a cosas y eventos en el mundo tangible del “aquí y del ahora”, que efectúe comparaciones entre países para amplificar o disminuir el dolor o que haga referencia al mito de un pasado más benévolo o a la utopía de un futuro prometedor.

¡Déjate de rodeos y dime las plenas!” resume cuán bien nos han amaestrado para huir al razonamiento y refugiarnos en memes de menos de 150 palabras.

Por eso, mientras no se demuestre lo contrario, el 52% de los ciudadanos quiere que “un experto” le proporcione refugios para la angustia mediante frases cortas, sencillas y repetibles como las siguientes:

1-. La eliminación de subsidios a los combustibles generará una tendencia hacia el incremento de precios generalizado en los bienes y servicios de consumo básico.

2-. El aumento de precios será mayor en aquellos bienes y servicios más directamente relacionados con las actividades económicas que usan intensivamente combustibles.

3-. No obstante, la estrategia de “trasladar” el costo de aumento de los combustibles a los consumidores no será factible de manera permanente ni en todos los casos.

4-. A corto plazo, algunos productores de bienes o proveedores de servicios no podrán seguir incrementando los precios. Eso podría suceder, por ejemplo, en el caso de los bienes o servicios con precios regulados o, también, en el caso de bienes y servicios cuya demanda podría reducirse drásticamente debido a ligeros aumentos de precios al consumidor final.

5-. Ante la imposibilidad de aumentar los precios finales, los empresarios utilizarán otras estrategias para manejar el incremento de sus costos de producción.

En la mayoría de las actividades económicas, el aumento de la productividad no es una estrategia factible a corto plazo.

Y no lo es porque “la eficiencia” requiere inversiones de capital, trabajadores motivados y con mejores niveles de calificación, creación de “competitividad sistémica”, políticas públicas adecuadas y alguien que gobierne. Ecuador no tiene nada de lo anterior en este instante.

6-. Para responder al “shock de costos” causado por la eliminación de subsidios, la opción preferente de los empresarios será generar una oferta de los bienes y servicios con calidad decreciente.

Cuando “ofrecer menos por el mismo precio” no funcione, entonces los empresarios ajustaran costos mediante reducción de las remuneraciones reales (más horas de trabajo por el mismo salario) o reingeniería de personal (desvinculación de empleados y mayor carga laboral por trabajador).

7-. Más temprano que tarde, la inflación se detendrá para dar lugar a la estabilización de precios e, incluso, a la contracción de precios.

8-. Pase lo que pase con los precios, la contracción del consumo será evidente para la mayoría de los hogares, los cuales se verán forzados a “ajustar” sus patrones de demanda en un país donde ni la producción, ni el empleo, ni el ingreso aumentarán en los próximos cinco años.

En este punto… ¡cifras! ¡cifras! ¡cifras!, pedirán a gritos los lectores que han sido amaestrados en el sentido común neoliberal. No haré caso de ese eventual clamor pues eso sería hacerle el juego a aquello que precisamente he estado intentando explicar: nos han acostumbrado a una “seudo discusión” sobre lo económico en la cual la pelea de cifras se convierte en sustituto nefasto para el razonamiento MAS ALLA DE LAS NARICES.

“En los próximos cinco años, la economía ecuatoriana crecerá menos del 1%”, dicen los economistas más optimistas y farsantes.

“No es cierto, no crecerá en términos reales,” responden irritados aquellos intelectuales que podrían terminar encarcelados o deportados.

“Ni lo uno ni lo otro”, acota el burócrata internacional al cual “le faltan datos”…. porque los datos del Banco Central o del INEC parecerían ya no serle muy fiables que se diga.

Lo siento, pero no es cierto que “dato mata relato”. En vez de buscar aquí el “numerito” que Usted podría obtener comprando una revista en la farmacia, le invito a leer y digerir lo siguiente.

Ecuador ya pasó el “punto de no retorno”

Si el empleo y los ingresos no aumentan, entonces la reducción del consumo es inevitable. A pesar de que esto parecería ser entendible intuitivamente, muchos piensan algo como lo siguiente:

“¡Eso no puede continuar eternamente! ¡No pueden seguir subiendo los precios! Los empresarios se darán cuenta de que no venderán nada si continúan así. Ningún negocio puede seguir adelante si no vende. ¡La reducción del consumo debe tocar fondo!”

¿Seguro?…. Posiblemente los optimistas que piensan así nunca se han visto obligados a llegar a fin de mes cenando agua con perejil y fideo, a caminar hacia el trabajo desde las cinco de la mañana, o a regalar un abrazo a los hijos en su cumpleaños.

¿Quién dice que un país no puede subsistir consolidando una macroeconomía empobrecedora?

¡¡Por supuesto que sí se puede!!  Y si no lo cree, en su próximo viaje a Panamá para traer mercancías porque no consigue trabajo desde el 2017, anímese a salir de la Avenida Central y diríjase a los barrios periféricos… a esos sitios donde la basura contaminante se quema por toneladas al aire libre causando columnas de humo que no se ven ni en las películas.

O lo que sería mejor, salga de la ciudad de Panamá y diríjase a las zonas rurales donde viven las poblaciones indígenas en Bocas del Toro, Darién, Coclé o Veraguas. ¿Seguro que un país dolarizado no puede vivir consolidando un crecimiento empobrecedor?

En países como Ecuador, ¿el capitalismo necesita fomentar el consumo doméstico? ¿Seguro? ¿Hasta cuándo fingiremos ignorancia sobre lo que todos sabemos?

En los últimos 7 años, las elites ecuatorianas sellaron tácitamente un pacto no solo para impedir el retorno de Rafael Correa. Mirar eso es solo mirar la espuma del mar.

Desde hace décadas, las elites han estado reorganizando sus “líneas de negocios” para estar a tono con su subordinación a “la realidad” de la globalización patrocinada por Estados Unidos.

Por eso, en la década de los noventa, ellos alentaron la angustia por la inflación para movilizar a la gente y preparar el camino hacia la dolarización, es decir, hacia un sistema monetario que facilita la entrada de capitales ilícitos al Ecuador y su reexportación hacia paraísos fiscales.

Por eso, en los últimos siete años, los gobiernos de la derecha desbarataron los mecanismos físicos e institucionales para el control de los flujos de capital.

Las elites ecuatorianas hace tiempo que decidieron que el territorio bajo sus dominios es y será exportador de bienes agrícolas, minerales, droga y migrantes.

En una narco-economía no se necesita que los ciudadanos consuman lo que se exhibe en un almacén ni si quiera que se vendan los productos de esos pequeños supermercados o esas farmacias de franquicia que pululan por decenas en los sitios más inauditos.

Tampoco se necesita que las inmobiliarias vendan los departamentos, que las tasas de interés bajen a niveles de Estados Unidos, o que los jóvenes tengan como proyecto de vida estudiar una carrera universitaria.

En una narco-economía solo se requiere gobiernos que “hagan y dejen hacer” lo que necesitan los padrinos, operadores y encubridores de los diversos eslabones de la cadena del tráfico.

En una narco-economía solo se necesita una población que prefiera no hablar de política porque “esos temas solo causan peleas y divisiones”.

El dato no mata al relato… cuando la derecha está ganando “la batalla cultural”. Las angustias no se conjuran con un “numerito” sino entendiendo todo aquello que contribuye a la existencia de esa cifra.

En Ecuador, el consumo seguirá contrayéndose y a quienes controlan el país no les importa. Los negocios son meras fachadas. No importa que no vendan.

Tampoco a los Estados Unidos les importa la narcotización de la economía, la política y la cultura ecuatorianas. ¿Dónde están los eslabones últimos de la lavadora? ¿En qué moneda se limpian “los pecados” de los emprendedores?

En los años que vienen, Ecuador tendrá un crecimiento empobrecedor. En lugar de obsesionarse con la última caja china, mire el panorama en su conjunto. Y pregúntese cómo sobrevivirá en un país donde hasta los que se creen “gente buena” están sobrando.

Por RK