Por Orlando Pérez

El mejor homenaje a la Patria es revolucionarla ahora, de aquí para siempre, todos los días. Si no, el patrioterismo con el que asumimos este Bicentenario solo convalida lo que el sistema está imponiendo: miedo, desesperanza y una inmovilización intelectual, social y popular en todos los sentidos. Lastimosamente estamos embarcados en cierta sobrevivencia que congela y genera éxodo, en todos sus sentidos.

Y este 24 de mayo de 2022, que coincide con el primer año del mal llamado “gobierno del encuentro”, deberíamos preguntarnos, con toda responsabilidad: ¿Cuándo se fundó la Patria? Y en consecuencia también entender cuándo dejamos de construir una Patria. En otras palabras, desde cuándo se perdió ese horizonte constituyente fundado en Montecristi que, sin perder vigencia, ahora nos parece lejano y ajeno.

Por supuesto, aquí también entra en discusión a qué le estamos llamando Libertad e Independencia. Hoy por hoy esa independencia y esa libertad no tiene un arraigo y resulta evanescente en el imaginario popular y político. Bastaría con revisar el relato político del momento para entender que pierden sentido y hasta validez frente a las urgencias y las calamidades. 

Lamentablemente este 24 de mayo de 2022 coincide con el Bicentenario de la Batalla de Pichincha que funge como el inicio de una etapa de independencia de la Colonia española, pero que hoy, en estos días, se afinca en una nueva dependencia, un nuevo coloniaje, tal como lo describe brillantemente Erika Sylva, en su artículo EEUU y su proyecto de ocupación de facto del Estado ecuatoriano.

Y es lamentable que el llamado, tradicionalmente, Informe a la Nación, por parte de Guillermo Lasso Mendoza (GLM), coincida con una fecha tan importante, histórica y simbólica y tengamos un mandatario de muy pocos alcances intelectuales para darle “brillo” a esta conmemoración. No es un calificativo ni una estigmatización: GLM ha probado en cada una de sus apariciones que no estuvo preparado para un cargo de tal envergadura, que su equipo es de baja capacidad académica y política para colocarse en el contexto histórico y, por qué no, su supuesto partido político quedó en una empresa electoral con una maquinaria bien aceitada (con mucho dinero y cero cuadros).

A todo lo que menciona Virgilio Hernández en GOBIERNO NEOLIBERAL, OLIGÁRQUICO Y AUTORITARIO: 10 tesis sobre el primer año de Gobierno de Guillermo Lasso, solo cabría añadir dos o tres elementos para entender por qué GLM no debió ocupar la Presidencia y también por qué hoy Ecuador está a la deriva de un coloniaje y un peligroso estadio de violencia sangrienta.

En realidad, el soporte fundamental y peligroso del actual gobierno es Joe Biden. Y no siendo menor ocupa poco espacio en la reflexión política cotidiana. Lo más visible es el comportamiento político del embajador estadounidense (denunciando a los “narcogenerales”, recomendando nombres para los ministerios y asesorando en todos los temas de seguridad). Pero también es el modo que se comporta el mismo mandatario, su ministro de Finanzas y Canciller. Obviamente, no hay que dejar de lado aquí, la conducta de los aparatos de inteligencia, mucho más activos y también muy bien engrasados con sus camuflajes “institucionales”.

Además, el soporte político de GLM han sido los medios y periodistas con una impresionante capacidad para justificar la insolvencia para resolver la crisis carcelaria, invisibilizar la crisis migratoria y edulcorar la crisis económica. Ya estábamos advertidos (durante más de diez años) del modo que trabajarían medios y periodistas de llegar la derecha al poder. No teníamos la capacidad para identificar, eso sí, de qué manera el Estado trabajaría con ellos: filtrando información en los momentos oportunos, cuando más impacto tiene la no gestión gubernamental; generando corrientes de opinión para deslindar a GLM de toda responsabilidad concreta en las masacres carcelarias o sus mentiras en entrevistas o apariciones públicas; inyectando fake news que luego el mandatario revalida con sus comentarios y distrayendo con ello de la realidad cruda y dura de la ciudadanía.

En general, en este Bicentenario, prima la desconfianza y el miedo, incluso la decepción como sentimiento generalizado. A pesar de las encuestas (que no se publican en los medios de la derecha y gobiernistas, tampoco comentadas por los periodistas cooptados), donde el récord de mala calificación pasó la barrera del 70%, la desconfianza, el miedo y la decepción incluyen a quienes votaron por GLM (más bien sería mejor decir a quienes votaron en contra de Andrés Arauz). 

Y ese miedo paraliza. De ahí que la movilización social no es efectiva ni masiva. Miedo que nace del sentimiento de sobrevivencia y que opta también por emigrar o quedarse en la casa. O también por esperar al momento más oportuno para protestar. También está ligado a esto, que no es cualquier cosa: la Conaie y PK son la prueba de organizaciones ancladas a intereses puntuales y corporativos que ya no generan entusiasmo ni apoyo; la ID no puede ser sino la mejor expresión de la partidocracia; y los maoístas del MPD con sus filiales la UNE, la FEUE y la FESE son tan funcionales a la derecha que nadie puede apostar por ellos como una representación de la protesta. Ya habrá momento para hablar del rol que han jugado la RC y PSC. 

Por tanto, este 24 de mayo de 2022 no habrá Informe a la Nación, será una nueva retahíla de mentiras, datos a medias y, sobre todo, una imagen edulcorada de lo que fue Lenin Moreno y también una estampa más clara de una política autoritaria, represiva y neocolonial, en el mismo estilo de María Paula Romo. 

Y ya veremos si efectivamente desde el miércoles 25 de mayo el proceso de recolección de firmas para la revocatoria del mandato tiene una expresión popular y masiva para imaginar un nuevo escenario para el campo político y para reconfigurar o acentuar la mala imagen de GLM.

Por RK