El Medio Oriente fue desde 1945 el eje de la hegemonía de EE.UU., que sustituyó a Gran Bretaña luego de que el Presidente Roosevelt se reuniera con el rey Abdulaziz Saud, de Arabia Saudita. A partir de entonces, ese reino suministró petróleo barato a EE.UU. Hasta hace poco, lo que pasaba en el Medio Oriente se decidía bajo la égida de Washington, pues el mundo era unipolar.

La situación del Irán de hoy es muy diferente de cuando la British Petroleum pagaba por el petróleo iraní más impuestos al gobierno inglés que a Irán y la CIA organizaba el golpe de Estado del 19 de agosto de 1954 contra el Primer Ministro Mosaddegh, cuyo gobierno había nacionalizado el petróleo de Irán buscando la independencia de su país. Entonces EE.UU. tuvo éxito debido a las consecuencias de las feroces sanciones y al bloqueo económico aplicado a ese país, que generaron las condiciones para que triunfara el cuartelazo; en la actualidad, emplea métodos similares: guerra psicológica mediática, fabricación de incidentes de todo tipo y boicot económico a Irán. Pero el pueblo iraní triunfará porque ha cambiado el mundo y sus pueblos, que ahora han adquirido una elevada consciencia nacional.

Por eso a EE.UU. le han fallado los numerosos intentos realizados durante los últimos 40 años para derrocar al gobierno de Irán, porque en la actualidad es imposible que las Fuerzas Armadas de Irán se involucren en un golpe de Estado y disparen contra su población, ya que la Guardia de la Revolución Islámica y el Ejército de Irán se forman en su patria y pertenecen a su pueblo; en época del Sha Mohamed Reza Pahlevi eso era posible porque el mando superior del ejército recibía su formación en EE.UU. y el mismo sha ‎era un discípulo sumiso estadounidense.

Actualmente, el Ayatola Jamenei, líder supremo de la República Islámica de Irán, no es cándido como Mosaddegh, cuyo error capital fue creer en la sinceridad de EE.UU. La política agresiva del Presidente Trump le ha llevado a desconfiar de Washington y ni siquiera ver con optimismo las relaciones de Irán con la UE, que acordaron el Plan de Acción Integral Conjunto, PAIC, firmado el 2015 por Irán, Estados Unidos, Rusia, China, Gran Bretaña, Francia, Alemania y la UE, que establece limitaciones al plan nuclear de Irán a cambio de la eliminación de las sanciones impuestas por la ONU. Por esa razón, los métodos subversivos de EE.UU. han cambiado y ahora emplea “programas de democracia”, destinados a países que no obedecen sus dictados, como Irán, Rusia, China, Turquía, Venezuela… Esa política no va a tener éxito en Irán, porque su pueblo ha aprendido la tétrica lección del golpe de Estado de 1954. Como invadir Irán es complicado, EE.UU. usa como principales instrumentos de presión a sus instituciones financieras. Esto obliga a Irán a utilizar el cobro en sus actividades comerciales no sólo el dólar sino otras monedas, por lo que el comportamiento de Washington puede resultar perjudicial para ellos mismos.

Pero como EE.UU. no tiene principios morales (destruye países enteros, como Yemen, Libia y Afganistán; desencadena guerras civiles, como en Siria y Ucrania; apoya a regímenes extremistas, como en Arabia Saudí y los EAU; organiza golpes de Estado, como en Turquía, Egipto, Venezuela…), va a usar contra Irán cualquier medio ilegal y va a justificar sus amenazas militares con la acusación, totalmente falsa, de que Irán está desarrollando armas nucleares, pero el Organismo Internacional de Energía Atómica de la ONU certifica que las investigaciones nucleares de Irán son pacíficas. Este país no está interesado en fabricar armas de ‎destrucción masiva desde que el Ayatola Khomeini, que sí tenía principios morales, las condenara como incompatibles con la ley islámica. Para calmar la preocupación de EE.UU., de impedir que Irán reactive el programa nuclear, que ellos mismos entregaron al sha, debería ser suficiente la condena de las armas nucleares, como instrumentos del demonio, hecha por el Ayatola Alí Jamenei, que también tiene principios morales. En realidad se desconoce por qué EE.UU. se empeña en crear tanto bulo.

Las tensiones entre EE.UU. e Irán se incrementaron a partir de mayo de 2018, luego de que el Presidente Trump ordenara el retiro de su país del PAIC, impusiera sanciones unilaterales a Irán, dirigidas contra el sector energético, y castigara a las empresas que hicieran negocios con Teherán. El objetivo de esta guerra híbrida es causar penuria a los iraníes para que protesten y demanden un cambio de gobierno y para que los representantes de Irán se pongan de rodillas cuando vayan debilitados a la mesa de negociaciones. Pero el pueblo iraní ve en Hasán Rohaní un líder prudente y moderado, que busca mejorar las relaciones con Washington, y entiende que las sanciones no son culpa suya.

Pero la verdadera causa de la administración de Trump para imponer un bloqueo financiero a Irán, y también a Venezuela, es impedir que ambos vendan petróleo hasta que EE.UU. agote sus reservas petrolíferas, porque busca disminuir la dependencia energética de su país, lo que implica mantener el precio del petróleo en un nivel que ‎garantice la rentabilidad de los hidrocarburos de esquistos, cerca de ‎‎70 dólares por barril, lo que permitiría a EE.UU. superar a la Arabia Saudí como principal productor de petróleo.

Ahora bien, la República Islámica de Irán ha indicado que no permitirá que la estrangulen sin reaccionar; además, una guerra limitada y corta en su contra es pura fantasía, pues su respuesta a un eventual ataque militar incluye acciones contra EE.UU., Israel y Arabia Saudita, el cierre del Estrecho de Ormuz… Si esto sucediera, el flujo del petróleo podría interrumpirse y su precio subiría sin límite, afectando, principalmente, a los países asiáticos y europeos, lo que sería catastrófico para la economía mundial.

El 21 de junio, Trump ordenó el ataque a blancos en Irán, que canceló ‎minutos antes de su inicio, también expresó su fiasco por la presión para que aprobara dicho ataque, ejercida por John Bolton, Asesor de Seguridad Nacional de EE.UU., y por algunos halcones republicanos. Su actitud se relaciona con la política interna de EE.UU., porque lo que hoy está en juego es su futura reelección de presidente. Según el The New York Times, Tucker Carlson, presentador de la cadena Fox News, le había advertido que pondría en riesgo sus propios intereses si diese la orden de atacar Irán. Conforme ese mismo diario, Carlson había expresado a Trump que el uso de fuerza contra la República Islámica era una idea catastrófica para esa región y resultaría contraria a sus aspiraciones electorales.

El asunto es complejo, porque detrás de este incidente y de las actuales tensiones entre Teherán y Londres está Jonh Bolton, que busca arrastrar al Reino Unido a un conflicto contra Irán. Según Mohammad Javad Zarif, Ministro de Relaciones Exteriores de Irán: “Al haber fracasado en atraer a Donald Trump a una guerra del siglo y temiendo el colapso de su B Team, Bolton gira su veneno contra el Reino Unido, con la esperanza de arrastrarlo a un pantano.”

También, con el pretexto de que Irán ha incrementado su programa nuclear para fabricar bombas atómicas, existe la posibilidad de que los halcones belicistas de Israel, país que posee un gran arsenal de armas atómicas, inicien, “porque no hay otra forma de poner freno”, la guerra contra Irán, de ser necesario sin el debido consentimiento de Washington. Entonces, sin importar ni cómo ni quién lo hubiera comenzado, EE.UU. se involucraría de inmediato en el conflicto. Probablemente, las consecuencias serían devastadoras porque se desataría una guerra prolongada, con graves implicaciones regionales y globales, sin el mínimo rédito para los agresores.

Lo anteriormente dicho demuestra la necesidad de estabilizar el Medio Oriente y de resolver esta crisis por vías distintas de la militar, tomando en cuenta los intereses de todos los implicados y, además, respetado la soberanía de los pueblos, por pequeños que sean, porque una guerra contra Irán se convertiría, casi inevitablemente, en una guerra mundial, la última peste que soportaría la especie humana.

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