Quienes se proclaman impolutos, los más honestos y los paladines contra la corrupción caen con el peso específico de su naturaleza: abusan del cargo en nombre de un gobierno al servicio de los grandes grupos de poder y de cierta embajada. Por eso entendemos bien qué sentido adquiere su moralidad y también la razón de que los socialcristianos les hayan “bajado la bandera”.
Lenín Moreno ahora enarbola el discurso más neoliberal, ensalzando el trabajo infantil; Juan Sebastián Roldán coloca la seguridad social como un asunto contable al que hay que sumarle plata para resolver su incapacidad administrativa y ya no pronuncia la palabra derechos; Iván Granda, en su limitada capacidad intelectual para entender el rol que cumple en un gobierno, apela al anticorreísmo enfermizo para justificar sus ineptitudes, abusos, violación a las leyes y a la constitución, además de congraciarse con la USAID; y María Paula Romo, aparte de contar con un “marido” inútil para afrontar una entrevista, ahora quiere convencernos que usar recursos públicos para irse de vacaciones a un resort es un asunto de seguridad porque es “la segunda persona con más riesgo”, después de su amiga la fiscal 10/20.
Más allá de las arbitrariedades que ha cometido este gobierno, “en nombre de la libertad”, la anomia política revela otras configuraciones del poder político y económico, gracias a la entrega de las figuras antes descritas a grupos poderosos, a cuales les vale un pepino el Estado de Derecho, porque su justificación siempre será su lucha contra el correísmo. Una anomia que las encuestas revelan ya otras aristas de rechazo y repulsión.
Y sin embargo, ahora el nuevo escenario es la presión socialcristiana para imponer su agenda, pensando en las elecciones del 2021, tomando distancia de Moreno, amargando la vida a una ministra del Interior con chantajes y ella asumiendo “al pie de la letra” las exigencias de la alcaldesa de Guayaquil.
¿Qué va a significar para el gobierno el nuevo escenario con una oposición a la que se suma Nebot y sus seguidores? ¿Hemos vuelto al chantaje político desde una alcaldía para priorizar sus acciones en detrimento de los demás gobiernos autónomos descentralizados? ¿De qué modo se va a relacionar la ministra de la Política con sus ahora nuevos adversarios y con qué negocia su permanencia en el campo de la derecha?
Todo indica que tras la salida de la alcaldía, Nebot y su aparato electoral se activó y para eso tiene a la AME, Conagupare y Congope, además de los medios socialcristianos que hacen coro a sus demandas y plataforma propagandística. Y eso sin desconocer que al interior del Gobierno, Moreno tiene una puja por colocar en su gabinete a los señalados por Nebot como los hacedores de una política a favor de los grupos de poder, sin aparecer como de su “tribu”.
Las encuestas, bien medidas por el aparato de Nebot, como ya ocurrió en los tiempos de Mahuad o Lucio, le dan una plataforma amplia, no solo para tomar distancia, sino para fiscalizar a su favor, exigir prebendas y, sobre todo, someter a Moreno a una angustia para sobrevivir con algo de oxígeno lo que le queda de gobierno.
Todo lo anterior sin considerar que una explosión social, dada la “olla de presión” en la que vivimos puede estallar y su salida bien pueda ser por el lado menos pensado. Y ahí los afanes de colocarse como los salvadores de la patria bien podrían terminar en un Nebot jubilado de la política o un Moreno condenado al ostracismo y María Paula Romo viendo sus sueños vicepresidenciales para el olvido.

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