El socialcristiano Jaime Nebot tiene un pasado muy intenso, donde caben desde supuestos negociados (La Perimetral está marcada en su pasado, según el libro de Alfredo Pinargote), señalamientos de haber cometido delitos de lesa humanidad (tal cual lo denunció Juan Cuvi) y también unas deslealtades con sus coidearios, incluso con LFC en su momento (dicho por los más cercanos del expresidente entre 1984 y 1988).

Y ya quedó sellado su currículum vitae: nunca será presidente del Ecuador. Los 19 años en la Alcaldía de Guayaquil pasarán como un gran espejismo llamado modelo exitoso: se autoproclama como quien quiso eliminar la pobreza y muestra cifras de menos desigualdad, pero la realidad muestra otra realidad en una urbe con servicios básicos precarios y con una opulenta y violenta riqueza en pocas manos.

Muy propio de Nebot: no quiere ser presidente (porque ya no puede ni le dan las cifras), pero quiere gobernar desde una consulta popular y desde un bloque legislativo para imponer sus tesis (negocios en la práctica). Muy clásico de los socialcristianos, además. Inolvidable es el diálogo entre Nebot y Febres Cordero para repartirse los cargos tras la salida del poder de Abdalá Bucaram. Y así ha sido siempre. Nadie dudaría de que lo mismo hayan hecho con Lenín Moreno.

Incapacitado para afrontar una disputa electoral intensa, dispersa y supercompleja, Nebot opta (cual jerarca de la partidocracia) por imponer su agenda sin someterse al escrutinio público y electoral. Como si con su palabra bastara y sin ser candidato a nada ni representar a nadie, ahora quiere imponernos su agenda política para el futuro sin pasar por una Constituyente.

Irresponsable para afrontar con el resto del país sus propuestas, ahora Nebot abre un espacio para la dispersión y la confrontación colocando temas como la cadena perpetua y otras que son de orden estrictamente constitucional.

Sabe perfectamente que ese populismo punitivo y penal atrae al más ingenuo y al más incauto. Y como tal entiende la política como una escalera al autoritarismo sin ninguna garantía. Por eso, veremos un gran “debate” mediático para el cual, él estará invitado en todos los medios.

Sin Rafael Correa en el terreno electoral (hasta cuando se verifique la acción judicial para proscribirlo políticamente), Nebot luce más fanfarrón que nunca y quiere dar clases de filosofía política con sus refranes y símiles de medio pelo. No caben en él reflexiones por encima de lo que siempre ha dicho, aunque ahora se declare partidario de la “filosofía del bienestar”, tal cual sus amigos de la extrema derecha española.

Si de verdad se considera un político a carta cabal no estaría jugando con sus propios partidarios ni haciendo cálculos. En octubre sentenció su destino en la sierra ecuatoriana y con la población indígena. Su racismo lo sepultó. Y ahora la pandemia y un país inviable desde el ajuste neoliberal reafirman sus temores de no tener qué ofrecer ni cómo sacar a este país de la catástrofe en la que lo metió su amigo personal Lenín Moreno.

Por Editor