Por Martín Mora Ortega

Kaleidoscopio es un mosaico de reseñas donde el ojo crítico transforma la luz del libro en algo más.

¡ABSALÓN, ABSALÓN!

William Faulkner (1897-1962)

Publicada en Estados Unidos, 1936.

(Traducción de María Eugenia Díaz).

«Era una sombra deambulante. Era la ciega imagen de murciélago de su propio tormento proyectada por la fiera linterna demoníaca desde debajo de la corteza de la tierra y entonces al revés; desde la oscuridad abismal y caótica a la oscuridad eterna y abismal completando su elipsis (¿se da cuenta de la gradación?) descendiente, aferrándose, intentando adherirse con inútiles manos insustanciales a los que él tenía esperanzas de que lo sujetaran, lo salvaran, lo retuvieran…»

A diferencia de El sonido y la furia y Mientras agonizo, en donde asistimos a la miseria de una familia (los Compson o los Bundren), y a diferencia de Santuario y Palmeras salvajes, cuya narración se concentra en hechos y personajes, en ¡Absalón, Absalón! nos enfrentamos a una historia narrada sobre otra historia.

En la Universidad de Hardvard, Quentin Compson y su compañero de cuarto, un tal Shreve, discuten el desventurado relato de Thomas Sutpen, un hombre blanco y arribista que llega a Jefferson con la intensión obsesiva de amasar una fortuna y procrear una dinastía. Quentin conoce la historia porque le ha sido relatada por su padre, por su abuelo (el coronel John Sartoris), y por una de las involucradas: Rosa Colfield, cuya hermana Ellen, será la primera esposa de Sutpen.

Después de la muerte de Ellen, sin mermar su obsesión, Rosa recibirá una proposición de matrimonio por parte de Sutpen, quien ha regresado de la guerra. Pero ella no cae en sus garras y Sutpen, ya anciano, se aleja de Rosa y se relaciona con Milly, que tiene quince años y que queda embarazada. De este encuentro con una niña nace una niña. Es cuando los sueños de Sutpen, que esperaba un hijo varón, se destruyen, evanescentes, junto a su figura espectral, como si solo de ellos estuviese compuesta.

A más de esto, encontramos al clásico Faulkner: confusiones paternales, descubrimientos sobre secretos familiares, un asesinato, la prosa más shakespeariana del siglo XX y quizá del XXI.

La atmósfera es ruidosa y pesada, pero se desvanece con la facilidad de la bruma, es como si los personajes cronológicamente posteriores: Quentin y Shreve, recordaran una historia de fantasmas líricos y pronto nos asalta la posibilidad de que sean seres insustanciales también. ¿Y por qué no? En El sonido y la furia leemos que Quentin Compson se arroja de un puente hacia la muerte. Lo hace en Harvard.

Más que las obsesiones faulknerianas recurrentes: el incesto, la avaricia, el sacrificio, el poder, la humillación, la búsqueda de una verdad miserable, lo que nos pone los pelos de punta y nos obliga a continuar leyendo, es que no tenemos la certeza de que alguien esté vivo dentro de todas sus páginas sublimes.


Por RK