Santiago Rivadeneira Aguirre

Pretender ejercer la presidencia de la república y la acción del poder desde el anticorreismo, (o del anticomunismo, lo cual también es anacrónico), -como lo hizo Lenín Moreno durante el peor gobierno de la historia-, es simplemente una gansada política e ideológica, que ilustra, sin embargo, la manera como el banquero Lasso ¿entiende? los principales problemas del país.

Cuando confiesa que su plan de gobierno lo viene elaborando desde hace 10 años, pero que igual puede contener algunos errores que ‘la asamblea de manera obligada debe corregir’, porque esa es la democracia, no sabemos si Lasso es consciente de que está fuera del tiempo. “The time is out of joint”, como en la novela de Philip K. Dick.  Es decir,  su tiempo político está fuera de quicio, dislocado y eso le hace suponer que el mundo en el que vive no es del todo real, por eso el banquero intenta escapar de la realidad, como Ragle Gumm, el personaje de la novela de Dick.

Esa singularidad sicalíptica de su plan de gobierno, -que sigue incumplido- y su manera de pensar y concebir el ejercicio de la política, desmiente cualquier consideración sobre los cambios que está proponiendo, al amparo de la ley Creando Oportunidades, por ejemplo, igualmente obscena. Acosado por los fantasmas que acaban de emerger de los informes sobre los manejos poco claros de sus bienes y el ocultamiento de la fortuna familiar en paraísos fiscales, hechos por el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ), en los Pandora Papers, Lasso comienza a delirar. En su delirio extremo, acusa a la oposición de provocar una crisis política e institucional, para lo cual hay que ‘dar una batalla democrática’ que evite su deposición.

Guillermo Lasso, como presidente del Ecuador, está desajustado. El banquero Lasso, por otro lado, está desajustado de sí mismo. Y ‘ambos’ están fuera de lugar, tironeados hacia atrás, hacia la vieja política de amarres y mezquindades, por los lémures que les surgen por todos lados y a cada momento. La trilogía de ‘complotados y mafiosos’ (Correa, Nebot e Iza) que acaba de anunciar, es la más clara muestra del abrumado estado psicológico del banquero-presidente.

“Es únicamente un banquero”. Esa fue la espontánea y categórica reacción de muchos ciudadanos, al comentar las últimas y exasperadas intervenciones públicas del presidente Guillermo Lasso, incluyendo la entrevista que le hiciera -con guion cerrado- el periodista Carlos Vera en otro acto de sumisión de un conspicuo y eterno ‘comealformbras’. El banquero disimula muy mal su nerviosismo, detrás de una violenta altanería, porque no puede aclararle nada al país en relación con las denuncias internacionales sobre sus empresas, su patrimonio familiar y las cuentas encubiertas en paraísos fiscales, que le valieron estar en las portadas de los principales diarios del planeta. 

Enredado en un quiasmo sin sentido (la teoría de la conspiración) producto de su pedantería pueril, el presidente Guillermo Lasso habla y piensa siempre como banquero. Enreda y cruza las mismas ideas, para confundir. Entonces adivina estallidos sociales por todos lados, provocados por una extraña conspiración, fraguada por algunas fuerzas tenebrosas nacionales e internacionales, empeñadas en destruir la democracia. Y señala varias veces tres nombres principales de aquellos ‘mafiosos políticos’ que encabezan la conjura: Jaime Nebot, exalcalde de Guayaquil, Rafael Correa expresidente del Ecuador y Leonidas Iza, actual presidente de la CONAIE, todos ellos estrechamente comprometidos para sacarle del poder.

Por eso días antes de esa “denuncia” salió al balcón de Carondelet, para pedirle a las masas que defiendan la cuidad de Quito, de quienes solo quieren el caos, la destrucción de su proyecto y del país. Y su dedo inquisidor señaló hacia el norte, en dirección a la Casa de la Cultura Ecuatoriana donde ‘en este momento se reúnen los que incendian edificios públicos, golpean a policías y periodistas’. La oligarquía y la prensa mercantil, le inventaron una realidad a su medida para que coincida con sus sueños de capitalista, mientras le ayudan a lavar el cerebro de quienes, equivocados o no, habían votado por él y su partido en las últimas elecciones presidenciales.

En la reunión programada con el presentador de televisión Carlos Vera, que se realizó en el Salón Amarrillo de Carondelet, sin  reparos morales, el presidente Lasso leyó una cita extraída del libro Estallido en relación con los hechos de octubre de 2019, donde escriben Leonidas Iza, Andrés Tapia y Andrés Madrid. Mencionemos el extracto que examinó el banquero Lasso: “(Iza) invoca la opinión de Enrique Terán, primer secretario del Partido Socialista del Ecuador que dijo: La violencia empleada contra quienes oprimen a masas enteras de trabajadores; la violencia a favor de millones de seres explotados, nunca, jamás puede ser mala. Esta violencia es sagrada”.

Lasso apela a la ‘racionalidad’, como condición epistémica, para aludir al espíritu del capitalismo y al mercado. Son las leyes irrestrictas del neoliberalismo y de la supuesta evolución pacífica y ordenada de la sociedad, que se opone a las ‘sangrientas manifestaciones populares’. El cálculo de sus propias indecisiones es ya astucia y mala fe, pero también es temor y miedo. El presidente Lasso está atrapado en cualquiera de las posiciones políticas que adopte: la muerte cruzada, la consulta popular o la renuncia anticipada de su cargo. Sin contar, por supuesto, con el posible juicio político y la destitución, conforme avancen las investigaciones de la Asamblea Nacional sobre los Pandora Papers.

Las élites reaccionarias ecuatorianas, mientras tanto, tan poco conscientes de la situación económica y las necesidades de la mayoría, elogian al mandatario porque especulan en volver a sacar provecho de la crisis. Y, otra vez, ajustar cuentas con el correismo y con el comunismo, mientras la prensa burguesa y sus editorialistas más ilustres, le marcan el paso al gobierno para estigmatizar las protestas y reclamos de los trabajadores y ciudadanos porque serán reprimidos con toda la fuerza de ley. ¿La legítima violencia del Estado?

El tiempo histórico regresará a su cauce cuando haya verdadera justicia social, un mejor reparto de la riqueza, sin evasores de impuestos y los poderosos (banqueros y empresarios deshonestos) dejen de esconder sus ganancias ilícitas.

Por Editor