Por Ramiro Aguilar

Acabo de salir de mi casa para venir a mi Despacho a escribir este artículo; son las 10:45 y en la puerta del Edificio yace, como siempre, un ejemplar de El Comercio, enfundado, en espera de que el suscriptor baje a recogerlo. No solamente hoy. En varias ocasiones he visto lo mismo: el ejemplar en el suelo abandonado hasta el día siguiente que lo recogen para botarlo a la basura. Un desperdicio de papel. En ciertas madrugadas de insomnio, suelo oír al motorizado lanzar el diario sobre la puerta del edificio.

No recuerdo bien cuándo fue la última vez que compré un ejemplar de El Comercio. Debe haber sido allá por el año 2010.  No abro su página web, no sigo sus cuentas en redes sociales; y no veo su canal de noticias. ¿Por qué? Por la sencilla razón de que, para mí, desde hace muchos años la prensa ecuatoriana perdió credibilidad. Me informo en las páginas web o en las cuentas de Twitter de las agencias internacionales o de periodistas nacionales y extranjeros. Es curioso, los periodistas nacionales suelen ser más objetivos en sus propias cuentas que en las columnas o programas de los medios para los cuales trabajan.

No sé cuánto habrá bajado el tiraje de El Comercio en la última década, particularmente, en estos últimos cuatro años.

Como cualquier empresa, para que sea viable, debe producir utilidad a sus dueños o al menos, no producir pérdida. El Comercio tiene un magnifico inmueble al sur de la ciudad de Quito; una de las imprentas más modernas de Sudamérica; y las oficinas en la Av. Coruña, solo por citar algunos activos.

Las utilidades de sus empleados eran afamadas y su Comité de Empresa, fuerte. Hay que reconocer que no todos podían trabajar ahí. Era necesario ser bueno o estar dispuesto a aprender. Los editores, con sus rarezas y algo más que rarezas con las leyes vigentes, enseñaban. Instalaciones de primera, staff editorial bien pagado, trabajadores con buenos salarios, papel, costos operativos, equipo de repartidores, etc.  Todo eso necesita pagarse. Y las ventas de un periódico son básicamente publicidad. Pocos periódicos en el mundo han sobrevivido con suscriptores.  En el rubro publicidad, la más importante, sin duda, la pública. Era caro, muy caro, pautar en El Comercio.

Sin publicidad y sin suscriptores, no hay ingresos; solo gastos. Ninguna empresa sobrevive así, en números rojos. Esto que le pasa a El Comercio, le pasa a todos los diarios del mundo en la era digital, de redes de información en tiempo real.  Los grandes medios que sobreviven se han digitalizado completamente y lograron hacer suscripciones en línea. Obviamente, incluso estos medios, tienen atrás fuertes inversionistas que los sostienen.

El Comercio fue vendido en buena parte de su paquete accionario hace algunos años. El nombre del famoso “Fantasma” González, salió a la luz. Capital mexicano fresco compró el diario; pero no hizo un buen negocio. Quizá; y aquí elucubro, lo compró para tener una cabeza de puente para acercarse a los políticos y autoridades ecuatorianas para hacer otras inversiones. En el camino se topó con el peor gobierno de la historia del Ecuador, y con la pandemia.

Los editores de El Comercio, y sus dueños, tuvieron delante de sí un reto crucial desde el año 2017: hacer periodismo o hacer política. Optaron por hacer política dejando de informar y opinar sobre el desastre nacional que estaba ejecutando Lenin Moreno; fueron sesgados en cubrir las marchas de octubre de 2019; y tardíos, muy tardíos, en informar sobre la mortandad que produjo la pandemia entre marzo y diciembre de 2020.

Al jugar a la política, El Comercio sacrificó credibilidad para complacer a la clase media quiteña que ni siquiera lo lee.

No creo que a alguien le interese comprar El Comercio como medio. Absurdo. Nadie compra un negocio al borde o en la quiebra. De sus activos valdrán sus inmuebles, fin del cuento.

Probablemente algún romántico heredero de la familia Mantilla, propietaria original del periódico, querrá mantenerlo. Lo dejará como plataforma digital, entrando a competir con Primicias, o La Posta, entre las decenas de portales políticos y de noticias que existen actualmente. Abaratará costos, contratará jóvenes salidos de la universidad, el concepto de mesa de redacción y editores por áreas, desaparece. Basta un buen internet, cámaras y decir lo que buenamente se pueda, se quiera o se venda, como La Posta.  Aunque el competidor real será Primicias tras del cual hay un fuerte capital de respaldo.

La prensa escrita en papel está condenada a desaparecer como desapareció la navegación a vapor. Y en el mundo digital, hay que encontrar nicho etario, tener credibilidad, altísima calidad audiovisual y una suprema capacidad de síntesis.

Supongo que los trabajadores de El Comercio, bien representados por su Comité de Empresa, saldrán con las liquidaciones que correspondan. ¿Siento algún tipo de nostalgia por el diario? No. Siento más bien curiosidad en ver la forma como se reinventará. Ojalá haga periodismo y no política; que no es lo mismo que tener editoriales políticos, como el que en este instante usted está leyendo.

¿Qué el correísmo se tomará El Comercio? Eso es inverosímil, salvo que quieran el inmueble del sur para sembrar árboles o urbanizarlo.

Tomado de Desalineados

Por Editor