Por Lucrecia Maldonado
En entrevista en Radio Pichincha la presidenta del partido Revolución Ciudadana, entre otras cosas, mencionó que ante la situación crítica a todo nivel que vive el país, algunas personas de derecha se han acercado para conversar con ellos. No dio más detalles. Pero eso trae a la memoria una frase del expresidente Rafael Correa respecto a la ‘gente buena de derecha’.
Más allá de cualquier fanatismo o sectarismo, es necesario solamente observar la realidad. La izquierda y la derecha, hoy en día, representan dos modos diametralmente opuestos de ver la vida, las relaciones sociales y por lo mismo la política. No se trata de diferenciarse por diferenciarse, por capricho o prepotencia. Se trata de que la actual guerra soterrada que se vive en el mundo a nivel ideológico y político es entre la solidaridad y la codicia. Entre regir la vida de los pueblos a partir de una de esas dos tendencias.
Tanto el expresidente como la presidenta del movimiento político pretenden quizá dar una imagen integradora, conciliadora, alejarse de la fama de confrontativos que la canalla mediática entre otros estamentos pretendió endilgarles. Pero por ese camino corren el riesgo de volver a sufrir lo mismo que en el 2017. Las derechas de nuestro país, representadas en buena parte por las oligarquías locales, la embajada que pretende regular nuestra vida minuto a minuto, y sobre todo aquello que acertadamente algunas personas llaman ‘el partido mediático’, tienen un solo objetivo: impedir, como sea, el regreso de un gobierno de la Revolución Ciudadana, o de un gobierno que represente una tendencia progresista que tienda a fortalecer el estado para que haya más equidad entre la población.
Está comprobado, por otra parte, que en ese intento son capaces de cualquier cosa: crear un títere traidor y destructivo como Lenin Moreno, un ‘huevo de la CIA’, como lo llamó un analista colombiano, inventar un financiamiento espurio para la RC, matar a uno de los suyos, tomar por asalto una embajada… Ellos no tienen escrúpulo ni se andan con medias tintas, no conocen líneas rojas y su ética es la más burda moral de situación que se pueda imaginar.
Entonces, lo patético es que los líderes del movimiento que más ha sufrido por la falta de ética y límites de la derecha, diga cosas como “gente buena de derecha” o “gente de derecha ha venido a conversar con nosotros…” ¿No se han preguntado para qué? ¿No tuvieron bastante con la traición de Moreno y todo lo que siguió? ¿Quieren otra dosis de su mismo chocolate?
Uno de los grandes errores del presidente Correa en su tiempo fue agudizar conflictos y abrirse frentes con aquellos movimientos o personas que podían haber sido sus aliados naturales. Sin negar que existe una izquierda que se autocalifica como ‘pura y verdadera’ y que también boicotea los procesos con un inoportuno e histriónico radicalismo, también convendría abrir las puertas ante las posibilidades de conversaciones con movimientos afines al progresismo y dejar de respirar por viejas heridas que no llevarán a ninguna parte, de lado y lado.
Pero más allá de todo eso, es importante comprender que la derecha, como tal, como representante de la supuesta ‘libertad’, que no es más que la libertad del capital y la libertad de enriquecimiento y de mantener privilegios de unos grupos a los que no les interesa para nada el bien común, esa derecha no es confiable, y hoy por hoy, en nuestro medio, es la única derecha. Y esa derecha no dialoga. No negocia si no tiene la seguridad de ganar. No da puntada sin dedal. No se trata de eliminarlos ni de exterminarlos. Se trata de no dejar que sus propuestas de campaña, con demasiada frecuencia falsas y manipuladoras, empañen las de la tendencia progresista. Se trata de saber que en una guerra (y esta lo es) cualquier movimiento en falso puede ser fatal. Y que la ingenuidad con frecuencia resulta demasiado cara.