Por Luis Herrera Montero
La evidente derechización, de determinadas instancias de la política nacional y local, resulta perversa e indolente. El desastre socionatural acontecido recientemente en Quito, en el sector de La Gasca, es una clara demostración de perversidad e indolencia política de los sectores oligárquicos, que privilegian sus intereses de lucro privado y no las urgentes necesidades de la ciudad. La realidad da cuenta de que desde la administración municipal de Rodas se ha caído en contextos de alta desatención, ineficiencia institucional y carencia total de liderazgo, que sin duda están adoleciendo de capacidad para atender la catástrofe, con 26 muertos y 10 desaparecidos: datos aún aproximados de los efectos del fatal deslave. La alcaldía de Guarderas, que tanto empeño mostró en la destitución de su predecesor, en cambio, ha demostrado que la ciudad de Quito le queda muy grande; hasta el momento la intervención municipal ha sido desprolija. Qué decir de las estructurales problemáticas de contaminación, tráfico e inseguridad que el Distrito vive ya en dimensiones cercanas a la emergencia. Para colmo, el señor Guillermo Lasso, en vez de retornar con la inmediatez del caso, ha preferido una gira presidencial por China: creo que la situación deja en claro que la prioridad debió estar en Quito, aunque las competencias sean más del gobierno distrital.
El tema de la ciudad de Quito, no puede desencajarse del contexto nacional. Las oligarquías están acentuando las problemáticas de la ciudad, pues los intereses oligárquicos jamás han tenido como propósito la democratización real, sino sostener al Distrito Metropolitano dentro de una estructura clasista; que con la administración de Rodas, recobró muy desprolijamente la conducción de la cuidad. Con Guarderas no se avizora un devenir diferente. Territorialmente, la situación de las laderas del Pichincha ha desbordado la planificación y gestión urbana del municipio: el fatal proceso de deforestación y poblamiento sin mínimos estándares de seguridad y en claro desacato de las garantías de impacto ambiental, constituyen evidentes consecuencias de un accionar municipal exageradamente disfuncional y que desde la administración de Rodas han cobrado mayor envergadura.
A esta triste situación, se de agregar que la actual presidencia de la república, desde intenciones también oligárquicas, ha instituido una ley tributaria, que muchos analistas económicos han coincidido respecto de sus graves efectos y connotaciones de inconstitucionalidad, por perjudicar notablemente la economía y por mostrar inequidad social en forma descarada. Ante todo este ilegítimo preceder, ajeno a las problemáticas sociales de Quito y del país, Guillermo Lasso prefirió atender una agenda en China, que está deviniendo en un Tratado de Libre Comercio con el gigante asiático y, de manera rara, anunciando intenciones privatizadoras de CNT y del Banco del Pacífico, conforme lo informaran medios de prensa de Ecuador. El apoyo ciudadano a la gestión de Lasso está por debajo del 30% y ese dato debería motivarle modificar su agenda y no insistir en procesos neoliberales con efectos nocivos para la economía nacional y para la gestión urbana en diversas ciudades. Es claro que ese porcentaje tan bajo de apoyo no faculta imponer una ley antipopular, como tampoco dinámicas privatizadoras sobre empresas públicas.
El desgobierno también se puede constatar en las instituciones municipales de derecha en Quito: las serias problemáticas respecto al crecimiento urbano y la deficiencia institucional se han convertido en el sello distintivo del agenciamiento político-territorial del neoliberalismo y su incapacidad para hacer frente a una emergencia y para responder con agilidad al desconsuelo y dolor de la población, no solamente del sector en cuestión, sino de la cuidad en general; el hecho debería significar declaratorias de duelo nacional. La ciudadanía lastimosamente permitió la recomposición neoliberal, al apoyar electoralmente a Rodas y luego a Yunda, para el ejercicio municipal del Distrito Metropolitano; error que está atravesado, a su vez, por el desatino de apoyar al binomio de CREO-PSC a nivel nacional, a pesar de que esta alianza no dejaba dudas acerca de su relación directa con élites y sus propuestas impopulares.
Quito debe recuperar su espíritu ciudadano. Es inconcebible que la ciudadanía quiteña, que antes se manifestaba masivamente por su nación, hoy ni siquiera privilegien sus propios y graves inconvenientes socio-territoriales. Lo sucedido tiene connotaciones de extrema gravedad, por tanto, se debe recuperar visiones contemporáneas de democracia participativa o la urbe seguirá sumergiéndose en la manipulación oligárquica e inútil para los enormes desafíos que el Distrito tiene. Es innegable la situación compleja que la ciudad vive en materia ambiental, con sus implicaciones integrales de deterioro e incidencia social. Una ciudad insostenible en lo ambiental, es insostenible en materia territorial, de seguridad, de economía, y de vida.
La condición de capital de la república es para liderar procesos conforme los contenidos de nuestra Constitución de 2008, no para reproducir ideologías de emprendimientos individualistas, poco apegados a la economía solidaria, con graves niveles de consumismo superficial y con peligrosos índices de insostenibilidad ambiental. Entonces, esos legados de instalarse en múltiples asambleas ciudadanas, desde principios, valores y virtudes en temas diversos, que ha sido convocante heterogéneo de sectores (Mujeres, juventudes, niñez, obreros, comerciantes, estudiantes, entre los principales) y aglutinante de barrios, cooperativas, comunas, entre otras, no puede ni debe extinguirse en la gestión política en todo el Distrito Metropolitano. Si las instituciones resultan incapaces, la ciudadanía debe demostrar lo contrario, a través de procesos organizativos que agencien iniciativas para atender las grandes necesidades de su ciudad, como también de procesos de control y vigilancia ciudadana respecto de los actos estatales.