Antonio Malo Larrea
Tim Forsyth discute cómo las carreras de ciencias ambientales se han transformado en agentes reproductores del discurso del desarrollo de la economía de mercado. Este discurso está en todas partes, ha sido amplificado y reproducido mucho más allá de las universidades: en escuelas y colegios, en instituciones públicas de todos los niveles de gobierno, en ONGs y consultoras, en movimientos sociales, y en las sociedades en general.
Ya en nuestro país, el Sumak Kawsay es un paradigma en disputa, la economía de mercado lo quiere encerrar, secuestrar y reducir a tan sólo una forma de desarrollo. En estos tiempos de disputas de sentidos sobre la izquierda y la derecha se habla poco del neoliberalismo implícito en las políticas ambientales. La historia de la modernización ecológica de los sentidos y de los estados es fundamental para poder verlo. Es indispensable tener claro de dónde viene la utilidad en la economía de mercado, cómo el crecimiento económico se sostiene en la explotación humana y de la naturaleza, y la destrucción de la calidad ambiental.
El primer elemento, brutal y desgarrante, es la desposesión. El crecimiento económico se sostiene en la desposesión pasada, pero también en la presente. Sin haber estudiado el tema a profundidad, me atrevo a decir que en el Ecuador hemos tenido varios momentos de acumulación originaria, siempre sostenidos en alguna forma de desposesión: la conquista y colonia, el boom del cacao, el boom del banano, el boom del petróleo, la sucretización de la deuda, el feriado bancario, y ahora, el ansiado boom minero. Al hablar de acumulación por desposesión hablamos ganar plata quitándole a la gente de algún lugar del mundo sus medios de producción (por ejemplo, el trabajo, el agua productiva o el suelo productivo), sus medios de existencia (por ejemplo, cuando se contaminan el agua, el suelo, el aire), y me atrevo a decir que desposesión de la persona misma. Cuando una persona se enferma o muere por la contaminación o por las malas condiciones laborales ha sido desposeída de su salud, es decir, de sí misma.
El segundo elemento es el traslado exitoso de costos. Es un crimen muy sencillo de cometer, pues cuando una actividad no asume los costos ambientales para mantener su rentabilidad, estos costos no desaparecen, simplemente son trasladados a alguien más. Los costos ambientales son un abanico enorme de cosas desde la implementación de procesos y tecnologías que prevengan la contaminación y el daño ecológico, hasta la limpieza de lo ya contaminado y restauración de lo ya destruido. La gran calidad ambiental del mundo desarrollado, no se ha conseguido porque sean mejores o más conscientes, sino porque han trasladado sus costos ambientales al mundo subdesarrollado y en vías de desarrollo. De esa forma han conseguido seguir produciendo con procesos nocivos, baratos e inhumanos, ganando mucho dinero, y manteniendo el consumo. En gran medida los Tratados de Libre Comercio no son nada más acuerdos para garantizar que el mundo desarrollado, y las élites locales, puedan seguir lucrando a través de la desposesión y del traslado de costos.
Es indispensable disputar los sentidos del Sumak Kawsay para que no se convierta en una forma de desarrollo que pinte de verde a la desposesión y al traslado de costos. Es fundamental desneoliberalizar el pensamiento ambiental ecuatoriano, y gestar una política ambiental que no sea sólo un maquillaje, así sea distribuido en bicicleta y tenga las etiquetas de comercio justo, de producto ecológico y orgánico.