David Chávez
La autoproclamada Comisión anti-corrupción escandalizaba hace algún tiempo con la escalofriante cifra de 35 mil millones. Ninguna de las notas de prensa que recogían el guarismo extraordinario explicaba cómo se estimó ese valor, ninguna de las declaraciones de los miembros lo hizo, por el contrario, como es su costumbre, eran intervenciones vagas y generalistas. El “informe”, si es que existe, no es público. Cierta habilidad mínima para los números es suficiente para llegar fácilmente a la conclusión de que semejante cifra es muy poco plausible. Siempre he creído que uno de los más serios problemas de nuestra cultura política es nuestra deficiente formación matemática y el que mucha gente haya tragado semejante cifra lo demuestra con creces. Ese valor equivale al 35% del PIB actual del país, si se lo divide para los 10 años del gobierno de Correa, es lo que perdimos por el descenso de exportaciones en la crisis o el costo estimado del terremoto de 2016, y todos sentimos los efectos que una pérdida de esas dimensiones produce en la economía, ¿se imaginan lo que habría pasado si eso era una constante todos los años?
Pero si la fábula de los “hidalgos anti-corrupción” ya sonaba a dislate, habría quien lleve el delirium tremens político a un nivel superior. Hace poco apareció una cifra aún más espeluznante: 70 mil millones. Pero esta vez sí había informe y era -nada más y nada menos- que un informe del BID. Y la prensa, poco dada a leer informes extensos que demandan cierto conocimiento e inteligencia, repitió hasta el cansancio que el correísmo se había “robado” 70 mil millones, como es de suponer las redes sociales reventaron ante semejante “saqueo”. Un diminuto y nefasto funcionario de gobierno hizo romería en los grandes medios para repetir lo mismo. Pero esta vez no solo se trataba de información tendenciosa y manipulada, se trataba de una abierta mentira.
Así es, en ninguna parte del informe se dice que el gobierno anterior haya “robado” semejante cifra. Entonces, los “equipos periodísticos de investigación” infirieron la cifra, ¿sobre la base de qué?, del estado de su gastritis al momento de escribir la nota. Por ejemplo, diario La Hora ponía el alarmista titular de “70 mil millones en pérdidas por corrupción en gasto público durante el correísmo”, en el desarrollo de la nota se dice escuetamente: “teniendo como premisa que el PIB anual del país es de 100.000 millones de dólares y las compras públicas bordean los 16.000 millones, la pérdida anual para el Estado estaría, en por lo menos, 4.000 millones de dólares, solo en adquisiciones”. Y, entonces, el periodismo serio e independiente de este país dedujo lo que solo ellos podrían: si Correa gobernó 10 años, 4 por 10 es igual a 40, entonces por corrupción perdimos 40 mil millones. Así, sin ruborizarse. ¿Ven por qué digo que nuestra deficiente cultura matemática es uno de los principales problemas de la cultura política?
Vamos despacio. En primer lugar, el PIB ahora –insistamos, ahora- es de 100 mil millones, no lo fue desde el principio; de hecho, otra de las muestras de cómo “se lo robaron todo” es que cuando llegó el gobierno de la Revolución Ciudadana el PIB, en términos nominales, estaba en alrededor de 50 mil millones y en los diez años de la “década desperdiciada” se duplicó. En segundo lugar, los 16 mil millones resultan de un impresentable manejo de la información, para empezar se repite el mismo error de bulto, suponer que el volumen de compras públicas fue constante en los 10 años, pero no es lo peor, al parecer extraen el dato confundiendo el denominador. Es decir toman la relación porcentual con el presupuesto del Estado como si lo fuera con el PIB. Me explico, según información del SERCOP, las compras públicas en 2017 representaron el 17,1% del Presupuesto General del Estado, pero respecto del PIB corresponden apenas al 5,1%, dicho aún más claro: los correístas no solo se lo robaron todo, sino que se robaron hasta lo que no había; en 2017 las compras públicas alcanzaron US$ 2980 millones y los correístas se llevaron US$ 4000 millones, un verdadero prodigio de la corrupción. Es más, según los datos públicos, entre 2010 y 2017 la contratación pública apenas superó los 10 mil millones en un año.
Pero La Hora lleva su “rigurosidad” hasta las últimas consecuencias, afirma que “el organismo multilateral añade otras variables al cálculo, que no se refieren a la corrupción sino a la ineficiencia, como las pérdidas por despilfarro y malgasto, lo colocaría el monto de los dineros perdidos en los últimos 10 años en la cifra de los 70.000 millones de dólares”. Y ese numerito si se lo sacan de su máquina de escribir invisible, ¿qué variables? ¿por qué 30 mil más?, ni el más mínimo asomo de explicación, por el contrario, líneas más abajo una analista diciendo que si se tiene en cuenta la “concentración de poder” de Correa la cifra podría ser mayor.
Pero, una vez más, contrastemos estos disparates con lo que realmente dice el informe del BID. De entrada, se aclara que hay muy pocos estudios y que es muy difícil hacer estimaciones precisas sobre corrupción. Teniendo en cuenta este importantísimo presupuesto y algunas referencias como las estimaciones para la UE (sí Europa, la civilizada Europa tiene niveles interesantes de malgasto y corrupción) llega a establecer que se podría decir que en promedio en la región entre el 0,9 y el 2,6% del PIB se pierde por gasto ineficiente. Repitámoslo, gasto ineficiente, es decir, no solo corrupción. El informe apunta que teniendo en cuenta el caso la terrible experiencia de Odebrecht, se puede inferir que las pérdidas apuntan al límite superior (2,6% de PIB). Otro detallito importante, esas pérdidas no corresponden solo a los gobiernos centrales, sino a todo el Estado, incluyendo a los gobiernos locales, así como los datos nacionales de contratación pública tampoco.
Pero, más allá de eso, si se revisa con cierto detenimiento el informe, se pueden hallar algunas cosas interesantes sobre la “década saqueada”. Por ejemplo, existe una marcada tendencia regional a un gasto público muy ineficiente, una de las expresiones de esto es el desbalance entre el gasto corriente y el gasto de capital, pero hay excepciones, cinco países entre los que están Bolivia y, ¿adivinen?, Ecuador. Es decir, el Ecuador está entre los países que mantienen cierto equilibrio entre gasto corriente y gasto de capital. Varios de los indicadores del informe muestran que Ecuador tiene un gasto relativamente eficiente. Uno alucinante, el Benchmarking Public Procurement (BPP) que tiene que ver con la valoración de la eficiencia de inversión pública por parte del sector privado, el Ecuador ocupa el quinto lugar en la región, y está incluido en el grupo que tiene una “fuerte” capacidad de planificación y selección de proyectos de infraestructura.
Más allá del escándalo y el Talk Show que han armado el gobierno y sus medios de propaganda, veamos qué tenemos objetivamente en cuanto a corrupción en el Ecuador. Antes que nada hay que contextualizar, Moreno construyó un gran aparato político y judicial para la persecución del correísmo, es un gobierno plagado de enemigos del correísmo con poderosísimos aliados que han rebuscado hasta el último rincón. Luego de este extenuante trabajo tenemos dos grandes casos de corrupción: Petroecuador y Odebrecht, a los que se suman otros casos como están los de los ministros Aleksey Mosquera y Walter Solís, y los del IESS (Ramiro González e Iván Espinel). En los dos grandes casos se llegó a estimar una cifra de aproximadamente 30 millones en cada uno de ellos, Mosquera se cuenta en esos pagos de coimas. En el caso Solís se habla –aún sin sentencia- de un perjuicio al Estado por 2.4 millones, y lo de González y Espinel suman perjuicios al Estado por 7 millones y 130 mil dólares respectivamente.
Tenemos, entonces, una cifra de alrededor de 70 millones. Condenable desde todo punto de vista, por supuesto, pero no de los niveles absurdos con los que se ha manipulado la opinión pública. Nada más nocivo para el combate a la corrupción que enturbiarla al convertirla en instrumento para perseguir enemigos políticos. Vieja historia en el Ecuador, las élites políticas poniéndose el pie a cada paso, jugando sucio entre ellos todo el tiempo, lo que tristemente hemos vuelto a mirar en estos días. Pero, nosotros estamos obligados a tomar distancia de las “cajas chinas” del pacto gobierno-medios, dudar un poco e informarnos mucho sirve para hacer el trabajo que ni el gobierno ni los medios hacen, promover un debate serio. Avanzar en ello es el modo en que debemos combatir a ese funesto pacto político.