Arturo Belano

En varias ocasiones me he referido a la lucha contra las drogas desde una visión no guerrerista y en franca crítica a la doble moral con la que las sociedades tratan el problema de salud pública que es el consumo inadecuado de substancias estupefacientes y psicotrópicas. He resaltado que mantener una visión de guerra solo nos ha llevado al descalabro social, económico y de salud que tenemos en la actualidad. Es muy placentero notar que el gobierno del Ecuador ha prestado atención a visiones como las expresadas en mis columnas anteriores sobre el tema y ha iniciado, más bien, una campaña de concienciación sobre las consecuencias del consumo problemático de substancias, utilizando a sus propios voceros como muestras fehacientes de lo que hace el consumo indebido de cualquier tipo de drogas.

Partamos por el Secretario de Comunicación, quien parece tener como hábito dar declaraciones en evidente estado de embriaguez o bajo los estragos de alguna sustancia, a lo mejor hongos alucinógenos, las cuales brillan por su desatino que, si no fuera por un notorio problema de salud, debería preocuparnos, como aquella en la que prohíbe la salida del país de cualquier ex funcionario de alto rango cuya gestión se encuentre en análisis en la Contraloría General del Estado, cuando es por todos conocido que esta entidad hoy realiza los exámenes especiales rutinarios al periodo de gobierno que terminó en 2017.

No solo él, también se sumó a esta campaña el Secretario de Gestión de la Política, quien en un exabrupto propio de un consumidor problemático lanza indicaciones, de cierto corte fascista, a los demás ministros para realizar una cacería de brujas al interior de las entidades gubernamentales, con lo cual se rompe el Estado de derecho y la república se convierte, automáticamente, en una extensión de la Santa Inquisición, tan medieval como es. Solo un adicto a determinados alucinógenos podría emitir comentarios de esta naturaleza.

No se queda atrás el Consejero de Gobierno para la supuesta eficiencia del Estado quien, muy suelto de huesos, afirma que Rafael Correa tiene un ejército de “troles” a su servicio y los contabiliza en la cifra de 23 mil perfiles diferentes, los cuales son troles que reciben ingentes cantidades de recursos diarios y que no pagan impuestos porque en sus declaraciones de renta no consta pago alguno. O, peor aún, en clara defensa de los responsables de un robo descarado a los clientes de varios bancos nacionales, dispone un procedimiento administrativo de separación del cargo, del periodista que precisamente denunció este delito. Ambas declaraciones son síntoma inequívoco de alguien que está en un serio problema de salud al ingerir productos que causan adicción, y más alarmante todavía, en horarios de trabajo. Pensar lo contrario sería sostener que el mencionado Consejero es un fascista consumado y no pareciera ser el caso.

Es digno de felicitar, además, que a esta iniciativa se hayan unido los Alcaldes de las ciudades de Quito y Guayaquil. Como recordaremos, Mauricio Rodas, en obvio estado de embriaguez, dio declaraciones públicas, en un evento público, en representación de la ciudad de Quito. Por su parte, Jaime Nebot, en un más que claro “vuelo” (para usar el argot popular) se atreve a afirmar que cuando él fue Gobernador del Guayas se mantuvo el orden y la seguridad de los guayaquileños (no de los guayasenses) con total apego y respeto por los derechos humanos.

Qué decir de las declaraciones del propio Presidente Moreno, llenas de desaciertos, referencias sexuales inapropiadas y mentiras al por mayor que no vale ni siquiera reiterar.

El mensaje es claro para nuestra juventud: “chicos la droga hace que la gente no atine a usar su pensamiento y es capaz de decir cualquier sandez, el consumo lo único que logra es que quienes la consumen saquen al fascista que llevan dentro, así que no sean como estos funcionarios de gobierno, mejor, no usen drogas”.

No se explica de otra forma, la cantidad de torpezas de la gran generalidad de ministros y secretarios de Estado del morenismo, todos, empeñados en alejar a las nuevas generaciones del consumo inadecuado de sustancias estupefacientes y psicotrópicas, hacen uso regular de ellas para mostrar a los jóvenes, de primera mano, los estragos que causan en la mente de las personas. Lo contrario sería reconocer abiertamente la peligrosa vocación fascista, totalitaria y dictatorial de los que ostentan el poder, y su aún más peligrosa intención de llevar a la práctica los preceptos de esta vocación. Y, en el gobierno del diálogo, de todos y todas, del respeto a la libertad de expresión y los derechos humanos, esto no sería posible. ¿Verdad? ¡¿Verdad?!

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