Por Lucrecia Maldonado
Por las redes sociales, que es por donde ahora se vive, algunas personas afirman, muy sueltas de huesos, que ‘la mayoría de ecuatorianos’ han votado por el señor Guillermo Lasso. Incluso ponen una cifra: el 52,36% de ecuatorianos, dicen, y en nombre de eso, defienden que el señor Lasso tiene carta blanca para hacer lo que le dé la gana en nombre de esa estrecha mayoría.
Sin embargo, algunas simples operaciones aritméticas podrían desmentir esta afirmación.
En primer lugar, la población del Ecuador es de aproximadamente 17’370.000 millones de personas. Por Lasso votaron 4’656.426. A simple vista, no es precisamente el 52,36% de ecuatorianos.
Alguien podrá decir que se está hilando muy fino. Y puede ser así, entonces podremos centrarnos solamente en la población empadronada, es decir ecuatorianos en capacidad de votar: 13’107.457 individuos. Pues ni así alcanza: 4’656.426 individuos no constituyen el 50% de la población empadronada. Es apenas el 35,52% de los empadronados.
Obviamente, según este mismo argumento, el porcentaje de votos de Andrés Aráuz sería menor aún. Pero no vamos a eso. Estamos, simplemente, desmintiendo que el 52,36% de ecuatorianos, como se afirma alegremente por ahí, haya elegido a Lasso. Y por hacer un cálculo y una afirmación típicos de la prensa oficial, podríamos decir que el 64,48% de ecuatorianos empadronados estaban en contra de Lasso.
Entonces la representatividad del candidato elegido disminuye notablemente. Está en minoría, y desde esa minoría pretende ejecutar acciones que afectan a todo un país escudándose en las supuestas cifras de una mayoría ‘absoluta’.
Por otro lado, desde esa postura, el presidente, amparándose en el proclamado 52,36% que en realidad es un 35,52% pretende, por ejemplo, entregar los bienes del país, ‘concesionarlos’ a empresas extranjeras sin que medie ni siquiera una intención de consulta popular.
Pretende también eliminar una Ley de Comunicación que protegía a la población de los abusos de la prensa, cosas así, para su 35,52% de ecuatorianos empadronados.
Es difícil saber qué quiere la real mayoría de ecuatorianos. Pero sí es sencillo saber qué necesitan: servicios públicos de calidad, acceso a la vivienda, educación, salud, estabilidad, trabajo digno, seguridad ciudadana. Y de esas necesidades debería ocuparse el estado desde su particular visión de la cosa pública, para todos: para quienes lo eligieron y para quienes no lo hicieron. En un mundo ideal sería así.
Pero ya desde sus primeros pasos, y tan solo a una semana después de su acto de posesión, el señor Lasso está demostrando que gobierna para los mismos poderes que cooptaron al anterior, quizá con un poco menos de hipocresía, pero con la mejor intención de seguir favoreciendo a las minorías y dejando en la más dura desprotección a las enormes mayorías afectadas por un gobierno desastroso, una crisis inducida y una pandemia manejada por las peores intenciones del peor gobierno de la historia.