Por Gonzalo J. Paredes

No soy periodista, pero he visto de cerca sus complejidades y premuras. No es solo redactar y publicar una información. Es buscar la verdad, tarea encomiosa en un país donde los medios de comunicación y sus adalides la han marginado sistemáticamente para envestirse de poder. Con la llegada de las redes sociales y las transmisiones en vivo, muchos en la profesión encontraron nichos donde no solo buscaban esquivar la línea editorial (y los intereses particulares) de los diarios y canales de televisión, sino captar una facción de poder por fuera de los cauces democráticos.

El programa de La Posta en TC Televisión es la más grande muestra de decadencia del periodismo ecuatoriano. Una combinación de ignorancia, libertinaje y ambición por el poder. Este declive gradual surgió cuando los medios de comunicación se reconocieron así mismo como un contrapoder, pero se aceleró el paso con su inquebrantable defensa por el establishment económico que los financia y los sustenta y la telaraña de intereses tejida sobre lo que publican.

Luis Eduardo Vivanco y Andersson Boscán son el resultado de esta prostitución del periodismo. Fueron víctimas de una maltrecha formación, hace tiempo dejaron de serlo: matizan sus persistentes limitaciones (“no habíamos entendido la connotación visual en televisión”), destacan su cinismo (Foto del grafitti / Foto de Teleamazonas en llamas) y se regocijan en sus perversidades (“en los aviones llevaban droga”). Se formaron de esa manera y no encontraran otra para desenvolverse en el periodismo. Es su naturaleza.

Después del programa del domingo, en una jornada maratónica por salvar el espacio en señal abierta, las contradicciones de sus argumentos eran evidentes. En el space con Alondra Santiago se profundizaron. El martes se anunciaba su salida del aire. ¿Esto fue producto de la oposición ciudadana en las redes sociales y del debate entre intelectuales? Yo creo que no. Algo más se fraguó entre el lunes y el martes, un objetivo mucho mayor que sostener un programa al aire: la eliminación de la Ley de Comunicación. Los sucesos del juicio al Diario El Universo y las repercusiones que tuvo, le respiraban en la nuca a Vivanco y Boscan.

Los dardos a Leónidas Iza resucitaron una vez más la justificación de la Ley de Comunicación impulsada por Rafael Correa (aún vigente), colocaba en el debate su necesidad y destruía el principio de autorregulación impulsada por el presidente de la República Guillermo Lasso. Por eso, un Vivanco desesperado afirmaba “no hay filtros, nosotros somos los culpables”. Acto seguido, TC Televisión prometía correcciones. Si Leonidas Iza entablaba el juicio por todos los delitos cometidos en el programa, el canal no se salvaba. Esto significaba regresar a 2011, con un jaque mate no solo a la derogación de la Ley de comunicación, inclusive la deslegitimación de los resultados del juicio en la Corte Interamericana de Derechos humano por el caso “El Universo” (informe a presentar en los próximos días).

Y es que Luis Eduardo Vivanco y Andersson Boscán iban a ser para TC Televisión, lo que Emilio Palacio para El Universo, un fatídico error.

Y es que nadie los obligó a ser lo que son, una consecuencia de su propia naturaleza malsana.

Por Editor