Uno de los lados más oscuros del periodismo contemporáneo ecuatoriano quedó al descubierto la semana pasada con la ya célebre No hay plata para la pauta que le espetó el alcalde de Quito al periodista Luis Eduardo Vivanco, quien, jugando en su cancha -Twitter, el mundo online, el sarcasmo- recibió una respuesta que lo desnudó y lo dejó con sus pequeñeces colgando en el aire indeciso del verano quiteño.
Si aquello ya era grave -porque la finura tuitera de Yunda sugería que Vivanco y sus socios de La Posta se mueven al ritmo de quien paute en sus programas- lo verdaderamente lamentable vino después, cuando las respuestas del periodista terminaron por mostrarlo ya no solo al desnudo sino además sin vergüenza alguna: primero eludió el tema de las pautas y se fue por el ataque personal, luego -como no podía ser de otra manera- vino la inevitable mención a Rafael Correa y terminó despidiéndose con una burla barata.
Se había despedido ya, pero luego volvió a escribir y se volvió a despedir. Un análisis básico de ingeniería social o un análisis de contenidos somero permiten identificar el nivel de descontrol al que había sido llevado el periodista.
Al día siguiente, ya repuesto del golpe, Vivanco vuelve a intentar dar por terminada la coyuntura y, “para zanjar el tema” reconoce que recibía pauta publicitaria del Municipio de Quito en tiempos de Mauricio Rodas.
Aun faltaba lo mejor: el refrito de amenaza, chantaje y “pica” con el que se desvela uno de los lados más oscuros del periodismo contemporáneo ecuatoriano, póngale usted el nombre que le parezca más apropiado.
Vivancos más, Vivancos menos, vamos a lo de fondo: el periodismo ecuatoriano está en crisis. No sufre de ataques de gobiernos dictatoriales como en tiempos del Plan Cóndor en el sur del continente. No enfrenta a mafias paramilitares o a la narcoguerrilla que acaba con sus vidas como en la Colombia de Pablo Escobar y en ciertas regiones de México y Centroamérica. Es una crisis de mediocridad. Es una crisis, también, de concubinato con el poder y de proselitismo taimado; es falta de ética y de respeto a los códigos deontológicos de la profesión.
En una entrega anterior había escrito “La debacle deontológica en la que están sumidos los grandes medios de comunicación ecuatorianos, se está llevando consigo el prestigio de una profesión tan noble y necesaria para la sociedad como el periodismo […] En el futuro, los programas humorísticos podrían hacer parodias del periodista corrupto como ahora las hacen de los vigilantes de tránsito inmorales”.
¿No se llenó acaso Twitter de memes en esta semana por el caso de la pauta?
No es lo mismo hacer un meme -irrespetuoso, pero liviano- sobre la vejez de un periodista al que todos conocimos desde niños, que otro sobre la sospecha de que las pautas publicitarias condicionen la opinión o el ánimo investigativo de un medio digital que tiene más de 160 mil followers en Twitter.
Entendamos la gravedad del tema: un alcalde asigna fondos públicos -atención: fondos públicos- que le facilitan la operación profesional a un periodista de opinión e investigación que tiene una plataforma online con la que influye en la opinión ciudadana. Así Vivanco sea un sol de la ética, la práctica antes descrita es de alto riesgo, no es ética, no es saludable. Y es muy común.
Pienso en los periodistas en formación, quienes por su juventud han de sentir empatía por profesionales del mundo online, disruptivos, políticamente incorrectos, etc., como Vivanco y otros. Cuando estos nuevos periodistas empiecen a ejercer su profesión, con la que ayudarán a guiar la opinión ciudadana, ¿pensarán financiar sus emprendimientos como lo ha hecho La Posta con el Municipio de Quito? ¿Lo verán como algo normal? ¿Tal vez como algo deseable?
No hay plata para la pauta reveló un conflicto antiguo: ¿qué intereses defenderá un periodista si de un lado está quien lo financia y del otro está la ciudadanía? ¿A quien va a investigar un periodista: a quien lo financia o a quien no?
¡Cuán necesaria es una ley de comunicación que promueva la idoneidad de los protagonistas de la información, de la investigación y de la opinión! ¡Cuán necesario es diversificar entre medios públicos, privados y comunitarios! ¡Cuán necesario es transparentar las fuentes de financiamiento de los medios de comunicación!
Hacia allá íbamos, con errores en el camino correcto. Ahora, luego de que fuera destripada la ley que sí teníamos, solo sabemos que no hay plata para la pauta.