Editorial 10 RutaKrítica
Estados Unidos y Ecuador firmaron, el 25 de abril, varios acuerdos bilaterales para la lucha contra la “delincuencia organizada transnacional”. Todos ellos son documentos secretos, no se conoce su contenido ni el costo financiero para cada uno de los países. Uno de los documentos suscritos es un memorándum de entendimiento para el intercambio de información y experiencias sobre el tráfico de narcóticos y sustancias psicotrópicas, delitos financieros, transfronterizos y conexos.
Firmaron los acuerdos secretos el embajador estadounidense Todd Chapman, el entonces ministro del Interior César Navas, Yvette Searight, agregada del departamento de seguridad Nacional de EE.UU.; Gene Hawk, subdirector regional de la DEA para Ecuador y Venezuela; y Nelson Villegas, jefe de Estado Mayor de la Policía de Ecuador.
Todo esto que parece normal no solo crea más de una sospecha sino que deja entredicho un elemento clave para el análisis de la relación de EE.UU. y Ecuador con la lucha antidrogas: ¿será un combate a cualquier precio? ¿Aún a costa del ya desplazamiento forzado de poblaciones enteras dentro del mismo territorio ecuatoriano? ¿Implica esto, por ejemplo, que los refugiados colombianos no tendrán ya cabida en Ecuador? ¿Se desatará una guerra sin tregua en las zonas fronterizas con apoyo militar logístico y de inteligencia de EE.UU.?
El embajador estadounidense más mediático que hemos tenido en los últimos tiempos explicó con su elocuencia: «Estamos aquí para confirmar nuestra disposición para cooperar en la lucha contra el enemigo que tenemos en común: organizaciones criminales transnacionales, que traen violencia y sufrimiento e impide que nuestros pueblos avancen hacia la paz y prosperidad», dijo Todd Chapman.
Y bajo la muletilla de siempre (“Todos los países tenemos que unirnos”) el ex funcionario de la CIA ha dejado en claro que en adelante tendremos un escenario de “colaboración estrecha”. ¿Por qué si todos los países tenemos que unirnos no se firman acuerdos con los países de la UNASUR, China o Rusia? Buena parte del consumo de drogas va para Europa y Asia y por lo mismo: ¿no habría que contar con todos los países de esos continentes también?
Aquí queda claro que Ecuador perdió su soberanía y autonomía en la lucha contra los grupos criminales, pero sobre todo cada vez es mucho más evidente que detrás de los atentados, secuestros y acciones de terrorismo hay una estrategia para obligar al gobierno nacional a someterse a la política estadounidense de seguridad. Y eso ocurre gracias a una ausencia de debate interno sobre el tema, al resultado de una consulta popular que le dio carta blanca al Gobierno bajo el amparo de un conjunto de actores políticos y mediáticos que imprimen el ritmo de la política con base en la presión diaria de analistas y entrevistas que socavan toda reflexión madura y en función de los intereses nacionales.
Por eso se entiende la salida de dos ministros y el nombramiento de sus reemplazos a figuras vinculadas a la derecha socialcristiana y al ala militarista de las Fuerzas Armadas. Y por tanto en el futuro inmediato tendremos una “paz violenta” que devendrá en desplazamientos forzosos de campesinos y poblaciones, persecución indiscriminada y especializada, tal como ocurrió en su momento en México y Colombia tras la firma de “acuerdos de cooperación” mutua.
Solo cabría una pregunta inocente: ¿Esos acuerdos también conllevan la presencia de hombres y mujeres armados de Ecuador en Estados Unidos para combatir la violencia en las universidades donde se asesinan a estudiantes sin que ninguna autoridad pueda detener esas masacres que llevan más de un millar de muertos?