El coronavirus y la sociedad de la mentira global

Durante el año pasado se registraron en España 277.000 casos de cáncer. La mitad de los enfermos morirán en un plazo inferior a cinco años, sufriendo durante el resto de su vida un calvario indecible de idas y venidas al hospital, de quimio y radioterapia, de dolor y sufrimiento y de miedo indescriptible. En una sociedad avanzada y civilizada, las investigaciones para curar o paliar el cáncer, las enfermedades cardíacas y las degenerativas deberían ocupar un lugar preeminente, dedicándoles todos los medios económicos posibles. Del mismo modo, en un mundo civilizado y justo, la Organización Mundial de la Salud, en vez de callar, debería denunciar los precios altísimos de los tratamientos para esas enfermedades que están arruinando a los sistemas estatales de salud, declarar la libertad de todos los países copiar cualquier medicamento que sirva para mejorar la vida de los enfermos y condenar el reparto mafioso y monopolístico de los nuevos tratamientos por parte de los grandes laboratorios. No lo hace, mira para otro lado, y la curación de esas enfermedades que tanto dolor causan a tantísima gente se pospone hasta que la mafia quiera. 

El año pasado murieron en Españapor accidente laboral casi setecientas personas, resultando heridos de gravedad o enfermos debido al trabajo varios miles de personas. Las causas están claras, precariedad laboral, jornadas interminables, destajo, escasas medidas de seguridad y explotación. Ningún organismo estatal ni mundial alerta sobre el deterioro de las condiciones de trabajo ni esas víctimas, que podrían haberse evitado con muy poca inversión, abren los telediarios ni ocupan más de su tiempo.

No creo que nada de lo que pasa en el mundo sea por casualidad, ni que los informativos ignoren inocentemente el número de muertos por guerras absurdas que cada año asolan al mundo de los pobres

En 2019, seis mil españoles murieron de gripe, una enfermedad tan común como el sarampión que  mata todos los años a miles de personas en África sin que la OMS exija a los Estados miembros que aporten las vacunas necesarias -que valen cuatro perras- para evitar ese genocidio silencioso. Al fin y al cabo, la mayoría son negros.

En 2018, más de cuarenta mil personas murieron en España por la contaminación ambiental, siendo directamente atribuibles a esa misma causa el fallecimiento de ochocientas mil personas en la Unión Europea y casi nueve millones en el mundo, aparte de los millones y millones que padecen enfermedades crónicas que disminuyen drásticamente su calidad de vida.

En 2017 más de seis millones de niños murieron de puta hambre en el mundo mientras en los países occidentales se tiran a la basura toneladas y toneladas de alimentos. Ese mismo año, más de dos mil millones de personas trabajaron jornadas superiores a 15 horas por menos de 10 euros al día. Ningún informativo, ningún periódico, ninguna radio lleva días y días insistiendo machaconamente en esa tragedia que martiriza a diario a media humanidad y amenaza con llevarnos a todos a condiciones de vida insufribles.

La suspensión del Congreso Internacional de Móviles de Barcelona -Congreso que probablemente no se vuelva a celebrar tal como lo hemos conocido en años sucesivos- no se debió al coronavirus, sino a la exhibición que las grandes tecnológicas chinas iban a hacer sobre sus avances en el 5G

Hace unas semanas surgió en una región de China un virus que causa neumonía y tiene una indicencia mortal menor al uno por ciento. Los medios de comunicación de todo el mundo, acompañados con las redes sociales de la mentira global, decidieron que ese era el problema más terrible que había azotado al mundo desde los tiempos de la peste bubónica del siglo XIV que diezmó la población de Europa en casi un tercio. No hay telediario, portada de periódico por serio que sea o red social en la que el coronavirus no ocupe un lugar preferente y reiterativo hasta la saciedad, como si no tuviésemos bastante con las enfermedades ya conocidas que matan de verdad a muchísima gente después de largos periodos de sufrimiento y tortura vital. No sé como surgió ese nuevo virus, tampoco si es nuevo, carezco de conocimientos científicos para ello, lo único que sé es lo que cuentan los especialistas, y es que apenas mata ni deja secuelas importantes. Pese a ello, a que lo saben, los informativos siguen creando alarma a nivel mundial. ¿Por qué?

No creo que nada de lo que pasa en el mundo sea por casualidad, ni que los informativos ignoren inocentemente el número de muertos por guerras absurdas que cada año asolan al mundo de los pobres. Vivimos un tiempo de relevos, la potencia hegemónica –Estados Unidos– tiene por primera vez desde el final de la Guerra Fría un serio competidor que se llama China. Ese competidor fue alimentado desde los años ochenta por las potencias occidentales debido a su enorme población, a su pobreza y a los salarios bajísimos de sus trabajadores. Han pasado cuarenta años y lo que entonces pareció una decisión magnífica para acabar con los Estados del Bienestar, abaratar costes e incrementar riquezas de modo exponencial, ha tomado otro cariz y ahora esa potencia pobre produce casi el 18% de todo lo que se fabrica en el mundo y está en disposición de dar el gran salto que la coloque en como primera potencia mundial, algo que será inevitable haga lo que haga Trump y sus amigos porque tienen el capital, la tecnología y la mano de obra necesaria. La suspensión del Congreso Internacional de Móvilesde Barcelona -Congreso que probablemente no se vuelva a celebrar tal como lo hemos conocido en años sucesivos- no se debió al coronavirus, sino a la exhibición que las grandes tecnológicas chinas iban a hacer sobre sus avances en el 5G. Se trataba de impedir de cualquier manera que los chinos pudiesen demostrar que hay campos en los que ya están por delante de Estados Unidos y, por supuesto, de Europa. No hay otra explicación ni otra razón. Con la cancelación del congreso de Barcelona y la información apocalíptica sobre las consecuencias de la expansión del coronavirus se daba un paso más en la nueva guerra fría que se ha inventado Donald Trump, dejando claro a China que todo vale en la guerra y que su ascenso al primer puesto les va -nos va- a costar sangre, sudor y lágrimas.


¿En dónde quedó la compasión?

Por Lucrecia Maldonado

Se produjo lo que era de esperarse: apareció el primer caso documentado de coronavirus en el Ecuador. Una mujer mayor, de setenta años de edad, llegada desde Europa en días pasados, se encuentra en la unidad de cuidados intensivos de un centro médico de Guayaquil, afectada por esta enfermedad.
Las reacciones de diverso tipo y a nivel de todo el país no se hicieron esperar: miedo, sobre todo, incluso en los más recónditos lugares del Ecuador, como si el virus ya estuviera tocando a la puerta de cada casa. Compra desaforada de mascarillas y gel desinfectante en las farmacias. Hasta agotar stock, diríamos. Cada uno corriendo por su vida sin que le importe medio pepino la del resto. Y luego, ya gente andando con la mascarilla puesta, por ejemplo… en Quito. ¿Se entiende?
Otro aspecto de esta reacción es la proliferación de rumores, noticias falsas y premoniciones apocalípticas. La cifra oficial de personas que tuvieron contacto con la señora es de ochenta. Pero ya se oye por ahí: “qué van a ser ochenta, por Dios: solo contando todos los empleados de aeropuertos, todos los que se sentaron a su lado en las salas de preembarque, los que estaban en la misma ciudad, los que estaban en la vereda de enfrente…” ¡Y así! De lo que se deduce que sembrar pánico es una de nuestras actividades favoritas, porque además las redes sociales se inundan de audios de dudosa autenticidad que cuentan su propia versión del caso confirmado de coronavirus en Ecuador.

Después de que la infortunada mujer presentara los primeros síntomas de la enfermedad, sin embargo, es el momento en donde se desata la estupidez humana con mayor virulencia y absurdo: se filtran algunos partes médicos (¿no es confidencial la información sobre cualquier persona enferma?, no se sabe si falsos o verdaderos; gente inescrupulosa e irrespetuosa busca el perfil de redes sociales de la señora en cuestión y se ponen a comentar sus publicaciones en tono agresivo porque… ¡porque está enferma después de haber contraído el coronavirus! ¿Han visto algo más absurdo?
Más allá de las fronteras, el Ecuador siempre ha tenido fama de ser un país de gente generosa y servicial. Mucho se suele hablar de la solidaridad y de la generosidad de sus habitantes. Sin embargo, conductas como la mencionada en el párrafo anterior no solamente que causan dudas al respecto, sino que nos hacen cuestionar sobre el sentido común de la población ecuatoriana en general. Es como insultar a cualquier enfermo o enferma de cualquier trastorno o problema. Y aparte de la total inutilidad de la acción, ¿qué pretenden? ¿Desahogar su miedo a través de comportamientos incalificables, burdos y absurdos?
Uno de los motores del progreso y las grandes gestas de la humanidad ha sido la compasión, esa capacidad de sentir malestar por el sufrimiento ajeno, y el impulso de hacer algo para paliarlo, o por lo menos para acompañar y sostener a quien lo padece. ¿Será que aquí se nos perdió? ¿Cómo la vamos a recuperar? ¿Qué vamos a hacer para que venga en el equipo de las siguientes generaciones y se desarrolle adecuadamente?


El virus que Donald Trump necesitaba

Por Juan Fernando Terán

Si las personas creen que algo es real, entonces ese algo tiene consecuencias reales”. Esta frase resume la premisa a partir de la cual los Interaccionistas Simbólicos acometieron el estudio de lo social unas cuantas décadas antes de que los psicólogos recibieran el Nobel por “descubrir” que los agentes económicos no son racionales, ni coherentes, ni informados.

Dado que aquella frase nos evita entrar en el debate sobre si la epidemia asociada al coronavirus es real o no, mejor esbocemos algunas de sus consecuencias.

Estados Unidos, un país en vías de desarrollo

Dos días antes de que el primer afectado por el coronavirus muriese en el Estado de Washington, el gobernador Jay Inslee respondió a un mensaje del vicepresidente Mike Pence indicándole que él se sentiría mejor si Donald Trump y sus funcionarios se “aferrasen fuertemente” a la ciencia para hacer políticas públicas. Su respuesta reflejó lo que miles de estadounidenses pensaron cuando comentaban que tenían “el peor gobierno de la historia” y “el Presidente más peligroso del mundo”.

La indignación era justificada. Además de que había reducido previamente el presupuesto público para controlar enfermedades infecciosas,  Trump delegó la responsabilidad de combatir la epidemia a Pence, un político de extrema derecha conocido por utilizar la biblia para restringir la enseñanza de la ciencia, para obligar a las mujeres a tener hijos, para enviar mensajes esperanzadores o para fomentar creencias que creacionistas, terraplanistas o pentecostalistas defienden con vehemencia.

Culturalmente, sin embargo, la decisión de Trump es adecuada.  Durante el siglo XX, Estados Unidos cultivó las condiciones para convertir a su lento ocaso imperial en un acelerado ingreso al realismo mágico. Los valores, las instituciones y los derechos promovidos por los ilustrados revolucionarios estadounidenses desaparecieron hace mucho tiempo atrás en una sociedad donde la mayoría de la población convierte al consumo en su motivo laboral, desconfía de las personas educadas y combate al homosexualismo por ser la “última arma del marxismo”.

En Estados Unidos, la política del absurdo tiene mucho sentido. Por eso, cual si estuviese en una comarca cuántica donde “tus átomos se convierten en míos y mis átomos se vuelven en los tuyos”, Trump quitó las preferencias arancelarias a 24 países argumentando que “China es vista como un país en desarrollo. India es vista como un país en desarrollo. Nosotros no somos apreciados como un país en desarrollo. En lo que a mi compete, nosotros también somos un país en desarrollo.”

“China es el verdadero enfermo del Asia”

El Wall Street Journal intituló así un articulo que se sumó a miles de mensajes dirigidos a reiterar que China es la gran amenaza para el resto del mundo. Y para lograr este objetivo de la política exterior estadounidense, el coronavirus llegó en un momento muy oportuno para quienes tendrán que hacer campaña electoral con el “peso” de las guerras anunciadas pero no ganadas.

Trump ha estado promoviendo una política económica que se sintetiza en el eslogan “Hacer que América sea Grande Nuevamente” (MAGA). Para lograrlo, él convirtió a la guerra comercial con China en el elemento central para alcanzar una victoria “inmensa” que debía aumentar el empleo, fomentar el predominio científico y recuperar la dignidad nacional.

Para la estrategia MAGA, el año 2019 fue bastante agridulce. Si bien Trump logró mantener aranceles en contra de decenas de productos chinos, los manufactureros y agricultores estadounidenses levantaron sendas quejas por una guerra comercial que les impide traer su propia producción industrial desde China o vender alimentos a los consumidores asiáticos.

Durante décadas, la globalización generó cadenas de producción “deslocalizadas” en las cuales varios eslabones de valor residen fuera de Estados Unidos. Por ejemplo, un taladro Black & Decker podría ser diseñado por ingenieros alemanes, fabricado por chinos con metales extraídos por argelinos y comercializado por canadienses en Boston.  Por ello, en un mundo con altos niveles de interdependencia económica, los promotores de la MAGA parecían tener el fracaso asegurado. Solo era cuestión de tiempo antes de que, como hubiera dicho George Orwell, los animales de la granja comiencen a rebelarse contra los sueños autoritarios del gran hombre blanco controlador.

De hecho, apenas unas pocas semanas antes de que el brote de Coronavirus fuese conocido, Estados Unidos coleccionaba más fracasos que victorias en su guerra económica. En una “tregua” pomposamente denominada “la primera fase de un gran acuerdo”, Trump apenas logró restituir aquello que ya existía antes del inicio de sus agresiones, dígase, que los chinos le compren unos USD 50 mil millones en productos agrícolas estadounidenses por año. Y… ¡¡semejante relajo para esto!! ¿Acaso China no hubiese adquirido esa cantidad y mucho más?

Para consolidar una victoria pírrica y mostrar “buena voluntad”, el peor gobierno de la historia (en Estados Unidos) dejó de acusar a China de manipulador monetario. No obstante, ante la fragilidad de los resultados comerciales, Trump continuó presionando y abrió otro frente de conflicto que la prensa denominó “la guerra tecnológica”. Tampoco le sirvió de mucho pues, a pesar de las retaliaciones basadas en supuestos riesgos a la seguridad estadounidense, varios países europeos afirmaron su interés de trabajar con Huawei en la implementación de tecnologías 5G.

Desde adentro y desde afuera de Estados Unidos, las guerras para “Hacer a América Grande Nuevamente” estaban, simplemente, haciendo agua. Y en eso llegó el “Virus de Wuhan”.

El FMI dice que no pasará nada

Fieles a sus viejas metodologías e irrenunciables intereses, los economistas ortodoxos sostienen que la epidemia generada por el coronavirus no tendrá mayores implicaciones. Hasta principios de marzo del 2020, aquellos decían que no pasará nada a pesar de la dislocación de la logística internacional de bienes y servicios, la reducción el precio del petróleo, la sobreoferta de minerales, la caída de las acciones tecnológicas o las pérdidas en los futuros agrícolas.

No pasará nada pues el PIB chino y el PIB global apenas disminuirán en décimas porcentuales. Eso es aquello que nos dicen quienes asumen una visión estática de los procesos económicos y políticos internacionales o, mejor dicho, eso es aquello que nos pregonan quienes no pueden admitir públicamente otra cosa. Si abandonamos esa falsa apariencia de “técnica económica”, sin embargo, las consecuencias si podrían ser mayores pues lo que Trump no logró en la mesa de negociaciones, él podría ganarlo en la mesa de operaciones.

Según lo que el Banco Mundial solía admitir antes sin mayores tapujos, China debía convertirse en la economía más grande del mundo hasta máximo la primera mitad de la actual década. Entre otras cosas, el ascenso económico chino implicaba (e implicará) un severo golpe para las instituciones multilaterales controladas por Estados Unidos, un desplazamiento paulatino del dólar como moneda de reserva internacional, un cambio en la hegemonía de las relaciones comerciales en el mundo y una creciente brecha científica y tecnológica a favor de China.

Para responder a esos desafíos, los combatientes de la MAGA no tendrán armas económicas contundentes contra un país donde más 8 millones de chinos se graduaron de instituciones de educación superior en 2019. No obstante, a pesar de que esta ventaja competitiva dinámica lo resume y lo dice todo, Trump y sus votantes esperan que lo inevitable no suceda. Y el milagro podría sucederles a los creyentes.

Después del coronavirus, otra será la economía política de los flujos transnacionales de capitales, personas, insumos, productos y servicios. Si Usted fuese un jubilado que solía capitalizar sus ahorros a través de la especulación financiera, ¿permitiría que su corredor de bolsa compre acciones de empresas con sede o sucursales en China? Si Usted fuese un científico, un ingeniero, un arquitecto u otro profesional “valioso”, ¿aceptaría un trabajo en China con el riesgo de perder su vida en cualquier momento? Si Usted fuese un político italiano, ¿fomentará entusiastamente la Ruta de la Seda que unirá a China con su país?

Las caídas coyunturales en los precios de activos financieros o reales podrían ser el prolegómeno de una gran transformación estructural a múltiples niveles. Los beneficiarios del coronavirus no serán, ni primaria ni principalmente, las transnacionales farmacéuticas. No es tan simple la historia.

El Imperio Estadounidense, que ha permanecido en guerra 222 de sus 239 años de existencia, acaba de ganar un poco tiempo para imponer su agenda de agresión económica, política y militar contra el resto del mundo… Y todo gracias a una epidemia que Trump dijo que es “otra mentira más” de los demócratas. ¿Sabía Usted eso?


El Covid-19, el neoliberalismo y las medicinas genéricas

Por Juan Fernando Terán

Las cadenas de producción y las redes de logística de mercancías están experimentando serias disrupciones debido a la difusión internacional del Covid-19. A diferencia de sus predecesores, el nuevo coronavirus está propiciando “el descubrimiento” de las fragilidades de “la globalización”, es decir, del desplazamiento a larga distancia de personas, bienes y capitales. En este mismo instante, muy posiblemente, muchos estadounidenses estarán dándose cuenta que no ha sido tan buena idea ensamblar mascarillas en El Salvador con algodón de Egipto.

La apología de la globalización está experimentando un mal momento. Pero ya le pasará. En unos cuantos meses, cuando el Covid-19 devenga en una enfermedad normalizada, el discurso neoliberal volverá con sus cantos de sirena para engatusar a distraídos y desesperados. Antes de que lo haga, sin embargo, vale recordar algunas cosas y ponerlas en perspectiva.

Conocimiento, imaginación y estilo son tres ingredientes necesarios para inventar una buena fábula. Lamentablemente, aquello no caracteriza a los conservadores estadounidenses que articularon y difundieron el “Consenso de Washington”. Por eso, cuando sus recetas llegaron a oídos de nuestras oligarquías criollas y sus portavoces, el neoliberalismo devino en un discurso de fácil repetición que plantea absurdos pretendiendo sustentarlos en las teorías de los economistas clásicos y neoclásicos. Pero eso no es así…. para ser justos con Adam Smith o Alfred Marshall.

En América Latina, Bolsonaro, Macri o Lasso repiten el mantra neoliberal sin verificar nada o entender mucho. Para ese tipo de personajes, el comercio internacional es una actividad en la cual “todos ganan”. Para que así suceda, según dicen los libros de emprendimiento que los políticos suelen comprar en los supermercados, las personas, los territorios o los países deben dedicarse a proveer aquellos bienes o servicios en los cuales podrían ser los productores “más eficientes”.

Para saber a qué entregar sus esfuerzos, el agente económico podría juzgar su eficiencia de dos maneras. O bien el agente busca la actividad en la cual nadie podría ser más productivo que él (ventaja absoluta), o bien el agente trabaja en una actividad en la cual él es más productivo con respecto a una actividad alternativa que él podría realizar también (ventaja relativa). En concordancia con esta última posibilidad, por ejemplo, para que Usted se dedique al cultivo de bananas, no se requiere que Usted sea el mayor productor de bananas de todo el mundo… solo se solicita que Usted sea más productivo cultivando bananas que sembrando café.

Si estas recomendaciones son implementadas, según la ideología neoliberal, el comercio internacional producirá escenarios favorables para todos porque las personas, territorios o países se habrán especializado en aquello para lo cual tienen ventajas competitivas. Cuanto más extrema sea esa especialización, mejor será el resultado, nos dicen con entusiasmo.

A los aprendices de Esopo, sin embargo, no les preocupa que, a consecuencia de la especialización productiva favorecida por la globalización, la India se haya convertido en el proveedor del 80% de los principios activos con los cuales se fabrican medicinas genéricas en todo el mundo. Y… ¿cuál es el problema? Ninguno, solían decir sin tapujos los neoliberales antes del arribo del Covid-19.

En la semana pasada, sin embargo, para poder asegurar la salud de una población superior a 1.339 millones de personas, para

resguardar un inventario de medicamentos susceptible de agotarse en unos tres meses, la India estableció restricciones a las exportaciones de unos 26 principios activos relacionados con la fabricación de medicinas o antibióticos como paracetamol, aciclovir, metronidazol, neomicina, tinidazol, ornidazol, cloranfenicol, clindamicina y eritromicina. La restricción comercial se aplicará incluso a mascarillas, guantes y vitaminas B1, B6 y B12.

¡Bien por los Indios! pero…. ¡muy mal para el resto de nosotros!. Como lo evidencia este caso digno de caricatura, la mano invisible del mercado no produjo resultados donde todos pueden ganar. A largo plazo, no fue así. La especialización productiva solo generó la dependencia de millones de personas con respecto a lo que unos cuantos agentes económicos hacen o dejan de hacer.

Para ocultar esta potencialmente trágica configuración de las articulaciones entre agentes económicos localizados en distintas partes del mundo, los neoliberales utilizaron durante décadas el concepto de “interdependencia” para hacernos sentir optimistas ante la destrucción de los aparatos productivos nacionales, ante la pérdida de soberanía de los consumidores o ante los abusos de las empresas transnacionales oligopólicas.

En un planeta donde la vida de las personas no tiene el mismo valor, “la interdependencia” es un cuento. En el capitalismo, el reparto de pérdidas o ganancias no es simétrico sino desigual.

La globalización colocó a unos productores o consumidores a merced de otros productores o consumidores, independientemente de la existencia o inexistencia de instituciones o regímenes multilaterales para generar una convivencia lo más pacífica posible entre las naciones.

Y esto ya lo advirtieron los economistas heterodoxos y los ecologistas irreverentes que denunciaron el desperdicio energético implicado en el transporte de manzanas desde California para su consumo en Londres, una ciudad que no produce alimentos porque escuchó las voces conservadoras que le invitaron a especializarse en su mayor ventaja comparativa, las finanzas.

También, las absurdas y potencialmente trágicas consecuencias de la globalización fueron destacadas por los gobiernos progresistas latinoamericanos que pregonaron la necesidad de construir “soberanía” en alimentos, energía, tecnología, información o medicina.

En un mundo donde la interconexión creciente de personas puede generar externalidades negativas y caóticas, la provisión de “bienes públicos regionales” constituye una propuesta que sí es eficiente, eficaz y efectiva desde una perspectiva intergeneracional. La configuración de una empresa pública de medicamentos para América del Sur no era ni es una expresión de “romanticismo izquierdista sesentero”, como suelen criticar aquellos neoliberales criollos que, paradójicamente, se aferran a ideas del siglo XVIII (que no han leído ni entendido).

En sociedades complejas, alcanzar economías de escala mediante la especialización productiva o la concentración espacial no es lo único posible ni deseable. Y esto será lo que nos recordarán las victimas del coronavirus o, mejor dicho, las victimas de una ideología política de baja calidad intelectual que destruye aparatos productivos y arrasa con sistemas de salud a nivel global.

Pero… ya le llegará su hora al neoliberalismo y a sus feligreses.


Pandemia en su “sutil” cotidianidad


Por Jhomayra Gavilanes

El Coronavirus ha sido discutido mundialmente, sobre todo por una escalofriante sospecha de interés económico, ya que posiblemente se encuentra patentado. La empresa Pirbright Institute, miembro del Consejo de investigación de Biotecnología del Reino Unido, el 23 de julio del 2014, presentó una solicitud de patente, y habría sido aprobada en EE.UU. el 20 de noviembre del 2018.
Una vez más el mundo es sometido a una estrategia del poder, que durante décadas reconoce al cuerpo como una realidad biopolítica, así como a la medicina una estrategia biopolítica. El interés económico como siempre detrás de cualquier acontecimiento de orden mundial, maquinando subpolítica que estructura la acción política, altera el orden y la economía.
Actualmente surge una gran pregunta: ¿es posible crear un virus? Las epidemias causadas por virus surgen desde hace 12000 años atrás en el periodo neolítico (que divide a la Edad de la Piedra), cuando seres humanos desarrollaron comunidades agrícolas altamente pobladas. Más tarde los virus fueron llevados al “Nuevo Mundo” por los europeos durante las épocas de las conquistas española y portuguesa. Millones de indígenas murieron.
Ahora, se publicó un artículo en la revista X, año 2015, sobre una investigación un virus llamado SHC014, la evidencia sugiere que venía de murciélagos en China; a razón de “contención” los investigadores crearon un virus quimérico, compuesto por una proteína de superficie SHC014 y la estructura de SARS que fue probada en ratones para imitar una enfermedad humana.
En el 2013, investigadores informaron de la capacidad del SHC014 de unirse al receptor humano, factor distinto a todas las sepas de coronavirus. El estudio dirigido por los Institutos Nacionales de Salud de EE.UU., a la cabeza de Ralph Baric. como director; en el mismo año la fuente sugiere se emitió un alertar desde el Instituto Pasteur de París, por el virólogo Simón Wain anunciando que los investigadores habían creado un virus “que crece notablemente” y que “si el virus se escapa no se podrá predecir la trayectoria”.

A partir de este momento -2013- surge un debate entre la ciencia, la defensa y la política, sobre el permitir o no la investigación en laboratorio que aumenta la facilidad de propagación, virulencia u otra gama de asociados peligrosos para el ser humano. A esta gran investigación y debate se la llama: “ganancia de función”.

“Ganancia de función” propone un extenso análisis sobre los virus emergentes y reemergentes, al tratarse de investigaciones en laboratorios ajenos a órganos competentes de la salud pública, operados desde lógicas de empresas contratistas que ejecutan negocios opuestos al bien común. Laboratorios que han tenido “escapes” de consecuencias muy graves.
La carrera de las armas biológicas no es un hecho reciente, recordemos el virus de la gripe de 1918; el SARS que ha escapado de laboratorios, virus con patentes y el cartel de las armas biológicas. Evidentemente existe una escalada de armas biológicas que ofrecen mejor resultados que las armas nucleares, desde la Convención de Armas Biológicas se ha creado una carrera desmedida de armas biológicas; en la primera fase se crea da la creación del arma química o virus emergente y por otro lado una vacuna obligada a financiar una carrera armamentista.
Nuevas tácticas de neocolonización más letales y latentes, una inminente evolución intervencionista, planes de seguridad anclados a intereses distantes a las necesidades regionales, agendas de investigación en laboratorio ajenas al bienestar de la sociedad mundial. En América Latina y el Caribe a pesar de la creación de la Comisión Preparatoria para la desnuclearización de América Latina, organismo permanente, para la vigilancia del cumplimiento del tratado. “El Tratado de Tlatelolco” con objetivo consolidar un mundo de paz, para la supervivencia de los pueblos, contribuyendo a lo resuelto por la Asamblea General de las Naciones Unidas, bajo el número 1911; las renovaciones de los debates de seguridad son urgentes y romper con las limitaciones en el enfoque clásico. A falta de un organismo multilateral como lo fue Unasur, no queda más una respuesta contundentemente desde el Estado y Nación a las dinámicas de las nuevas amenazas emergentes.
El deber ético de los actuales líderes y autoridades regionales será reconocer los errores e imponer en la sociedad el derecho a saber el significado real de estar seguros, lejos de un disfraz implementado por intereses ajenos u opuestos al bienestar de la sociedad. Finalmente, invito a reflexionar sobre el derecho a rechazar la desvalorización de la vida humana como una mercancía.


Covid-19: Ajustes del acontecimiento de la crisis económica mundial a la crisis civilizatoria del capitalismo

Por Jean Daniel Pesantz

Lo posible no preexiste al acontecimiento sino que es creado por él. Es cuestión de vida. El acontecimiento crea una nueva existencia (…) Produce una nueva subjetividad (nuevas relaciones con el cuerpo, con el tiempo, con la sexualidad, con el medio, con la cultura, con el trabajo…). Cuando se produce una mutación social, no basta con extraer sus consecuencias o sus efectos siguiendo líneas de causalidad económicas o políticas. Es preciso que la sociedad sea capaz de constituir dispositivos colectivos correspondientes a la nueva subjetividad, de tal manera que ella desee la mutación. Ésta es la verdadera «reconversión»
Deleuze, Dos regimenes de locos

Un acontecimiento en el sentido deleuziano consiste en una multiplicidad de eventos, los cuales no se explican los unos sin los otros, y los unos en los otros y viceversa, comunicados entre sí por una rama de fluidos y multiplicidades de carácter heterogéneo, molecular. El acontecimiento en este sentido es lo impredecible, la contingente, el otro lado, latencia.
De la misma manera, debe observarse la presencia del COVID-19 en nuestra sociedad, como un Acontecimiento capaz de entrelazar paralelamente, como si se tratase de un camino sin retorno en donde somos conducidos por un gran evento que al mismo tiempo nos sirve de vehículo en dirección a un lugar o a una situación que no podemos nombrar y, a la vez, no podemos dejar de enmudecer frente a ella. La realidad solo acontece ante nuestros ojos, es realidad material pura, signo de toda dureza. Así, el conjunto de las fuerzas y potencias de la sociedad, son envueltas simultáneamente en la mismidad del Acontecimiento. Todo Acontecimiento en la historia de la humanidad que ha sido antes traumático, resulta ahora agónico.
Gracias al desarrollo de las estructuras financieras, multinacionales y transnacionales del capitalismo tardío-neoliberal, y su popular cultura del cálculo, la insignificancia, la mediatización y la religión de lo nuevo, todo evento procedente de donde sea o surgido a razón de cualquier causa objetivamente demostrable, tenía hasta hace poco un destino de corta vida. Eran eventos sociales neutralizables y manipulables: pequeños acontecimientos de redes sociales. Acontecimientos fragmentados que podían ser reducidos a pura información/no información, y ello servir para la continuidad de las operaciones de los mercados globales, de las decisiones de los Estados, de las corporaciones mediáticas y los sistemas integrados de medios etc.
Pocos eventos dentro de los tiempos modernos, luego de que la industria de la comunicación iniciara su desarrollo tecnológico planetario, han suscitado la atención de los habitantes de todo el globo, preocuparlos aprehensivamente y, de plano ponerlos cuarenta bajo observación de toda la sociedad a fin de disciplinarlos, examinarlos o aniquilarlos. Quizás sus afectos son comparables a los tiempos de la Segunda Guerra Mundial, pero seguramente tendrán un alcance mucho más profundo para la historia del capitalismo y la propia evolución sociocultural.
Sobre todo, cabe percatarse que hasta ahora ningún acontecimiento había paralizado a la humanidad entera, y colocado a todas las regiones del planeta a sufrir las inclemencias de un mismo hecho social, frente al cual aún no existe ninguna salida previsible y la capacidad de los sistemas de salud modernos ha sido superada ampliamente. El acontecimiento COVID-19 toca por igual en este momento las puertas de todas las culturas del mundo por igual, con la misma amenaza y acecho mortífero.

El número de infectados y víctimas mortales en los cinco continentes posiblemente llegue a superar las previsiones, diagnósticos y recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud, una vez que los nuevos brotes se multipliquen exponencialmente.
Una vez que la pandemia COVID-19 se ha hecho presente y cobrado sus primeras víctimas mortales, da lo mismo preguntarse cuál fue el origen de su desarrollo infeccioso, si este se originó en los hábitos alimenticios de los pueblos orientales o si se trata más bien de un arma biológica fuera de control surgido en experimentos acordados por las grandes potencias. Pues, más allá de esto, a pesar del desenlace bélico que se puede respirar en el ambiente después de las últimas declaraciones del Ministerio de Relaciones Exteriores de China, este virus ha puesto de relieve la fragilidad de la economía capitalista mundial contemporánea, la cual ha sido como tal puesta en agonía y en peligro de muerte por el COVID-19.

El mundo capitalista moderno tanto en sus zonas hiperdesarroladas como en sus periferias, aprovechando la lógica económica del intercambio desigual y los diversos mecanismos de acumulación por desposesión que han convivido con éste desde los últimos 500 años, daba hasta hace poco la impresión de que las relaciones de interdependencia densificadas entre los países del globo, podían ser sustraídas a los intereses geopolíticos de las principales potencias imperiales.

De este modo cada una de ellas sentía tener el mismo derecho para avanzar en el desarrollo económico, militar tecnológico y geopolítico de sus propias bases capitalistas, con el propósito de insertarse en la lucha por la hegemonía de la conducción del mundo. En esto ha consistido en la práctica los reveces producidos en los últimos años alrededor de las relaciones entre los países de USA, China y Rusia, y otras potencias menores.

Pero este juego de patear el tablero en desmedro de los otros participantes no ha funcionado para ninguno de sus mentores. En primer lugar, porque la principal constatación de la hipercrisis actual consecuencia de la pandemización del COVID-19, emerge en medio del proceso de recuperación de la gran recesión abierta en 2008, destruyendo de este modo las ganancias de los años anteriores y las posibilidades generales para su recuperación futura.
En la crisis del 2020, por distintos motivos, la desaceleración del crecimiento de las principales economías capitalistas, no solo pone de relieve la descomposición de los mercados financieros cuya actividad monetaria fundamental consiste hoy en la emisión de deuda y préstamos a intereses negativos a los grandes accionistas del sistema; la superproducción irracional de la economía capitalista que ha dejado a una gran parte de la población mundial fuera del acceso a los bienes y servicios que oferta nuestra sociedad; y las contradicciones geopolíticas y geoeconómicas subyacentes a la paralización de la cadena de suministros en los puertos y rutas marítimas de los centros capitalistas más importantes. Ya solo correlación entre estos elementos de la crisis resulta escalofriante para los economistas capitalistas.
En verdad, estos efectos económicos del COVID-19, son realmente insignificantes frente al gran Acontecimiento que se avecina: la crisis civilizatoria de sistema capitalista. El mismo que ha construido desde hace siglos nuestras percepciones, habitus y deseos. Es el capital, el cuerpo infeccioso que se resiste a morir. Es el verdadero virus ajeno al cuerpo de la Humanidad, el que sucumbe frente a la impotencia de los diversos capitalismos de estado conocidos.
En este sentido, lo que mata en el coronavirus, su arma más letal y su carácter subversivo, lo sentimos no solo por fuerza del imperativo evolutivo de existir y la afectación a los otros que nos preocupa, sino porque incluso preferiríamos eso a ver destruirse en mil pedazos el pequeño mundo ilusorio que hemos declarado como nuestra única realidad posible. Es este anhelo uterino inducido por el capital lo que se está rompiendo.
Es claro que la actual emergencia mundial del COVID-19 debe ser motivo de alerta de toda la sociedad, pero en lugar de dirigir nuestra atención hacia el cuidado egoísta de uno mismo, miremos el Acontecimiento. Exploremos y traspasemos la emergencia aproximándonos al mensaje producido y transmitido por el Acontecimiento.
El COVID-19 no nació en otro planeta, ni ha sido concebido por algún Dios. Es el resultado de nuestra propia acción como sociedad. El Acontecimiento nos calla y solo podernos quedarnos perplejos ya que somos un nodo en su red. No hay puntos medios: Positivo o Negativo, como observadores, testigos o víctimas. Nos mata el capitalismo y su sistema. Nos mata el COVID-19 que es un espectro de lo mismo. Nos matamos a nosotros mismos. Así, el coronavirus nos mata como Humanidad mientras conduce a la muerte a la vez al capitalismo. Esa es su forma de cobro. Su modo de ajuste de cuentas epocal.
Pero a diferencia de los ajustes neoliberales, este ajuste de cuentas del COVID-19 será provechoso para todos. Y esta consecuencia habrá de asimilarse sin humor cínico. De su crisis civilizatoria, a costa de nosotros mismos, tendremos seguramente una nueva civilización renovada. Por efectos de este Acontecimiento, por lo que ahora nos muestre o por lo que pueda producir en el futuro que ya ha hecho presente, devendremos en una libertad y justicia viral. Seremos como sociedad por fin en algo nuevo.


Cuarentena sin cuarto propio

«En estos días en los que inevitablemente pasamos más tiempo en casa y pensamos más en nuestra casa, quizá muchas de nosotras nos hemos dado cuenta de que no tenemos un cuarto propio».

En estos días de confinamiento y cuarentena, muchas se acordarán de Virginia Woolf. Aquella escritora que, en 1929, les dijo a las mujeres jóvenes de Inglaterra que para poder escribir novelas hacía falta “un cuarto propio”.

Más de 90 años después, y especialmente en estos días en los que estamos recluidos en casa por responsabilidad, seguramente muchos de nosotros estamos siendo más conscientes de la importancia de la vivienda. De la importancia de contar con un espacio agradable y acogedor, donde estar a gusto, donde sentirnos bien. 

Las viviendas no debían ser lugares para dormir sino para vivir alegremente”, escribió Eva Perón en su autobiografía, explicando su empeño para que las casas que ponía a disposición de los pobres, en la Argentina de finales de los años 40, tuvieran flores, cortinas, vajilla de plata. “El rico, cuando piensa para el pobre, piensa en pobre”, se quejaba. No es lo mismo pasar la cuarentena en el Palacio de la Zarzuela que en un piso de 30 metros cuadrados.

Por eso en estos días, en los que los propietarios de balcones o terrazas son unos privilegiados frente a quienes viven en un bajo o en piso con ventanas al patio interior; en estos días en los que inevitablemente pasamos más tiempo en casa y pensamos más en nuestra casa, quizá muchas de nosotras nos hemos dado cuenta de que no tenemos un cuarto propio. 

Vanessa Monfort, en su novela Mujeres que compran flores, recreaba una conversación entre un grupo de amigas: “¿Cuántas de vosotras cuando habéis vivido en pareja tuvisteis una habitación propia?”. Las respuestas afirmativas eran claramente minoritarias. Y la conclusión, colectiva: “Todas preocupadísimas por conquistar nuestro lugar en los despachos y donde aún no nos hemos hecho un hueco es en casa”.

Por eso el consejo de Virginia Woolf, incluso 90 años después, sigue sin entenderse del todo. Porque las mujeres llevamos siglos luchando por la conquista del espacio público, por ocupar cargos de representación, por llegar a puestos directivos, por romper el techo de cristal en la empresa, en la política, en las artes, en la universidad. 

En esa misma conferencia, luego convertida en libro, Woolf cuenta cómo en un solo paseo le prohíben entrar a una biblioteca y a una iglesia, e incluso pisar el césped del campus universitario. En aquel entonces no estaba permitido a las mujeres. Y precisamente por eso, porque Woolf vivió en un tiempo en el que los espacios públicos vedados a las mujeres eran tantos, llama la atención que en cambio se preocupara especialmente por el espacio doméstico. “Una mujer debe tener dinero y una habitación propia para poder escribir novelas”, repite como leitmotiv en Un cuarto propio

Seguramente sea en estos días de reclusión en los que acabemos de entender que la habitación propia es un espacio simbólico, un lugar-tiempo de intimidad, un jardín privado que toda mujer debe reservarse a sí misma; pero al mismo tiempo es un cuarto propio en el sentido más prosaico de la palabra: un cuarto para ti, donde no te molesten, donde poder realizar una labor intelectual con la concentración necesaria, donde refugiarte si tienes la desgracia de convivir con la persona no deseada, y donde “disponer de al menos media hora que pueda llamar mía”, como escribió Woolf.

Y es que la habitación propia es para las mujeres “un espacio de su propiedad en el que poder hacer lo que quieran sin miedo, sin rendirle pleitesía a nadie”, como explica Mª Milagros Rivera en el prólogo de una de las ediciones en español de A Room of One’s Own; pero también un lugar donde no ser “constantemente interrumpidas”.

Y esto lo saben especialmente las mujeres que son madres: “En casa, por muy directiva que seas, mamá es molestable y papá no. El tiempo de papá es suyo y el de mamá es de todos”, pone Vanessa Monfort en boca de una de las mujeres de su novela. 

Quizá tenga que ver, entre otras cosas, con que ellos suelen ser los propietarios de esa “habitación de sobra” en una vivienda familiar. Ellos sí suelen tener un despacho o un estudio, en mayor medida que nosotras. Ellos llevan más generaciones con cuarto propio. Nosotras, más tiempo en el espacio común. 

Por eso las interrupciones son un tema de estudio feminista, y por eso Virginia Woolf hablaba también de las “amenidades”. Del ocio, del recreo, de todo aquello que nos realiza y nos cultiva, de las actividades de las que disfrutamos.

Les dije suavemente que bebieran vino y que tuvieran una habitación propia. ¿Por qué todo el esplendor y el lujo de la vida ha de ser derrochado en los Julian y los Francis y nada en las Phare y las Thomas?”, escribió en su diario cuando regresó a su casa después de haber dictado su conferencia. 

Porque queremos el pan, pero también las rosas. Queremos vivienda digna para todos y todas, pero también bebernos un vino, brindar, gozar, tomar el sol, escuchar buena música, elegir nuestra compañía o decidir estar solas, divertirnos, reírnos, decorar nuestros entornos, rodearnos de belleza. 

“De modo que cuando os pido que ganéis dinero y tengáis una habitación propia, os pido que viváis en presencia de la realidad, que llevéis una vida estimulante”, explica Virginia. Sin duda es un buen momento para leerla. Ojalá desde una habitación —o al menos un rincón—, donde podamos estar contentas. ?

“De modo que cuando os pido que ganéis dinero y tengáis una habitación propia, os pido que viváis en presencia de la realidad, que llevéis una vida estimulante”, explica Virginia. Sin duda es un buen momento para leerla. Ojalá desde una habitación —o al menos un rincón—, donde podamos estar contentas. ?

Fuente: La marea


“No hay que politizar el asunto”… dicen algunitos sobre el coronavirus

Juan Fernando Terán

Al preguntársele sobre si sentía responsable por la tardía respuesta del gobierno estadounidense a la difusión de la pandemia, el Presidente Donald Trump dijo “Yo no soy responsable en lo absoluto”.

Si usted cree que ciertas cosas no deben ser “politizadas”, entonces mejor no siga leyendo este artículo. Gracias por su visita.

Politizar es convertir a algo en un tema de discusión en el ámbito de lo público. Esta posible conversión suele implicar, sin embargo, muchos riesgos para quienes controlan el poder político y económico. Por ello, un rasgo inherente a las prácticas, ideologías y discursos conservadores es el ocultamiento, la supresión o la negación.

¿Por qué las sociedades toleran esto? Por muchas razones que la antropología podría explicar. No obstante, para fines de este momento, solo basta señalar que el ocultamiento, la supresión o la negación facilitan que “ese algo incómodo” se quede en el ámbito de lo privado, es decir, en un espacio simbólico donde lo fortuito o lo idiosincrático pueden ser convertidos en causas para una explicación simple y entendible para las mayorías.

“Los trapos sucios se lavan en casa” es la frase que resume la función de “la administración selectiva de la verdad” en los discursos que les permiten a los poderosos decir “No fue mi culpa. Esto pasa en todo el mundo. Ningún país podía detener el ingreso del virus. Yo no soy responsable”.

Dicho lo anterior, veamos algunos asuntos que evidencian la necesidad de politizar los acontecimientos generados a partir de la difusión de Covid-19.

La destrucción de la salud pública no es un acontecimiento natural

El coronavirus matará a los más vulnerables, a los viejos, a los pobres, a los débiles. Esta frase resume la realidad que muchos fascistas intuyen y aplauden… como lo hizo una joven española para quien los viejos son un problema para la economía contemporánea pues hay “demasiadas momias caminando todavía por la calle”. Meses atrás, Christine Lagarde, la ex directora del Fondo Monetario Internacional, dijo algo similar… pero con más elegancia, por supuesto.

El Covid-19 está sacando a la luz los efectos perversos que el neoliberalismo ha fomentado en las últimas décadas. Entre ellos está la destrucción de “la salud pública”, algo que no se reduce a la existencia de instalaciones hospitalarias, médicos, mascarillas o antiretrovirales.

Apenas unos diez días atrás, los estadounidenses estaban discutiendo cómo construir un sistema público de salud en su país. Aunque parezca broma, Bernie Sanders y sus simpatizantes publicaron memes en los cuales invitaban a los votantes a construir sistemas de educación y salud similares a aquellos que existen “en países desarrollados” como Finlandia, Alemania, Francia y Cuba.

Si… como lo leyó… “y Cuba”. Obviamente, esta confesión enfureció a todas las variedades de conservadores estadounidenses que se lanzaron a las redes sociales a hostigar a Bernie por su “amor” hacia los rojos latinoamericanos. En ese debate estaban cuando llegó el Covid-19.

En Estados Unidos, la provisión de salud pública es un anhelo cada vez más fuerte. Los estadounidenses nacen y mueren en una sociedad donde si una persona no tiene dinero, entonces no tiene salud. Así de simple. La gente aceptó aquello como algo “natural” mientras las enfermedades que los afligían eran relativamente manejables por los hogares, mientras la iglesia de la esquina ofrecía consultas gratuitas con un médico dos veces por semana o mientras viajar a Canadá o México eran opciones baratas de acceso emergente a servicios.

La población fue entrenada para aceptar su indefensión mediante discursos que hacían apología de la valentía del individuo y de las ventajas del capitalismo. Pero eso comenzó a cambiar a partir de la crisis de la deuda de los estudiantes, es decir, cuando los intereses chulqueros evidenciaron que el mérito, el trabajo y la capacidad de una persona no bastan para asegurarle un empleo.

Como lo reconoció diáfanamente Donald Trump, Estados Unidos es “un país en desarrollo”. En materia de salud pública, la afirmación es obvia. Sus instituciones jurídicas y políticas están diseñadas para incentivar negocios privados traficando con la salud y la vida de las personas. Por eso, como no pasa ni siquiera en otros “países en desarrollo” que recibirán cooperación china y cubana, la prueba del Covid-19 puede llegar a costar USD 2.300. Así lo denunció un estadounidense que, muy posiblemente, ignora que su congresista es apoyado por las grandes farmacéuticas.

¿Acaso se podía esperar algo diferente en un país donde el Presidente Trump convoca a una rueda de prensa urgente para que los empresarios puedan decirles a los periodistas en cuánto tiempo podrán vender vacunas?

“El Estado te protege, el mercado no lo hace”. Esto lo están descubriendo millones de ciudadanos que, poco a poco, están animándose a admitir que “Estados Unidos necesita un partido socialista”, el “municipio debería pedir ayuda a Cuba” o “el bloqueo a los cubanos es un crimen”.

Semejante descubrimiento no es una obra intelectual. Aquel es el resultado de la constatación de que, por ejemplo, en Nueva York, uno de los estados históricamente menos conservadores, un millón de personas podrían contagiarse a corto plazo… pero no hay ni 6.000 camas disponibles para su atención en instituciones públicas o privadas sin fines de lucro.

Tampoco New York cuentan con “ese capital social que tienen los cubanos” y que les permite que, en cada familia y en cada manzana, las personas colaboren con su médico como si estuvieran en guerra contra un enemigo invisible… una guerra cuyas batallas previas ya han venido librando desde hace 60 años contra el Imperio

Ahora, ese Imperio no puede ofrecer pruebas de Covid-19 gratis, no puede pedirles a sus trabajadores de salud que hagan doble turno porque no hay recursos públicos para pagarles, no puede conseguir voluntarios para que actúen como investigadores dispuestos a correr cualquier riesgo mientras rastrean a quienes estuvieron en contacto con los contagiados.

Duele contrastar lo que pasa en Estados Unidos con lo que sucede en Cuba. Duele porque, en nuestros países, todavía hay “algunitos” que fingen ignorancia.

La banca nunca pierde… al menos aquí.

Emmanuel Macron o Angela Merkel son gobernantes que no se esfuerzan por disimular sus veleidades conservadoras. Por mucho que se los mire, ellos tienen nada de socialdemócratas por ningún lado. Pero si tienen sentido común. Por eso, a ellos, no aplica la frase emitida por un republicano que dijo que “él no está capacitado intelectual ni moralmente para gobernar”. Se refería a Trump… aunque la descripción parece pertinente también para otros.

En los días anteriores, algunos países de la Unión Europea anunciaron políticas públicas que podrían sorprender a quienes no hayan escuchado lo que la izquierda ha pregonado durante décadas. En definitiva, para superar los impactos económicos que el Covid-19 generará, los europeos plantean utilizar los recursos y la autoridad del Estado para impulsar “acciones contra-cíclicas”, es decir, comportamientos que contrarresten aquello que sucedería espontáneamente si se permitiera que “el mercado” actuase con “mano invisible”.

El ejemplo más sencillo de relatar es caso de Alemania, un país donde el gobierno conservador pondrá a disposición de los pequeños y medianos productores más de USD 513 mil millones en préstamos preferenciales para que no reduzcan su actividad económica y, por ende, para que no despidan a sus trabajadores. Les haya gustado o no, los banqueros alemanes acataron esa decisión porque, aparentemente, ellos si entienden que el verdadero “riesgo sistémico” no es la disminución de la rentabilidad de la banca sino el colapso de la producción.

Solo el trabajo productivo genera crecimiento económico. La banca se apropia de una parte de la riqueza social y la transfiere a “la clase ociosa”. Esto lo sabían y lo dijeron Adam Smith, David Ricardo, Benjamín Franklin, Thorsten Veblen y otros pensadores clásicos que los neoliberales criollos prefieren ignorar cuando les conviene.

No es insólito que los ilustrados mandatarios europeos hagan políticas contra-cíclicas y utilicen la autoridad del Estado para mantener los niveles de producción. Para un ecuatoriano, salvadoreño o un panameño, lo verdaderamente impresionante es lo siguiente:

La Reserva Federal Estadounidense, la FED, un espacio controlado por los grandes capitales, bajo las tasas de interés a CERO…. ¡ Las tasas de interés a CERO !

¿Es esta una señal del fin del mundo? No para los estadounidenses que, por lo menos en esto, tuvieron suerte. Para los productores de cualquier otro “país en desarrollo”, sin embargo, el panorama económico a corto y mediano plazo SI podría ser desastroso.

En nuestras comarcas, los gobernantes no hacen nada sin consultar previamente a sus auspiciantes. Y dado que estos personajes no se ponen ni se pondrán de acuerdo, aquí no habrá tasas de interés CERO, ni condonaciones de deuda, ni políticas contra-cíclicas propiamente dichas. Aquí solo abra paquetazo a la antigua.

Según quienes amasan fortunas a cualquier costo humano o ambiental, los trabajadores queremos todo gratis y aprovechamos cualquier oportunidad para “robarles” su dinero. Hasta el final de sus días, ellos y sus títeres negarán y ocultarán que solo el trabajo productivo genera riqueza. En Ecuador, la banca nunca pierde. Aquí no pasará nada.

Nuestro problema no es gente comprando papel higiénico en exceso… Nuestro problema es una ciudadanía que prefiere el ocultamiento, la supresión o la negación.

Evitar la discusión colectiva de la ausencia, lentitud o inoperancia de las políticas públicas es, al fin y al cabo, menos estresante… especialmente en tiempos difíciles.


Cuba, “la solidaridad no se negocia”

Por Luis Varese

El acoderamiento del Crucero Británico MS Braemar, en  puerto cubano, para rescatar a 5 pasajeros enfermos, diagnosticados con COVID-19 (Coronavirus) no es  un hecho aislado o coyuntural. Es la forma de vivir de la Revolución Cubana, “the cuban way of life”, diría parafraseando.

La solidaridad es inherente al pensamiento de Martí, de Fidel y del Che. La práctica desarrollada a lo largo de 60 años por el Gobierno de Cuba ha beneficiado a varios millones de personas alrededor del Mundo. Desde las más aisladas aldeas africanas en Guinea, Angola, Etiopía, hasta las americanas en Haití, Guatemala, Perú, Brasil, Ecuador hasta las ciudades y barrios de Caracas o Minas Gerais, los pueblos han agradecido a la Revolución Cubana esta eficiente solidaridad.

Es el pensamiento revolucionario del “hombre nuevo”, es la línea política e ideológica del verdadero internacionalismo. Es el trabajo humanitario sin fronteras. Es la práctica que no tiene el capitalismo. Lleva tanto al asombro, que los gobiernos y los médicos, que no tienen vacuna contra la codicia ni contra la estupidez,  se oponen a ello.

Es el resultado de una mente de profeta, en el sentido bíblico de visionario, que tuvo Fidel. El desarrollo de la biotecnología, el desarrollo de la medicina, la escuela de medicina, pero y sobre todo la vocación de servicio propia de los franciscanos originarios del 1200 o propia de un cristianismo auténtico, si no fuera porque es de un socialismo auténtico.

Hoy los gobiernos de Bolivia, Brasil, Ecuador, El Salvador, Honduras, lamentan haber pedido la salida de los médicos cubanos. Pero que ellos lo lamenten ya es tarde, e importa poco. Los que de verdad lo lamentan y lo sienten en carne propia son sus pueblos que perdieron esta ayuda solidaria y eficiente. Hoy Italia, España y pronto otros países europeos piden y pedirán ayuda a Cuba y a los médicos cubanos.

La eficiencia del Estado en estos servicios es innegable. Lo vemos en Ecuador hoy, que se trata de desmantelar a la salud pública y a la vez, contradictoriamente,  se confía solamente en la salud pública para atender la emergencia del Coronavirus.

En nombre de una política económica fracasada (el neoliberalismo) se persigue y proscribe a una línea política exitosa (la Revolución Ciudadana) y paradójicamente se busca apoyo en uno de los grandes éxitos del gobierno del Presidente Correa como es la Salud Pública. La prueba de que servicios que, son derechos conquistados como la salud y  la educación, deben ser parte del Estado es que no se logra un acuerdo con los laboratorios privados alrededor del PRECIO de los análisis. Increíble.

Cuba es ejemplo de lo que sería el Sumac Kawsay en esta materia y en muchas otras. Hoy vivimos una emergencia mundial y quienes han podido  dar respuesta son Cuba, China, Venezuela y Nicaragua (que no tiene aún casos de Covid-19) y que cuenta con el apoyo inmediato de la medicina de los hermanos cubanos.

Cuba heroica, cercada, acosada por el bloqueo es solidaria y eficiente. Contribuye a la humanidad entera.

Esa bestia apocalíptica que es Donald Trump, demonio de la codicia, lo primero que hace es querer comprar a los médicos y al laboratorio alemán que está produciendo la vacuna contra el Coronavirus, para poder venderla al precio que se le ocurra. Esa es la diferencia entre el bien y el mal. Entre el socialismo y el capitalismo.

Viva Cuba, libre del mal. Gracias hermanos y hermanas cubanas por todo lo que entregan arriesgando su salud y sus vidas. Gracias Fidel por el ejemplo y la práctica. Estas y las futuras generaciones es mucho lo que le deben a este ejemplo de solidaridad y dignidad del pueblo cubano.

Nota: El título del artículo es una frase del compañero Hertie Lewittes ( ya fallecido) que en 1978, cuando un dirigente aprista le quiso “vender” un pasaporte diplomático peruano a cambio de que dijera  a la prensa, que 120 muchachos apristas combatían en Nicaragua contra Somoza, sabiendo que  no había ni uno solo. Mauricio (Lewittes) le contestó “la solidaridad no se negocia” y no llevó el pasaporte que seguramente le hubiera facilitado mucho la vida como representante itinerante del FSLN en tiempos de guerra.


Pandemia de cinismo

Por Ilka Oliva Corado

No queremos ver ninguna injusticia de ningún tipo no porque nos duela sino porque nos importa un comino el dolor de los otros y lo que vivan. Y si se nos atraviesa una por el camino nos cambiamos del otro lado de la banqueta o retrocedemos o le saltamos encima como si fuera charco de agua, total que somos buenos esquivando. Históricamente hemos esquivado la memoria y la reconstrucción del tejido social. No hay virus tan fulminante como el del cinismo y ahí nos pintamos solos como humanidad. Virus van y virus vienen, cómo manejan la información los medios de comunicación y los gobiernos es lo que hace la enorme diferencia. 

Para ejemplo el dengue, los países en desarrollo están cundidos y mueren millones de personas y seguirán muriendo, no se ve a gobiernos ni a medios de comunicación poniendo luces rojas de emergencia. El aborto clandestino, mueren millones de mujeres y no es emergencia mundial una ley de aborto legal, seguro y gratuito. Pobreza extrema, la calamidad de nuestra doble moral mundial. Con esto no quiero menospreciar la importancia del virus que estamos viviendo ahora como población mundial y tampoco digo que no se tengan que seguir las indicaciones. Pero la gran masa obrera a nivel mundial no puede quedarse en su casa guardando cuarentena porque apenas sobrevive el día a día y en sus trabajos, sus patrones oligarcas tampoco les darán los días para faltar. 

¿Quiénes tapiscarán las cosechas de temporada? Si son los jornaleros del campo mal pagados sin derechos laborales quienes lo hacen, no son vistos como personas y no lo serán en esta crisis tampoco, mueran los que mueran solo se consiguen nuevos para hacer el trabajo y eso sucede también con la población indocumentada a nivel mundial. Bonito es ver en los balcones de edificios en Italia a gente cantando y tocando instrumentos en muestra de cultura y unidad, hasta cierto punto digamos que de humanismo pero, ¿y por qué nunca se han unido así para exigir al gobierno de ese país un trato digno a los migrantes indocumentados que llegan ahogándose en el mar? ¿Es ahora que con la pandemia y el caos se aprovecha para salir en redes sociales y nada más para que digan? ¿Qué pasaría si todas las familias en Italia salieran a los balcones en una muestra de humanismo y cantaran, tocaran instrumentos exigiendo un trato humano y la legalidad de estadía y derechos laborales a los  migrantes que llegan ahogándose en pateras desde África y parte de Europa? Una cuarentena pidiendo por los migrantes indocumentados, qué lujo. Pero ellos no importan, no han importado ni importarán.

Quienes han podido porque han tenido el tiempo y la economía, en días anteriores vaciaron los supermercados, al final quedaron los obreros que van al día con sus gastos, muchos no han podido ir a comprar nada porque no hay dinero,


cuando lleguen no encontrarán nada porque quienes podían acapararon todo sin importarles los otros. Muestra clara de egoísmo. Ese desabasto masivo porque ha sido mundial, conforme avanza la pandemia por sectores así van vaciando los supermercados. Esto nos da una idea, mínima, pero nos la da, de cómo vivieron los países ultrajados en tiempo de dictaduras e invasiones, las cuales empezaron por desabasto de supermercados, panaderías, farmacias, para crear el caos en las poblaciones. Nosotros no llevamos ni una semana y todo está lavado, los productos básicos están barridos. Imaginemos años de dictaduras donde además violaban, torturaban, desaparecían y asesinaban personas. ¿Podríamos sobrevivir nosotros a algo así? Hablo claro, de estas nuevas generaciones pomposas y arrogantes. Porque los mayores ya sabemos de qué están hechos, son nuestro ejemplo y guía. 

Podemos imaginarnos entonces lo que significa un bloqueo económico en países como Cuba y Venezuela. Cuba, con décadas así y sin embargo sigue siendo un ejemplo de humanismo para el mundo, ahora mismo brindando medicina y enviando a sus médicos alrededor del mundo para que atiendan las necesidades de los pueblos. Y no lo enseñó Fidel, es su pueblo que ha sabido resistir con dignidad y conciencia la enorme injusticia que ha cometido el mundo con su cinismo y su silencio. 

Podemos imaginarnos entonces lo que vive Palestina, (lo que vivió Irak, Pakistán y vive Siria) que les bombardean hospitales, casas y escuelas. Que les arrancan sus árboles de olivo con maquinaria pesada, que les fumigan sus siembras para que no crezcan. Que les bombardean supermercados, que les disparan a quema ropa si se acercan al muro con el que día a día les roban sus tierras. Claro que sí, podemos imaginarlo, pero preferimos cambiarnos al otro lado del camino, porque su dolor, sus gritos de auxilio y la dignidad de ese pueblo que lucha nos escupe a la cara, en nuestro cinismo. Claro que sí, vivimos una pandemia y la hemos vivido siempre, pero de cinismo, insensibilidad y doble moral. 

Ojalá que por lo menos, ya que no nos dan las agallas para ver a otro lado más allá de las galantes fronteras patrias, ni que nos atrevamos a adentrarnos en la memoria histórica de nuestro propio pueblo para pensar en la tierra arrasada y las poblaciones que salieron al exilio forzado, exijamos que el quedarse en casa a guardar la cuarentena sea para todo ser humano, no solo para quien se columpie en su privilegio de clase y jampón desde ahí señale el comportamiento de los obreros en tiempo de pandemia de cinismo. 


La mezquindad burguesa, el olvido de los más necesitados y la pandemia del coronavirus

Por Dax Toscano

¿Qué hace el Estado, el gobierno frente a esta situación? En realidad, nada.

Los economistas neoliberales, verdaderos criminales de guerra, como lo ha señalado el profesor colombiano Renán Vega Cantor, proponen la rebaja del 20% de sueldos y salarios a los empleados públicos, la eliminación de subsidios a los combustibles, el establecimiento de reformas laborales para beneficiar a los empleadores privados y la eliminación del impuesto a la salida de capitales, favorable a los banqueros y empresarios.[1]

Aplicar la terapia del shock, es su receta, para golpear al pueblo trabajador, tal como lo hicieron en Grecia, en el año 2011 o en Argentina, bajo el gobierno de Macri.

El modelo griego, impuesto por el FMI, es lo que quieren para el Ecuador Alberto Dahik, Vicente Albornoz, Abelardo Pachano o Mauricio Pozo.

La clase trabajadora griega no solo tuvo que soportar el peso de las medidas económicas que afectaron su vida, sino que, como resultado de la terapia neoliberal, sufrieron de angustia, estrés, depresión y muchos llegaron a suicidarse.[2]  

La crisis generada por las malas políticas del gobierno de Moreno, por la caída en el precio del barril de petróleo y la expansión del COVID-19, la quieren cargar sobre las espaldas de la clase trabajadora y la clase media.

A los capitalistas, a los neoliberales y los ideólogos de este sistema, como Mario Vargas Llosa, no les interesa esta realidad. Lo único que defienden es el derecho a la propiedad, al lucro, a la obtención de ganancias. Son los seguidores de Malthus, de Spencer, de Mandeville: solo deben sobrevivir los más fuertes, los pobres deben aceptar su destino y no romper el orden natural donde unos son ricos y otros viven en la miseria, el egoísmo es fundamental para el desarrollo de las sociedades, así como la competitividad, el mercado lo rige todo.

El colapso de los sistemas de salud pública demuestra que ni a la burguesía ni a su Estado le preocupan los derechos fundamentales de las personas. En Italia se deja morir a los ancianos, ante la falta de recursos para atenderlos frente a la enfermedad del coronavirus.  La Sociedad Italia de Anestesia, Reanimación y Terapia Intensiva ha señalado que priorizan la atención a quienes tiene más probabilidades de supervivencia.[3] Esta situación inhumana no es otra cosa que la expresión palpable de la brutalidad del capitalismo y del modelo neoliberal.

En la Argentina gobernada por Macri, la salud no fue prioridad, al punto que el Ministerio de esa rama desapareció.  En los años de mandato de Macri, el presupuesto para la salud bajo un 45%, mientras aparecieron enfermedades que se creían habían sido desterradas como el sarampión.[4]

En Ecuador, en cambio, el gobierno del presidente Rafael Correa invirtió grandes cantidades de recursos para la salud, así como para la construcción de una red de hospitales y centros de salud de alto nivel en el país.

Enfrentados a esta pandemia, nuevamente los pobres son los más afectados.

El escritor brasileño, Jorge Amado, en un párrafo de su obra “Teresa Batista, cansada de guerra”, lo dice con claridad: “Las pestes son necesarias y beneméritas, sin ellas ¿cómo mantener la sociedad constituida y contener al pueblo, que es la peor de todas las plagas? Imagínese compañero, esa gente con buena salud, y sabiendo leer, ¡es un peligro que da miedo!”.

Sí, las plagas, las pestes, las pandemias son necesarias para el imperialismo y las burguesías para librarse de segmentos de población que no les son indispensables, generar el miedo en las personas, encerrándolas o paralizándolas y, lo fundamental para la lógica del capital, hacer pingües negocios con los medicamentos y vacunas que milagrosamente las transnacionales farmacéuticas elaboran para curar las enfermedades que se expanden por el mundo y que, en muchos casos, el imperialismo las ha desarrollado. 

Frente a esta crisis a la cual hoy se enfrenta la humanidad, cabe preguntarse si la salud debe estar en manos privadas o convertirse en política prioritaria de los estados. Una vez más la burguesía acudirá al sagrado derecho de la propiedad para defender sus negocios.

Los gobiernos deberían disponer la intervención inmediata de hospitales y clínicas privadas para la atención de los pacientes infectados por el COVID-19, así como exigir a los médicos que han hecho de su profesión un negocio, que trabajen con la dedicación y esfuerzo que lo hacen los profesionales de la medicina en los hospitales y centros de salud pública.

Tras esta crisis, se debe replantear la política salarial para que los sueldos de médicos, enfermeras y personal de apoyo en los hospitales, así como de los científicos y técnicos involucrados en el estudio y desarrollo de medicinas y aparatos indispensables para la detección y curación de enfermedades, se dignifique. Es inaudito que militares y policías de alto rango, ganen más que los profesionales de la salud.

La pandemia sigue avanzando y debemos ser responsables ante esta crítica situación.

La responsabilidad también radica en pensar críticamente y convertir las ideas en poderosas armas para la transformación del orden injusto existente.

Hoy el gobierno de Moreno acude al discurso de la unidad, de la paz y la solidaridad, cuando en estos años no ha hecho absolutamente nada en beneficio del pueblo.

Los empresarios capitalistas y los banqueros pretenden aparecer como buenos samaritanos, cuando lo que quieren es obtener ventajas económicas a partir de condenar al pueblo a trabajos precarios o al desempleo.

Las Iglesia Católica y las diversas sectas religiosas que existen en el país, amparadas en el discurso del amor, la bondad y la caridad, no han demostrado en la práctica ser consecuentes con lo que predican, mientras cardenales, obispos y pastores mantienen vida de ricos, obteniendo de los feligreses aportaciones económicas que les posibilita vivir con comodidad y muchas veces en medio de la opulencia.

Los templos y las iglesias deben convertirse en centros para la atención de los más necesitados, entre los necesitados.

Para las personas que no tienen hogar y que pueden estar expuestas con mayor facilidad no solo al coronavirus, sino a otras enfermedades, el gobierno central y los gobiernos locales, deben posibilitar se abran albergues donde accedan a comida, atención médica básica y al uso de servicios indispensables como el agua.

Los benevolentes empresarios capitalistas y banqueros que ha obtenido millones de dólares en estos años, ¿estarían dispuestos a ayudar con esta tarea?

Mientras la burguesía piensa solamente en el capital, los obreros, los trabajadores en diversos campos son los que permiten solventar los problemas que se agudizan con la presencia del coronavirus.

¿Qué sería de nuestras ciudades, sin los trabajadores del aseo? ¿Qué sería del país, sin los trabajadores eléctricos?

Un país podría sobrevivir sin banqueros, pero sin médicos no. Una fábrica se pone en funcionamiento por el trabajo obrero, no gracias al capitalista.

Es la hora de actuar con urgencia. Lo que hay que cambiar es el sistema.  

 18 de marzo de 2020


[1]  En https://www.elcomercio.com/actualidad/economistas-propuesta-medidas-economicas-coronavirus.html

[2] En https://www.lavanguardia.com/internacional/20111207/54239901999/gran-depresion-griega.html

[3] En https://actualidad.rt.com/actualidad/345798-sociedad-medica-italiana-recomendaciones-dar-prioridad-mas-probabilidades-supervivencia

[4] En https://www.infobae.com/salud/2019/12/10/alberto-fernandez-anuncio-la-restitucion-del-ministerio-de-salud-y-declaro-la-emergencia-sanitaria-en-argentina/


Héroes y demonios

Por  Pedro Pierre

En los tiempos de catástrofe siempre surgen líderes y sabios que guían a los demás para salir adelante. Pero también hay ‘demonios’ que se aprovechan de la situación para empeorarla y sacar beneficios personales. Lo vemos con la pandemia del coronavirus. Cuba sobresalta por acoger un crucero anclado en el mar Caribe desde más de un mes.

La mentira infecta más que el coronavirus
Cada vez más nos estamos dando cuento de la manipulación y de la ingenuidad en relación a esta epidemia gripal. No es que hay que descuidarse, sino darle la gran importancia que se merece. Podríamos poner en la canasta de la ingenuidad y aprovechadores los alarmistas, los individualistas, los que no se interesan en la política, los que no analizan la realidad local y global, los que llenan su refrigeradora por miedo al fin del mundo, etc.
Miren cómo los grandes laboratorios se soban las manos y saltan de alegría por sus cuentas bancarias en alza, como los gobiernos aprovechan para tomar decisiones a escondidas (¡no hay mascarillas pero sí perdigones para matar a manifestantes!). Por allí dice un indígena que ‘el coronavirus es una enfermedad de los blancos’… Claro, si los ‘blancos’ no fueran afectados no hubiera tanta bulla informática. En los países pobres centenares de personas y hasta decenas de miles mueren cada semana por hambre, guerras y enfermedades curables: ¿dónde están los medios de información para escandalizarse, asustarnos y presionar? El sarampión, el cáncer, las enfermedades catastróficas y la misma gripe que todos padecemos en algún momento, matan a muchas gentes cada año. ¿Por qué no se organizan campaña para denunciar la poca combatividad de los laboratorios farmacéuticos que podrían suprimir o a lo menos reducir de mucho a estas enfermedades?
El papa Francisco nos dice que ‘la tercera guerra mundial ha comenzado, por pedazos’. La guerra química está en marcha y los laboratorios gringos, europeos, rusos y chinos trabajan 24 horas sobre 24 para perfeccionar la eficacia mortífera de los virus y así matar a mas ‘enemigos’… ¿Cómo que no van a utilizar estos virus para probar sus masacres? Parece que el coronavirus se les escapó de las manos, después del de la ‘vaca loca’, la gripe aviar y la porcina, el ébola (¡Allá en África, por la extrema pobreza masiva, es más eficaz!) y cuántos más. ¿No lo habrán hecho estallar en China porque ya los chinos han pasado a ser la primera potencia económica y digital al nivel planetario?
Tal vez fuera bueno recordar lo que, en su tiempo, dijo Jesús sobre la destrucción de Jerusalén y el fin del mundo: “¡No se asustan! ¡No hagan caso! ¡Sean vigilantes: No caigan en el descuido ni en la bebida o las preocupaciones mundanas!” Y también el libro del Apocalipsis: “Mira: Estoy tocando tu puerta. Si me abres, entraré, me sentaré a tu mesa y cenaremos juntos.” Esa es la vigilancia mayor que debemos tener: Dios quiere venir a cenar con nosotros, a diario, para una convivencia feliz, sencilla y liberadora… Pero nosotros estamos ocupados en cuántas cosas muy secundarias que nos ocultan lo esencial: la fraternidad, el compartir, la solidaridad, la comunión con Dios…
¡Cuánto egoísmo y rivalidad ya está provocando este coronavirus entre nosotros! Y dejamos pasar la felicidad por la amistad ofrecida, por una vida más comunitaria, más sana, más sencilla… porque el individualismo, la agresividad, el consumismo, los vicios… sí son el fin de nosotros.

Cuba solidaria por el coranavirus
Mientras todos los países cierran sus fronteras y Trump quiere tener la exclusividad de la vacuna alemana contra el coronavirus, “Cuba autoriza el atraque del crucero británico MS Braemar con cinco casos confirmados de covid-19”. Cuba abre su país -¡cuya frontera no está cerrada!- “ante la urgencia de la situación, dice el gobierno cubano, y el riego para la vida de las personas enfermas”.

¡La Cuba de Fidel y de Che Guevara, la Cuba comunista, la Cuba dictatorial, la Cuba bloqueada criminal y económicamente desde más de 50 años por los gobiernos de Estados Unidos, la Cuba censurada por los grandes medios de comunicación comerciales internacionales, la Cuba satanizada! ¿Cuántos se han enterado de la noticia?
Y también ¿quiénes se han enterado de que “Cuba destaca capacidad para producir medicina contra Covid-19”, “Médicos cubanos se unen a Venezuela para contener el coronavirus”, “Italia recluta médicos de Cuba, Venezuela y China para luchar contra el coronavirus”? Y todos sabemos que en Ecuador ¡el gobierno ha despedido a los médicos cubanos de su territorio!… seguramente sobre ‘invitación amistosa’ del gobierno gringo. Lastimosamente sabemos que el gobierno de Estados Unidos ha decretado que ninguna ‘Buena Noticia’ puede venir de Cuba ni de Venezuela. ¡Triste realidad!… cuando la realidad es otra. Es de preguntarse dónde está la perversidad.

El crucero británico llamado ‘MS Braemar’ estaba anclado en el mar caribeño cerca de las Islas Bahamas desde febrero pasado, porque ni Estados Unido, ni América Central ni América del Sur lo autorizaban a atracar en alguno de sus puertos. ¡Se ve la insolidaridad y la debilidad de sus sistemas nacionales de salud de estos países, incluidos Estados Unidos, cuyo presidente se autoproclama el salvador de la humanidad! Del Braemar se cuenta a bordo hay más de 1,000 pasajeros con pasajeros de Canadá, Australia, Bélgica, Colombia, Irlanda, Italia, Japón, Países Bajos, Nueva Zelanda, Noruega y Suecia. El gobierno de Cuba se ha puesto de acuerdo con el gobierno británico para trasladar a los pasajeros hasta algún aeropuerto para que puedan viajar con seguridad a Gran Bretaña. Llama la atención que los ‘padres’ de los primeros invasores de Norteamérica hayan aceptado la ayuda de los cubanos: un buen golpe a su orgullo congenital.
Muchas lecciones hemos de sacar de esta solidaridad cubana. Los que conocemos a Cuba sabemos de su solidaridad con América Latina y África. Sabemos también que el sistema sanitaria cubano -me parece haberlo leído no hace tanto tiempo en un texto de la ONU- es el más eficaz del mundo. También son primeros o entre los primeros en biotecnología, deportes, cultura, erradicación de la miseria… Pero todo esto se debe silenciar porque el Occidente capitalista ha decidido satanizarlo para que nadie se atreva a imitar o seguir a los cubanos y a su sistema de gobierno.
Deberíamos leer o releer, en estos días de cuarentena, el libro del dominico brasileño Frei Betto titulado “Fidel y la Religion” para hacernos una idea del comunismos humanitario que rige en ese país. ¡En la Cuba de Fidel no ha habido gente asesinada por ser cristiana! mientras en los muy católicos países latinoamericanos han matado a montones y siguen matándolos. ¡Qué pena también que a los cristianos no se nos identifique por la solidaridad sino por rezar, ir a misa, sobarles los pies a los santos, leer mucho la Biblia y palmear abundantemente! El único mandamiento de Jesús es que ‘nos amemos unos a otros como él nos amó’. En el caso que toca, los cubanos nos están dando una lección de humanidad y de cristianismo, porque según la parábola del juicio final: entran en el Reino, en vida y para siempre, ‘los que están visitando y ayudando a los enfermos porque lo están haciendo al mismo Jesús’.
Así que ¡a revisar nuestra calidad humana y nuestro cristianismo! Y agradezcamos a los cubanos, buenos samaritanos, su valor humano y sus gestos de solidaridad internacional, ética bastante rara en estos tiempos: nos dicen con hechos que “otro mundo es posible”, urgente y necesario.


Emergencia

Por Diego Borja Cornejo

El Ecuador vive una emergencia con ribetes que hasta hace pocos días lo hubiéramos catalogado como propios de una película de ciencia ficción. En menos de una semana, cientos de personas contagiadas de un virus que ataca los pulmones y que amenaza con multiplicar el contagio a miles e incluso decenas de miles. Estado de excepción, incluyendo el toque de queda y el control militar de Guayaquil para evitar la aceleración de los contagios. Patrullas policiales que vigilan la medida de confinamiento domiciliario masivo. Ciudadanos que violan las medidas de confinamiento y que atacan a las fuerzas policiales. La alcaldesa del Puerto Principal que bloquea con carros del municipio la pista del aeropuerto, que impide el aterrizaje de un vuelo internacional con fines humanitarios y que luego se declara contagiada de la epidemia. La ministra de Gobierno que se hace de la vista gorda frente a ese delito, y que provoca que el Ecuador caiga en el ridículo y la censura a escala europea y mundial. El ministro de Finanzas que mezquina los recursos para enfrentar la emergencia de salud y prefiere continuar con los pagos de la deuda externa. La ministra de Salud que renuncia a su cargo desenmascarando al ministro cicatero y a otros funcionarios a quienes les dan un mínimo poder para que manejen la emergencia y lo hacen con la delicadeza de un herrero feudal y la prolijidad de un poseído. A todo esto, un Presidente ausente y que delega la mayor emergencia de la historia nacional en un vicepresidente con escueta legitimidad.

Parece un relato de ficción.

El 24 de marzo, o sea mañana, el Ecuador deberá pagar 325 millones de dólares que corresponden al vencimiento del saldo de los bonos global 2020. A eso hay que añadir los pagos de capital por 290,3 millones por vencimientos de deuda con organismos multilaterales y bancos internacionales; y los pagos por intereses por un monto de 107 millones correspondientes a los bonos global 2022 y 222,1 millones por intereses de los otros prestamos. Todo esto da un total de 944,4 millones de dólares para deuda externa hasta finales de marzo. ¿Qué va a hacer el gobierno? ¿Va a permitir que salgan esos recursos en el momento que más requiere la sociedad ecuatoriana para enfrentar la mayor emergencia sanitaria de la historia? Sería el mayor despropósito, también de la historia. Sería aumentar el riesgo de contagio de miles de ecuatorianos y el riesgo de muerte de cientos de compatriotas. Sería imperdonable.

En lo inmediato deberían fluir los recursos del Estado para hacer frente a la emergencia. Los países que han enfrentado con éxito la pandemia del COVID-19 han puesto en marcha un conjunto de medidas combinadas y recurrentes: a) hacer pruebas de contagio del COVID-19 de forma masiva; b) determinar la trazabilidad de los contagiados y aislar institucionalmente a ellos y a los clasificados como “casos con sospecha”; c) aislar a los contagiados y someterles a tratamiento para ver el grado de respuesta y poder proyectar; d) entregar a las familias de bajos recursos raciones alimenticias con la participación de las FFAA para que no salgan de casa, sobre todo –pero no exclusivamente- en las zonas que tendrían restricción de 100 % y 75 % de “contacto social”; e) establecer los cercos de movilidad al 100 %, 75 %, y 50 %, dependiendo de la trazabilidad del contagio; f) establecer el toque de queda total sobre todo en las zonas en las que tuvieron presencia los casos contagiados, los sospechosos y los del cerco epidemiológico y establecer claramente las excepciones para la provisión de alimentos y medicinas en esas zonas, con las respectivas medidas de seguridad para la movilidad restringida; g) prohibir a las compañías de telefonía celular y de provisión de servicios de internet la suspensión de sus servicios a toda la población del país y de haber impagos diferir los mismos mientras dure la emergencia.

Estas acciones requieren recursos y son prioridad absoluta de la sociedad. No es aceptable que mientras la ex – ministra de Salud Catalina Andramuño coloca entre sus causales de renuncia que hasta el 21 de marzo “no se ha recibido ninguna asignación presupuestaria para el manejo de la emergencia” por parte del Ministerio de Economía y Finanzas (“la autoridad competente”); un subsecretario de ese ministerio afirme que la prioridad es pagar la deuda externa.

En este mundo híper informado se puede conocer en tiempo real los éxitos y los fracasos. La agencia de noticias china Xinhua informó el 23 de marzo que ya van cinco días que no se registran nuevos casos de infección con COVID.19, ni en Wuhan, la ciudad donde se inició la epidemia, ni en la provincia de Hubei, de la cual es su capital. ¿Por qué el gobierno del Ecuador no ha pedido ayuda a China? Italia, que se mantiene como el primer país con casos de infección fuera de China pidió apoyo a ese país para contener el COVID-19 y esta llegó el 12 de marzo. Es el tercer equipo de este tipo de China después de los enviados a Irak e Irán. «Esto es lo que llamamos solidaridad y estoy seguro de que vendrán más. No estamos solos, hay personas en el mundo que quieren ayudar a Italia», comentó el Ministro de Relaciones Exteriores italianos, Luigi Di Maio. Con bastante pragmatismo el gobierno italiano pide ayuda a China y le agradece. ¿Qué consideración del gobierno del Ecuador puede hacer comprensible, más aún, justificable el que demore este pedido?

Con absoluta arrogancia se informaba el 13 de noviembre del 2019 que el gobierno de Lenín Moreno daba por terminados los convenios suscritos entre los ministerios de Salud Pública de Ecuador y Cuba, “en temas relacionados a la cooperación científica y asistencia técnica en vigilancia epidemiológica” y otras áreas. Seguramente será la vergüenza la que le impide al gobierno solicitar la asistencia de Cuba para controlar la epidemia. Señores del gobierno: pidan disculpas, reconozcan que se portaron malagradecidos y arrogantes y soliciten ayuda al gobierno de Cuba. Seguramente como lo están haciendo los cubanos en Lombardía, la zona que más contagios tiene en Italia, van venir al Ecuador, porque ellos ponen por delante la solidaridad.

Muchos gobiernos del mundo están tomando medidas excepcionales conforme exige una situación de extrema emergencia. Alemania se aleja del dogmatismo fiscal y anuncia un plan que incluye la concesión de crédito «ilimitado» a las empresas, mediante garantías de la banca pública a los empresarios para evitar las quiebras. Además se pondrá en marcha financiamiento público para cubrir las disminuciones de las horas de trabajo debidas al cese o caída de la producción. El plan también contempla el aplazamiento del pago de impuestos. En Francia el plan económico de emergencia incluye la entrega inmediata de recursos a trabajadores y empresas, la instrumentación de garantías fiscales para préstamos del orden de los 300 mil millones de euros y medidas específicas para proteger a las empresas amenazadas.

Para las empresas más pequeñas, el Presidente Macron ha ofrecido que no pagarán ni impuestos, ni cotizaciones sociales; y desde el 17 de marzo se suspendieron los pagos por electricidad, gas y alquiler para las pequeñas y medianas empresas en dificultades. Más aún, el 20 de marzo la Unión Europea anunció la decisión inédita de suspender las reglas de disciplina fiscal . A través de un video publicado en la cuenta de twitter, la Presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, anunció que “se ha disparado” la cláusula derogatoria general del pacto de estabilidad y crecimiento. Es una decisión que permite a los gobiernos de los 27 países miembros “inyectar en la economía tanto como sea necesario”.

Mientras el mundo piensa en medidas de protección de los trabajadores, empleados y desempleados, pequeñas, medianas e incluso grandes empresas, los neoliberales criollos, con figuras como el ex – Vicepresidente Alberto Dahik a la cabeza, proponen “una reducción inmediata del 20 % en los sueldos y salarios de los empleados públicos”, eliminar los subsidios a los combustibles, y no pierden oportunidad para “sugerir” medidas que promueven la salida de divisas en condiciones de extrema vulnerabilidad de la liquidez doméstica, como la eliminación del ISD, la reducción del impuesto a la renta corporativa y el aumento del IVA. Doble golpe para el pueblo ecuatoriano, el del coronavirus y el de los neoliberales.

En total contra sentido de lo que plantean los neoliberales, lo que requiere urgentemente el país son dos tipos de medidas, por un lado las que protejan la liquidez, en un momento de extrema vulnerabilidad producida por los shocks externos; y otras que protejan el ingreso y, sin ningún riesgo de exagerar, la vida de la mayoría de ecuatorianos.

Entre las primeras, de Protección de la Liquidez: a) prohibición a los bancos, cooperativas y otras instituciones financieras de sacar divisas del país; b) aumentar los aranceles a los topes máximos permitidos por la OMC, excepto para las medicinas, reactivos e insumos necesarios para el control del COVID-19; c) aumentar ISD al 10 % para las otras salidas de divisas del país, mientras dure la emergencia sanitaria, exceptuando las medicinas, reactivos e insumos necesarios para el control del COVID-19; d) modificar las cláusulas del código monetario y financiero que impiden que el BCE financie al MEF; e) devolverle el mecanismo del dinero electrónico al BCE para usarlo como sistema para entregar recursos de compensación urgentes y mientras dure la crisis a las personas que no tienen ingreso fijo, bajo modalidades de inclusión social amplías, sin tener que romper los cercos de movilidad y disponer la aceptación obligatoria del mecanismo de dinero electrónico en todos los sitios que expenden alimentos y medicinas; f) disponer que todos los recursos previstos para el pago de deuda externa (bonos, multilaterales y bancos internacionales) se orienten a cubrir las necesidades de la emergencia sanitaria y de la vida de las personas. La vida por encima de la deuda.

Entre las segundas, Protección de la Vida de los ecuatorianos: a) implementar en lo inmediato un Plan de Provisión y Producción de alimentos en el que participen el gobierno nacional, los gobiernos locales, las fuerzas armadas y organismos de la sociedad civil. Esto implica en lo inmediato la entrega de raciones alimenticias a las personas más vulnerables en el lugar en el que viven, de forma que se pueda mantener las medidas de aislamiento social y que este no se convierta en un lujo de quienes pueden tener acceso a alimentos y medicinas. Esto implica asignar recursos extraordinarios para ello, a los gobiernos locales como responsables de la medida; b) refinanciamiento automático de la totalidad de la deuda de las tarjetas de crédito, con corte al 29 de febrero, otorgando un período de gracia de 90 días para el capital y los intereses y a partir del día 91, reiniciar los cobros en las condiciones exactas a las que corresponden a la fecha de inicio de esta medida. Si en caso, no culminara la emergencia sanitaria en ese período se extenderá la media. Esto es de cumplimiento obligatorio para todas las instituciones emisoras de tarjetas de crédito a nivel nacional; c) refinanciamiento automático de todas las deudas adquiridas hasta el 29 de febrero de 2020 bajo modalidades de tarjetas de afiliado en todas las casas comerciales (electrodomésticos, utensillos del hogar, etc.), otorgando un período de gracia de 90 días para el capital y los intereses y a partir del día 91, reiniciar los cobros igual que lo que corresponde a la fecha de inicio de esta medida. Si en caso, no culminara la emergencia sanitaria en ese período se extenderá la media. Esto es de cumplimiento obligatorio para todas las instituciones comerciales que utilicen este sistema a nivel nacional. d) obligar a los prestadores de servicios de los sectores de telecomunicaciones a no cortar los servicios por falta de pago de los usuarios al menos por 90 días; e) prorrogar por 90 días los pagos al IESS tanto de empleados como de empleadores; f) disponer que el SERCOP amplíe los plazos de las distintas pólizas que cubren anticipos de contratos y otras, para evitar los costos de nuevas pólizas debidos a la paralización de las actividades; g) enviar una ley urgente permitiendo que las empresa públicas donde participen los gobiernos locales puedan hacer uso de sobregiros en el sistema financiero tanto público como privado; h) suspender los pago de los créditos educativos de todos los niveles, sin recargo alguno; i) disponer la recaudación especial adicional del 4 % a las utilidades de las empresas del sector de telecomunicaciones y a los bancos, la cual en ningún caso será cargada a los usuarios, y todos esos recursos se orientarán a fortalecer el sistema de salud.

Una lección y una alerta finales.

La lección: que espero que no le cueste más dolor y lágrimas al pueblo ecuatoriano es la necesidad indispensable de contar con un Sistema de Salud Pública fuerte, potente, capacitado para enfrentar los riesgos de todo tipo, hasta los que en algún momento pueden parecer propios de una película de ciencia ficción.

La alerta: cuidado y las voces que están proponiendo que se destinen a la emergencia los fondos previstos para las elecciones del 2021 se convierten en voces que pidan que no se realicen o que se aplacen las elecciones. El cambio de gobierno de forma democrática, no puede detenerse. Más aún, el enfrentamiento de la epidemia del COVID-19 requiere un curso de acción completamente diferente al del actual gobierno, uno que permita recuperar la esperanza y la confianza en el quehacer público. Y esa es decisión insoslayable del pueblo ecuatoriano.


El Estado en tiempos de coronavirus

Por Arturo Belano

La respuesta de los estadounidenses ante la crisis del Coronavirus ha sido disparar la compra de armamento como nunca en la historia de ese país, junto con la compra de papel higiénico, claro. Lo del papel higiénico sigue siendo un misterio para mí, pero lo del armamento se explica por varias razones. En tiempos de crisis, determinados grupos e individuos focalizarán sus acciones en lo que más les convenga a ellos, independientemente de si esa acción puede ser perjudicial para el conjunto de la sociedad y sin que sea realmente necesario hacerlo. La posición individual del “sálvese quien pueda” empieza a prevalecer, a lo que hay que sumarle la cultura del arma como derecho fundamental, con lo que se tiene un coctel molotov listo para cualquier escalada de conflicto, si la crisis no se podría resolver adecuadamente.

Me atrevo a sugerir que esa posición individualista y esa cultura del arma como necesidad básica (que tienen varias explicaciones sociológicas), se exacerban también por el imaginario construido a partir de las, siempre de moda, películas post apocalípticas que se caracterizan por montar escenarios donde no existe sociedad posible, porque no existe Estado presente. Es decir, no existe ejército, no existe policía, no existe presidente o gobierno que diga lo que hay que hacer, generalmente porque cayó víctima de la enfermedad, alienígena, o mutación que ocasiona el desastre en primer lugar.

De esas películas podríamos colegir que la sociedad desaparece cuando desaparece el Estado. Claro que, en estricto sentido, no desaparecería, sino que volvería a una situación de desarrollo precaria, digamos, pre moderna. Lo que sí es ampliamente aceptado es que los Estados existen porque las sociedades, más o menos modernas, se ponen de acuerdo para consolidar la figura de este tercero que monopoliza el uso de la fuerza legítima y se hace cargo de resolver las siempre cambiantes fuentes de conflicto dentro de la sociedad. Sin Estado, las fuentes de conflicto se resolverían por quién es más fuerte, tal como podemos ver en este tipo de cine, ya sea porque tiene más fuerza física (The book of Eli), porque tiene acceso a recursos escasos (Mad Max Fury Road o Resident Evil) o porque tiene más información (World War Z).

Evidentemente, en la realidad, es mucho menos probable que el Estado desaparezca, aunque las fallas de este se harán más notorias en situaciones de crisis como las del Coronavirus. Ante una situación de crisis, la existencia del Estado tiene mucha más razón que en situaciones normales porque ante una crisis sistémica ya sea económica, social o ambiental, y más aún, sanitaria, la gente necesita certezas y esa información solo está (o debería estar) en este tercero que conformamos como sociedad para que nos resuelva los problemas que de manera unitaria no podríamos resolver, como en este caso y cualquier otro similar. La ausencia de estas certidumbres ocasiona que esos grupos de personas se “olviden” de la sociedad y empiecen a buscar cómo resolver los problemas o cómo sobrevivir (ya derechamente) de manera individual.

La gran diferencia que existe entre las películas y las realidades es que, en las películas, los Estados son casi siempre los primeros en desaparecer y ese relato da el chance de contar la historia que quiere contar el director de la película. En la realidad, el Estado, no va a desaparecer, pero en el mediano plazo se puede debilitar producto de la gestión de la propia crisis. Las decisiones que toma quien gobierna, las acciones de la sociedad, la persistencia de la amenaza que genera la crisis, entre otras cosas, pueden afectar al Estado y a quien lo dirige. En ese lapso, los que gobiernan deben tener la capacidad de conducir este Estado (entendido como el conjunto de organismos y organizaciones públicas que lo conforman) para resolver realmente el problema, aprender sobre la marcha y recuperar las condiciones de relativa normalidad que devuelvan a la gente, esas certezas requeridas para no tomar decisiones individuales a costa de los demás miembros de la sociedad.

Cuando el Estado va acumulando errores, más gente empieza a dudar de la efectividad de las acciones de sus gobernantes y empieza a operar en consecuencia. En la medida que aumenta la cantidad de gente que duda, la situación se vuelve más compleja para el gobernante y el propio Estado. En este momento de la crisis sanitaria por el Covid – 19, ya hemos presenciado el incremento de la duda que se refleja en comportamientos cada vez más individuales. Si no hay Estado que sancione por igual a todos los que infringen las normas explicitas, la gente tenderá a actuar en consecuencia.

El gobierno ha informado que hay más de 500 detenidos por infringir el Toque de Queda, pero la alcaldesa que puso en peligro a muchas personas con su temerario y esquizofrénico acto de supuesta valentía sigue campante sin proceso judicial, a pesar de haber reconocido el cometimiento de un delito. Hay muchísimos casos reportados de personas que se han comunicado con el 171 para tener atención de emergencia por presentar síntomas de la enfermedad que, o no han sido atendidos, o han recibido agendamiento para más de una semana, y, sin embargo, la misma alcaldesa recibió, en menos de 8, horas un diagnóstico por covid-19.

El mensaje que manda quien gobierna es claro. El Estado ya no es de todos, ya no es el tercero creado para resolver los cambiantes conflictos que se generan dentro de la sociedad. El Estado ha vuelto a ser de unos pocos y sirve para beneficiarlos a ellos. Los demás, el conjunto de la sociedad importa muy poco o nada. Tanto es así que las respuestas que se les ocurren para financiar la crisis es continuar desmantelando el Estado, a pesar de que la realidad les ha dicho, de la forma más cruda posible, que hacerlo fue un error de dimensiones épicas. Demasiada evidencia empírica existe para demostrar que lo que ayuda a sobrellevar mejor este tipo de crisis, es un Estado fuerte, institucionalizado, con labores claras y específicas, con profesionales de calidad en todos los sectores. La opinión experta ha señalado con firmeza la importancia de contar con sistemas públicos de salud robustos y eficientes. Esto quiere decir, entre otras cosas, con infraestructura y equipamiento adecuados, con profesionales capacitados, con insumos suficientes. Justo lo que no tenemos en Ecuador gracias a las políticas retardatarias y anacrónicas de ajuste fiscal impulsadas por el FMI (aun cuando han reconocido que sus recetas no funcionan).

Si el Estado (es decir, el gobierno) no recupera a pasos agigantados la certidumbre, a través de inyección real de recursos (no solo a través de discursos, sino de transferencias concretas en el eSIGEF), acciones específicas técnico-científicas (aumentar la cantidad de pruebas aplicadas en los cercos epidemiológicos), y hace que las instituciones del Estado operen con igualdad y justicia real ante la sociedad (castigando por igual a quienes cometen delitos, independientemente de su status social), tendremos, por desgracia, el aumento persistente de personas que se tornarán violentas, como el señor que atropelló al agente de tránsito en Otavalo, o las riñas en los mercados del sur de Quito; o lo que es peor, el aumento de la “necedad” de muchos habitantes de ciudades como Guayaquil que preferirán no acatar el aislamiento. Después de todo, ¿por qué la sociedad habría de hacerlo si el Estado no los protege a ellos, sino pareciera proteger a su plutocracia de los demás miembros de esa sociedad?

Esta crisis no es el fin de la humanidad y no vamos a tener un escenario post apocalíptico como el de Soy Leyenda o The Road. No vamos a necesitar ni papel higiénico ni armas para sobrevivir en los meses y años que vienen. A cambio sí, necesitamos un Estado consolidado, orientado a servir a las mayorías y a todos los grupos de atención prioritaria. Necesitamos un Gobierno que defina e implemente políticas para beneficiar a la mayor cantidad de personas, y eso necesariamente, requiere de políticas económicas y fiscales diferentes a las que durante 3 años se han implementado. Lo que digo es claramente ideológico y también, notoriamente práctico, a la luz de las decisiones que están tomando en otras partes del mundo en relación a replantearse el rol del Estado.

En el Ecuador de hoy, el gobierno tendría que usar los recursos del Estado para garantizar la cohesión social que no se logra con eslóganes paradójicos (al virus lo vencemos juntos, cuando en realidad tenemos que estar aislados) o con órdenes falaces vía Twitter (el tuit del Vicepresidente ordenando a la Ministra de Salud que haga su trabajo fue bastante decidor del nivel de coordinación interna) o con la aplicación relativa de la ley (la Ministra de Gobierno eximiendo a la Alcaldesa). Recuperar la certidumbre se logrará cuando el gobierno demuestre en la realidad que el sistema público está preparado porque tiene el equipamiento suficiente y a tiempo, porque ha aumentado drásticamente la cantidad de pruebas que debe tomar, porque cada vocero habla en función del ámbito de sus responsabilidades, porque no existen ministros tratando a los profesionales del sistema público como si estuviera en su huasipungo.


Ya viene el Coronavirus…. (más bien, ya vino)…

Por Giovanni López

Un principio fundamental de la física cuántica, es la indeterminación.  Y así estamos.

Luego de haber vivido diez años de mensajes claros y de planificación, independiente de antipatías políticas y errores que los hubo, me es imposible dejar de pensar cómo habría enfrentado esto Rafael Correa y Jorge Glas.

Ahogados en el miedo, el quédate en casa (que hay que hacerlo), y mensaje absurdos como la invitación del Presidente Moreno a visitar muesos virtuales o el telediario del vicepresidente Sonnesholzner sobre el número de contagiados y diciendo que “lo peor está por venir”,  a estas alturas en el gobierno anterior habría hecho tantas cosas, desde las más elementales:

  • Rafael Correa nos hubiera explicado cómo el sistema de salud habría tomado as previsiones del caso para una pandemia.  Número de camas adicionales, número de implementos básicos, número de hospitales habilitados, cantidad de medicamentos para la crisis, etc..
  • Jorge Glas estaría a cargo de implementar las medidas de respuesta en todo ámbito, garantizando servicios básicos y alimentación para todos los que lo necesiten, ya tuviera un modelo logístico funcionando.   Ya estaría llegando ayuda de China, Rusia y Cuba.
  • Cada ciudadano sabría a dónde ir en caso de síntomas, cada familia que requiera asistencia en alimentos ya
    estaría registrada y sabría cuando le va a llegar su ración,  las fuerzas armadas estarían repartiendo raciones, bajo medidas sanitarias para minimizar contagios.
  • Las telecomunicaciones, sobretodo de internet, estarían disponibles para todos sin restricción, para disminuir el efecto del aislamiento por la cuarentena.
  • Ya habría un plan económico radical para financiar esto, dado el estado de quiebra al que nos ha levado el Gobierno de la Banca y las Cámaras, y una postura respecto a la deuda externa, la cual ha incrementado 30.000 MM USD en este periodo a cambio de cero obra pública o servicios ciudadanos, y que ha servido para apalancar la fuga de capitales y las importaciones de grandes empresarios.

Ya antes del coronavirus esto era la crónica de una muerte anunciada en materia económica, hoy para desgracia de los ecuatorianos es una desgracia que fue anunciada con 6 meses de anticipación, todos sabíamos que una pandemia se acercaba, y no se hizo nada.

Liderazgo, capacidad y estar del lado de la gente.  Eso hicieron Rafael Correa y Jorge Glas, hoy el uno no puedo volver y el otro es un preso político por la fuerza de las circunstancias.   Y ahora ¿Quién podrá defendernos?.


Crónicas de la cuarentena

Por Lucrecia Maldonado

Crónicas de la cuarentena (1)

Fue en realidad el segundo día de clase virtual. Es una informalidad total eso de impartir y analizar los cuentos de Cortázar desde mi dormitorio. Ayer fue un día duro del que prefiero no hablar, porque ahora ya no fue tan duro. Más bien llevadero. Solo que la clase virtual te deja un agotamiento y un dolor de cuello que jamás me ha dejado la clase presencial. Como siempre, no faltan los típicos niñatos que quieren llamar la atención por quizá la única capacidad de la que se sienten orgullosos: la de j****.
He visto, conmovida hasta las lágrimas, cómo Cuba, China y Venezuela prestan el contingente de sus médicos a la soberbia Europa que siempre nos miró por encima del hombro (salvo excepciones). China, bueno, no sé mucho qué decir de esto. De Cuba sabemos que sesenta años de revolución y bloqueo, en ese orden, crearon un espíritu solidario difícil de emular. Pero lo que más me toca el corazón es Venezuela, con todas las agresiones de que es objeto por esos mismos países arrogantes, seguidores a rajatabla de las órdenes norteamericanas, país herido casi de muerte por las agresiones de un mundo plagado de estulticia y de lambisconería. También conmueve, y hasta el alma, el heroísmo de la pequeña isla que abre sus puertos al barco de los apestados no solo para que tengan donde quedarse sino para brindarles atención médica. Bofetada con guante blanco nos dan a todos.
Por otro lado, me entretengo en ver la serie narrada por Oliver Stone, LA HISTORIA NO CONTADA DE LOS ESTADOS UNIDOS, y eso también me llena de sentimientos no diríamos confusos (en realidad son muy claros), pero sí contradictorios, porque veo cómo el país de Mark Twain, de Louise

May Alcott, del jazz, de Angela Davis, de Edward Snowden, de Walt Whitman genera, por otro lado, la más asesina y cruel maquinaria guerrerista cuyo único fin es defender a los ricos del planeta… Veo también los retratos de grandes norteamericanos en la política: Franklin Roosevelt, Henry Wallace, el mismo Kennedy, prisionero de la máquina gubernamental o Martin Luther King. Todos mártires de la grandeza de su alma y de su vocación de paz y humanismo.
Mientras el virus alcanza cotas de reproducción exponencial, me pregunto si no será verdad que la tierra es un planeta de castigo o donde las almas o seres que estmos aquí pasamos grandes pruebas. O si será verdad que el príncipe de este mundo (entiéndase lo que se entienda por ‘príncipe’) es el mal en sus formas más crueles: codicia, ambición desmedida, egoísmo.
En la tarde salgo al banco, a reponer -una vez más- la tarjeta de débito que alguien me ha clonado, cosas del capitalismo, y me encuentro con un perrito moribundo en la puerta del supermercado. Triste, tristísimo de muerte porque alguien en quien él confió lo ha abandonado a su suerte ahí, en tiempos del coronavirus.Ya no quiere comer, y solo mueve la cola con gratitud cuando alguien se interesa por él o le hace algún cariño. No puedo traerlo conmigo. Tengo dos rescatados, una regalada y un gato ancianito. Con el corazón roto, regreso a la casa, pensando que esa es quizá la imagen de los pobres de la tierra y de la clase media empobrecida, que confió en los que, tras haberla estafado cuatro veces en las urnas, ahora huyen a las Islas Encantadas para dejarla abandonada a su suerte sin ningún remordimiento.

Crónicas de la cuarentena (2)

El día empezó bien, con disciplina, con más optimismo que ayer, dispuesta a olvidar un poco lo triste y a hacer lo que había que hacer. Y bueno, así iba: juntas virtuales de 2 BGU, clases cortitas porque es miércoles. Entre uno y otro bloque, preparar el almuerzo: arroz, pollo chilindrón con la receta del primer libro de cocina que compré solita. Clase. Reunión de área. Almuerzo a solas porque los demás ya habían almorzado. Descanso. Lavar los platos, y luego me hice un programa detallado para la tarde que iba cumpliendo más o menos: revisión de correos y arreglo de asuntos del parcial anterior con los estudiantes. Arreglo de otro sector de mi cuarto, el de las fotos sobre el mueble de junto a la puerta…
También se me ocurrió hacer un video musical para calmar mi aburrimiento y el de las otras personas, y vi que no era la única que estaba pensando en eso.
Entonces comenzaron a aparecer las noticias medio raras: algunos afectados por la epidemia de los más de cien que hay en Guashakill pertenecen a la clase más alta: la de Samborondón, así mismo. Esa que desprecia a los pobres por ignorantes, indisciplinados y vagos. Porque ocurre que algunos vinieron de Italia y otros, o los mismos, se reunieron en una boda con un montón de invitados. Así nomás. ¿No ven que los ricos son de otro material, tienen otra piel y los virus les huyen?

Luego, al saber que un avión de bandera europea iba a aterrizar en el aeropuerto de Guashakill, con once miembros de tripulación, a la emperatriz de esa ciudad no se le ocurrió nada mejor que hacer que algunas camionetas ocupen la pista de aterrizaje para impedirlo y así, heroicamente, salvar a su ciudad de la peste que ya está más que extendida. Nadie entiende si fue ignorancia, estupidez, prepotencia nivel Trump o una tóxica mezcla de las tres cosas. Y peor aún, las declaraciones de la semidiosa que defiende su actitud nada técnica, nada sensata, nada inteligente y por supuesto para nada apegada a ningún protocolo de nada.
De todos modos, seguí mi plan, entre el asombro y la indignación, y estaba leyendo unos textos para una chaucha, cuando de repente cayó la bomba: a mi yerno lo botaron del trabajo. ¿Motivo?

El hecho de faltar dos días seguidos, según ellos, cuando la realidad es que ayer no encontró transporte y alguien le dijo que no se preocupara, que se quedara en casa, y hoy era su día libre, amén de que la ley le concede tres días y admite justificaciones. Comenzamos a movernos, a buscar el apoyo del papá de mis hijos que sabe de leyes, y mientras íbamos viendo qué se hace nos enteramos que, al momento de la contratación le hicieron firmar un papel en blanco con el pretexto de que era para formalizar algún rato el contrato indefinido… pero en realidad estaba firmando la forma en la que otros escribirían su renuncia, de ser ‘necesario’.
Me quedo con el amargo sabor de constatar cómo son los ‘empresarios’ de mi país: gente que no está dispuesta a ceder medio milímetro de ningún privilegio a nadie. Gente que maltrata, estafa y ataca a sus propios trabajadores como si fueran enemigos, cuando en realidad son el motor de su enriquecimiento. Gente que aprovecha la crisis para dar mordiscos y se escuda en los problemas del país para sus trafacías más sucias y crueles. Para colmo, es una empresa tercerizadora, de esas que Rafael Correa suprimió para que sean las empresas originales quienes cumplan con las obligaciones patronales y se hagan cargo de cualquier conflicto con sus trabajdores. Entonces duele más pensar que estamos en manos de los poderes más perversos sobre la tierra: el mercado de la ambición, la traición gubernamental y la prepotencia imperial a varios niveles (incluso el de aldea perdida en la nada con ínfluas de madre perla por sus clases dominantes).
Por si acaso, les dejo el nombre de la empresa tercerizadora: #Intelca, y el de los supermercados que se van a quedar pobres con la crisis: #Tia. Si no están de acuerdo en lo que hacen con la gente, por favor no compren nada nunca más ahí. Siempre me pregunto qué pasaría si la gente de buena voluntad tuviera las suficientes agallas para hacer sentir su poder en el mundo.
Buenas noches y que mañana se vea la bondad por encima del horror y si no es así, que podamos reírnos un poco más de la ridícula estulticia de los ambiciosos.

Crónicas de la cuarentena (3) Lady Patriot

Ella sabe, Guayaquil no es cualquier cosa. Es la ciudad más importante del mundo, y el mundo también tendría que saberlo. Ese man que dijo que bien vale París una misa estaba delirando. Bien vale Guayaquil un conflicto internacional. Tampoco es cierto eso de que con el «Carchi no se juega». Con Guayaquil no se juega. A nada. Ni limpio ni sucio ni más o menos. Por eso hay que defender a Guayaquil. Y defender al Guayaquil no es defender a la gente del suburbio o el Guasmo. Tampoco es apoyar a la clase media guayaquileña para que surja, no. Porque ella sabe que Guayaquil son los ‘patricios’ (por algo tiene la misma raíz que patriota). Guayaquil es Urdesa, aunque ya no sea lo que fue ese sector. Pero es sobre todo Samborondón y La Puntilla.
Ella sabe que en Guayaquil hay gente que pudo haber estado check to check con el virus, pero no les pasa nada. Por eso, cuando llegan de Italia y España pueden nomás organizar una fiesta de cumpleaños con familia ampliada, o una boda de trescientos invitados, o hasta un partido de fútbol con público. Porque son ellos, pues: Madera de Guerrero. Capaces de defender a los banqueros corruptos que mandaron al país a la quiebra hace veinte años.
Capaces de mandar a los indios de vuelta al páramo, y por si no

entienden, capaces de cerrar con volquetas el puente de la Unidad Nacional.

Lady Patriot es tan lo segundo y tan poco lo primero que ni siquiera puede razonar un poco antes de reaccionar. Para ella buscar un criterio es perder el tiempo. No tiene idea de lo que pesa un avión, de lo que le cuesta detenerse, de que no puede parar en el aire y de que cuando se estrella contra una pista también se pueden morir los que están en esa pista.
Lady Patriot no entiende que es mejor que las personas con riesgo de ser contagiantes SALGAN de Guayaquil y del Ecuador de la mejor manera posible, y que no merece la pena que por ‘defender a Guayaquil’ los posibles enfermos europeos se crucen medio país para llegar a Quito y poder salir. En su patriotismo trasnochado e histérico no alcanza a comprender que pudo causar una tragedia absolutamente inútil. Cree que con hablar golpeado basta. Y cuando proclama su supuesta pasión por defender a su ciudad la pregunta que brota es: ¿por qué, entonces, es la ciudad con más infectados de Coronavirus en el Ecuador?
Pero cuando Lady Patriot se ve cogida en falta, cuando resulta que Guayaquil es tan importante como cualquier otra ciudad del mundo, cuando se da

Crónicas de la cuarentena (4) un odio gratuito

Siempre, desde los primeros días de junio del año 2017, me pregunté qué le había hecho el Ecuador a Lenin Moreno, porque tanto deseo de destrucción debe venir de un daño muy grande. Y me lo sigo preguntando día con día. Cada vez con menos sorpresa, pero siempre con igual desconcierto y asombro.
Como se ha dicho en varios lugares, es obvio que este gobierno y todos sus personeros siguen al milímetro (claro que a veces se pasan de comedidos, como en el caso Lady Patriot o algunas opiniones del mismo Moreno) un libreto escrito quién sabe si dentro de un polígono extranjero, y el libreto es el que dice la Biblia respecto de Satanás: robar, matar y destruir (Juan, 10:10). Robar, matar y destruir todo lo hecho por el gobierno anterior en beneficio de la población de este país.
Porque, bueno, no sería nada raro que Moreno (y un poco más de gente) envidie desde el fondo de sus entrañas a Rafael Correa. Como dijo alguna vez José Mujica: no nace un Rafael Correa todos los días. Pero… ¿y nosotros? ¿Y la gente del pueblo, los trabajadores, los niños y jóvenes de la educación pública, los usuarios de la salud ídem, los ecuatorianos y ecuatorianas en general… qué le hicimos? Y no tengo respuesta. Posiblemente la única verdad que ha dicho desde que nació sea esa de que a los que votamos por él nos está ‘comenzando a coger un poco de odio’. Pero eso también es mentira, porque no es que nos estaba ‘comenzando’ a tomar ‘un poco’ de odio. No. Siempre aborreció al país entero. Por eso destruye cualquier cosa que vaya en beneficio de la gente. Por eso nos estafó de tal manera. Por eso mató a once manifestantes en octubre. Por eso dejó tuertos a otros muchos. Y así…
Miremos por ejemplo ahora: ha dispuesto (él o su equipo, da lo mismo) la desaparición de los Infocentros. Lugares donde la gente, la población sencilla del país podía ir a utilizar nuevas tecnologías de acuerdo con sus requerimientos y necesidades. Les quita, entre muchas otras cosas, una oportunidad más de comunicarse, de aprender, de
promocionar sus negocios y trabajos, de conectividad, tan

necesaria para el desenvolvimiento en la vida diaria del mundo actual.
Lo hace al amparo de una crisis global de salud y con la excusa de la crisis económica que él y sus verdaderos mandantes provocaron. Lo hace con maldad, como la mayoría de cosas que ha hecho o dicho desde el 24 de mayo de 2017. Por pura maldad. Por quitarle a la gente sencilla del pueblo cualquier oportunidad de crecer o surgir, llámese escuela del milenio, hospital docente, universidad Yachay, Ikiam o Uniartes, desayuno escolar o Infocentro. En una dinámica del úselo y tírelo realmente espeluznante, además, porque hay que recordar que hasta hace muy poco empleaba los infocentros, creados con otros fines e intenciones, para trollear el apoyo a sus deleznables personeros llenando el twitter de alabanzas acartonadas a cualquier trino de María Paula Romo, Andrés Michelena e incluso él mismo, y para contrarrestar los cientos de comentarios en contra. Lo hace, además, dejando sin trabajo a todo el equipo que se encargaba de este gran servicio.
Pero no es eso lo más triste: la historia de la humanidad está llena de traidores que tarde o temprano se llevaron su merecido, aunque sea de un modo pírrico. Lo más triste es la impasividad con que la gente, nosotros, que tanto nos beneficiamos de tantas obras tangibles o intangibles del gobierno anterior, continuemos en un estado de choque postraumático, mirando impasibles o catatónicos cómo esta inmensa bola de demolición que es el neliberalismo morenista va arrasando con todo. Lo más triste es que sigamos dejándonos. Que no tengamos las agallas para detenerle, aunque sea un poco en la recta final. Que, ya que somos de clase media, continuemos dejándole hacer porque supuestamente ‘no nos afecta’. Que no hayamos aprendido nada después de diez años de vivir otra realidad, de tener otro país que solo la ingratitud y el arribismo nos impiden valorar y reconocer.

Crónicas de la cuarentena (5) secuestrados por la estulticia ajena

Iba a escribir sobre la polémica a partir de la asignación de un fondo del Ministerio de Cultura a artistas que quisieran dar teleconciertos y cosas así, pero creo que eso puede esperar porque, sencillamente, la Ministra de Salud hasta la semana pasada acaba de renunciar. Y no solamente eso: se ha hecho pública su carta de renuncia, en la que afirma que deja su puesto, entre otras cosas, porque no ha habido ningún tipo de asignación presupuestaria para la atención de la salud en esta gravísima emergencia médica.
No voy a repetir las palabras ni los argumentos de ayer. Quien los quiera leer puede ir a la crónica (4). Pero sí diré algo que he repetido algunas veces en los últimos tres años: una cree que ya se topó fondo, y resulta que siempre hay un subsuelo más.
Sí, es obvio que destruir el país es el propósito. ¿Pero cuál es el motivo? ¿Tan despiadadas son las fuerzas del neofascismo mundial y de las mafias políticas y banqueras locales, que lo único que les importa es recuperar y nunca más soltar un poder espurio que dieron por perdido en la década pasada? ¿En manos de quiénes estamos?
Y no me refiero a Lenin Moreno, que seguramente está en las mismas manos que nosotros, solo que del otro lado. No me refiero a María Paula Romo y Juan Sebastián Roldán, de quienes debimos haber sospechado desde que, a sus veinticinco años vinieron a preguntar quién jodió al país financiados por ongs y fundaciones que se sabía con qué pierna pateaban en la cancha. Ahora entendemos que no querían saber quién jodió al país por rabia o revancha, sino para joderlo más y mejor cuando a ellos les llegara el turno. Como decía Mario Benedetti, se trata de «otros más duros y siniestros».
Porque, además, lo peor de todo es que el Vicepresidente elegido a dedo tuitea diario mensajes ‘edificantes’, llenos de lugares comunes y frases hechas sobre ‘arrimar el hombro’, sacrificarse todos por todos y cosas así, con todo el cinismo del caso, después de que el Presidente al que aparentemente está reemplazando sin que medie, no digamos el correspondiente decreto presidencial, sino aunque sea una nota en la refri, bueno, después de que ese individuo, por orden de los más duros y siniestros, desmantelara casi totalmente el sistema integral de salud pública creado y establecido por su

antecesor, con justificaciones tan peregrinas como la de que «es difícil administrar hospitales grandes porque los enfermos se escapan»… cosas así, que dice siempre demostrando que aún no ha cambiado el fusible que conecta el cerebro con la lengua. En meses pasados, poco antes de que se hiciera pública la trascendencia planetaria de la epidemia, otro de los inefables miembros del gabinete declaró, muy suelto de huesos, y sin despertar ni siquiera el asombro del veterano periodista que lo entrevistaba, que en la era digital no tenía sentido construir escuelas ni hospitales, porque existían la educación virtual y la salud virtual. Y luego, como la gran cosa, presentaron su programa de Telemedicina para el enfrentamiento contra el Coronavirus, entre otros problemas de salud. Algo tan simple como que tienes síntomas de lo que sea, llamas al 171, y ahí te dan la panacea para cualquier trastorno o enfermedad: sea un esguince de dedo meñique o cáncer terminal. Y, por supuesto, el Coronavirus no se queda atrás.
Pues, la vez que llamé a ver si era cierto estaba ocupado. Y sé de buenas fuentes que es una burla más al pueblo ecuatoriano. Como todo, comenzando por la estafa de las elecciones del 2017.
Hay que tener algo muy claro: los poderes fácticos que contrataron a Moreno para hacer el trabajo sucio de esta gran estafa política no lo van a desamparar, a no ser que mantenerlo ahí les resulte más costosoque deshacerse de él, del modo que sea, y no importa lo que le hayan prometido (dado el nivel de metidas de pata, cualquier cosa puede suceder). En octubre pasado ya vimos de lo que son capaces. Pero algo tenemos que hacer ante la gavilla de delincuentes de diversas categorías que se han hecho cargo del barco.Si no nos cohesionamos en un voto único para quien pueda hacerles un verdadero contrapeso, de manera que los resultados sean contundentes y el fraude o las triquiñuelas planeadas no puedan darse, no nos quejemos de lo que venga después.
Y otra: dejemos de esperar que estos políticos hagan algo por nosotros. Lo único que quieren (que han querido siempre) es aprovecharse de nosotros. ¿O no es obvio, tras leer la carta de renuncia de la exministra de Salud?

Crónicas de la cuarentena (6) para qué sirve un artista

Una de las polémicas de estos días se produjo cuando el Ministro de Cultura, Juan Fernando Velasco, presentó un proyecto para que los músicos (los artistas, decía él, pero era obvio que cualquier otra manifestación artística iba a estar en desventaja) hicieran presentaciones desde su casa y recibirían una compensación económica por ello.
Las opiniones en seguida se dividieron, y hasta yo caí en el juego de tomar un partido, pero hubo comentarios que me hicieron revisar mis palabras expresadas en posts de facebook.
Porque sí, es verdad que el país atraviesa una situación muy complicada por la epidemia y también por la medida preventiva del encierro. Es verdad que, si hay un sector de la sociedad que necesita en este momento de un presupuesto que le permita solucionar las necesidades más acuciantes, ese es el sector de la salud. Y la propuesta de Velasco tuvo mucho repudio precisamente porque en un momento en el que se ve la desprotección de médicos, enfermeras y demás personal hospitalario ante el embate de la epidemia, él habla de destinar un fondo particular a quienes organicen presentaciones artísticas desde casa. Parecía descabellado desde todo punto de vista.
Sin embargo, y a continuación, fueron los artistas quienes hicieron escuchar su voz: ellos viven de presentaciones, de clases particulares, de cantar en bares o cafés… En este momento de cuarentena, es obvio que ganarse el sustento no les será fácil. Y muchos incluso tuvieron reacciones que bordeaban lo descomedido con mis comentarios. No importa, son tiempos en que la hipersensibilidad manda.
No es fácil resolver este conflicto. En algún trino de twitter, Velasco confronta a ese señor que le fue a dejar unas flores a la reina Isabel La Católica, y se lo contesta de un modo revelador: obviamente, para quienes se acogieran al proyecto, habrá un control de contenidos.
Ah.
Entonces comprendemos que, como en muchas otras acciones del actual oficialismo, no dan puntada sin dedal. Tienes que cantar, recitar o dramatizar algo que nos haga quedar bien, o por lo menos que no nos haga quedar mal (porque para eso se bastan ellos solos, ya se ha visto). ¿Y no son, entonces, los artistas contestatarios quienes más han sufrido incluso la pérdida de su vida por expresar verdades contundentes o críticas al sistema?
Ahora, en este hecho llaman mucho la atención algunos

detalles: el primero, el soberano desprecio que una gran parte de la población manifiesta respecto de las labores intelectuales y artísticias, y de entre ellas, concretamente, la música, el canto. No se podría cuantificar cuántas veces ha aparecido en estos días la palabra ‘cantantes’ envuelta en un halo de mordacidad y desprecio para censurar la propuesta de Velasco. Y obviamente que no es así: las manifestaciones artísticas nacen del alma y regresan a ella en un viaje iluminador y diáfano, no importa si por el camino se dan una vuelta por el reino de las sombras.
Sin embargo, también hay otra realidad, y es que en los hospitales desprovistos de insumos y medios de protección y seguridad sanitaria, la gente está muriendo y los médicos y otros profesionales de la salud se están contagiando. Y en esta situación el gasto en salud se vuelve prioritario.
Pero entonces… ¿de qué van a vivir los artistas?
Quienes desempeñamos actividades cercanas al arte sabemos que difícilmente se vive de ello en tiempos normales. Casi todos los artistas tienen una actividad paralela para la supervivencia. Ahora, si las actividades están interrelacionadas, en situaciones como esta hay un problema.
Y el problema es que parte de los desamparados del neofascismo también son los artistas. No hay políticas públicas que se ocupen de ampararlos. No cuentan con seguridad social, salvo que trabajen en la docencia o en otra actividad laboral. Por lo tanto, no cuentan con jubilaciones ni con ninguna de las prestaciones médicas o de otro tipo. Y en sus respuestas a las críticas se nota ese dolor de sentir que su actividad no es valorada socialmente salvo en casos muy puntuales.
Sin embargo, los artistas no son los únicos expuestos a este tipo de desamparo en tiempos como estos. Hay mucha gente que vive al día, de lo que cada día produce, y en este momento se ven abocados a no poder tener esa ganancia periódica que les ofrecía el hecho de poder salir a la calle. El problema no es ser artista o no, y la consiguiente valoración social. El problema es vivir en sociedades excluyentes, en donde las prioridades van de la mano de la ambición, de la ganancia monetaria por encima de todo, de la complacencia con los poderosos y de la religión que endiosa al capital por encima del ser humano.

Crónicas de la cuarentena (7) cuidémonos

Nadie lo hará por nosotros. Vano es esperar que quienes nos han estafado, nos han robado de varias formas y se ríen de nosotros en nuestra cara con todo el cinismo posible, ahora cambien de golpe y quieran ver por nuestra vida, por nuestra integridad, por nuestra salud.
Son tan ruines que incluso se molestan con quien pretende hacerlo, por el motivo que sea. Perros del hortelano: ni cuidan ni dejan cuidar.
Por eso, cuidémonos en estos días de zozobra. Nada es para siempre y esto también pasará. Hasta eso, alimentémonos bien, quedémonos en casa todo lo que sea necesario y posible, no nos hagamos mala sangre, ni mala leche ni mala uva. Durmamos nuestras horas. Teletrabajemos, si nos toca. Y demos lo mejor de nosotros porque somos de esa ralea y no de la otra. No nos quedemos quietos mirando el mundo por la ventana, dejándole un resquicio de nuestra existencia a la depresión o a la desesperación.
Aprendamos a reír, o aunque sea a sonreír. Que no nos vean derrotados ni furiosos. La España profunda vivió una dictadura de treinta y seis años de la que todavía no se acaba de librar. Los países del Cono Sur vieron desaparecer a sus hijos, a sus muchachas embarazadas, a sus nietos. Y sin embargo, ahí están, como flores de cactus, bebiendo el agua de las entrañas de la tierra por encima del tiempo difícil, festejando cada vez que reaparece un niño convertido en adulto.
Si el agobio nos pide un momento de lágrimas, no nos reprimamos; pero tampoco nos endulcemos en la conmiseración. Pensemos en los animales que han recuperado las calles de las ciudades, que salen de cualquier parte después de haber sido humillados y casi extinguidos por la inconsciente humanidad, y

que no buscan venganza, sino quizá tan solo mostrarnos con su presencia que la esperanza sí tiene sentido.

Y nunca olvidemos a quienes la pasan peor. Siempre habrá algo que dar, aunque sea un gesto de comprensión. No olvidemos que los de arriba no nos harán lugar en sus banquetes, ni en sus triquiñuelas o sus componendas a no ser que demostremos ser tan desalmados como ellos, y esa sería la peor de las derrotas para el alma que queremos reconstruir o recuperar. Siempre se puede dar algo, por pequeño que sea o insignificante que parezca. Comprar a domicilio al chico que arma bolsitas de frutos secos para vender el mercado. Ayudar a la vecina que no puede salir a abastecerse. Decirle algo amable o gracioso a quien se ve atrapado en el desaliento. Llamar por teléfono a quien sabemos que necesita escuchar una voz compañera.
No se trata de demostrarles de lo que estamos hechos. Lo saben, y posiblemente es lo que más les jode. Se trata de entender que la solidaridad y la consciencia suben como la espuma de la leche: desde abajo. Desde el dolor que nos ayuda a crecer en lugar de maldecir a quien nos lo causa con toda la intención del mundo. Desde la escasez que nos enseña a compartir. Desde el miedo que nos ayuda a reconfortar. Si nos unimos, si no nos dejamos envenenar el alma, como ellos quieren, algún rato se hará la luz en nuestras mentes y en nuestro corazón y sabremos qué hacer para vencerles definitivamente, no a nivel de cálculo electoral, sino de consciencia despertada en nuestra tierra.
Y solo entonces vendrá el amanecer.

Crónicas de la cuarentena (8) Las terceras edades

Ahora dicen que la gente mayor de sesenta y cinco años es ‘población vulnerable’. Y van a cuidarles. Yo tengo cincuenta y siete, y no me tiño el cabello porque no me da la gana. Entonces la gente relaciona: canas = anciana… cuando les conviene Por otro lado, dicen que la gente mayor de cincuenta y cinco años no puede circular, no puede hacer las compras y no puede prácticamente valerse por sí misma.
Sí, se ve una intención, un protocolo, un cuidado. Pero como muchas otras cosas que han sucedido en estos días, una total falta de criterio.
Porque, veamos: si una persona mayor de cincuenta y cinco años vive sola, si no tiene una tarjeta de crédito, si no puede acceder a un servicio a domicilio… ¿qué va a hacer? ¿Quedarse a morir de hambre en la comodidad de su hogar, bien protegida pero bien hambrienta y bien sedienta?
No creo que sea algo muy difícil de entender. Y de accionar en consecuencia. ¿Acaso la sociedad que finge protegernos realmente nos protege con algún sistema que nos permita abastecernos sin correr riesgos? ¿Hay algún estamento, organismo, institución, etc., que se encargue de prestar servicios básicos a gente mayor de sesenta y cinco años, con patologías o en situación de riesgo, que viva sola?
Por otro lado, y es también frecuente, puede ser que esa

persona mayor de cincuenta y cinco años tenga alguien que dependa de ella: un nieto huérfano menor de dieciséis años, una hija discapacitada, un esposo cuadrapléjico, una hermana con algún problema. Y en esos casos, ¿qué harán? ¿A quién acudirán? ¿Qué será de ellos y ellas si es que se han cambiado de ciudad o no tienen más familia que acompañarse el uno a la otra? ¿Realmente son sensatas y toman en cuenta la seguridad y el bienestar de todos estas draconianas disposiciones?
Más bien, pienso que si una persona mayor de cincuenta y cinco años o con cierto tipo de vulnerabilidad pero que no cuenta con ayuda acude a un supermercado o a un mercado debe contar con unas condiciones de la institución que minimicen su riesgo, ya que es población vulnerable; pero se debe tomar en cuenta que tal vez está sola, y que es muy posible que no cuente con medios de ayuda.
Hace más de dos mil años, alguien cuya existencia real no está comprobada dijo que no se ha hecho el hombre (las personas) para el sábado (la ley), sino al revés. Pero sabido es que algo tan simple y humano no se suele abarcar en su total sentido. Si los estamentos sociales y legales no nos brindan ciertas facilidades para la protección ¿qué más quieren que hagamos?

Crónicas de la cuarentena (9) la luz al final de uno de los túneles

Desperté con una idea que era una pregunta, o más: ¿y si todo es mentira? ¿si solamente están haciendo una prueba, a ver cuán fácil es encerrarnos para poder hacer de las suyas sin que nadie les estorbe? Incluso me tentó romper normas, saltarme los protocolos y salir a caminar por la calle a ver si realmente me pasaba algo… Pero siempre cabe la posibilidad de que sea cierto, y de que el virus esté ahí, acechando. Entonces decidí calmarme y tratar de olvidar ese segundo de locura y rebeldía.
Teletrabajé, con un poco de ansiedad, alternando con bajadas a la cocina a ver cómo estaba la familia. Y en realidad, las cosas estaban bien. Conversé con mi hija, con mi yerno. MI hijo decidió preparar una pizza para el almuerzo, y entre estas y las otras comentó que en medio de todo había logrado encontrar serenidad y calma. Le asusta que yo tenga que salir, que me pueda contagiar.
A mí, anoche me dio conjuntivitis, tal vez por maquillarme para el programa de radio, entonces decidí comprar un colirio y otros medicamentos que hacían falta… llamé a una farmacia en donde ni siquiera contestaban porque daba ocupado todo el tiempo. Llamé a otra y me tocó después de veinte llamadas, pero al fin contestaron, y no solamente eso, sino que, aunque habían ofrecido traer mañana las medicinas, apenas se demoraron un par de horas.

Más tarde escuché la entrevista a David Chavez que he compartido un poco más abajo, y eso volvió a deprimirme: pensar que estamos gobernados por una gavilla de delincuentes que si algo hace bien es odiar al pueblo y odiar a quienes supieron gobernar mejor que ellos. Arreglé algo más de la casa… estaba jugando con mi nieta, y entonces recordé que había el concierto de Pedro Aznar por Facebook y me conecté… Y aquí estoy, con un nundo en la garganta, escuchándolo cantar «Quebrado» a capella y recitar a Neruda. Escuchándolo decir que nos unamos en contra de la maldad. Escuchándolo decir que si bien esto no es lo que esperábamos de la era de Acuario ni del futuro, es lo que tenemos, y que la luz de nuestro corazón será más grande si todos los que podemos encenderla la compartimos.
Aquí estoy, sabiendo que aunque seamos él y yo, y dos que tres más, urge que encendamos esa luz interior, y mientras él se emociona al terminar, también yo me emociono más aún al escucharlo, y recuerdo las palabras de Amaru ante las latas que su padre había preparado saliendo del horno, y su alegría en medio del encierro:
-¡Estoy emocionado por comerme la pizza que hizo mi papi, Mamilú!

Crónicas de la cuarentena (11) no importa el qué, sino el cómo

Toma tiempo advertir que hay personas capaces de cualquier cosa con tal de mantener su grande o pequeña cuota de poder, o de servir a quien tiene esa grande o pequeña cuota de poder, por miedo, por resentimiento o por lo que sea.
Sin embargo, a los que no andamos por ese territorio, ¿qué nos queda? Los poderes de la maldad parecen haber sobrepasado cualquier límite aceptable. En nuestro mismo país vemos con estupor y angustia cómo quienes están a cargo del mando en realidad lo que propician es una destrucción cada vez mayor, la desaparición de vidas humanas, el trato humillante a lo que queda de quienes dejaron este mundo, y la mentira sistemática, siempre con la acusación al ‘correísmo’ en la punta de la lengua.
No es fácil. No es simple ni sencillo comprender desde un espíritu que no ha sido devastado por tales niveles de odio, las actitudes de quienes hoy por hoy se encuentran a cargo de la destrucción del país, que no es otra cosa.
Sin embargo, ¿qué es lo que nos queda a quienes no participamos de tal inopia mora y espiritual? Lo primero, la solidaridad. Creen que con impedirnos abrazarnos y tocarnos nos están separando. Olvidan que estamos unidos por fuertes lazos que van de corazón a corazón. La solidaridad es el principal instrumento de unión y paz que podemos utilizar. Ver quién necesita de nosotros, y en qué podemos ayudar.

Como dije en una crónica anterior: qué tenemos para dar. Y nadie es tan pobre que no tenga nada para compartir.

El estudioso y youtuber español Emilio Carrillo dice que en estos casos no importa el qué, sino el cómo, y entonces el terreno de la adversidad se vuelve tierra fértil para el crecimiento espiritual no solo de los individuos, sino de las comunidades. Quizá mientras quienes la vida nos ha puesto a la cabecera de la patria continuan con su agenda de odio, nosotros podamos marcar una clara diferencia. En este momento confrontarlos puede resultar suicida, pero sí podemos organizarnos, y si no confrontarles, por lo menos dejar de regir nuestras acciones y reacciones por su pervertida agenda.
Sigamos solamente las reglas de aislamiento de la vida cotidiana, pero no les demos el gusto de escuchar sus trasnochadas acusaciones a quien hace tres años ellos mismos se encargaron de acallar. No respondamos a sus trinos en twitter, que si de algo carecen es de creatividad. No sigamos sus cadenas más que para lo meramente operativo. Y hagamos lo que más podamos por darle un sentido a este momento difícil que vivimos.
Con los otros, que la vida haga su trabajo cuando y como tenga que ser.

Crónicas de la cuarentena (12) belleza y bondad

En estos días de encierro global, ante la incertidumbre, el miedo y los malos presagios de agoreros virtuales y otros no tanto, algunos músicos han dado sus recitales en vivo por las redes sociales.
Lo han tenido que hacer solos, sin sus equipos de producción, sin la parafernalia mediática de otras ocasiones, y sobre todo sin cobrar un centavo de entrada (y sin llorar una lágrima por ello).
Podríamos pensar que, si las intenciones de alguien o algo en la sombra eran las de aislarnos, tal vez esa parte no les está saliendo muy bien. Y no solo por las redes sociales, que se les han ido de las manos a los grandes poderes que las crearon, sino porque hay quien sale a cantar a una ventana, y lo hace con la voz suficientemente alta como para deslumbrar a su barrio, a su sector.
Hay un mensaje muy conmovedor detrás de todo esto: no estamos solos. Y no lo vamos a estar. La enfermedad y sus malos presagios nos han quitado, por el momento, los abrazos, la cercanía, el contacto físico que es tan cálido e importante. Pero nos ha dejado la capacidad de expresar calidez y apoyo por otros medios. Y de entre esos medios, la música es el más hermoso y uno de los más potentes.

Ya me referí en noches pasadas al maravilloso recital en vivo del gran Pedro Aznar, con su mensaje a la consciencia planetaria y humanista. Y luego, de los que he visto, Pedro Guerra, y en nuestro ámbito local, Fabián Jarrín, María Tejada y Roberto Navarrete. Todos con una sencillez tan grande como su calidad. Y lo que es más importante: dando lo que pueden y haciendo su más grande trabajo con los recursos disponibles.

No vamos a decir que vivimos días felices. Estamos atemorizados por la incertidumbre, pero también indignados por la voraz estulticia de la clase política y por la soprprendente capacidad manipulativa y mendaz de los grandes medios de comunicación.
Pero en medio de eso, los músicos, parte de esas sensibles y maravillosas antenas de la especie que son quienes hacen arte, nos demuestran que en medio de la adversidad también hay quien, pensando no solo en la necesaria ganancia inmediata, nos regala un poco de la luz de su alma para pasar el trance.
Y eso es algo de mucho agradecer.

Crónicas de la cuarentena (13) mensajeros del terror

Llamo a una amiga para un asunto puntual, y me recita el apocalipsis omitiendo la parte final (en donde mágicamente todo se compone). Me quedo aterrorizada: todo se va a poner peor y ya para qué nada. Bueno, también plantea algo de solución: podemos agruparnos para ver qué hacemos. Pero igual nada va a resultar.
Pienso que recién son las ocho de la mañana, que todavía no he desayunado y que ya me arruinaron el día. Me provoca un poco matarme, pero pienso que tal vez no sea para tanto, o no me tenga que apresurar.
En algunos videos de youtube también se mencionan algunos importantísimos acontecimientos futuros tales como una guerra generalizada por recursos básicos en medio de los escombros que dejó la epidemia y que finalmente un asteroide chocará contra el planeta (o lo que quede de él).
Sinceramente, no sé lo que irá a pasar. Tengo dos nietos menores de cinco años, y pensar en lo que les espera si lo que me dicen es cierto sí me descompone un poco.
Sé que no estamos precisamente en el mejor momento de la humanidad; pero para qué estamos aquí, si si lo que nos espera es tan horrible y no tenemos la menor capacidad de acción. ¿Será de suicidarnos, como los hamsters o algo así, de esos que cuando sobrepasan un número máximo de población se arrojan a un río?
Sin embargo, algo dentro de mí se resiste a ir por este camino. Como dije más atrás, no sé lo que irá a pasar, y recuerdo ese viejo principio de los adivinos éticos y

honestos: decirte el mal que va a ocurrir solamente cuando tengas una capacidad de acción. Si no, es mejor no decir nada.
En este momento, y por encima de las macabras predicciones de mi amiga y de otros más famosos y conocidos, opto por apostarle al optimismo. Puede suceder cualquier cosa, pero como se dijo antes, creo que es el momento de apostarle a la luz interior. Si bien vivimos en un momento que se acerca mucho a la distopia, no olvidemos que, según algún principio hermético, la existencia de algo, cualquier cosa, avala también la existencia de su contrario. Entonces, si hay distopia, también hay utopía, y quizá para eso estamos a en este lugar y en este momento. Preferiría pensar así. La humanidad, o los grupos humanos han tenido momentos difíciles, pero aquí estamos. Y si viene algo terrible, pues que me encuentre peleando.
Dice una leyenda que a alguna prima o amiga de Juana de Arco una vez le preguntaron qué haría si el pueblo se alborotara y le dijeran que está por sonar la trompeta del Juicio Final, y ella contestó, candorosamente, algo así como:
-Si estuviera bordando, regando mis plantas o cantando con mi laúd y alguien me dijera: «Ven, que se termina la era y los ángeles ya están tocando las trompetas», yo seguiría bordando, regando mis plantas o cantando con mi laúd.
Y solo pido que a mí y a los míos también nos llegue ese nivel de paz interior, si es que llega el momento.

Crónicas de la cuarentena (14) entre las mandíbulas de fieras voraces

La clase política del Ecuador sobrepasa el calificativo de ‘impresentable’ por kilómetros. En medio de la cuarentena ante el avance de una epidemia de proporciones planetarias, lo único que les interesa es asegurar su permanencia en el poder, y los beneficios que de él han obtenido desde hace medio siglo, o más.
Mientras las discretas cifras oficiales del gobierno sobre contagiados, afectados y fallecidos se ven desmentidas por el mismo clamor de ciertas autoridades y cuidadanos que informan sobre el abarrotamiento de morgues y crematorios, sobre todo en Guayaquil, y mientras el gobierno decide pagar los bonos de la deuda antes que atender la emergencia, a ellos tampoco les importa mucho el destino de la gente. Lo que les quita el sueño, y vuelve más angustiosas aún sus noches de insomnio sin viagra que valga, es la posibilidad de que por algún desliz de sus perversos cálculos regrese Rafael Correa o algo parecido.
Y entonces, forman un grupete llamado ‘Cauce Democrático’ dizque para apoyar al auto desaparecido presidente Lenin Moreno, que si antes de la emergencia ya tenía menos del diez por ciento de aprobación, ahora, con suerte, debe andar por el menos cincuenta.
Dicen que es un grupo de apoyo al gobierno en medio de la emergencia, y que es, además (cáiganse), un grupo de ‘unidad nacional’. Sin embargo, aclaran desde el principio, que no quieren dentro de sus filas a ningún

integrante de lo que ellos llaman la ‘banda correísta’.
Habráse visto tal nivel de cinismo, que se autodenominan ‘democrático’, pero excluyen a la fuerza política con mayor intención de voto en las últimas dos décadas, en todo el Ecuador. Y en ese ánimo excluyente se atreven a proclamar la ‘unidad nacional’. Pero además deciden llamarse ‘cauce’, cuando lo que quieren es revolver el río en medio de la pandemia para no perder un solo pez gordo.
Ahora bien, portales orgánicos, seducidos por el lado oscuro de la fuerza y lobos con piel de cordero ha habido siempre. Lo preocupante es que la gente haya perdido su capacidad de reacción.
Si seguimos dejando nuestro destino en manos de ‘patricios’, iluminados y predestinados de buena cuna pero mal espíritu, el Ecuador no tardará en convertirse en un estado inviable, quebrado y hasta en el protectorado despreciable de alguna macro potencia que también se agarra con las uñas para no perder su título demasiado aparatosamente. Aunque no parezca, eso es lo que quieren. Y a toda velocidad, porque el tiempo se les acaba, y lo saben.
Entonces, gente de recta consciencia y buena voluntad que tal vez todavía existe en nuestro territorio… ¿qué estamos esperando?
Aunque suene a lugar común, el silencio de los buenos siempre es cómplice de las atrocidades de los malos.

Crónicas de la cuarentena (15) incógnitas

No sé a ustedes, personas que me leen, pero en todo este embrollo a mí hay cosas que como que no me cuadran:
Para empezar, comenzaron diciendo que la enfermedad que provoca el virus es tal cual una gripe común… o bueno, con unos síntomas un poco diferentes: más fiebre, cansancio y tos que catarro y flema. Que si se producían complicaciones sería únicamente en personas vulnerables. ¿Y cuáles eran estas personas vulnerables? Bueno, las personas con lo que se llaman ‘patologías subyacentes’: diabetes, hipertensión, edad superior a los sesenta y cinco años, y personas con el sistema inmunológico deprimido por diferentes causas. Ya. Suficiente. Pero nada más decirlo se empezó a crear un ambiente de pánico que parecía sobrepasar cualquier expectativa. El aislamiento, la búsqueda desesperada de respiradores, la preparación de unidades de emergencia y terapia intensiva (en los países en donde la gente tiene gobiernos que se preparan para este tipo de cosas). ¿No era exagerado?
Se hablaba también de que la mortalidad, en circunstancias normales, era inferior al cinco por ciento. Pero de un rato a otro todo el mundo entra en pánico, y no solamente eso: en una ciudad como Guayaquil comienzan a aparecer cadáveres desperdigados por la calle porque las morgues y los crematorios no se dan abasto. ¿Cómo es esto? Según ciertas informaciones, mueren, además, bebés, hombres y mujeres en la flor de la edad, y bueno, lo que dijeron: personas adultas mayores.
En el ámbito local se habla de menos de cien muertos (cifras oficiales), pero en realidad solamente en un par de horas se ve mucho más de cien en noticias y videos en redes sociales. De tal manera que una termina preguntándose si será la misma enfermedad del tres por ciento de muertos en circunstancias normales.
Como se ha hecho más o menos desde que aparentemente Flores mandó a matar a Sucre para impedirle el acceso a la presidencia, y más allá del nombre, se burlan de las aspiraciones más profundas del pueblo ecuatoriano. No les importa el terrible momento que estamos atravesando como país y sociedad.

Por más proclamas que hagan, al igual que a su chabacano empleado, les vale un bledo le país. No buscan (nunca han buscado) generar un estado de bienestar, sino seguir manteniendo sus privilegios.Es más, están aterrados de que eso tenga la mínima posibilidad de suceder.
Nos mandan a desinfectarnos cada vez que salimos de casa como si trabajáramos limpiando alcantarillas y pozos sépticos. Nos conminan a un encierro inaudito. Quédate en casa y no salgas absolutamente para nada para que baje la curva de contagio. ¿Por qué? Por si acaso. Porque si bien puede darte solo algo así como una gripe fuerte de repente también te da una neumonía en donde la flema se petrifica y marcaste calavera. Pero no estoy en grupo de riesgo. No importa, sin darte cueenta puedes pasarte al grupo de riesgo el rato menos pensado. Y morir. Y quedarte tumbada en una calle cinco días, como dicen que pasa en la Costa.
¿Se entiende? Por otro lado circulan listas de enfermedades actuales con índices de mortalidad mucho mayores. Pero nadie te ha mandado a tu casa a encerrarte por tres meses para que no te pique el zancudo que te provocará el dengue, para que no tengas un accidente de tránsito, ni te obligan a comer sano y hacer ejercicio para demorar la irrupción del cáncer.
Insisto… ¿entienden?
¿Qué hay detrás de la intención de parar el mundo, de aislar a las personas, de impedir las reuniones y el contacto humano? ¿Solo prevenir el contagio de una enfermedad que, según ellos mismos, no es tan complicada como por otro lado pretenden hacerte creer?
Nadie se atreve a salir (obvio, de pronto es cierto), pero tampoco nadie se atreve a preguntar nada. Dócilmente trapeamos los pisos con cloro, y le echamos alcohol a todo lo que traemos de la calle. Nos comunicamos con los nuestros a través de una pantalla, preguntándonos si algún día los volveremos a abrazar.
Demasiadas incoherencias. Demasiados cabos sueltos. Demasiadas preguntas sin respuestas. Demasiado miedo sembrado en el ambiente… ¿o no les parece así?

Crónicas de la cuarentena (16) ¿es en serio?

A veces una se pregunta si es en serio.
Por ejemplo, cuando ve el trino con el que Moreno pretende desvirtuar las opiniones de Nayib Bukele, Presidente de El Salvador. O cuando ve las fotos de Otto Sonnenholzner, impecable, recorriendo un hospital vacío apenas protegido por una mascarilla y un par de guantes (igual que los secuaces… perdón, personeros que lo acompañan). O cuando mira al flamante Ministro de Salud y al controvertido Paúl Granda oficiando de repartidores de víveres sin siquiera una moto por las barriadas pobres de Guayaquil o de alguna otra ciudad. O cuando ve el contenido de la funda de víveres que van dejando en cada casa.
Sí. Una se pregunta si es en serio que un grupo musical de ínfima calidad está haciendo una canción propia de una campaña electoral para el actual Vicepresidente, repitiendo cosas que nos preguntamos si se referirán a él o a otro Otto que seguramente habita en un universo paralelo.
¿Será en serio lo que declara Juan Sebastián Roldán respecto de la ‘despedida digna’ que quiere darles a los ciudadanos fallecidos, arrojados en las calles porque mantenerlos en las casas en el invierno costeño, con el calor y la epidemia resulta altamente peligroso? ¿Será en serio que esa ‘despedida digna’ les van a dar enterrándoles en una fosa común? ¿Qué entienden por dignidad, esta ralea de políticos, especie de cosa indefinible en cuyas manos caímos por una oscura jugarreta de la traición?
¿Es en serio que, muy sueltos de huesos, los personeros de los agonizantes medios públicos y una serie de Ministros de Estado dediquen sus días y horas a esparcir el rumor de un troll-center correísta, cuando en realidad es obvio, porque no se ocupan de disimular un milímetro, que el verdadero troll-center está del otro lado, son ellos mismos, y ni siquiera lo hacen bien?

¿Es en serio que las prioridades del gobierno, que habría tenido la oportunidad de reinvindicarse y quedar bien desde que empezaron los rumores de pandemia, sigan siendo inhabilitar a Rafael Correa para que ocupe un cargo público, y vender a precio de huevo todos los activos del estado lo más pronto posible, en una actitud demencial que se parece demasiado a la histeria de los nazis cuando se vieron derrotados y decidieron ejecutar la ‘solución final’, aprovechando nuestro encierro?
¿Es en seirio que la MInistra de Gobierno anuncie la suspensión de la cuarentena en el pico de la diseminación de la pandemia en nuestro territorio sin presentar un mínimo sustento técnico para su decisión? ¿Fue en serio que cuando la alcaldesa de Guayaquil invadió la pista del aeropuerto con camionetas para impedir el aterrizaje de un vuelo humanitario que venía a llevarse ciudadanos extranjeros, cometiendo un delito grave, la Ministra de Gobierno lo minimizó diciendo que ‘no es tiempo de polemizar’?
¿Es en serio que prefirieron pagar el servicio de los bonos de la deuda (o como se llame lo que pagaron) en lugar de destinar fondos al manejo de la emergencia sanitaria?
Y en medio de esta serie de bromas de mal gusto, los banqueros se ponen tiernos y también deciden hacer donaciones que representan un ínfimo porcentaje de sus ofensivas ganancias. ¿Treinta respiradores? ¿Diez millones de dólares? Ojalá no se queden en la inopia, pobres gentes. ¿Es en serio?
¿Es en serio que la caritativa Junta de Beneficencia de Guayaquil cobra 1700 dólares por cremación?
Triste cosa es que en un momento así nos toque estar al cuidado de los mismos que en octubre nos quisieron matar y nos sacaron los ojos.
Y más triste todavía es que nadie tenga una respuesta o un plan de acción en favor de la gente, de verdad. ¿Es en serio?

Crónicas de la cuarentena (17) alcahuetes

Sabemos que los mal llamados medios de comunicación, sobre todo los oficiales, y por oposición a los alternativos y lo rescatable de las redes sociales que pretenden hacerles un poco de sombra y calor, son uno de los pilares en los cuales se sostienen los sistemas económicos y políticos. Sabemos que, por ende, no son lo que dicen ser, a saber:
* No son libres ni independientes. Con frecuencia son el brazo armado ideológico de determinadas tendencias, y aquí no importa cuál sea esa tendencia, lo que importa es que busca crear este soporte para sostenerse ante el gran público o lo que ellos mismos llaman la ‘opinión pública’.
* No son objetivos. Entre otras cosas, porque, hablando en términos de percepción humana, la objetividad total no existe. Y no está mal ser subjetivo. Lo que está mal es fingir objetividad para disfrazar la subjetividad. Una destreza que deben tener los comunicadores es la de diferenciar un hecho de una opinión; sin embargo, pocas veces la ejercen, y lo terrible es que pocas veces la ejercen de cara al público mostrando, maliciosamente, lo que ellos creen (o les obligan a creer) que pasó, como si hubiera pasado realmente.
* Jamás dicen TODA la verdad. Bueno, también, decir toda la verdad es imposible, es demasiado amplia. Pero, por otro lado, no es que seleccionan aquellas verdades útiles a la población, o aquellos segmentos de la verdad que podrían serlo. No. Recortan trocitos de verdades variopintas y con ellas arman un collage con frecuencia monstruoso que pretenden mostrar a la gente como verdad. Y con frecuencia como la verdad absoluta e inamovible.
* No están al servicio de la gente. No. Están al servicio de los intereses del poder. Es más, el poder los tiene prácticamente secuestrados, a veces, las más, con síndrome de Estocolmo y todo, otras veces con chantajes o prebendas. Y con frecuencia, cuando algún idealista opta por decir una verdad completa, pretende colocar la subjetividad y la objetividad en su sitio y expresar libremente la información que ha descubierto más allá de los intereses de los poderosos, es frecuente que lo proscriban de trabajar en cualquier medio ‘prestigioso’ (nadie sabe en qué se basa ese prestigio), o que algún rato amanezca cosido a tiros boca abajo en algún canal, cuando no en la puerta de su casa. O simplemente desapareciendo. Esto ha ocurrido, sobre todo en dictaduras y gobiernos represivos de cualquier signo.

* ‘Formadores de opinión’. Es un amable eufemismo con el que pretenden disfrazar aquello para lo que han sido cooptados: para meterle a la gente en la cabeza ideas que le servirán para sostener a aquellos a quienes en verdad sirven.

Y con frecuencia es aquí donde muchos ‘comunicadores’ pierden el tino y la humildad, y se permiten algo que aquí en el Ecuador es muy frecuente: tratar mal a sus invitados cuando no cumplen el estándar requerido, o tratar mal a su audiencia, como ocurrió hace poco con una conocida presentadora de la televisión privada nacional.
Se podría abundar en otras cracterísticas y actitudes, pero esta crónica se convertiría en monografía, y no se trata de eso. Sin embargo, lo triste es que, por alguna extraña manipulación psicológica de seguro dictada por el gran Goebbels, la gente los cree, aquí en la tierra, como la virgen María le creyó al arcángel San Gabriel. Ellos mismos se han promocionado como los tenedores de la verdad absoluta, y otra cosa: nos han hecho creer que es necesario escucharles y creerles para cumplir con un estándar ineludible de la sociedad moderna: ‘estar infomados’. Pero informados con lo que al sistema le interesa, ignorando lo que al sistema le atemoriza, amando y odiando lo que los poderosos en la sombra quieren que se ame o se odie.
Últimamente, en Ecuador, y a partir del desastroso manejo de la crisis sanitaria en medio de la pandemia, los medios de comunicación, ahora unidos en un férreo y amoral cerco mediático, así como se unieron en contra del expresidente Correa, se han dedicado a ocultar los desaciertos gubernamentales, a dar la palabra y hacerles venias a los impresentables funcionarios que, por otro lado, durante tres años se han dedicado a mentir sin tregua. Solo que la realidad es tan descarnada e impresentable, que los medios internacionales que también colaboraban en el sostenimiento de su red de farsas y medias verdades ya se les comienzan a barajar, porque seguramente van a empezar a perder réditos y credibilidad si siguen defendiendo lo indefendible.
Este semi abandono de la prensa internacional, sin embargo, no encuentra todavía eco en la prensa nacional, obligada a sostener al peor gobierno de la historia hasta que los verdaderos mandantes de unos y otros recuperen los privilegios espurios de las clases dominantes que en la década anterior no es que desaparecieron, sino que disminuyeron o se ajustaron para contribuir a la creación de un estado de bienestar para la gente.
Triste cosa debe ser verse obligado a desempeñar el nada honroso papel de alcahuete de un poder usurpado, manejado desde la ambición desmedida, el servilismo y la estulticia. Más triste todavía mancillar voluntariamente una profesión que podría ser noble si se pusiera al servicio de la verdad y para el bienestar de la gente, pero que, como están las cosas, no sirve más que para sostener un sistema podrido, genocida e inmoral.

Crónicas de la cuarentena (17b) kilos mortales

[Antes que nada, una aclaración: esta crónica se llama 17b porque parece que se me pasó de hacer una crónica número 10, entonces para ‘igualar’a esta le pongo 17b y luego ya voy a la 18.]

Ocurre que en estos días he bajado de peso. No mucho. Pero algo. Tal vez el reordenamiento de la vida me ha llevado a comer y vivir más sano. Por su parte, mi hija hace ejercicio todas las noches mientras mira un programa que se llama KILOS MORTALES, en castellano (ella, aunque está muy bien de aspecto y peso, dice que es para motivarse). Y se trata de este doctor que atiende a pacientes con obesidad mórbida, generalmente a través de un cambio en su modo de vida y de una cirugía gástrica.
Es triste y aterrador mirar a gente joven, a veces de menos de treinta años, que no puede sentarse en una silla si no está reforzada, que necesita una cama king-size y aún así le falta espacio, Que para volar en avión compra dos asientos y para salir de su casa lo tiene que hacer siempre en ambulancia.
Es triste también mirar cómo esas personas han empeñado su existencia a su adicción a la comida. Cómo sus hábitos alimenticios están saturados de grasas, de harinas, de comida rápida, de satisfacción inmediata. Es triste mirar cómo, con frecuencia, viven así porque tienen un facilitador o facilitadora a quien esclavizan manipulándolo y obligándole a preparar o a adquirir la comida que los está matando. Y finalmente, es desgarrador verlos morir, a veces, presas de su propia y terrible condición.
El médico les manda, en primer lugar, a hacer dietas de máximo 1200 calorías diarias, incluso menos. Y hay que ver lo que les cuesta. Algunos no pueden cumplir con eso.
Al mirar, impresionada, dos o tres de esos programas, me he dado cuenta de que estas personas, muchas veces tan jóvenes, incluso talentosas si la obesidad mórbida no hubiera llegado a paralizarlos, representarían la metáfora ideal del sistema neoliberal al uso en la actualidad. Sí, ese que las oligarquías locales y los dueños del mundo nos quieren imponer.
La voracidad del neoliberalismo, sea por dinero o poder, es abismal y enfermiza. Y no come sano porque no le interesa un desarrollo armónico. Solo quiere más y más hasta deformarse y convertirse en un desagradable e impresionante amasijo de órganos y grasa que con frecuencia comienza a infectarse y causar mal olor.

Siempre termina esclavizando a alguien, que se convierte en cómplice y siervo de la triste enfermedad, y con frecuencia también enfermo de baja autoestima, de ambición, de servilismo, de crueldad congénita, codependencia o de lo que sea, que es quien le cocina el pollo rostizado, las papas fritas, los pastelillos y los pastelotes, y quien le compra la Coca Cola, los chocolates y otras dulzuras asesinas.
¿Por qué comen tanto? Yo, que he tenido sobrepeso, me siento delgada al mirarlos, y aun así ya me ha pasado factura. No entiendo cómo alguien puede llegar a pesar más de trescientos kilos y continuar viviendo tan campante. Todos ellos necesitan apoyo psicológico, pues, tras un trauma o sufrimiento excepcional, han pretendido sanar o curar sus vacíos emocionales y espirituales con grasa y con azúcares. O sea, con baratijas, con basura, con satisfacciones inmediatas que en cuanto se terminan solo dejan el deseo de otra dosis mayor hasta que llegue la letal.
Muchos de estos enfermos ya ni siquiera pueden caminar, al igual que un sistema sumido en el consumismo, el acaparamiento y la ambición de poder, al que ya no le es posible avanzar hacia un nivel de consciencia más alto. Todos presentan graves riesgos cardiacos, al igual que un sistema al que ya hace tiempo se le ha dañado o se le ha extinguido el corazón. Pero además esta condición predispone a las infecciones, al linfoedema, a la destrucción de la piel, a daños en los huesos y articulaciones y a un demecial círculo vicioso emcional.
Pero todo ese estropeo no parece importarles en el momento de sacrificar su vida y su bienestar a los dioses de la complacencia y el apego.
No es casual que la gran mayoría de personas con la enfermedad de los kilos mortales se encuentren el el país neoliberal por excelencia, como enrostrando el horror de un consumismo irracional y destructivo, no solamente de cada persona, sino del entorno y la vida. Estas personas, a quienes jamás me atrevería a juzgar, y por quienes siento respeto y compasión, llegan a ser el espejo en donde se refleja el sistema acaparador y brutal que ha creado su enfermedad y que es el verdadero monstruo demoniaco que se refleja en ella.

Crónicas de la cuarentena (18) un sábado más

Me despierto, extiendo el brazo, tomo el teléfono y veo la noticia: ha fallecido Luis Eduardo Aute. Me vienen sentimientos encontrados. No era precisamente mi cantante favorito, sin dejar, obviamente, de reconocer su arte. Sabía también que era pintor y poeta. Pero la cercanía con un par de cantautores ecuatorianos y con algunos poetas me hizo conocer de segunda mano su sencillez, su calidad humana y también su compromiso con la luz que los poderes oscuros del mundo siempre se empeñarán en querer extinguir.
Durante cierto tiempo, quizá en mi adolescencia o juventud universitaria, me parecía que el tono de su voz, y su mismo estilo de cantar era como lento y desganado, y eso era lo que no le permitía entrar en el panteón de mis preferidos.
Sin embargo, los tiempos pasan y la gente cambia. Recuerdo que, como la de algunos otros, su música era transmitida casi exclusivamente por la vieja y querida Radio Musical, y es allí donde escuché por primera vez temas como «De alguna manera» o «Al alba». Luego, cuando me fue interesando cada vez más la literatura española y la historia que la produjo, comencé a entender la complicada trama política del siglo XX en aquel país, y las canciones de Luis Eduardo Aute, así como las de otros tantos adquirieron un sentido mucho más profundo y complejo para mí.
Recuerdo que logré conseguir un álbum de Rosa León, cantante muy poco conocida en nuestro medio, donde interpretaba en una bella versión «Al alba». Y luego me fui aproximando con más ganas y gusto a otros temas, hondos, poéticos y comprometidos como «La belleza», «Prefiero amar», «Sin tu latido», «Las cuatro y diez». En muchos se reflejaba la vida cotidiana de la España franquista, con su absurda lista de represiones de todo tipo con las queel caudillo fascista pretendía dejarlo todo ‘atado y bien atado’ (más o menos como pretenden hacerlo aquí) para que el futuro fuera de los poderosos y de nadie más.

Luis Eduardo Aute contrajo matrimonio con una mujer ecuatoriana, concretamente de Bucay, lo cual creó un lazo fuerte con nuestro país, participó en los eventos conocidos como TODAS LAS VOCES TODAS, ciclos de conciertos de nueva canción latinoamericana y trova en general, y en el año 2016 fue el poeta homenajeado del encuentro de poesía Poesía en Paralelo 0. Entonces vino a Ecuador y tuvo varias presentaciones y se dejó ver en el plano humano, dejando una impresión de integridad, sencillez, calidez, generosidad y arte.
Nadie sabía entonces, que poco tiempo después, sufriría dos infartos que mermaron hasta casi desaparecer sus facultades, segando su vida artística para siempre. La solidaridad de Silvio Rodríguez y el pueblo cubano le brindaron apoyo en las etapas iniciales y más críticas de su enfermedad, y luego retornó a seguir siendo tratado y cuidado en España, donde residía.

En estos días de incertidumbre y miedo para todo el planeta, el alma de Luis Eduardo ha decidido volar. Nos deja su arte, como todo ser que ha decidido ser una de esas ‘antenas de la especie’, que decía mi amiga Alicia Crest de los artistas. Pero también nos deja un ejemplo de integridad, consecuencia, calidez y generosidad, todas actitudes que nos harán mucha falta en estos días difíciles.

Ojalá quienes admiramos su arte y su calidad humana sepamos estar a la altura de sus enseñanzas. Para él, paz y luz en el viaje definitivo. Buen viento y buena mar, maestro querido. Que la tierra le sea leve.

Crónicas de la cuarentena (19) por malcriados

Con frecuencia se ha escuchado decir que el Ecuador es un país ingobernable. Y sí, puede ser verdad. En Ecuador suceden cosas que, aparentemente, no suceden en ninguna otra parte (como de seguro también ocurre en otros sitios, cada uno con lo suyo).
No estoy de acuerdo con aquella actitud, muy de por estas tierras, y muy extremista, también, que se bambolea entre el orgullo de ser lo mejor que hay: nuestro Himno Nacional es el segundo más lindo del mundo después de La Marsellesa (todos los himnos del mundo lo son), las mujeres manabitas son las más lindas del mundo, el Casco Colonial de Quito es el más grande de Latinoamérica… y así, esa especie de ansiedad por demostrar que somos los mejores en algo precisamente para esconder que mucho nos tememos ser los peores… y por otro lado el típico chiste de «Un peruano, un colombiano y un ecuatoriano…» en donde es siempre el ecuatoriano quien la riega y provoca las risotadas al final.
En estos días en donde los países que van superando el primer embate de la crisis sanitaria lo han hecho a partir de una gran disciplina y un respeto absoluto a la autoridad competente, en el Ecuador, y concretamente en su puerto principal, las cifras en rojo se han disparado y los comentarios que van desde quien se dice Presidente de la República (desaparecido o en la clandestinidad por voluntad propia, por cierto) hasta la gente más común y corriente se refieren a la indisciplina y la falta de obediencia de la gente en algo que parecería tan sencillo como quedarse en casa.
Se le acusa, sobre todo a la población de escasos recursos, de empecinarse en salir y así multiplicar a nivel exponencial el avance de la enfermedad. Quienes lo hacen, casi siempre gente de clase media o alta, olvidan unos sencillos detalles que tal vez deberían ser tomados en cuenta antes de las censuras acres y violentas: cuando un sueldo te llega todos los meses, vayas o no vayas, hagas lo que hagas, te puedes quedar tranquilamente en casa y tu subsistencia no sufrirá mayor merma; pero cuando tu subsistencia depende de lo que haces en el día a día para ganarte la vida, el ‘quédate en casa’ ya no es tan sencillo. Peor si tienes gente que depende de tu manutención. Sin embargo, también hay gente recursiva, que reinventa sus trabajos, y eso se debería reconocer, aunque no sean todos.
Algunas de las más neurálgicas características de nuestra personalidad son ciertas creencias muy nocivas, a saber:
* Ser leal es encubrir: creo que en este caso no hacen falta comentarios. Solamente la reflexión de que pesa más la filiación o la conciencia de clase (sobre todo en las clases altas) que la corrección ética o moral.
* El inmediatismo: no sé qué hechos o circunstancias de nuestra historia nos condujeron a la actitud del cortoplacismo más absolutamente absurdo. Nada merece que se espere cinco minutos por un beneficio mayor cuando puedo obtener un maltrecho beneficio a medias pero ya, en este instante. Y la hija más espuria de esta actitud es la famosa ‘viveza criolla’. Si podemos obtener cualquier cosa por palanqueo, tráfico de influencias o coima, por ahí nos vamos. ¿Para qué vamos a gastar tiempo y dinero en hacer algo por el camino correcto si por el atajo viene más pronto y con mejores réditos inmediatos?
Desde el simple hecho de no soportar hacer una cola, como todo el mundo, y pedirle a la última persona en la fila del banco que nos ‘guarde el puesto’

los tres minutos o menos que tomallenar la papaleta (nadie entiende por qué no llenas la papeleta y haces la cola, o por qué no te llevas la papeleta para llenarla mientras haces cola) hasta las típicas corrupciones del nepotismo y otras peores.

* A mí no me ha de pasar: funciona para todo, desde cruzarte un semáforo en rojo hasta tener relaciones sexuales sin preservativo o salir a la calle sin motivo válido ni mascarilla, en estos días. Solo por esta vecita. Diosito no ha de querer. A todos les puede pasar, menos a mí.

* La falta de previsión: Ya nos ocuparemos de eso, cuando toque. Y cuando toca y estamos con el problema encima lo hacemos ‘medio-medio’: tarde mal y nunca, como dice la misma gente. Con los resultados que hoy por hoy son altamente trágicos.
Contrario a lo que no solo se piensa, sino se afirma muy orondamente, incluso desde las clases social y económicamente deprimidas, no son solamente los pobres y la gente sin educación quienes adolecen de estos problemas. ¿O no fueron los aristócratas de Guayaquil quienes trajeron el virus desde Europa y lo diseminaron en varios eventos masivos? ¿No funciona ahí, casi matemáticamente el ‘a nosotros no nos ha de pasar’?

Pero también hay otros factores, y uno de esos es el más acendrado clasismo de nuestras sociedades. Al igual que un rey de Francia, afirman, para sus adentros: «después de nosotros, el diluvio». Y, por ejemplo, la miembros de las clases pudientes quiteñasdeciden salir a trotar por El Chaquiñán, violando olímpicamente el requerimiento de quedarse en casa, pero no solamente eso: reclamando airadamente que por qué les quitan su único esparcimiento en este tiempo tan horrible. Como si solo para ellos fuera horrible. O con el convencimiento de que solo para ellos no debe ser horrible.
La crisis del coronavirus en Guayaquil y los problemas afines en el resto del Ecuador no se deben solamente a que la gente pobre es ‘malcriada’ (aunque por ahí haya algo de verdad) , también se debe al servilismo de las actuales autoridades, y a la arrogancia y prepotencia de las clases ‘altas’ desde el punto de vista económico y social.
Si bien los unos salen a la calle sin precaución por la necesidad de sobrevivir, o también por la indisciplina y las creencias que se mencionaron más arriba, los otros reclaman un derecho a hacerlo porque son ellos y quieren trotar, no por nada más. Porque se han hecho ricos de tanto trabajar y por eso se lo merecen todo. Esa es la lógica clasista de este país.
Fueron las autoridades quienes, cuando comenzó a anunciarse la crisis, debieron centrarse en la prevención y en las soluciones dejando de lado cualquier otra cosa. Su deber ineludible era establecer las políticas sanitarias necesarias y sus mecanismos de ejecución y control. Son las autoridades las llamadas a educar con el ejemplo y a establecer mecanismos efectivos que no caigan en la tiranía pero sí detengan el quemimportismo y el desconocimiento. Pero ellos siempre están ocupados en otra cosa: en impedir que Correa regrese. Por ellos, si logran impedirlo, el Coronavirus que haga lo que le dé la gana, porque de todos los malcriados variopintos de este país tan pequeño como complicado, ellos son los peores.

Crónicas de la cuarentena (20) qué me importa

A lo largo de este tiempo mucha gente me ha acusado de ‘correísta’, de fanática, de ‘hacer de mi pluma una cuchara’ (será porque durante un tiempo me pagaron honorarios por mis artículos en El Telégrafo de entonces, cosa que no me parece nada malo), de ya no ser ‘la escritora sensible’ sino de sembrar odio en mis escritos. Otra gente, menos virulenta y aparentemente más amiga, se ha sorprendido de que yo, siendo ‘tan sensible e inteligente’ siga teniendo una preferencia política por Rafael Correa y, más que por él, por sus planteamientos políticos y económicos.
Curioso animal es el ser humano, que se toma a lo personal la discrepancia, y no solamente eso, sino que se permite juzgar la calidad intelectual y humana de otras personas a partir del confiabilísimo baremo de su propia opinión personal respecto de algo.
La política del Ecuador, desde que se fundó como país a partir de una traición y un asesinato, se ha sostenido en unos pilares de dudosa calaña: la mentira, la traición, la corrupción y el arribismo, todo esto apoyado en el aparato comunicacional al uso, que también recibe sus prebendas, obviamente.
Y si vamos un poco más atrás en nuestra historia, sabido es que las luchas por la independencia de España, aunque finalmente se ganaron, no redundaron en beneficios para las mayorías oprimidas por el sistema anterior, sino en la manutención de los privilegios de los criollos o ‘españoles locales’, creando unas élites independientes del control de la corona española para lo que les convenía y muy hispanistas también para lo que les convenía. Además, es necesario recordar quiénes eran los españoles que llegaron a América, desde el primer momento: ya en las carabelas de Colón la reina Isabel la Católica se aseguró de que vinieran aquellas personas por las que nadie le iba a reclamar si desaparecían para siempre: es más, hasta se lo podían agradecer. Y aunque los funcionarios posteriores tal vez no eran exactamente de la misma calaña, tampoco eran un crisol de virtud, bondad y honestidad.
Y es de ahí, no solamente de esa sangre, sino de esa mentalidad de la mordida y el provecho sin esfuerzo, de donde nacen nuestros principales políticos, quienes, entre otras dudosas cualidades, están convencidos hasta el tuétano de que tienen derecho de hacer y disponer de los recursos y las personas del país, y de mantenerse en argolla pase lo que pase, claro que comiéndose vivos entre ellos cada vez que se ofrecía. Y todo esto con los medios haciéndoles reverencias (y cobrando por cada una), todo esto en contubernio con otro de esos espurios poderes enchufados a la ‘teta’: la que, al decir de Fernando Vallejo «defiende la libertad de culto donde no manda y ataca a las otras religiones donde manda», la sacrosanta Iglesia Católica, Apostólica y sobre todo Romana.

Todo sazonado con el más repugnante servilismo al Imperio.
Además, está la sostenida mentalización de las clases medias y hacia abajo, mermando su autoestima, haciéndoles creer que podían ‘ascender’ y repudiándolas en cuanto se acercaban demasiado a ciertos estándares. Encumbrando y auspiciando a indeseables que ellos mismo se encargarían de deponer si desobedecían en algo sus instrucciones.

Esa fue la historia que viví, que vivimos, hasta que llegó Rafael Correa y se redefinió la correlación de fuerzas. Todo el mundo conoce los defectos y errores de Correa, y hasta yo le he señalado algunos que no repetiré aquí; pero fue durante esos diez años de control de la politiquería cuando por pirimera vez en mi vida yo supe lo que era tener país. Supe lo que era un gobierno que se preocupaba por la gente y que se las jugaba por sus votantes, que por otro lado eran la mayoría.
Esa fue la historia que viví, que vivimos, hasta que llegó Rafael Correa y se redefinió la correlación de fuerzas. Todo el mundo conoce los defectos y errores de Correa, y hasta yo le he señalado algunos que no repetiré aquí; pero fue durante esos diez años de control de la politiquería cuando por pirimera vez en mi vida yo supe lo que era tener país.

Supe lo que era un gobierno que se preocupaba por la gente y que se las jugaba por sus votantes, que por otro lado eran la mayoría. Esa fue la historia que viví, que vivimos, hasta que llegó Rafael Correa y se redefinió la correlación de fuerzas. Todo el mundo conoce los defectos y errores de Correa, y hasta yo le he señalado algunos que no repetiré aquí; pero fue durante esos diez años de control de la politiquería cuando por pirimera vez en mi vida yo supe lo que era tener país. Supe lo que era un gobierno que se preocupaba por la gente y que se las jugaba por sus votantes, que por otro lado eran la mayoría.

Supe lo que era confiar en unos sistemas públicos de educación, salud y manejo de crisis que si bien no impedirían los desastres, sabrían qué hacer en determinada eventualidad. Supe lo que fue vivir una crisis económica mundial sin que apenas se sintiera por estas tierras.
Pero esta persona tan eficiente y talentosa tenía un par de ‘defectillos’: no era de los ‘suyos’, ni por cuna ni por lameculismo, y por ende no trabajaba para ellos, sino para la gente, para el país.
Aquí me permito una breve e liustrativa anécdota: cuando en los primeros años del mandato de Rafael Correa se presentaron los cíclicos embates del conocido «Fenómeno del Niño», una persona anónima citó a un empresario que afirmó más o menos textualmente lo siguiente:
-Nunca he visto una prevención y un manejo tan eficientes y solventes de esta situación. Sin embargo, HAY QUE IMPEDIR QUE LOS MEDIOS SE HAGAN ECO DE ELLO.
Y no era necesario, porque los medios ya tenían la consigna que manejaron curante los diez años del gobierno de Correa y siguen manteniendo ahora: no difundir ningún acierto su gobierno porque quería regularlos, porque insistía en impedirles mentir, calumniar y manipular la información y la opinión pública. Y porque son un eslabón más de la cadena con que siempre nos han querido sujetar a los ciudadanos de la calle y el campo. Estamos viviendo una tragedia sanitaria que nos enrostra a cada minuto el contraste entre un gobierno de delincuentes y traidores y lo que tuvimos hasta hace tres años; pero el arribismo de los lagartos que recuperaron el poder a través de los muñequeos de una lagartija miserable no lo va a soltar si nadie hace nada drástico. Son gente de una naturaleza tan psicopática que no les importa rifarse un país en plena pandemia con tal de recuperar sus espurios privilegios
Pero yo, y no solamente yo, nos dimos cuenta durante diez años, gracias al empeño y tesón de un hombre eficaz y bien intencionado, que otro país era posible, incluso por encima de las malas artes de los detractores cohesionados en su odio y su ambición. Y esa certeza que para unos fue luz es pánico para quienes hoy se empeñan en destruir al único que desde la política supo trabajar por esta tierra. Con errores, es cierto, porque no tenía por ser perfecto. ¿O acaso alguien más lo ha sido?
Entonces… qué me importa. Qué me importa que en algún momento alguien haga un comentario acre en esta crónica. Qué me importa que alguien ponga en duda mi inteligencia y mi sensibilidad porque no pienso lo mismo que él o ella, y se lo susurre en el oído a alguien, con el típico chismorreo hipócrita de los quiteños de clase media arribista, que se creen marqueses y condesas, pero no pasan de mayordomos y amas de llaves. Qué me importa que facebook me recorte las crónicas y que otros me bloqueen, decepcionados, porque no digo lo que quieren leer.
Qué me importa si incluso se ríen de mí porque hoy, seis de abril del año 2020 digo aquí, con todas las ganas: Feliz cumpleaños, Rafael Correa, y gracias por enseñarnos que podemos tener y construir un país mejor. Ojalá sepamos liberarlo de quienes hoy por hoy lo tienen secuestrado para seguir chupándole la sangre, disfrazándose de ‘cauces democráticos’ liderados por un conspicuo sospechoso de magnicidio y otras finas hierbas. Y ojalá lo podamos hacer antes de que sea demasiado tarde.

Por Editor