Conforme Lenín Moreno revela que “cuento los días para poder largarme” y cae estrepitosamente en las encuestas de popularidad, credibilidad y gestión de su gobierno, sus estrategas han optado por dos vías de “lavado de imagen”:
1.- El Primer Mandatario da clases y se reúne con grupos de personas en sus propios espacios de trabajo o estudio: medida de desesperación para paliar la avalancha de críticas y sospechas sobre su gestión y su credibilidad. Lo mismo hizo en su momento Lucio Gutiérrez. ¿Los mismos estrategas del coronel han sido contratados por el equipo político de Moreno o sin mayores ideas reproducen lo que ya sabemos sirve cuando se cae en las encuestas?
2.- A más de un año de gobierno ahora su lucha política (¿la más osada?) es contra la corrupción y con ello aspira a devolver confianza y, según el propio Moreno, acabar con el mal más dañino de nuestra sociedad y democracia. Y como las conexiones lo pueden explicar todo, detrás de esta estrategia no sería extraño que esté la mano y también la plataforma de Juan Sebastián Roldán, su Secretario, con el mismo plan con el que trabajó para la campaña presidencial de su ex jefe Paco Moncayo, casi calcado y retocado con las sugerencias de las ONG pro estadounidenses con las que, al parecer, se reúne regularmente.
En medio de todo esto ocurren manifestaciones, protestas y paros que el aparato mediático conservador ignora o reduce a su mínima expresión gracias a los pagos publicitarios del Secretario de Comunicación, a través de contratos que se hacen en menos de 24 horas y se adjudican a los medios y periodistas que siguen su libreto.
Es evidente que la protesta social se incrementa y el diálogo desaparece como si fuese su resultado natural. De hecho, muchos de los gremios y agrupaciones que apoyaron la Consulta Popular de febrero pasado ahora se sienten traicionados. ¡Ya hablan también de traición! ¿Resulta extraño o paradójico? ¿O es solo que en su odio se cegaron y no leyeron el trasfondo socialcristiano de la consulta y sus propósitos más profundos?
La marcha del 13 de septiembre, convocada por el Movimiento Revolución Ciudadana, tuvo un impacto político tan relevante que la Secretaría de Gestión de la Política movilizó recursos y grupos a través de la Subsecretaría de Participación, que hasta ahora le cuestan más por su nula efectividad que por la intención de bloquear una legítima manifestación política.
La noche anterior a la marcha, casualmente, Moreno se presentó en cadena nacional para explicar su proyecto de lucha contra la corrupción, que entre otras cosas premia a los corruptos renegados y paga los favores de los denunciantes. Pero ya conocemos el funcionamiento de ese mecanismo y a quiénes está dirigido. En adelante quizá tendremos Baldas y Villavicencios por doquier forjando documentos y testimonios falsos para liquidar a los que ellos consideran “restos del correísmo”.
Si alguien duda de que detrás de todo esto está la influencia de una embajada, bien podríamos revisar lo que fue el Macartismo y cómo ahora se usa bajo el supuesto de que la izquierda en el mundo es corrupta y la derecha (a la que ahora se suman los ex R25 religiosamente) es la única que nos puede salvar de esa “plaga”.
El Macartismo se sustentó en acusaciones de deslealtad, subversión o traición a la patria, sin el debido respeto a un proceso legal para proteger los derechos del acusado. Ocurrió en Estados Unidos entre 1950 y 1956 cuando el senador Joseph McCarthy desató juicios y acusaciones con declaraciones, acusaciones infundadas, denuncias, interrogatorios, procesos irregulares y listas negras contra personas sospechosas de ser comunistas. Bastaría leer a Arthur Miller y su reconocido libro Las brujas de Salem para entender cómo operó esta estrategia, que ahora el Secretario del Presidente parecería implementar contra sus ex coidearios, bajo el argumento de combatir la corrupción.
Los paros y marchas van aumentar y mientras tanto los macartistas del gobierno actual seguirán respondiendo con fuegos artificiales: dirán que ya acabaron con el Guacho y se lavarán las manos de un triple crimen, y continuaremos esperando por una verdadera explicación de lo ocurrido con los asesinatos de los periodistas, dos jóvenes inocentes y cuatro militares, supuestamente víctimas mortales de ex guerrilleros.
Así estamos por ahora y tal vez solo falta construir la necesidad de la muerte cruzada y con eso el fin del capítulo del morenismo en Ecuador.