Por Juan Fernando Terán

Tiempo atrás, tuve acceso a datos que mostraban que un alto porcentaje de recién graduados de medicina y enfermería  estaban preparándose para viajar a Chile o Canadá para ejercer sus profesiones. Apreciado macroeconómicamente, aquel proceso evidenciaba que Ecuador estaba subsidiando a otros países una dotación de profesionales altamente calificados y, simultáneamente, estaba perdiendo factores dinámicos de crecimiento a largo plazo.

Años después, me enteré que Portugal implementaba políticas para “importar” trabajadores de la salud facilitándoles la validación de sus títulos o la realización de especialidades. Inicialmente, pensé que aquella demanda era “extraordinaria” y obedecía a las virtudes de un excelente sistema de salud pública que construyó una amplia cobertura desde la Revolución de los Claveles, el último gran hito en la conformación del Estado de Bienestar portugués. 

Efectivamente, eso pasaba pero no era todo. Portugal tiene pocos médicos con relación al tamaño de una población en envejecimiento y cada vez es menor el número de jóvenes que estudia medicina. Las tendencias demográficas en ese país europeo reducen la oferta potencial de trabajadores de la salud. Y algo muy similar sucede en Alemania, Italia, España u otros países de la Unión Europea.

Para ilustrar el desajuste entre lo que la sociedad necesita y lo que la sociedad tiene, veamos algunos datos provenientes de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y Eurostat:

-. En 2020, más del 50 por ciento de todos los médicos en Italia y Bulgaria tenían 55 años o más.

-. En 2022, el 40 por ciento de los médicos está cerca de jubilarse en un tercio de los países europeos

-. En 2022, en la región europea, existen 80 enfermeras por cada 10.000 habitantes, 37 médicos por cada 10.000 habitantes, 8 fisioterapeutas por cada 10.000 habitantes, 6,9 farmacéuticos por cada 10.000 habitantes, 6,7 dentistas por cada 10.000 habitantes, y 4,1 obstetras por cada 10.000 habitantes

Estas tendencias estaban configurándose desde mucho tiempo antes de la pandemia y parecían estar determinadas unicamente por factores demográficos. La pandemia solo empeoró el escenario a largo plazo conforme eliminó literalmente a unos 50.000 trabajadores de la salud en Europa.

A mediados del 2020, sin embargo, no faltaban políticos e ideólogos que proclamaban que “la humanidad” aprendería la lección y fortalecería los sistemas de salud nacionales. Aquel anhelo logró alimentar la fantasía de muchos ciudadanos incluso en Ecuador, un país donde semejante optimismo era destruido por gobiernos conservadores que pagaron anticipadamente la deuda externa y despidieron a miles trabajadores de la salud.  Pero bueno, eso era esperable en una república bananera, ¿o no?

Lo que es sorprendente es que algo similar suceda en los “países desarrollados” donde los gobernantes tampoco aprendieron la lección… como si el aprendizaje fuese algo determinado por el entendimiento y no por las condiciones materiales de existencia. Y… ¿qué esta pasando por aquellos lares?

En el 2022, los trabajadores de la salud en los países del “primer mundo” han implementado, o decidido emprender, huelgas masivas y prolongadas. En segunda semana de noviembre, por ejemplo, el Colegio Real de Enfermería del Reino Unido decidió en asamblea general hacer sentir sus demandas a través de lo que se convertirá en la huelga nacional más grande experimentada en las ultimas décadas.

En España, médicos y enfermeras se tomaron las calles para protestar por las malas condiciones de trabajo, el abuso laboral en los centros de salud, la extensión de la jornada laboral, los contratos temporales, los despidos intempestivos, la falta de insumos para trabajar, la ausencia de seguridad laboral o los salarios de miseria. Iguales demandas pueden escucharse en los mitines de profesionales en Italia o Francia. 

Ciertamente, la perdida de poder adquisitivo ocasionada por la inflación incide en el descontento imperante. Pero la guerra en Ucrania solo es una parte de la “fenomenología” de la vida cotidiana, un elemento que aparece ante la percepción como causa inmediata. Por eso, para visualizar el proceso más estructural, conviene recordar lo que sucede en Estados Unidos.

En algunos estados de este país están sucediendo tres cosas simultáneas:

(a). No existe la cantidad suficiente de doctores y enfermeras para cubrir la oferta pública y privada de servicios de salud generales o especializados;

(b). Los doctores están renunciando a sus trabajos para dedicarse a otras actividades que les permitan sobrevivir económicamente; y

(c). Las alcaldías están implementando campañas para atraer trabajadores de la salud hacia sus territorios.

Al reflexionar sobre lo anterior, se podría pensar que todas aquellas contradicciones podrían subsanarse disipando los absurdos involucrados uno por uno. Por ejemplo, se podría imaginar que cuanto más médicos o enfermeras pierda una ciudad, las autoridades o “el mercado” podrían reaccionar aumentando los salarios para atraer a nuevos trabajadores de la salud.

A pesar del daño evidente a la provisión de servicios de salud, la regulación o autorregulación no está ocurriendo. Los empleadores no aumentan los salarios ni mejoran las condiciones laborales. Los médicos y enfermeras aguantan lo que pueden y luego renuncian. Sus plazas no se cubren y cuando lo hacen se llenan con trabajadores a quienes las instituciones vigentes no facilitan su ingreso al sistema de salud a pesar de que los necesitan incluso para que el negocio continúe existiendo. Los médicos y enfermeras recién llegados aguantan lo que pueden y luego renuncian… Y así se repite el ciclo.

“El capitalismo contra la vida” podría ser una forma de resumir lo que está pasando. Y no es exageración.  

Milton Friedman, el profeta del neoliberalismo que solía decir las cosas con aquella contundencia de quienes no quieren ocultar sus propósitos, expresó que la misión de una empresa es hacer dinero y punto.  En el capitalismo, las empresas no tienen vocación social, ambiental o humanista.

Su objetivo es REPRODUCIR EL CAPITAL en todos y cada uno de los instantes, con o sin pandemia, con o sin recesión global, con o sin  guerra en Ucrania, con o sin Emmanuel Macron o Giorgia Meloni, con o sin demócratas o republicanos.

La “reproducción del capital” por encima de todas las cosas suele conducir hacia la “destrucción creativa”, un proceso que se expresa en asuntos como disminuir la capacidad adquisitiva de los europeos para que Estados Unidos pueda venderles gas a precios altos. También se expresa en los impedimentos a la llegada de médicos cubanos para mantener en vigencia a empresas de salud que no tienen localmente personal para operar.

Las contracciones no están en las interpretaciones de la realidad sino en la realidad misma. Por eso, aquellas no se eliminan con discursos sino cambiando el sistema que las genera. Mientras eso no suceda, ¿qué pasará en países gobernados por incapaces?

Lo que ha venido sucediendo desde hace décadas en Ecuador. Muchos de nuestros estudiantes, médicos y enfermeras seguirán migrando hacia afuera… aunque allá no tengan un futuro asegurado. Pero peor, sinceramente, la pasarán aquí…. Y no nos engañemos.

O ¿Acaso Usted puede esperar mucho de una democracia donde un candidato a alcalde con ínfulas presidenciales hace campaña hablando con los perros?

¡¡Por favor!!

Por RK