Por Pablo Dávalos
La proforma presupuestaria que por disposición constitucional el Presidente Guillermo Lasso está obligado a presentar a la Asamblea Nacional al finalizar su primer trimestre, debe cumplir con normas constitucionales y legales específicas para su elaboración y que constan en los artículos constitucionales que rigen a la política fiscal y política presupuestaria, y en las disposiciones que, al efecto, se establecen en el Código Orgánico de Planificación y Finanzas Públicas.
La primera de esas normas es la obligatoriedad que tiene el gobierno de remitir conjuntamente con la proforma presupuestaria para lo que queda del año 2021, la programación presupuestaria cuatrianual. Son dos instrumentos que deben ser entregados a la Asamblea Nacional de forma perentoria al finalizar su primer trimestre luego de su posesión.
Ahora bien, para elaborar la programación presupuestaria cuatrianual, el proceso que la sostiene, estructura y define en sus posibilidades es el Plan Nacional de Desarrollo y la Estrategia Territorial Nacional, sin ellos es prácticamente imposible definir los rubros que establecen la programación presupuestaria cuatrianual.
El Plan Nacional de Desarrollo y la Estrategia Territorial Nacional, de otra parte, permiten la convergencia hacia un objetivo común que la Constitución lo define como el régimen del Buen Vivir, y hacia el cual deben confluir los recursos, políticas, programas y estrategias del Sector Público No Financiero (SPNF), la banca pública de desarrollo incluido el Banco Central, el sistema de la seguridad social, las empresas públicas y los gobiernos autónomos descentralizados.
El Plan Nacional de Desarrollo y la Estrategia Territorial Nacional son los instrumentos que permiten la articulación coherente de metas nacionales con objetivos, asimismo, nacionales y construidos desde los principios de la participación social y la transparencia. Es desde ahí que nace la lógica que establece el presupuesto fiscal para un horizonte inter-temporal, y por ello su importancia para la programación cuatrianual.
Al no existir el Plan Nacional de Desarrollo, no puede haber, por definición, la programación presupuestaria cuatrianual. Empero de ello, el gobierno de Guillermo Lasso no presentó a la Asamblea Nacional y, por tanto, al país, el Plan Nacional de Desarrollo, quizá el documento más importante de todos en lo que hace referencia a la política económica y el régimen de desarrollo, pero en cambio sí presentó la programación cuatrianual; entonces estos datos, en realidad, serían puro invento, solamente una construcción contable, porque no tienen el sustrato y el proceso que los avale y certifique.
Ahora bien, no se trata de un olvido casual sino de una forma específica de comprender al Estado y al sector público. Lasso forma parte de una corriente que desprecia al Estado al que lo considera como un obstáculo para la autorregulación de los mercados. No es, en consecuencia, olvido, es ideología. Pero, ¿de dónde proviene esa ideología?
Esa visión ideológica del mundo proviene de la Fundación Ecuador Libre, a la cual pertenecen la mayor parte de los técnicos y políticos que manejan la economía y la política de su gobierno, una fundación que, además, forma parte de las entidades y organizaciones que de alguna se relacionan con la Sociedad del Monte Peregrino, que es el núcleo fundador y la matriz originaria del neoliberalismo.
La Sociedad del Monte Peregrino fue ideada por el economista austríaco Friedrich Hayek, el gurú de los neoliberales, en la última posguerra. Hayek es un economista liberal que se declaró enemigo acérrimo de todo lo que signifique Estado de Bienestar, planificación pública y socialismo. Proviene de la vertiente austríaca del pensamiento económico liberal del siglo XIX que se caracterizó por una interpretación original de los supuestos de base de la economía política clásica y en donde caben los nombres de Menger, Von Mises, Böm-Bawerk, entre otros y que será conocida como “ordoliberalismo”.
Hayek proviene de esa estirpe de economistas decimonónicos que negaban toda posibilidad de construir un contrato social por fuera de los márgenes del mercado. Para Hayek, el socialismo ni siquiera ameritaba de una crítica sino del anatema. Luego de la última posguerra, Hayek estaba apesadumbrado y alarmado por el avance de las ideas de Estado de bienestar y planificación económica. Las consideraba como ideas totalitarias. Las denominó el “camino de la servidumbre”. Por ello convocó a una reunión a los pocos liberales que se oponían a esas ideas para emprender, entre todos ellos, una cruzada en contra de esas ideas supuestamente totalitarias.
Sin embargo, era difícil estar en contra del Estado de bienestar y la planificación económica, tanto en su versión keynesiana como en la versión soviética, sobre todo en el contexto de la reconstrucción que empezó al día siguiente de finalizada la guerra. Pero Hayek era un cruzado y con la fe y la templanza de los cruzados, comenzó a nadar contracorriente.
El primer paso que dio fue convocar a una reunión internacional a sus allegados liberales más próximos en la comunidad suiza de Monte Peregrino a fines de los años cuarenta del siglo XX, porque consideraba que el rescate del liberalismo era una tarea civilizatoria. Fue ahí, en esa pequeña reunión en la que habría de nacer la ideología más potente del capitalismo tardío, aquella del neoliberalismo. Fue allí, además, que adoptaron el nombre de Sociedad del Monte Peregrino. Quizá con ese nombre querían oponerse de manera directa a la entonces poderosa sociedad de los fabianos, pero eso es otra historia.
Pero una vez conformado ese núcleo original de cruzados liberales, la cuestión que se impuso fue: ¿cómo evangelizar al mundo con la nueva fe del neoliberalismo? ¿Cómo convencer al mundo que el Estado de Bienestar y la planificación económica son amenazas a la libertad humana? Las sociedades adscribían y suscribían al Estado de Bienestar porque ello les proporcionaba capacidad de consumo y garantías de derechos que, en otras circunstancias, habrían sido imposibles, y que, de hecho, había elevado el nivel de vida a niveles inéditos para millones de personas, mientras que la planificación económica había convertido, en efecto, a los soviéticos en una potencia mundial.
Por curioso y paradójico que pueda parecer, pero Hayek encontró la respuesta en un libro del revolucionario ruso Vladimir Ilich, Lenin. El libro se llama “¿Qué hacer? Lenin lo escribió a inicios del siglo XX como una guía de organización al naciente partido socialista ruso en el contexto de la autocracia zarista. Lenin indicaba que había que “inyectar” el socialismo desde fuera a los obreros y que el instrumento para hacerlo era el partido y sus militantes. Lenin dio una especial atención, para esa tarea, a la comunicación y la prensa militante.
Con esa intuición, Hayek propuso lo mismo a los atónitos asistentes al encuentro de Monte Peregrino: las ideas del nuevo liberalismo (es decir, el neoliberalismo) tienen que ser “inyectadas” a la población. Hayek fue aún más lejos. Las masas (un término muy en boga en ese entonces), decía Hayek, no piensan por sí mismas, las masas siguen a los que piensan. Si se quiere cambiar al mundo, hay que convencer a los que piensan, no a las masas. Las masas, finalmente, los seguirán sin mayores cuestionamientos donde se les guíe. De aquellos “que piensan”, Hayek prestaba mucha atención a los periodistas y los académicos, sobre todo en economía.
Ahora la cuestión era ¿cómo hacerlo? Y aquí aparece la figura de Anthony Fisher y el Institute of Economic Affairs (IEA) creado en 1955 bajo la inspiración del Monte Peregrino. Los centros de pensamiento son el núcleo desde el cual guiar a las masas a través del pensamiento creado desde esos think tank y divulgado a la sociedad a través de los medios de comunicación. La forma por la cual el neoliberalismo se expandió por el mundo fue precisamente a través de los centros de pensamiento (think tank) creados a imagen del IEA.
Bancos privados, sociedades financieras y grandes corporaciones, comprendieron que, en efecto, los cheques girados a nombres de esos think tank neoliberales son redituables. Como lo confirma la historia de las últimas décadas, los electores aceptaron de buena gana el desmantelamiento del Estado de Bienestar sin mucha resistencia, gracias a esa confluencia estratégica entre think tank y medios de comunicación, que los convencieron de la importancia de dejar de cobrar impuestos a los más ricos para, en cambio, cobrar impuestos a los más pobres.
Desde ese entonces los think tank neoliberales se han multiplicado como hongos bajo la lluvia. La Fundación Ecuador Libre es el relevo de lo que en los años ochenta en Ecuador fue la fundación CORDES, el sustrato teórico de la democracia cristiana ecuatoriana. Ahora, esta Fundación Ecuador Libre es el think tank más potente del pensamiento neoliberal en el Ecuador.
Como think tank neoliberal, la Fundación Ecuador Libre desprecia al Estado y a toda política pública que se aleje de sus prescripciones teóricas. Aunque es difícil que hayan leído a R. Nozick (porque no aparece citado en sus múltiples declaraciones) pero son partidarios acérrimos del Estado Mínimo. Para ellos, casi por definición el gasto público es excesivo, independientemente de cualquier monto que tenga. Gracias a la connivencia con los medios de comunicación han logrado posicionar con éxito frases como “estado obeso”, “disciplina fiscal”, “finanzas públicas sanas”, entre otras, y han logrado convencer a la población sobre la necesidad de reducir el gasto corriente (que es el gasto en cumplimiento de derechos).
Su posición ideológica con respecto al Estado forma parte de un principio ético-político en el cual, para ellos, el Estado forma parte de un ámbito de coerción mientras que el mercado es la expresión de la libertad de elección y autodeterminación individual. La filosofía del liberalismo ha denominado como libertad negativa a esa dicotomía entre Estado y mercado, en donde a menos Estado más libertad individual.
Con esos presupuestos teóricos, entonces, es absolutamente normal que el gobierno de Lasso suscriba y se adscriba a las propuestas de reducción del Estado y de ampliación de los mercados. La proforma entregada a la Asamblea Nacional cumple con esos propósitos. Los Decretos emitidos también. Es aún una proforma que depende de decisiones asumidas anteriormente y aún no le otorga el espacio de maniobra que desearían, pero es un ejercicio sobre el cual ya puede ejercer su propia ideología. Habrían deseado realizar más recortes pero reconocen que esa proforma no les pertenece por entero.
Es precisamente por ello, por esas contradicciones entre su ideología y el principio de realidad de la política, que la proforma entregada a la Asamblea Nacional es una contradicción en sí misma. Tiene errores de bulto en registro contable y altera el sistema de cuentas fiscales de forma alegre e irresponsable porque su ideología del neoliberalismo les otorga la justificación que necesitan.
El objetivo del régimen es que esta primera proforma empiece a delinear lo que serán las futuras proformas presupuestarias en donde se ratificará su visión ideológica de ir hacia el Estado mínimo neoliberal con recortes sustantivos en todos los sectores. Tienen ya lista la tijera del recorte, solo están al acecho de su oportunidad, y que la gran prensa haga su trabajo de convencer a la población de la necesidad y pertinencia de esos recortes.
Pero construir ese Estado mínimo neoliberal, tal como su ideología lo prescribe, en el caso del Ecuador, es imposible porque la Constitución y la sociedad no lo van a permitir. En efecto, la Constitución ecuatoriana se aleja del positivismo jurídico que se define por la fórmula del Estado de derecho y que es tan importante para el Estado mínimo neoliberal. El Ecuador no es un Estado de derecho, es un Estado constitucional de derechos y justicia.
Así, el trabajo, por ejemplo, se considera como un derecho y, en tanto tal, la Constitución no permite reformas regresivas en materia de derechos, pero el objetivo de la Fundación Ecuador Libre y del gobierno de Guillermo Lasso (en ese orden) es la reforma laboral que por supuesto que es regresiva en derechos. Lo mismo puede decirse con respecto a la seguridad social y la prohibición constitucional de privatizarla.
Ahí consta, por consiguiente, uno de los obstáculos más importantes que tiene el proyecto político de Guillermo Lasso, y es la definición misma del Estado. En el Ecuador, el Estado se legitima y se construye desde la visión de los derechos fundamentales, justamente por eso se produce la transición del Estado de derecho hacia el Estado constitucional de derechos, porque el deber ser del Estado ya no es la ley y el orden, sino la garantía, cumplimiento y vigencia plena de los derechos fundamentales.
El neoliberalismo necesita del Estado de derecho para imponer sus condiciones a la sociedad y garantizar las relaciones de poder que le son inherentes. En Ecuador esa figura jurídica que define el deber-ser del Estado de derecho no existe. En consecuencia, la agenda del Estado mínimo neoliberal choca de lleno con un obstáculo constitucional importante y es la definición misma del Estado.
Mas, ¿les importa la Constitución a los neoliberales de la Fundación Ecuador Libre? Una lectura de sus documentos y de sus pronunciamientos, da cuenta que o no les importa en lo más mínimo o, simplemente, nunca leyeron la Constitución y, si la leyeron, solamente comprendieron aquello que les interesaba.
La Fundación Ecuador Libre y el gobierno de Guillermo Lasso (siempre en ese orden), parten desde ese ethos barroco que analizaba Bolívar Echeverría en el cual la forma imposta al fondo y el contenido se disuelve en el continente. Es por ello que intentarán hacer un bypass a la Constitución para construir su proyecto de Estado mínimo neoliberal.
Y en el primer trimestre de su gobierno ya han dado suficientes pruebas de ello: han decidido suscribir tratados bilaterales de inversión a pesar de la existencia de un texto específico de la Constitución que les prohíbe hacerlo, han decidido llevar adelante la privatización de la industria petrolera a pesar de ser un sector estratégico cuya privatización es prohibida por la Constitución, han decidido subastar territorios a las corporaciones mineras a pesar que esos territorios pertenecen a pueblos indígenas y la Constitución reconoce los derechos de la naturaleza, han decidido financiar derechos con ingresos provenientes del extractivismo y la deuda pública, a pesar de la prohibición constitucional que establece una regla fiscal para ingresos y gastos permanentes y no permanentes.
Es desde esa lógica que entregan una programación presupuestaria cuatrianual sin el Plan Nacional de Desarrollo, porque se oponen a la planificación no solo por razones ideológicas sino incluso epistemológicas. Su visión del mundo excluye a la planificación hecha desde el Estado y la validez de sus presupuestos teóricos han descartado todo rol importante y regulatorio para el Estado. Por algo son neoliberales.
La historia ha demostrado en estas últimas décadas que la sociedad del Monte Peregrino y el sistema planetario y los satélites que giran alrededor de ella, nunca han retrocedido ante el principio de realidad, más bien lo han forzado a su propia ideología.
De la Sociedad del Monte Peregrino emerge la matriz teórica del neoliberalismo actual. Si han cambiado al mundo y lo han puesto a girar alrededor de sus propias verdades se debe a esa tozudez e intransigencia que caracteriza a los neoliberales. Son una especie de templarios del capitalismo tardío. Su fundamentalismo se sostiene en el dogmatismo de sus supuestos de base, a los cuales les han otorgado un cariz ético-político que los hace inamovibles. Se creen portadores de una verdad trascendente e inmanente: aquella del libre mercado. Por eso es muy difícil que en el caso del Ecuador, la Fundación Ecuador Libre y el gobierno de Guillermo Lasso puedan comprender con lucidez dónde radican sus límites y posibilidades.
En efecto, pueden hacer un bypass a la Constitución y la ley pero esa estrategia tiene marcadas sus fronteras. Ellos saben que necesitan de cambios jurídicos que alteren las reglas de juego, mas para ello requieren del sistema político. No tienen otra opción. Sin embargo, sus posibilidades en el sistema político son restringidas. Hasta ahora han utilizado la corrupción política para ampliar sus margen de maniobra dentro del sistema político y han triplicado su representación parlamentaria, pero todavía es exigua. Están muy lejos de alcanzar la mayoría parlamentaria (apenas controlan el 22% de la Asamblea).
La Asamblea puede demostrar que la proforma presupuestaria que han presentado carece de legitimidad jurídica y validez metodológica. Es fácil comprobarlo. El gobierno de Guillermo Lasso se ha inventado un déficit fiscal que prácticamente no existe. Ha manipulado cuentas fiscales y es fácil demostrarlo. Pero lo que se viene es lo que importa.
La metáfora de navegar entre dos amenazas y no poder soslayarlas (entre Escila y Caribdis), es real para la Fundación Ecuador Libre y el gobierno de Guillermo Lasso (otra vez, en ese orden). De una parte tienen el fantasma de octubre de 2019 y, de otra, una mayoría hostil en la Asamblea Nacional. Ante ese escenario, un gobierno más pragmático buscaría acuerdos mínimos que impliquen incluso el sacrificio de parte de sus dogmas de fe, para garantizar su propia gobernabilidad para los próximos cuatro años. Pero es difícil pensar que la Fundación Ecuador Libre actúe de esa manera. Los neoliberales nunca se han caracterizado por sacrificar ninguno de sus dogmas de fe. Son intransigentes porque así lo determina su propia epistemología política y sus principios ético-políticos.
En consecuencia, la Fundación Ecuador Libre conduciría al país a un inevitable choque de trenes. Colisionará con el Escila de las movilizaciones sociales aunque tratará de controlarlas y neutralizarlas desde la violencia pura y simple, pero también colisionará con el Caribdis de un sistema político que por ahora no controlan. Intentarán vender al país un principio de realidad que solo consta dentro de los límites de su propia dogmática. En realidad, la Fundación Ecuador Libre y el gobierno de Guillermo Lasso son la crónica de un fracaso anunciado.
Tomado del blog de Pablo Dávalos