Pronto llegará el día en que todas estas pobres creaturas de la creación tengan que enfrentar la realidad. La realidad que les caerá como un tsunami, como una erupción volcánica. Llegará el día en que todos estos pobres hijos del Dios cristiano se den de bruces con la verdad. La verdad que será cruda, directa, cierta. La verdad que ellos no quieren ver. Que son incapaces de ver. Que su limitada conciencia les impide ver. Llegará el día en que todos los que son parte de este gobierno se darán cuenta de que son lo peor que le ha pasado a la República desde el regreso a la democracia.
Moreno, perseguido por su conciencia sabrá que la traición se paga con traición. Sabrá que su mayor anhelo, el de todo Chulla Romero y Flores no será cumplido. La crema y nata de Guayaquil y Quito lo desecharán como desechan a todos los seres humanos que no son de su clase, de su alcurnia, que no vienen de buena cuna. Moreno sabrá que lo de INA papers no tiene fecha de caducidad y, en algún momento, tendrá que verse de cara con la justicia. Incluso si es que, en pago de sus serviles y viles servicios prestados al gobierno de Estados Unidos, lo acojan allá. Esta será la muestra más fehaciente de lo rastrero y delincuente que resultó ser. Allá podrá estar asilado, como asilados están los Isaías, Pedro Delgado o Carlos Pólit. Porque estos delincuentes contumaces se alojaron en Estados Unidos y no parece que ese país los vaya a regresar. Así Moreno, que se cree el cuento que le cuentan sus lameruedas, terminará sus días escondido y arrinconado, juzgado por la historia y por un sistema de justicia que habrá que reconstruir desde sus más profundas raíces.
Otto, destruido por dentro sabrá que nunca fue tan popular como sus millones de dólares le hicieron creer y que usurpación, con usurpación se paga. El pobre Otto no tendrá que esperar tanto. Llegará octubre y habrá que elegir candidaturas y le pueden pasar dos cosas. Que sepa leer la realidad y contrate buenos proveedores de encuestas que le dirán que por él no van a botar ni sus compañeros de colegio. O también, que necio ante la realidad se lance de candidato a la presidencia. Llegará febrero y descubrirá que sí era posible que alguien saque, todavía, menos votos que los que sacaron los rupturas en una elección nacional. El pobre pasará al olvido más temprano que tarde y eso no será suficiente. Las únicas veces que se hable de Sonnelhozner será en las clases de gestión de crisis sobre cómo NO se deben hacer las cosas. Porque si algo han demostrado él y todos sus acólitos es que siempre se puede ser un completo incapaz. Ni en lo político, ni en lo comunicacional, peor aún en la gestión de la cosa pública, y ni se diga en la gestión sanitaria.
Romo, Roldán, Michelena, Cuesta y Granda la tendrán peor. Como un karma, sus nombres serán portadas y titulares de todos los diarios que hoy se callan porque mal paga el diablo a sus devotos y los medios de propaganda fascista que tenemos en este país cambiarán su relato cuando se haya acabado la pauta. Tal como lo demuestran las esquizofrénicas declaraciones de la gente de La Posta que lo mismo un día dicen que este es el mejor gobierno de la historia y al siguiente, dicen todo lo contrario. Los nombres, fotos, detalles de su vida privada serán sometidos al escarnio público por todas las muertes que su inoperancia, su desidia, su maldad personificada ocasionaron. Las muertes de octubre de 2019 y de marzo, abril y mayo de 2020 pesarán en sus conciencias y también en sus existencias porque no tendrán donde esconderse. El aparato de persecución que ellos han creado para aniquilar moral, económica y físicamente a sus otrora compañeros, servirá, una vez regresado el Estado de derecho, para castigarlos, no porque lo que piensen en el futuro, no por lo que mentes dementes pueden inventarse para imputarles delitos, sino por que los hechos son irrefutables, demasiados e imperdonables.
Para los lentejeros asambleístas del morenismo solo les queda el olvido, y ojalá, la miseria de sus días siguientes. Ojalá que, contrario a lo que hacemos todos de olvidar quiénes fueron asambleístas en los años pasados, sus nombres nunca los olvidemos. Ojalá que nunca olvidemos a Litardo, a Serrano, a Albornoz, a Cabezas, a Carrión, a Orellana, a Bonilla, A Salazar y el largo etcétera de mamarrachos que son el reflejo de lo peor que tenemos en este país. Rastreros dispuestos a ser alfombra de cualquier que detente el poder, sin ideología, sin ética, sin moral, sin capacidad intelectual.
A la inefable fiscal solo le quedará el análisis de sus casos para todas las escuelas de derecho, comunicación, ciencias políticas, sociología y antropología. Su paso por la Fiscalía será recordado por cómo una afrodescendiente, desesperada por ser aceptada por unas élites intelectuales, se olvidó de todo lo que le tocó vivir para poder crecer en su carrera profesional y estuvo dispuesta a vender su conciencia para operar un sistema de persecución que, mejor estilizado, se pareció mucho y tristemente, al sistema de persecución y desapariciones de León Febres Cordero. Sus teorías del caso se usarán en las escuelas de derecho para mostrar todo lo que NO se debe hacer en los procesos penales, y en las escuelas de ciencias políticas sobre lo inconveniente que resulta que un Fiscal se crea un actor político con capacidad para ejecutar sistemas de persecución y no de justicia.
Todos estos nombres, los del gobierno, los de la Asamblea, los del sistema de Justicia
se inscribirán en la historia, cuando pase el tiempo suficiente y los historiadores escriban con análisis crítico y nombren a este periodo como el de la Kakistocracia: el gobierno de los peores. Hasta que eso suceda, todos estos ecuatorianos, salidos de las cloacas morales más putrefactas despertarán de su sueño y verán cómo la verdad los hará miserables para siempre.