Rodolfo Bueno
Hay amores que sobreviven en las páginas románticas de los buenos escritores y el lector que deja volar su imaginación revive hechos que a lo mejor nunca pasaron. Por algo Turguéniev escribe: “En la vida de las personas hay grandes misterios y el amor es uno de los más inaccesibles”, frase que ilustra, en parte, la vida apasionada que durante cuatro décadas mantuvo con Paulina García Viardot, soprano española que dibujaba bien, tocaba el piano, hablaba algunos idiomas, componía y mantenía pláticas seductoras con sus interlocutores.
Turguéniev la escuchó cantar por primera vez en San Petersburgo y se encontró con ella de nuevo en las tertulias que Paulina realizaba en su casa de campo de Courtavenel, a la que asistían George Sand, Chopin, Rossini, Musset, Delacroix, Saint-Saëns, Flaubert, Gounod, Liszt y todo intelectual conocido de esa época de oro del arte mundial.
George Sand sirvió de casamentera en el matrimonio de Paulina con Louis Viardot, veinte años mayor que ella y mentor de la carrera artística de la soprano que cautivó a toda personalidad de su época, pues era atractiva pese a no ser físicamente bella. Turguéniev no sólo que sería atrapado por sus redes sino que entre los tres, marido, mujer y amante formarían un triángulo amoroso de envidia: sólo treinta metros separaban sus viviendas, Paulina tuvo hijos tanto de Louis como de Iván; asimismo viajaban juntos y hacían público un adulterio que los franceses llaman ménage a troi. Es que el amor es una enfermedad cuya cura no busca el afectado por el mal.
La obra literaria de Turguéniev está impregnada de sentimientos amorosos hacía Paulina, como una melancolía sutil, difícil de asimilar y degustar. Toda la actividad intelectual de este escritor está influenciada por la familia Viardot, basta señalar que Louis conocía al dedillo a todos los grandes escritores de España y había traducido El Quijote al francés, por lo que en su hogar predominaba el castellano, idioma que Turguéniev aprendió de ellos y cultivó toda su vida, lo que le permitió embeberse de la literatura española en su propia lengua y no sólo eso sino traducir al ruso a clásicos como Calderón y Cervantes; también, trabajar en la traducción de El Quijote, tarea que lastimosamente no concluyó nunca.
Turguéniev nació el 9 de noviembre de 1818, en Oriol, al sur de Moscú, en el latifundio de la acaudalada terrateniente Varvara Petrovna Turguéneva, su madre, lo que le permitió conocer la vida del campesino ruso, que bellamente trata en su obra literaria. Su padre era un coronel noble que nunca se preocupó por su hogar ni por sus hijos sino por sus aventuras personales, en las que traicionaba a su esposa con toda mujer que se le cruzara el camino, pues se había casado sólo por el interés monetario. Al enviudar, Varvara se convirtió en una madre tiránica que se desquitaba con sus hijos de todas las frustraciones que le produjo el matrimonio con un hombre guapo y menor que ella.
La rica naturaleza del inmenso feudo en que se crió Turguéniev fue su refugio. Allí encontró desahogo a su pesada vida, allí pudo mitigar el abandono filial que se daba en su hogar y recoger recuerdos para su futura obra literaria, allí mezcló su soledad y su tristeza con el rico paisaje que le rodeaba. Al crecer, descubriría que el mundo es un vivero de injusticias, particularmente las de la servidumbre, institución social en la que el campesino era propiedad del terrateniente y con la que nunca estuvo de acuerdo.
A los quince años ingresó en la universidad de San Petersburgo para estudiar Filosofía. La influencia de Pushkin y Gógol y su roce con el mundo literario le inspiraron a escribir poemas románticos. Las ideas liberales, en boga en esa época, calaron en su mente juvenil, cinco años más tarde viaja a Berlín para continuar su formación universitaria. La ideología de Hegel, escuela filosófica en boga, y la amistad que tuvo con otros pensadores lo aproximaron al anarquismo, especialmente cuando conoció a Bakunin, con cuya hermana vivió un apasionado romance. En 1848 se encontró en París con Alexander Herzen, ideólogo de la revolución campesina rusa, con el que fue amigo íntimo cuando eran estudiantes.
En 1852, al morir su madre, Turguénev hereda una inmensa fortuna. Regresa a Rusia donde mejora la situación de sus siervos, pero no los libera. Escribe un artículo elogioso dedicado a la muerte de Gógol, por el que es recluido en su hacienda.
Memorias de un cazador es su primera gran obra literaria, fue pública por la revista El Contemporáneo. Se trata de una serie de cuentos concatenados cuyo común denominador son los sucesos de la vida rural acontecidos antes de que Alejandro II aboliera la servidumbre en 1861. Según Dostoievsky, se trata de la obra de un hombre acomodado, poco comprometido con la situación social de su país, para el que sólo existe la vida bucólica del campo de Rusia.
Su famosa novela, Nido de hidalgos, es publicada en 1859. Se trata de la trama de un noble ruso que, luego de ser engañado por su esposa, se enamora de su prima Lisa, hermosa e inocente joven que se embelesa de él. Cuando se entera de que ha muerto su mujer, él se entusiasma con la idea de vivir un nuevo amor. Pero todo había sido un rumor, la presunta fallecida aparece para reclamar el lugar que le corresponde en su hogar; la trama no es lo importante sino la forma en que está narrada. En 1867 publica Humo, novela en la que critica las promesas de los revolucionarios rusos. En Tierras vírgenes, publicada en 1877, describe a los naródniki, rusos de la ciudad que van al campo a predicar la revolución. Esta novela fue mal vista por los conservadores y por los revolucionarios.
Turguénev fallece el 3 de septiembre de 1883 en Bougival, Francia, previamente había redactado el manuscrito: Turguénev. Una vida para el arte, en que trata del gran amor, del sufrimiento, de las emociones y de la pasión que sintió por Paulina Viardot. Lastimosamente, la obra no ha sido encontrada pese a haber sido buscada por todos los rincones de Europa.
Hoy, doscientos años después de su nacimiento, vale la pena enaltecer y releer su obra.