Por Andrés Arauz
La meta: que el 1º de enero de 2023, en la posesión de Lula, se firmen los tratados para la nueva Unasur. Apenas tenemos dos meses para realizar todos los trabajos preparatorios y llegar a acuerdos claves. El camino jurídico está resuelto gracias al minucioso estudio técnico-jurídico de Guillaume Long y Natasha Suñé.
Pero también, debemos poner en operación al Banco del Sur y firmar el tratado constitutivo del Banco Central del Sur y el “sur”, la moneda regional – adicional a las monedas nacionales – que propuso el Presidente Lula. El paso inicial debe ser inmediato – para que lo sienta la sociedad – armonizar los sistemas de pagos de la UNASUR para ejecutar transferencias interbancarias a cualquier cuenta dentro de la Región en tiempo real y desde el celular.
Seamos prácticos, la ventana de oportunidad política está entre enero y septiembre de 2023, fecha de las elecciones primarias en Argentina. En ese período, debemos lograr las ratificaciones parlamentarias del caso. Existen soluciones expeditas y creativas, como delegar o refuncionalizar instituciones ya existentes – nacionales o regionales – para cumplir el rol transitorio de las organizaciones nacientes.
No podemos ceder esta ventana de oportunidad histórica a la lenta inercia de las cancillerías y los rezagos del malinchismo. Los presidentes progresistas deben crear un canal de comunicación inmediata entre ellos, designar ahí a un responsable que visite los países de la región detectando trabas y encontrando soluciones, y exigirle – en grupo – rendición de cuentas semanal. La voluntad política está ahí, no hay tiempo que perder.
Podemos extender esta ventana de oportunidad si la Región logra dar pasos iniciales – pero contundentes – para la configuración de una nueva arquitectura financiera regional que permita un respiro para Argentina. Las oportunidades son concretas y las acciones a tomar son inmediatas. Primero, se debe suspender la elección del Presidente del Banco Interamericano de Desarrollo hasta enero; no se puede continuar un candidato de Bolsonaro. Segundo, se debe impulsar la acción colectiva para anular retroactivamente los ilegales sobrecargos del Fondo Monetario Internacional (FMI) – de ser necesario, con resolución de la Asamblea General de las Naciones Unidas -. Tercero, la Región -junto con África- debe acordar con Estados Unidos una emisión extraordinaria de Derechos Especiales de Giro del FMI. Cuarto, la Región debe reciclar sus DEG, financiando a Argentina a largo plazo. Quinto, se debe retomar los delegados para el Banco del Sur y comenzar su operación inmediata. Sexto, Unasur debe conseguir que – por lo menos una parte de – los capitales fugados a EEUU retornen a sus países de origen, aplicando el artículo VIII.2.b del Convenio Constitutivo del FMI. Séptimo, y no menos importante, los países de la UNASUR deben exigir un puesto colectivo en la mesa del G20, como está por lograrlo la Unión Africana.
Un paso clave para Lula está en deshacer la privatización de facto del Banco Central de Brasil que implementó Bolsonaro y rearticular al Banco Central de Brasil a la línea de desarrollo, integración y democracia. Es muy difícil que pueda cumplir las metas de erradicación del hambre y reindustrialización que necesita el pueblo brasileño si tiene un banco central boicoteándolo permanentemente. Basta ver el rol cómplice que ha cumplido el banco central colombiano en contra de las reformas iniciales del Presidente Petro.
Dicho esto, esta ola de integración regional no puede quedarse solo a nivel de los presidentes; debe ser una verdadera integración de los pueblos. Eso implica participación profunda de los movimientos sociales de toda la región, pero sobre todo, beneficios inmediatos y tangibles para la ciudadanía. También implica dar un tratamiento preferencial a los países más pequeños. El liderazgo del Presidente Lula es crucial para sumar a países de orientación ideológica distinta.
En lo inmediato, debemos concretar un programa de intercambio estudiantil masivo – en los tres últimos años de la educación secundaria – para que los y las jóvenes de la educación pública latinoamericana puedan estudiar un semestre o un año en otro país de la Región, sin traba burocrática alguna, y que el cupo que libera un joven en su país de origen sea ocupado por otro joven de otro país. No hay necesidad de aumentar el gasto público en educación, salvo por el transporte y – posiblemente – un estipendio. La meta debe ser ambiciosa: un millón de jóvenes en intercambio estudiantil en el próximo año. Este será el motor de la integración.
En simultáneo, se debe lanzar una apuesta cultural a la integración. Debemos lanzar un concurso regional – comenzando a nivel de todas las escuelas de primaria – de cómo debe ser la bandera de la UNASUR. También debemos convocar a un concurso regional para plantear cuál debe ser el himno de la UNASUR – convocando así a músicos, escritores y poetas -.
Presidente Lula, junte a sus futuros pares, designe a su embajador plenipotenciario para la integración regional y cree ya ese canal de comunicación. No hay tiempo que perder.
Tomado de Nodal