Akángau Viteri T.
“Ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica”. Salvador Allende pronunció esas palabras en 1972. Un año después, sería asesinado por militares chilenos comandados por Pinochet y por el gobierno estadounidense. Empero, el mensaje quedó rondando en el inquieto tránsito del tiempo. Son palabras que ni el viento se las llevó, ni la violencia acalló. Es un llamado a la introspección de nosotros los jóvenes para ir buscando nuestro sitio y labor en el mundo, para luchar por la justicia social. Es una exhortación a no desperdiciar la energía que llevamos dentro, y canalizarla a través de la toma de conciencia social. Es una importante aclamación para no desencantarse de la política. Es una exigencia para cargar antorchas de libertad y construir una nueva sociedad.
Pero hoy existen sentimientos encontrados de los jóvenes hacia la política. Hoy la política es atacada desde la palestra política. Hoy la política es perseguida con fines políticos; es desideologizada desde una plataforma ideológica. Hoy la política le pertenece a unos pocos que tienen vía libre para exterminar las ideas colectivas, porque han logrado desencantar a los pueblos.
El neoliberalismo ha regresado para infectar otras formas de la vida social. No solo quiere consumidores activos para reproducir el capitalismo, quiere ciudadanos en estado vegetal; alejados de la política, desinteresados de ella y del bien colectivo. Ha comprendido que todo es político: los derechos laborales, la salud y la educación pública, la igualdad de género, la comunicación, etc.
Sataniza la gestión pública de la política. La corrupción que se ha destapado en la región ha servido para arremeter contra lo público. El neoliberalismo desvirtúa lo público para impulsar la idea que la política es tarea de lo privado. Al desvirtuar lo público, escandaliza la inversión pública: se gasta mucho en salud, educación, infraestructura, etc.
El neoliberalismo le da una nueva lógica a la política: la privada. Ha individualizado el accionar político. Destruyó el concepto de la política y los propósitos que a través de ella se deben alcanzar. El poder mediático es el gran aliado del neoliberalismo y a él hay que atribuirle macabra manipulación.
Hoy en día, los jóvenes no quieren involucrarse en la política de la manera en que se debe: pública, colectiva, apasionada e ideológica. Hoy temen ser “populistas”. Infectados por la lógica privada e individualizadora de la política, la ven como un instrumento para lucrar, y no como tarea para servir.
Por eso es importante retomar la reflexión de los primeros filósofos griegos sobre la ética. Para ellos, la ética es la reflexión sobre las normas morales vigentes; es cuestionarlas. La ética es deliberar la lógica de funcionamiento de la sociedad, estudiar el pensamiento y debatir. Para ellos, la libertad no es individual, como la que promueve el neoliberalismo. La verdadera libertad es ser parte de la formación de la sociedad a través de la reflexión racional sobre la sociedad, y esa reflexión racional sobre una nueva lógica de funcionamiento de la sociedad, es la política.
El neoliberalismo ha logrado inhibir la capacidad de reflexión de los jóvenes, impidiendo cuestionar la lógica de funcionamiento capitalista, repensar el sistema vigente y derrocarlo. Ha logrado anular el pensamiento político para avanzar hacia la proyección de una sociedad más justa y libertaria.
No debemos espantarnos de la política.
La política no es mala. Es una labor virtuosa que saca a relucir lo mejor del ser humano; nos permite tomar acción en favor de las causas justas y nobles que al mismo tiempo demuestran el civismo más desarrollado que pueden reflejar el hombre y la mujer. Lo que corrompe a la política es la traición a las causas justas y nobles. La política es corrompida por aquellos inescrupulosos que sin vacilaciones traicionan al colectivo por priorizar sus aspiraciones egoístas. La política, en su concepción más prístina, representa la cúspide de la evolución humana.